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Comunicarse en lengua española

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Presentación del tema: "Comunicarse en lengua española"— Transcripción de la presentación:

1 Comunicarse en lengua española
Tema 3 Comunicarse en lengua española

2 3.1 COMPETENCIA COMUNICATIVA
Comunicarnos con los demás es algo que hacemos continuamente y aparentemente sin esfuerzo; y, sin embargo, es también una actividad sobre la que apenas tenemos intuiciones: todos hablamos nuestra lengua materna, y nos entendemos en ella, pero no siempre sabemos enunciar cuáles son las reglas o los principios que seguimos al realizar esta actividad. Cuando un extranjero nos pregunta cómo funciona una determinada palabra en nuestra lengua, es más probable que nos ponga en un aprieto, ya que habitualmente no podemos explicar de manera consciente cuáles son las pautas que seguimos. De hecho, hay pocos fenómenos que, siendo tan cercanos para un individuo como el de la comunicación y el uso de la lengua, resulten, sin embargo, tan difíciles de comprender y de traer a la consciencia, si no es a través de una instrucción explícita: sabemos comunicarnos, pero desconocemos la lógica que subyace a la comunicación.

3 Una teoría lingüística aspira, en último extremo, a caracterizar y explicar en qué consiste eso que llamamos competencia comunicativa, (o, menos técnicamente, dominio del idioma), es decir, el conocimiento interiorizado que un hablante tiene de la lengua y de sus condiciones de uso; este conocimiento establece las pautas que guían su actuación comunicativa: si alguien se expresa correcta y adecuadamente es porque sabe (aunque sea inconscientemente) en qué consisten la corrección y la adecuación, y cómo se logran. Definir la competencia comunicativa como una cierta clase de conocimiento interiorizado podría parecer demasiado abstracto para los niveles prácticos. ¿Podemos caracterizar la competencia comunicativa de un modo más concreto? Parece que sí. Una manera sencilla consiste en identificar las principales capacidades que debe exhibir un hablante para que consideremos que tiene un buen dominio de la lengua. Debemos preguntarnos, entonces, qué es lo que típicamente saben hacer los hablantes competentes.

4 Seguramente diríamos que un hablante competente es capaz de:
Expresarse con propiedad y corrección, y de manera adecuada a las diferentes situaciones comunicativas, tanto oralmente como por escrito. Comprender e interpretar sin dificultades las producciones (orales y escritas) de otros hablantes. Estas destrezas nos interesan, como decimos, porque representan la manifestación observable de un conocimiento interiorizado: si alguien se expresa correcta y adecuadamente es porque sabe (aunque sea inconscientemente) en qué consisten la corrección y la adecuación, y cómo se logran. Más concretamente, las capacidades en las que se exterioriza la competencia comunicativa incluyen las siguientes: Expresarse con propiedad requiere un buen conocimiento del léxico, esto es de las palabras, de sus significados y de sus condiciones de utilización.

5 Expresarse con corrección supone tener un buen dominio, por una parte, de las reglas gramaticales que determinan la producción de secuencias bien formadas y, por otra, de los requisitos externos que sancionan lo que se considera correcto desde el punto de vista normativo. Expresarse adecuadamente con arreglo a las situaciones implica ser capaz de identificar los rasgos pertinentes que definen los diferentes tipos de situación comunicativa (en función de la situación, la relación entre los interlocutores, el género discursivo, etc.), y saber qué elecciones lingüísticas resultan adecuadas a cada uno de ellos. Saber hacer todo eso tanto oralmente como por escrito significa conocer, además, las convenciones asociadas al tipo de medio empleado. El dominio del idioma surge, pues, de la confluencia de diferentes tipos de conocimientos y capacidades parciales y más específicas. Estas capacidades se ponen en práctica tanto en la producción como en la interpretación.

6 3.2 COMPETENCIA GRAMATICAL
La competencia gramatical (también llamada competencia lingüística) es la capacidad de una persona para producir enunciados gramaticales en una lengua, es decir, enunciados que respeten las reglas de la gramática de dicha lengua en todos sus niveles (vocabulario, formación de palabras y oraciones, pronunciación y semántica). El concepto de competencia gramatical fue propuesto por N. Chomsky en la obra Estructuras sintácticas (1957). Constituye un concepto fundamental en la tradición de la llamada Gramática Generativa, pues se propone como fin último hacer explícito el conocimiento implícito que sobre la propia lengua tienen los hablantes. Sin embargo, desde otras disciplinas lingüísticas que atienden a aspectos relacionados con la lengua en uso, se ha puesto en entredicho que el mero conocimiento de la gramática de una lengua permita usarla siempre de manera adecuada.

