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CUIDADO Y MANEJO DE ANIMALES

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Presentación del tema: "CUIDADO Y MANEJO DE ANIMALES"— Transcripción de la presentación:

1 CUIDADO Y MANEJO DE ANIMALES
PARA EXPERIMENTACIÓN. Normativas internacionales y nacionales Ley – Organización del Sistema Nacional para la Reglamentación del Uso de Animales de Experimentación Agradezco invitación y aclaro que Annabel tendría que estar aquí y no yo Vamos a estar hablando de… y la idea no es que yo les enseñe algo sino discutir entre todos nuestras elaboraciones filosóficas respecto al tema. La biología en el siglo 20 ha tenido un enorme desarrollo y ha hecho importantes aportes, tanto para la salud humana como para la animal. Y todo hace pensar que su desarrollo tendrá un impacto aún mayor en el siglo que se inició recién. Esto ha sido posible en gran medida gracias a investigaciones que utilizan animales. Esta actividad científica, de la que se benefician seres humanos y animales, no está exenta de problemas difíciles de resolver. Suele afirmarse que los científicos están motivados por la búsqueda de conocimientos (una búsqueda que todo ser humano realiza desde su infancia), pero trabajo cient es uno mas, aunque extremadamente influyente en la vida social y otros intereses y motivaciones tambien influyen en el trabajo del cientifico (economicas, de prestigio etc). Pero convenía empezar recordando esa motivación, del científico en su tarea porque habitualmente la asociamos también a ciertos valores (y de los valores, precisamente, se ocupa sistemática y/o analíticamente la ética, una disciplina filosófica de notorios efectos prácticos) que acompañarían a los estudios científicos, a saber: compromiso con la verdad, integridad, confiabilidad, publicidad, etc.  Así que desde el inicio de nuestra conversación podemos intuir el estrecho vínculo que la ciencia tiene con la vida social en su conjunto y, muy claramente también, con la reflexión acerca de los valores o con el uso que se da a términos de valoración.  En pocas palabras, en ningún caso las consideraciones éticas o morales son indiferentes para la ciencia, hasta por razones estrictamente prácticas.  Pongamos un ejemplo que puede poner en evidencia esa relación ineludible entre la investigación científica, sus logros y nuestros valores: ¿Podemos considerar acaso que alargar la vida media humana de cuarenta a ochenta años es un valor, algo digno de procurarse? Yo personalmente creo que sí, pero muchas personas (y quizá alguno de ustedes), por ejemplo aquellas con una convicción religiosa católica, podrían decirme que, entre un crápula que vive ochenta años y un san Luis Gonzaga que solo vivió veintitrés, el segundo es el que tuvo una vida más plena. De cualquier manera, si admitimos que la prolongación de la extensión media de la vida es un valor (con independencia de la plenitud con que la logremos vivir los individuos) la medicina y la ciencia modernas son ciertamente superiores a muchos otros saberes y prácticas y no deberíamos imponerle trabas insuperables a sus experimentos y avances. El uso de animales en la enseñanza y la investigación ha sido (y continua siendo) muy importante para la ciencia y sus progresos, tanto a nivel de los estudios que solemos llamar básicos como para el desarrollo de nuevas técnicas o el estudio del efecto de múltiples productos (medicinales entre ellos) en los seres vivos. Y ha tenido como consecuencia no solo alargar la vida sino mejorar notablemente su calidad. Los seres humanos somos parte del reino animal.  Esa condición compartida, empero, no se formuló con claridad y aceptó sino en tiempo bastante cercano (el siglo XIX). En realidad, al menos en Occidente, la preocupación predominante generalmente fue la contraria, la de asegurar la excepcionalidad de los seres humanos, más correctamente de algunos humanos, como coronamiento de la creación.  