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EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

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Presentación del tema: "EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA"— Transcripción de la presentación:

1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
La Evaluación Diagnóstica Psicológica es la Primera Fase de un proceso terapéutico, durante la cual un psicoterapeuta alcanza un adecuado conocimiento de las condiciones conductuales, bio-psico-sociales y existenciales de un paciente, con miras a: obtener un diagnóstico clínico delinear un tratamiento psicológico.

2 CLIENTE EN OPOSICIÓN A PACIENTE
El motivo de abandonar el término paciente viene dado por la connotación del vocablo, relacionado con la patología, lo cual implica una relación asimétrica en donde el enfermo busca la ayuda de un superior, el terapeuta o sanador. La contrapropuesta es que no existe tal cosa como la enfermedad mental, sino formas disfuncionales de vivir. El solicitante de un servicio o proceso psicoterapéutico toma así el término cliente, ya que es una persona activa en la solución de su problema y, como parte de esa búsqueda activa, ha decidido iniciar este proceso psicoterapéutico. Dentro de la relación terapéutica, cliente y psicoterapeuta tienen por tanto el mismo "estatus", de modo que el cliente es totalmente libre para dirigir por medio de la psicoterapia su propio camino de desarrollo personal.

3 EL PROCESO TERAPÉUTICO
Según Rogers, el cliente es el que lleva el peso de la terapia (auto-directividad) y no el terapeuta. Sin embargo, el terapeuta tiene que ofrecer al cliente una relación que se define por tres condiciones necesarias y suficientes para lograr el éxito de la misma. Las tres primeras características o condiciones son Empatía, Aceptación positiva incondicional y Autenticidad o Congruencia. Todo el proceso de la psicoterapia puede traducirse como la actitud del psicoterapeuta en una profunda creencia de respeto y aceptación del cliente y de sus propias capacidades para el cambio: de este modo, todo lo que se hace en la psicoterapia (si entendemos esta como una escuela o enfoque, de la que surgen técnicas o estrategias) es la instrumentalización de esa actitud. Desde el uso del silencio a la empatía, vienen a trasmitir este mensaje implícito.

4 Estas tres condiciones relacionales mencionadas son llamadas actitudes de base:
La aceptación y consideración incondicionalmente positiva de la persona en búsqueda de ayuda. Se acepta sin condición alguna la manera en que ella está dispuesta a revelarse y demostrarse en la relación frente al terapeuta. La empatía centrada en la persona sufriente. Es la capacidad del terapeuta de entrar en el mundo del cliente y de comprender con exactitud sus vivencias como si el terapeuta fuese el otro. Esta comprensión empática facilita la concientización, favorece el acompañamiento terapéutico y promueve el desarrollo personal. La autenticidad del terapeuta permite a menudo un diálogo sincero y constructivo directo entre el terapeuta y el cliente. El terapeuta sigue siendo un experto, pero él se comunica también como ser humano al servicio del cliente sufriente.

5 Rogers describe el proceso que viven las personas que ingresan a terapia y describe siete etapas.
1.FIJEZA: es el estado que comúnmente es descrito como neurótico. Vivir la experiencia de ser plenamente 2.ACEPTADO: al inicio de la relación terapéutica, el primer cambio que vive la persona es entrar en un ambiente que no le condiciona, lo que convierte en innecesarios los patrones de comportamiento que ha desarrollado para enfrentar al mundo hostil y condicionante en que se desenvuelve cotidianamente. 3.Desarrollo y flujo de la EXPRESIÓN SIMBÓLICA : la persona en proceso comienza a desarrollar una expresión verbal más allá de los lugares comunes y que le permita expresarse con más propiedad conforme a su vivencia.