7 Dell Hymes, en sus trabajos de sociolingüística y de etnografía de la comunicación, publicados en los años 70 del siglo XX, discutió dicho concepto y propuso el de competencia comunicativa como una capacidad de alcance más amplio que permite a un hablante comportarse comunicativamente de forma adecuada, para lo cual no debe poseer únicamente el dominio de las reglas gramaticales de buena formación de oraciones, sino también el de las reglas que determinan el uso de la lengua en la producción de enunciados adecuados en el contexto discursivo. M. Canale (1983) fue uno de los primeros autores en relacionar el concepto de competencia comunicativa definido por D. Hymes con la enseñanza de segundas lenguas y en analizar los componentes que integran dicho concepto, a saber: la competencia gramatical, la competencia discursiva, la competencia sociolingüística y la competencia estratégica. Describe la competencia gramatical como aquella que “se centra directamente en el conocimiento y la habilidad requeridos para emprender y expresar adecuadamente el sentido literal de las expresiones”.

8 Posteriormente, otros autores del campo de la enseñanza de segundas lenguas han publicado trabajos sobre la competencia comunicativa y sus componentes. Todos ellos incluyen entre estos la competencia gramatical. Aunque se refieren a un mismo concepto, lo describen de manera parcialmente diferente a tenor de la aproximación que subyace en sus trabajos al propio concepto de gramática. Así, J. van Ek, que adopta una postura muy próxima a la de Canale, habla de la capacidad de referirse al significado convencional de las expresiones que define como aquel significado que una persona nativa atribuiría a una expresión si ésta apareciera aislada en cualquier texto, contexto y situación de uso. Para L. Bachman, en cambio, la competencia gramatical junto con la competencia textual conforman la competencia organizativa; esta competencia organizativa, a su vez, conforma junto con la competencia pragmática la competencia lingüística (que en el modelo de Bachman equivale en gran medida a lo que el resto de autores llama competencia comunicativa).

9 La competencia lingüística está integrada, a su vez, por:
El Marco común europeo de referencia para las lenguas adopta otra estructura de descripción de la competencia comunicativa; en él, la competencia comunicativa está compuesta por: la competencia lingüística, la sociolingüística y la pragmática, La competencia lingüística está integrada, a su vez, por: la léxica, la gramatical, la semántica, la fonológica, la ortográfica y la ortoépica (capacidad de articular una pronunciación correcta partiendo de la forma escrita). En una detallada descripción de cada una de estas competencias y subcompetencias, el Marco común europeo ofrece unas escalas con seis niveles de cada una de ellas; así, describe en esos seis niveles la competencia lingüística general, la riqueza de vocabulario, el dominio del vocabulario, la corrección gramatical, el dominio de la pronunciación y el dominio de la ortografía.

10 Desde que fuese introducido por Hymes a mediados de los años sesenta, el término «competencia comunicativa» ha disfrutado de una creciente popularidad entre profesores, investigadores y otras personas interesadas en el lenguaje. En el campo de la pedagogía de una segunda lengua, este interés general en el lenguaje como comunicación es visto como una prometedora desviación de la consideración más limitada y todavía popular del lenguaje como gramática. Las razones para preocuparse no son solo la falta de acuerdo y la investigación poco cuidadosa sobre las aplicaciones de la competencia comunicativa en la pedagogía de la segunda lengua. Aun en la lingüística aplicada, uno también encuentra confusión y falta de consideración de muchas de las nociones básicas incluidas en este concepto. El punto de vista adoptado aquí es que el actual desacuerdo en la conceptualización, la investigación y la aplicación en el área de la pedagogía comunicativa del lenguaje se debe en gran medida al fracaso para idear y desarrollar un marco teórico adecuado.