Muchos fueron los argumentos a favor de esa excepcionalidad: que surgía de los textos bíblicos, testimonios del Dios creador del universo y de la vida; que derivaba de la posesión de alma o razón; o del desarrollo de una esfera compartida de comunicación simbólica (lenguaje, culturas, etc.); o de una conciencia de mortalidad; o de la mayor complejidad comportamental y mayor capacidad de aprendizaje y de desarrollo de habilidades que no son congénitas Esa excepcionalidad del hombre en el universo o en la creación implicaba deberes pero también privilegios: la creación estaba al servicio del hombre; el hombre podía y debía someter a la naturaleza a su voluntad; las consideraciones éticas solo eran plenamente aplicables a las interrelaciones y conductas de aquellos considerados humanos  En el marco de estas concepciones, o en polémica con ellas, se desarrollaron las doctrinas de los derechos del hombre, naturales o convencionales, que son de tanta importancia para la vida personal y colectiva hoy. Las practicas cientificas son extremadamente influyentes en la vida social. Pero aunque suele afirmarse que los eso todos podemos poner en duda o cuestionar la imagen del científico y de sus practicas. Convendría recordar que esa motivación de los cient en sus búsquedas de conocimientos la asociamos a valores: compromiso con la verdad, confiabilidad, integridad, publicidad de los resultados, etc., y de valores se ocupa sistemáticamente la ética, una disciplina con notorios efectos prácticos. Las consideraciones éticas o morales no son indiferentes a la ciencia hasta por razones prácticas: Pongamos un ejemplo que puede poner en evidencia esa relación entre la investigación científica, sus logros y nuestros valores: ¿Podemos considerar acaso que alargar la vida media humana de cuarenta a ochenta años es un valor, algo digno de procurarse? Yo personalmente creo que sí, pero muchas personas (y quizá alguno de ustedes), por ejemplo aquellas con una convicción religiosa católica, podrían decirme que, entre un crápula que vive ochenta años y alguien que por ayudar a otros por ej solo vivió veintitrés, el segundo es el que tuvo una vida más plena. De cualquier manera, si admitimos que la prolongación de la extensión media de la vida es un valor (con independencia de la plenitud con que la logremos vivir los individuos) la medicina y la ciencia modernas son ciertamente superiores a muchos otros saberes y prácticas. El uso de animales en la enseñanza y la investigación ha sido (y continua siendo) muy importante para la ciencia y sus progresos, tanto a nivel de los estudios que solemos llamar básicos como para el desarrollo de nuevas técnicas o el estudio del efecto de múltiples productos (medicinales entre ellos) en los seres vivos. Ana Silva

2  Aquí consideraremos los dilemas que a los humanos nos plantea ese trato, pero solo en el área restringida de la investigación y docencia científicas. En realidad, obviamente, la interacción de hombres y animales es mucho más vasta que la que se da en los laboratorios (y es mucho más mortífera fuera de ellos). Y también en esos otros usos que los humanos hacemos de los animales (para adorno o compañía, trabajo, alimentación, vestido, caza deportiva, diversión, etc.) se reiteran las dificultades (aunque no abunden los objetores consecuentes, que apliquen a todas esas relaciones las consideraciones críticas y juicios valorativos que sí plantean para la experimentación animal) Esto no quiere decir que debamos menospreciar el conflicto que plantea a utilización de animales de experimentación. Es más, nosotros como miembros de la comunidad científica, futuros biólogos o bioquímicos, debemos reflexionar responsablemente sobre este dilema ético asociado al ejercicio de nuestra profesión.  Algunas cifras pueden ilustrar el problema al que estamos enfrentados: el número de animales usados en experimentos de laboratorio en todo el mundo es aprox. 200 millones (y va disminuyendo). Esto representa menos del 1% de animales sacrificados para otros fines como: alimentación, recreativos (la caza), de vestimenta y otros. En 1999 en Uruguay se faenaron más de 20 millones de animales, incluyendo solo bovinos, porcinos y aves, cifra de mataderos registrados. Este conjunto de cifras muestra que el nº de animales utilizados en EA es una cifra muy menor y aún desconociendo las cifras de animales que se utilizan en experimentación en nuestro país, no tengo dudas de que es muchísimo menor al 1 %. Sin embargo, siendo minoritarias nos plantean problemas.