6 4.FLEXIBILIZACIÓN DE LOS CONSTRUCTOS y flujo de los sentimientos: se comienzan a cuestionar los valores y creencias que han llevado a la persona a un estado de permanente insatisfacción, y se permite ver las cosas de forma distinta. Además, en esta etapa se advierte una mayor libertad para expresar los sentimientos. 5.FLUJO ORGANÍSMICO: la estructura personal del cliente manifiesta una mayor relajación, los sentimientos son expresados con mayor libertad, las creencias son libremente cuestionadas y hay una necesidad por explorar nuevas formas de comportamiento. 6.Inicio de la EXPERIENCIACIÓN PLENA: es la fase de la terapia en que las personas llegan al "punto de no retorno", donde es posible que abandonen el proceso terapéutico y no experimenten retrocesos dado que toman conciencia de que son ellas las responsables de su vivencia y experiencia. 7.FLUIDEZ: es la descripción de una persona que funciona plenamente.

7 La ACTITUD DE INCONDICIONALIDAD y apoyo al paciente enmarca toda la actividad terapéutica.
Si bien son actitudes siempre deseables en la terapia, con esta población se convierten en características indispensables, siempre matizando que este apoyo debe ser adaptativo y no debe convertirse en un comportamiento que aumente los sentimientos de inutilidad personal del paciente y la sensación de dependencia del terapeuta. Así, debe establecerse una buena relación empática y cálida con el paciente para que éste se sienta comprendido y no criticado y de esta forma pensar que realmente el terapeuta está interesado por su caso y puede ayudarle.

8 El terapeuta debe presentar un modelo de comportamiento asertivo (no crítico ni sumiso) durante las sesiones, para que el paciente aumente su credibilidad respecto a la eficacia de las técnicas y aprecie opciones de respuesta a su problema. El terapeuta no debe perder la paciencia ante una crítica o negativismo reiterados del paciente hacia la terapia o hacia las posibilidades de mejoría.

9 Tampoco debe actuar de una forma sumisa, al no ser capaz de extinguir comportamientos de quejas reiteradas del paciente durante la sesión (muy frecuentes entre las personas mayores deprimidas, especialmente entre las mujeres), que pueden llegar, por constancia, a impedir el desarrollo de la terapia, ni debe permitir que sea únicamente el paciente quien controle las sesiones (el contenido de ellas, de qué tema se va a tratar, los ejercicios a realizar, etc.) por un déficit de asertividad en la dirección del proceso terapéutico. El terapeuta no debe olvidar que su propio comportamiento en las sesiones es un modelo para el paciente. El paciente no sólo aprende de lo que el terapeuta dice, sino también, y de forma muy importante, de cómo éste actúa en la terapia.

10 El terapeuta debe presentar las habilidades instrumentales básicas de refuerzo para motivar al paciente en la realización de las tareas, o reforzar sus adelantos en la terapia, etc., transmitiéndole la idea de que él puede conseguir los objetivos que se vayan proponiendo en las sesiones. Los pacientes mayores, como el resto de los grupos de edad, responden bien a las habilidades de motivación y de refuerzo del terapeuta, especialmente en la depresión.

11 El terapeuta debe presentar habilidades pedagógicas guiadas siempre por una fina sensibilidad clínica, es decir, no olvidando que "lo pedagógico" está al servicio de lo clínico, a la hora de explicar las estrategias a utilizar, las fases de la terapia, la forma en que han de llevarse a cabo las tareas, etc. Asimismo, es recomendable que se manejen con agilidad y pedagogía los términos técnicos necesarios para explicar una estrategia, o una hipótesis de por la que el problema se perpetúa, ya que esto puede actuar como un factor motivador para el paciente. Es deseable que se utilicen ágil y correctamente los términos técnicos para que esto no impida que el sujeto entienda claramente lo que se está expresando, ajustando siempre el lenguaje a las posibilidades de comprensión de la persona mayor, ya que el terapeuta puede fallar a la hora de tener en cuenta el nivel cultural del paciente y no ajustar sus explicaciones a este nivel.