11 En un trabajo relativamente reciente (Canale y Swain, 1980), las cuestiones mencionadas eran tratadas desde una posición teórica. Sus propósitos eran: (a) examinar con cuidado supuestos, contenido, situación empírica e implicaciones pedagógicas de las teorías actuales de la competencia comunicativa; (b) proporcionar para este concepto un marco teórico que fuera explícito, adecuado y justificable; y (c) explorar las implicaciones de este marco teórico en la investigación posterior y en la enseñanza y evaluación en programas generales de segunda lengua en los niveles iniciales del estudio de las segundas lenguas. En Canale y Swain la competencia comunicativa es entendida como los sistemas subyacentes de conocimiento y habilidad requeridos para la comunicación (por ejemplo, conocimiento del vocabulario y habilidad de usar las convenciones sociolingüísticas de una lengua dada). Además, se establecía una distinción entre la competencia comunicativa y lo que llaman comunicación real (la realización de tales conocimientos y habilidades bajo limitaciones psicológicas y ambientales como restricciones perceptuales y de memoria, fatiga, nerviosismo, distracciones y ruido de fondo). Prefieren utilizar el término «comunicación real», ya que el anterior término, «actuación» (o «actuación comunicativa»), usado por Canale y Swain y otros, ha sido fuente de confusión en la lingüística aplicada desde que Chomsky introdujera los sentidos 'fuerte' y 'débil' de los términos «competencia» y «actuación» en la lingüística moderna.

12 La consecuencia directa de la separación radical entre competence (competencia) y performance (actuación) propuesta por Chomsky sitúa al lingüista (como hablante nativo competente) en una posición privilegiada, ya que sólo necesita recurrir a su conocimiento intuitivo del lenguaje (a su capacidad de interpretar las oraciones de una lengua) para formular la gramática de su lengua. De este modo, el lingüista se convierte en "the sole explicandum of linguistics” (el único capacitado para explicar) (McEnery & Wilson 1996:9), y su intuición (en forma de oraciones inventadas por él mismo) sirve de base para ilustrar la teoría gramatical que propone. Los problemas que este procedimiento científico puede acarrear, y la relación que plantea entre teoría y datos son evidentes, y han sido destacados por la mayoría de los estudiosos de la lingüística de corpus a los que hemos hecho referencia anteriormente. Sinclair ha recalcado en numerosos trabajos las posibles inconsistencias o inexactitudes de las intuiciones lingüísticas, considerando incluso algunos casos en los que el hablante nativo simplemente puede no poseer el conocimiento intuitivo suficiente para postular una parte de la teoría.

13 En efecto, el mayor problema que plantea el uso de la intuición lingüística como única evidencia teórica es la circularidad que supone que el lingüista use sus intuiciones como datos en análisis donde se sabe de antemano qué se quiere probar. En cualquier ámbito científico, se da por sentado que el científico desarrolla una teoría para describir y explicar un fenómeno que ya existe, partiendo de una serie de datos o experimentos externos. No es de esperar que un científico invente él mismo los datos a la vez que inventa la teoría, o incluso que invente los datos después, para probar la teoría.

14 3.3. Competencia sociolingüística
W. Labov, en sus primeros estudios, ya afirmaba que “durante muchos años se había resistido a utilizar el término ‘sociolingüística’, puesto que implica que puede haber una teoría o práctica lingüística que no sea social”. Unos la consideran una rama de la Lingüística y otros la enmarcan dentro de la Dialectología. Surgió en la década de los sesenta del s. XX en los Estados Unidos y su objeto de estudio es aún un poco impreciso. No obstante, “los estudios sociolingüísticos se remontan al siglo XVII cuando el gramático español Gonzalo de Correa hizo una descripción sorprendentemente exacta para su época de las diastratías y disfasías de la lengua histórica al determinar las influencias de una lengua, ya sean de dialectos particulares de provincias, conforme a las edades, calidades y estados de sus naturales, de vulgo, de ciudad; entre la gente de la corte, de diferentes edades, sexo, etc.”.

15 Resulta interesante que ya desde entonces se hubiese planteado la caracterización de una lengua a partir de un análisis en distintos estratos sociales y estilos funcionales. Pero todavía no había surgido la sociolingüística. Tuvieron que pasar muchos años y realizarse valiosas investigaciones en los Estados Unidos, Francia Checoslovaquia y, principalmente, en la URSS dirigidas al estudio de las influencias de los factores sociales de la lengua. * Diastratías: Diastrático, se dice de los fenómenos lingüísticos relacionados con el nivel sociocultural de los hablantes. * Diafasías: Diafásico, se dice de los fenómenos de habla debidos a los diferentes registros lingüísticos. El lingüista soviético Yevgeni Dmítrievich Polivánov hizo una considerable contribución a la ciencia sociolingüística. Señaló que la lengua debía estudiarse como actividad colectiva; junto a una dialectología general, debía existir una dialectología social de grupos cuyo concepto fundamental sería el de “dialecto social de grupo”. Planteó, además, que un mismo individuo suele ser miembro de diversos colectivos sociales.