3 El Dilema Ético de la Experimentación Animal
Control de la Experimentación Animal Normativas Organización del Sistema Sanciones

4 Un poco de historia… 1831 1959 Marshall Hall, fisiólogo británico
5 principios que deberían guiar la experimentación con animales Experimentar sólo si información no puede obtenerse de la observación Experimentar con objetivos claros predeterminados Experimentar en base al conocimiento profundo de previos estudios Experimentar cuidando de infringir el menor daño posible a los animales Experimentar evitando repetir experimentos innecesarios 1959 William Russell & Rex Burch, científicos británicos Las 3Rs: Reemplazo Reducción Refinamiento

5 TIPOS DE REGULACIONES VIGENTES
Normativas de Organizaciones Académicas Leyes nacionales No fue hasta el siglo XX cuando se comenzó a tener real conciencia del problema. En etapas más recientes de la posguerra tenemos una propuesta original formulada en Inglaterra, por Russell (zoologo)y Burch (microbiólogo) acerca de que la EA se ajustase a la regla de las 3R (1959). Reemplazo (por métodos in vitro o técnicas alternativas), Reducción de nº de animales (mejorar los diseños de experimentos, utilizar diseños estadisticos que limiten el nº de animales) y Refinamiento (refinar los procesos experimentales de modo que causen menos sufrimiento: anestesia, procedimentos indoloros, etc). La discusión condujo a que se formularan legislaciones o códigos de conducta. Desde la década de los 60 en Europa y EEUU. Ej Legislación sobre experimentación animal en Reino Unido, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Unión Europea (desde la década de los 60 y hasta la actualidad). Los principios rectores, de aplicación internacional, los formularon Russell y Burch a fines de la década de los 50 y se conocen como “las 3 R”: reemplazo, reducción y refinamiento.  En breves palabras, se trata de usar, con los métodos más humanitarios existentes, el menor número posible de animales para obtener información científicamente válida. Y eso siempre que no sea posible contar con procedimientos experimentales alternativos y a partir de presuponer que los investigadores conocen la literatura científica (pública y sin restricciones u ocultamientos) en su campo, de modo que no repitan innecesariamente lo ya hecho.  La propuesta trasunta la confianza en la capacidad de hallar soluciones a las dificultades nuevas o permanentes que implica la relación de los hombres con su entorno, apoyándonos en la propia ciencia (técnicas estadísticas más potentes, nuevas tecnologías disponibles, mejores diseños experimentales, invención de modelos no animales, aplicación de los recursos informáticos y de programación, etc.) y sus tradiciones (difusión internacional de la información científica, juicio de pares, vínculos entre las comunidades científicas de diversos países que se dedican a una misma especialidad, etc.).  En Uruguay el proceso ha sido muy lento. Recién ahora hay una ordenanza universitaria (Ordenanza sobre uso de animales en experimentación, docencia e investigación universitaria), lo que seguramente es una debilidad del conjunto de investigadores que no actuó con mayor antelación ante un tema que debe ser preocupación de todos y que si no se actúa se corre el riesgo que quienes no tienen particular formación o actúan obedeciendo a otros intereses o grupos de presión legislen, lo que puede provocar daños irreparables a la investigación científica.

6 TIPOS DE REGULACIONES VIGENTES
EN URUGUAY Normativas de Organizaciones Académicas UdelaR: Ordenanza: 2000 CHEA No fue hasta el siglo XX cuando se comenzó a tener real conciencia del problema. En etapas más recientes de la posguerra tenemos una propuesta original formulada en Inglaterra, por Russell (zoologo)y Burch (microbiólogo) acerca de que la EA se ajustase a la regla de las 3R (1959). Reemplazo (por métodos in vitro o técnicas alternativas), Reducción de nº de animales (mejorar los diseños de experimentos, utilizar diseños estadisticos que limiten el nº de animales) y Refinamiento (refinar los procesos experimentales de modo que causen menos sufrimiento: anestesia, procedimentos indoloros, etc). La discusión condujo a que se formularan legislaciones o códigos de conducta. Desde la década de los 60 en Europa y EEUU. Ej Legislación sobre experimentación animal en Reino Unido, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Unión Europea (desde la década de los 60 y hasta la actualidad). Los principios rectores, de aplicación internacional, los formularon Russell y Burch a fines de la década de los 50 y se conocen como “las 3 R”: reemplazo, reducción y refinamiento.  En breves palabras, se trata de usar, con los métodos más humanitarios existentes, el menor número posible de animales para obtener información científicamente válida. Y eso siempre que no sea posible contar con procedimientos experimentales alternativos y a partir de presuponer que los investigadores conocen la literatura científica (pública y sin restricciones u ocultamientos) en su campo, de modo que no repitan innecesariamente lo ya hecho.  La propuesta trasunta la confianza en la capacidad de hallar soluciones a las dificultades nuevas o permanentes que implica la relación de los hombres con su entorno, apoyándonos en la propia ciencia (técnicas estadísticas más potentes, nuevas tecnologías disponibles, mejores diseños experimentales, invención de modelos no animales, aplicación de los recursos informáticos y de programación, etc.) y sus tradiciones (difusión internacional de la información científica, juicio de pares, vínculos entre las comunidades científicas de diversos países que se dedican a una misma especialidad, etc.).  En Uruguay el proceso ha sido muy lento. Recién ahora hay una ordenanza universitaria (Ordenanza sobre uso de animales en experimentación, docencia e investigación universitaria), lo que seguramente es una debilidad del conjunto de investigadores que no actuó con mayor antelación ante un tema que debe ser preocupación de todos y que si no se actúa se corre el riesgo que quienes no tienen particular formación o actúan obedeciendo a otros intereses o grupos de presión legislen, lo que puede provocar daños irreparables a la investigación científica.