12 El terapeuta debe disponer de las habilidades cognitivas (lógicas, de búsqueda de contradicciones, etc.) necesarias, en los casos de depresión, para ejercitar ciertas técnicas sofisticadas como la reestructuración cognitiva. Presentarlas con la implicación emocional necesaria para que éstas surtan el efecto deseado, como es el caso de la discusión de una idea irracional, en la práctica de la terapia racional emotiva.

13 El terapeuta debe sistematizar todo el proceso de intervención, preparar las sesiones por adelantado, tener objetivos claros a desarrollar en las mismas y negociar los contenidos de cada sesión al inicio de cada una con el paciente. Conviene invitarles a que progresivamente ellos asuman el contenido de la agenda de las sesiones siguientes, a fin de reforzarles la toma de iniciativas. La terapia se desarrolla en un contexto donde el terapeuta y el paciente forman un equipo de colaboradores.

14 Por tanto, es muy importante que la persona mayor deprimida se considere partícipe de todo el proceso de terapia, para que no se vea sólo como un receptor pasivo de las "charlas" del terapeuta y realizador "obediente" de las tareas que el terapeuta sugiere. Esto es especialmente importante entre los pacientes de edad avanzada. Hay que recordar que algunas de las ideas frecuentes entre esta población son que "ellos ya no cuentan para nada, que ya no son nadie, que no cumplen ninguna función en la vida", etc., creencias que pueden quedar reforzadas si el terapeuta no tiene en cuenta las observaciones anteriores.

15 El terapeuta debe cuidar especialmente el no hacer juicios de valor, juzgando moralmente el comportamiento del paciente o de los otros significativos. La función del terapeuta es: 1. Ayudar a recrear su conducta o de la conducta de los otros y sacar a la luz los motivos que mueven a los seres humanos. 2. Ayudarle a tomar y a ejercer la conciencia y que la fuerza de la propia conciencia impulse el cambio en la vida cotidiana.

16 Esto es importante especialmente en los casos, frecuentes, en los que las personas mayores deprimidas piden al terapeuta que juzgue a otras personas, miembros de su familia, vecinos, u otros significativos, buscando que el terapeuta sea su aliado en un enfrentamiento con algunas de ellas. Hay que claramente en estos casos cuáles son los problemas y cuáles pueden ser las soluciones a éstos, sin entrar en el juego de valoraciones morales que el paciente pide y sin dejar de presentar, al mismo tiempo, el apoyo incondicional que va a caracterizar toda la intervención, pero sin olvidar que apoyarle no significa "darle siempre la razón".

17 Especialmente con la población que muestra depresión el terapeuta debe presentar habilidades de desdramatización y de solución de problemas. Así será menos probable que caiga en el error de pensar que es lógico que su paciente se deprima por las situaciones estresantes a las que se enfrenta y, en consecuencia, reforzar comportamientos depresógenos. De forma alternativa, hay que implantar habilidades de reestructuración cognitiva, de enfrentamiento al estrés y de solución de problemas.

18 Así, resulta de gran utilidad, utilizar un sentido del humor adecuado, no socarrón ni sarcástico, que ayuda a veces al terapeuta a salir al paso de situaciones difíciles, desdramatizando la interpretación del suceso, y aliviando, en consecuencia, el humor deprimido del paciente. Asimismo, no es recomendable el uso de esta estrategia cuando el paciente no conoce aún el estilo des-dramatizador del terapeuta, y/o cuando se sospecha que el paciente puede interpretar este comportamiento del terapeuta como ofensa, desinterés o falta de comprensión de sus problemas.

19 El terapeuta debe ajustar las expectativas de su paciente a sus posibilidades reales de cambio y a la mejoría que se puede obtener con este tipo de intervenciones, sin dejarse llevar por el negativismo que presenta el paciente con depresión pero, al mismo tiempo, no proponiendo metas difícilmente accesibles.  Para terminar, no hay que olvidar que la práctica de las estrategias en el medio ambiente del paciente es un requisito indispensable para la mejoría.


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