16 Múltiples criterios se contradecían con respecto al verdadero objeto de esta ciencia; algunos planteaban que el lingüista debía ocuparse sólo de hablantes y de oyentes ideales. La relación lengua-sociedad ha sido estudiada en estos dos últimos siglos desde diferentes enfoques. Esta dicotomía bajo la cual se fundamenta la “Sociología del lenguaje” y la estrecha vinculación de ciencias como la sociología, la etnografía y la antropología (cuestiones de lingüística externa para Saussure) es resumida por D. Hymes en tres corrientes principales: la inglesa, la francesa y la estadounidense. - La inglesa ve las relaciones entre la lengua y otros aspectos de la cultura como una interdependencia entre factores constitutivos de acontecimientos o acciones sociales. La lengua es considerada sobre todo como una actividad social y su inclusión en un contexto extralingüístico como parte necesaria de su descripción. Dentro de esta corriente, sobresalen las figuras de Malinowsky, Gardiner y Firth. - En la francesa, se ve la lengua, por un lado, y los aspectos culturales y sociales, por otro, como dos sistemas paralelos que establecen entre ellos relaciones de congruencias. El lenguaje es considerado más bien como un sistema heredado y socialmente compartido cuya función primaria es la referencial, es decir, la de distinguir o expresar significados. Figuras destacadas aquí son A. Meillet, M. Cohen, É. Benveniste, etc.

17 - La corriente estadounidense ve el lenguaje más como producto cultural o herencia colectiva que como un elemento de acción social o como faceta del acontecimiento social. Los planteamientos de la sociolingüística norteamericana, según Moreno Fernández, están más cerca de las posturas sociológicas por cuanto sus propuestas parten de nociones de una dimensión mayor que la que tiene el individuo (comunidad, clase social, grupo, etc.). Las figuras que más sobresalen en esta tendencia son Boas, Sapir y Bloomfield. “En la sociolingüística norteamericana se encuentran las réplicas de todas las escuelas que forman la lingüística estadounidense de este siglo: una escuela descriptivita (aunque no se dé a sí misma ese calificativo), la sociología del lenguaje de Fishman, obra influida por la antropología y la etnología cuyo principal exponente es Dell Hymes; y una última escuela muy relacionada con el generativismo, la escuela variacionista de William Labov”.

18 Muchos investigadores del siglo XX, cuando triunfaban las concepciones estructuralistas, si bien no ignoraban la influencia de la sociedad sobre la lengua, las excluían deliberadamente de sus estudios sociológicos, antropológicos y etnográficos porque consideraban que el lingüista solo debía de ocuparse de los fenómenos lingüísticos y no de sus efectos. Y ello sucedía, según Labov, por la fuerte influencia en ellos de las doctrinas saussureanas al obviar todo tipo de factores extralingüísticos, por la inclinación cada vez mayor de los lingüistas por la psicología que por la sociología, además porque la dialectología de este siglo se dedicó con mayor énfasis a la recopilación de datos que a la inclinación teórica de la lingüística. Por ello, Labov considera que los lingüistas de esta centuria se hallan en dos grandes grupos: los sociales y los asociales.

19 William Bright (1964) fue el pionero en la definición del contenido de la sociolingüística y su aportación principal estuvo en considerar la diversidad lingüística como el objeto principal de la sociolingüística. Para él, lo fundamental es tratar de demostrar que lo que la lingüística tradicional había definido como una variación arbitraria está en relación con las diferencias sociales. Algunos lingüistas consideran que, para que haya un estudio realmente sociolingüístico, debe primar la modalidad diastrática sobre la diafásica y la diatópica, a pesar de ser rasgos intrínsecos que caracterizan a este tipo de enfoque. Su campo de investigación aún no está bien definido y no cuenta, por lo tanto, con una teoría bien integrada y coherente que dé respuesta a los problemas de la lengua, dada la influencia que la sociedad ejerce sobre ella, aunque hay acuerdo en sentido general cuando se precisa que “la sociolingüística se basa en la diversidad lingüística, y que estudia las relaciones entre esta diversidad y la sociedad”.