7 Principios básicos de Ordenanza UdelaR
Toda persona que cuide o use animales para investigación científica, docencia o pruebas de laboratorio, debe asumir la responsabilidad de su bienestar. El uso de animales es aceptable sólo si contribuye a la mejor comprensión de principios biológicos fundamentales o al desarrollo de conocimientos que beneficien a seres humanos y animales. Se deben emplear métodos indoloros, reducir el número de animales utilizados y desarrollar técnicas alternativas. Una alternativa para compatibilizar estas dos posiciones es la formulación códigos de conducta respecto de la experimentación con animales amplia participación social, con activa intervención de los investigadores en biología, en la discusión de estos temas, en la formulación de las reglamentaciones y en el control de su aplicación es un medio medio para hallar soluciones consensuadas, sujetas a discusión y por tanto revisables, pero quizá con amplia aceptación, a los conflictos que inevitablemente origina la experimentación con seres vivos. Esas reglamentaciones y los textos legales que las formulen deberían partir de la siguiente base, que espero sea consensuada por la mayoría Por otro lado, algunos argumentos a favor del uso experimental señalan que: .Beneficia a la salud humana (y animal) .Indispensable para conocer los mecanismos de la vida (reproducción, fisiología, comportamiento, etc.) .Insustituible para determinar efectos nocivos de nuevos productos, drogas, o nuevas tecnologías. La colectividad dedicada a la biología hemos señalado que la investigación biológica que realiza EA es indispensable para atender los problemas de salud. Es imposible renunciar a la EA si queremos seguir teniendo un campo llamado biología. Demás muchas veces es insustituible La curiosidad por conocer, la necesidad de asistir a enfermos o prevenir enfermedades son conductas humanas positivas. Su represión tendría consecuencias muy negativas tanto para la conservación como para la calidad de la vida renunciar al afán por mejorar nuestra comprensión de la naturaleza y de la vida o a hallar remedio para los males que nos aquejan es inaceptable. negativa absoluta a la experimentación animal implicaría el fin de las ciencias biológicas (oscurantismo) En efecto, la curiosidad por conocer, la necesidad de asistir a enfermos o prevenir enfermedades u otros daños, son conductas humanas a las que asignamos valor positivo y que, probablemente, son constitutivas de nuestra condición. Su represión, si fuera posible, tendría consecuencias muy negativas, tanto para la conservación como para la calidad de vida. Desde nuestra perspectiva actual, no parece aceptable renunciar ni al afán por mejorar nuestra comprensión de la naturaleza y de la vida (y los hallazgos en relación al desciframiento del genoma humano y de otras especies son ahora los más extraordinarios, a partir de la experimentación en animales) ni al de hallar remedio para los males que nos aquejan. Una negativa absoluta a la experimentación animal tendría consecuencias paralizadoras para, por ejemplo, la biología, uno de los campos del conocimiento que más avances hizo en el siglo que ahora culmina, muchos de los cuales han permitido mejorar la calidad de vida de numerosos seres humanos (y de otros animales) y han permitido multiplicar ampliamente nuestra capacidad de alimentar y curar a humanos y animales. Así que, al reflexionar sobre las dificultades que conlleva el uso experimental de animales, es necesario tener en cuenta también las consecuencias negativas y hasta oscurantistas del abandono de esa práctica. Dependemos crecientemente de la ciencia para atender nuestras necesidades y el abandono de la ciencia tendría consecuencias no menos terribles, en términos demográficos o sociales, que los usos inadecuados que se pueda dar a sus logros.  La propia comunidad científica, además, ha tomado conciencia de las responsabilidades de su accionar y de los impactos que él tiene sobre la vida, aceptando la cada vez más compleja, a menudo virulenta y ardua discusión pública de estos asuntos. Los temas relacionados con la EA conllevan problemas éticos que deben ser enfrentados, discutidos, que no tienen soluciones sencillas, que irán cambiando con el paso del tiempo y serán más importantes en el soglo que comienza porque los avances de la biología que en los próximos años. Una forma de acercarse al problema es la formulación de reglamentaciones o códigos de conducta. Se debe aplicar la propuesta de las 3 R lo más rigurosamente posibleEn este sentido la ordenanza de la Udelar, la formación del personal