20 Texto 10 La marcación sociolingüística en la lexicografía dialectal
Los diccionarios dialectales actuales deberían proporcionar información sociolingüística de cuatro tipos: a) la pertenencia de la palabra a un registro específico, b) su relación con determinado nivel sociocultural dentro del espectro sociolingüístico de la comunidad estudiada, c) la valoración social del vocablo que hace la propia comunidad, y d) la indicación del estilo de lengua al que pertenece la palabra. Los lemas o acepciones que no lleven ninguna de estas marcas deben ser interpretados como socialmente neutros. En algunas ocasiones, es importante, además, dar información sobre aspectos pragmáticos muy ligados a los sociales, sin que estos dejen de ser lo que son.

21 Los registros El registro es un código especial de comunicación, diferenciado de la lengua general de la comunidad en cuestión, fundamentalmente por una parcela de su vocabulario. Está en constante cambio, pues se trata de un sistema comunicativo ‘secreto’ que permita a sus usuarios entenderse entre sí, pero no a los de fuera del grupo. La relativamente fácil permeabilidad de esos lemas con significados ocultos hace que los registros carezcan de perdurabilidad. El registro carcelario, por ejemplo, se renueva constantemente como todos ellos, pues de estos hablantes, los creadores, lo originalmente secreto pasa a los carceleros y vigilantes de las prisiones, y también a sus familiares y amigos, etc. Artículos hay, y hasta libros, cuyo objetivo es desvelar algunos de esos andamiajes comunicativos crípticos. Hay, desde luego, muchos y variados registros manejados por subgrupos de la comunidad de habla: estudiantes, presos, drogadictos, etc. Si una entrada o acepción pertenece a alguno de estos registros, deberá aparecer en el diccionario con la marca correspondiente.

22 La estratificación sociocultural
Todas las comunidades de habla del mundo presentan algún tipo de estratificación social. Aquí nos referimos a la confluencia de factores como la educación, la profesión que se ejerza y también los ingresos económicos que produce ese desempeño profesional. Ellos son los responsables de que existan espectros socioculturales, integrados por estratos diferentes: altos, medios y bajos. En el caso de esta otra variable sociolingüística, las situaciones pueden ser muy diferentes: desde comunidades muy débilmente estratificadas a las de estratificación fuerte. Las primeras están en consonancia con la poca complejidad de sus estructuras y las segundas, que forman un rico abanico de posibilidades, tienen en su extremo a las grandes ciudades que muestras fuertes desniveles de educación, trabajos e ingresos.

23 La valoración social En las comunidades de habla, hay muchas, muchísimas palabras que no producen ningún tipo de valoración por parte de los hablantes: son neutras o no marcadas. Otras, en cambio, son tenidas por elegantes y refinadas, o por el contrario, por vulgares y zafias. Más allá de las palabras que la comunidad ‘siente’ como vulgares, están las que ofrecen serias limitaciones sociales de uso porque resultan ofensivas para ciertos interlocutores: son palabras tabú. Al no poder usarlas en ciertos contextos comunicativos (para algunos hablantes, en ninguno de ellos), se recurre a los eufemismos, lexemas que significan lo mismo que el tabú pero que poseen una forma más amable y por ello tolerada por la sociedad. Como se ve es un parámetro subjetivo, si bien no del individuo sino de la comunidad. Hay, por supuesto, diferencias de valoración entre sus miembros, por lo que es necesario acudir a una media.

24 Los estilos lingüísticos
Llamamos estilos lingüísticos a las diversas formas de expresarse de que disponen los hablantes, según quién sea su interlocutor, cuál sea el contexto comunicativo, e incluso, sobre qué tema gire la conversación. La variación diafásica o estilística se inserta en un continuum que va desde un habla completamente espontánea (en la que el sujeto no presta atención a la forma de elaborar su discurso) hasta la absolutamente cuidadosa. Todo depende de si se comunica con un amigo íntimo o con personas desconocidas, sobre todo, si estas ostentan algún tipo de relieve social (científico, religioso, político, etc.). Cada sociolecto tiene su propia variación diafásica o estilística: lo que es espontáneo en uno, puede ser neutro en otro y esmerado en otro. Los estilos, por lo tanto, no actúan independientemente, sino en relación con un determinado estrato sociocultural. Un lexema no puede ser calificado de usual en estilo ‘espontáneo’ o ‘esmerado’, si estas marcas no van acompañadas de otra que indique la categoría inmediatamente superior: el sociolecto al que pertenecen.

25 3.4 COMPETENCIA PRAGMÁTICA
Se entiende por pragmática el estudio de los principios que regulan el uso del lenguaje en la comunicación, es decir, las consideraciones que determinan tanto el empleo de un enunciado concreto por parte de un hablante concreto en una situación comunicativa concreta, como su interpretación por parte del destinatario. La pragmática es, por lo tanto, una disciplina que toma en consideración los factores extralingüísticos que determinan el uso del lenguaje. La pragmática es una disciplina bastante reciente introducida por C. Morris que utilizó el término de pragmática por primera vez para designar “la ciencia de los signos en relación con sus intérpretes”. De este modo, la pragmática pasaba a ocupar un lugar junto a la semántica y la sintaxis: la pragmática toma el lenguaje tal y como se manifiesta, es decir, inmerso en una situación comunicativa concreta; la semántica hace abstracción de los usuarios y se centra en la relación entre los signos y los objetos a los que aquellos representan; y la sintaxis atiende sólo a las relaciones existentes entre los signos, prescindiendo de los usuarios y de los significados.

26 El concepto de pragmática resultaba demasiado amplio
El concepto de pragmática resultaba demasiado amplio. Esta amplitud es la causa de que hoy no se pueda hablar de una sola pragmática, sino tantas como centros de interés puedan aislarse. La pragmática es una perspectiva diferente desde la que contemplar los fenómenos, una perspectiva que parte de los datos ofrecidos por la gramática y toma luego en consideración los elementos extralingüísticos que condicionan el uso efectivo del lenguaje. En este sentido, la pragmática no pretende invadir el terreno de la investigación gramatical, sino, en todo caso, complementarlo.

27 La pragmática tuvo su punto de partida en la década de los sesenta del siglo pasado. Y corrió paralela en el tiempo a lo que se conoce como semántica generativa, desarrollada por alumnos de Chomsky: Katz, Fodor y Postal. Pero el término pragmática hay que atribuirlo al filósofo Charles Morris que estaba interesado en esbozar una semiótica. Y, para ello, distinguió dentro de la semiótica tres parcelas distintas: la sintaxis, estudio de la relación formal de los signos entre sí; la semántica, estudio de las relaciones de los signos con signos a que son aplicables; y la pragmática, estudio de las relaciones de los signos con sus intérpretes. En 1958, Wittgestein proclamó que todo estudio del lenguaje hay que realizarlo bajo la perspectiva siguiente: “El lenguaje solo puede ser objeto de estudio en su uso. Hay que analizarlo desde el punto de vista de su uso por parte de los usuarios”. Posteriormente, Austin distinguió entre enunciados performativos y enunciados constatativos. Con estos se da a conocer hechos, situaciones, etc. Con aquellos se expresa la intención de producir efectos.

28 J.Searle se ocupó a fondo de los actos de habla:
locutivo, ilocutivo y perlocutivo. Se trata de diferentes perspectivas en relación con el mismo hecho: por locutivo entiende el acto mismo de habla; por ilocutivo, la fuerza locutoria y por perlocutivo, los efectos que se pretenden producir. La difusión de sus obras entre los lingüistas fue mayor y ocupa un puente entre la filosofía y los estudios ya lingüísticos de la pragmática anglosajona de Grice, Halliday, por ejemplo. Para él, la forma lingüística imperativo responde al acto de habla de mandato y la oración interrogativa al de pregunta.