a través de cursos, y la formación de comisiones de ética son herramientas importantes que hay que desarrollar Y los cientificos no pueden dejar de participar. .El uso de animales en la investigación y enseñanza, es aceptable solamente si contribuye en forma efectiva a la mejor comprensión de principios biológicos fundamentales o al desarrollo de conocimientos que, razonablemente, podemos esperar que beneficien a los seres humanos o a los animales. .Los animales deben usarse únicamente cuando el investigador haya buscado sin éxito alternativas aceptables. .El intercambio continuo de conocimientos, la revisión cuidadosa de la literatura científica y la adhesión a los principios de los "Tres R" de Russell-Burch (Reemplazo, Reducción Refinamiento), son condiciones previas necesarias. .Los investigadores que usan animales deben emplear con ellos los métodos más humanitarios posibles, hacer que el número usado sea el menor posible y que sólo sea requerida la especie apropiada para poder obtener una información válida. Dependemos crecientemente de la ciencia para atender nuestras necesidades y el abandono de la ciencia tendría consecuencias no menos terribles, en términos demográficos o sociales, que los usos inadecuados que se pueda dar a sus logros. La propia comunidad científica, además, ha tomado conciencia de las responsabilidades de su accionar y de los impactos que él tiene sobre la vida, aceptando la cada vez más compleja, a menudo virulenta y ardua discusión pública de estos asuntos. Los temas relacionados con la EA conllevan problemas éticos que deben ser enfrentados, discutidos, que no tienen soluciones sencillas, que irán cambiando con el paso del tiempo y serán más importantes en el siglo que comienza porque los avances de la biología tienden a ser cada vez más impactantes. Una forma de acercarse al problema es la formulación de reglamentaciones o códigos de conducta.Las disposiciones elaboradas y aprobadas por los organismos de gobierno de las instituciones educativas o de investigación, a menudo llamadas reglas o acuerdos deontológicos, no deberían exonerar a los científicos de una continua reflexión personal (y colectiva) sobre las consecuencias de sus procedimientos experimentales sobre los animales que se emplean, así como tampoco los liberan de pensar sobre las consecuencias posibles de sus eventuales hallazgos o inventos (positivas y perjudiciales). Tampoco los científicos podemos excusarnos con “la obediencia debida”. Ellos son una posible alternativa para tratar de compatibilizar las posiciones. Una amplia participación social, con activa intervención de los investigadores en biología, en la discusión de estos temas, en la formulación de las reglamentaciones y en el control de su aplicación es un medio para hallar soluciones consensuadas, sujetas a discusión y por tanto revisables, pero quizá con amplia aceptación, a los conflictos que inevitablemente origina la experimentación con seres vivos. Esas reglamentaciones y los textos legales que las formulen podrían partir de las siguientes bases que, espero, sean consensuadas por la mayoría: Se debe aplicar la propuesta de las 3 R (reemplazo, reducción y refinamiento) lo más rigurosamente posible. En este sentido la ordenanza de la Udelar, la formación del personal a través de cursos, y la formación de comisiones de ética son herramientas importantes, que hay que desarrollar Y los científicos no pueden dejar de participar. La propuesta trasunta la confianza en la capacidad de hallar soluciones a las dificultades nuevas o permanentes que implica la relación de los hombres con su entorno, apoyándonos en la propia ciencia (técnicas estadísticas más potentes, nuevas tecnologías disponibles, mejores diseños experimentales, invención de modelos no animales, aplicación de los recursos informáticos y de programación, etc.) y sus tradiciones (difusión internacional de la información científica, juicio de pares, vínculos entre las comunidades científicas de diversos países que se dedican a una misma especialidad, etc.). Más que intentar dar satisfacción a “derechos” animales (porque el término implica, en general, un legítimo reclamo en el marco de las culturas que los humanos elaboramos y está íntimamente relacionado a responsabilidades concomitantes, por lo que su extensión al resto del reino animal es discutible y problemática) intenta ocuparse de su bienestar, como una responsabilidad humana asumida hacia otros seres vivos (por piedad, por respeto, por principios fundados en argumentos racionales o por otros motivos). En biología y experimentación animal, la