29 Las teorías sobre la comunicación humana más frecuentemente citadas en los manuales de gramática son: Las teorías de los actos de habla de Searle, basada en el enfoque anterior de Austin, que explica cómo se producen ciertos malentendidos e identifica algunos supuestos detrás de actos convencionales que permiten explicar por qué oraciones con formas gramaticales diferentes tienen aproximadamente el mismo sentido pragmático. La teoría de la relevancia de Sperber y Wilson, que a través de un esquema semiformal explica cómo los hablantes hacen deducciones en inferencias a partir de que se va diciendo en una conversación o interacción lingüística para ir creando un contexto lingüístico en el que interpretar debidamente los enunciados. El principio de cooperación de Grice, que, al estilo de la teoría de juegos, estudia cómo los participantes en una conversación usan ciertos principios tácticos que facilitan la inferencia e interpretación de lo que se dice. La teoría de la argumentación de Anscombre y Ducrot, que analiza los elementos lingüísticos asociados al razonamiento informal, observa cómo los argumentos y las conclusiones son introducidos en una discusión y establece lo que es un argumento típico pragmáticamente pertinente, aunque no estrictamente lógico.

30 3.5. LA COMPETENCIA TEXTUAL O RETÓRICA
Puede entenderse como competencia retórica, por un lado, la capacidad de elocuencia de un autor y, por otro, la habilidad del receptor para percibir esa elocuencia. Es decir, encontramos una competencia retórica expresiva y otra receptiva. La retórica se incluye en el discurso argumentativo, ya que como define Aristóteles: “Entendemos por retórica la facultad de conocer en cada caso aquello que puede persuadir.” A la hora de persuadir, es importante apoyarse en la verdad, pero el discurso no puede solo tener en cuenta esto, sino que debe prestar atención a la personalidad del oyente. Un discurso es más efectivo si la audiencia se siente partícipe y, para ello, es necesario captar su atención, recurriendo a elementos extralingüísticos tales como variaciones en el tono de voz, expresión facial, etc. Como, además, existen distintos tipos o registros de lenguaje (coloquial, jurídico, económico…) es necesario adaptar el discurso según el contexto en el que nos encontramos para que la retórica sea efectiva. El orador tiene que tener en cuenta qué dice, pero, además, cómo lo dice. Las partes de la argumentación son: tesis, datos, justificación, apoyos, calificadores modales y refutaciones posibles.

31 Existen varias formas de operar la retórica
“Inventio”: se basa en el establecimiento de pruebas o razones para encontrar qué decir. Pueden orientarse en dos líneas: Lógica (convencer) y psicológica (conmover). La primera se basa en pruebas que fundamentan la argumentación y la segunda, en recursos morales o subjetivos, elaborando una estrategia argumentativa. Según Aristóteles “se persuade por el carácter moral, por ejemplo a las personas buenas se las cree más y más rápido, pero conviene también que la persuasión se deba al discurso y no porque la opinión haya anticipado este juicio respecto del orador.” “Dispositio”: es la ubicación de esas pruebas a lo largo del discurso de acuerdo con un orden. La dispositio es entendida como las grandes partes que conforman el discurso. Estas partes son:  “Exordio”: solo se inicia en el momento en que se descubre el objeto y la finalidad del discurso. En él se busca capturar la atención y hacerle conocer al oyente aquello que puede esperar. Exposición o “narratio”: es el relato de los hechos que conforman la causa. No es un relato literario sino argumentativo y cumple la función de preparar para el despliegue de los argumentos. Está compuesto por los hechos y las descripciones. Demostración, prueba o “confirmatio”: es la exposición de los argumentos. Peroración o epílogo: es la parte final. Brinda el impulso final para que el auditorio se vuelque a favor o en contra de lo que se le ha presentado.

32 “Elocutio”: es la composición verbal de los argumentos, introducción de los adornos (tropos) y las figuras. No basta tener qué decir, además es necesario decirlo como conviene. Se puede traducir como “enunciación” por la presencia del sujeto en el acto de poner un discurso argumentativo en funcionamiento. Se debe considerar la elección de las palabras apropiadas y la reunión de ellas en un discurso. “Actio”: es la puesta en escena del discurso desde el punto de vista del orador, del destinatario y del mensaje mismo. Memoria: es el recurso a la memoria de otros textos que operan como estereotipos. Las dos últimas operaciones fueron rápidamente dejadas de lado por la tradición retórica post-aristotélica, ya que se trata de mecanismos extratextuales o que remiten al uso que el orador hace con aquello que dice. Sin embargo, sería importante volver sobre ellas en la medida en que en los medios masivos se le da una importancia fundamental a la escenificación de los discursos. Allí no vale tanto qué se dice como la espectacularidad generada por el discurso y por aquel que lo presenta.


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