formulación de principios que rijan la conducta de los investigadores, la redacción de reglamentos y convenios internacionales, ha sido un intento de hacer frente al problema. Aunque tardíamente, también la Universidad de la República ha avanzado en esa dirección, formulando una ordenanza de experimentación animal que consideraremos en la clase práctica. La discusión del caso del uso de negros pobres en la investigación médica sobre el efecto de la sífilis, que ya consideraron en el curso o lo harán en breve, es un ejemplo relativamente reciente (por supuesto, hay muchísimos otros y de todos los rincones del mundo), que podremos discutir después, de la insensibilidad moral de numerosos científicos y profesionales, quizá amparados, entre otros argumentos justificativos, en la anuencia de las autoridades médicas al experimento, que duró décadas. Creo que debe alarmarnos, porque quienes participaron de eso ni carecían de educación, ni de inteligencia, ni de permisos de las más altas jerarquías médicas y políticas, ni de conciencia del efecto de lo que se estaba haciendo o dejando de hacer sobre la salud y vida de los individuos. De algún modo, creo que puede ayudarnos a entender que todos estamos implicados, que en cualquier momento podemos vernos en una situación similar a esa y que no podemos eludir la responsabilidad personal amparándonos en reglamentos y permisos.  Muy por el contrario, puede ser necesario modificar las reglas, porque la conciencia moral (personal o colectiva) entiende que una práctica se ha transformado en indefendible. Para esto, seguramente se necesitará previamente de mucha “desobediencia debida” a la letra de las disposiciones.

8 Acciones CHEA Acreditaciones Personales Acreditaciones Protocolos
Supervisión bioterios AUCyTAL Una alternativa para compatibilizar estas dos posiciones es la formulación códigos de conducta respecto de la experimentación con animales amplia participación social, con activa intervención de los investigadores en biología, en la discusión de estos temas, en la formulación de las reglamentaciones y en el control de su aplicación es un medio medio para hallar soluciones consensuadas, sujetas a discusión y por tanto revisables, pero quizá con amplia aceptación, a los conflictos que inevitablemente origina la experimentación con seres vivos. Esas reglamentaciones y los textos legales que las formulen deberían partir de la siguiente base, que espero sea consensuada por la mayoría Por otro lado, algunos argumentos a favor del uso experimental señalan que: .Beneficia a la salud humana (y animal) .Indispensable para conocer los mecanismos de la vida (reproducción, fisiología, comportamiento, etc.) .Insustituible para determinar efectos nocivos de nuevos productos, drogas, o nuevas tecnologías. La colectividad dedicada a la biología hemos señalado que la investigación biológica que realiza EA es indispensable para atender los problemas de salud. Es imposible renunciar a la EA si queremos seguir teniendo un campo llamado biología. Demás muchas veces es insustituible La curiosidad por conocer, la necesidad de asistir a enfermos o prevenir enfermedades son conductas humanas positivas. Su represión tendría consecuencias muy negativas tanto para la conservación como para la calidad de la vida renunciar al afán por mejorar nuestra comprensión de la naturaleza y de la vida o a hallar remedio para los males que nos aquejan es inaceptable. negativa absoluta a la experimentación animal implicaría el fin de las ciencias biológicas (oscurantismo) En efecto, la curiosidad por conocer, la necesidad de asistir a enfermos o prevenir enfermedades u otros daños, son conductas humanas a las que asignamos valor positivo y que, probablemente, son constitutivas de nuestra condición. Su represión, si fuera posible, tendría consecuencias muy negativas, tanto para la conservación como para la calidad de vida. Desde nuestra perspectiva actual, no parece aceptable renunciar ni al afán por mejorar nuestra comprensión de la naturaleza y de la vida (y los hallazgos en relación al desciframiento del genoma humano y de otras especies son ahora los más extraordinarios, a partir de la experimentación en animales) ni al de hallar remedio para los males que nos aquejan. Una negativa absoluta a la experimentación animal tendría consecuencias paralizadoras para, por ejemplo, la biología, uno de los campos del conocimiento que más avances hizo en el siglo que ahora culmina, muchos de los cuales han permitido mejorar la calidad de vida de numerosos seres humanos (y de otros animales) y han permitido multiplicar ampliamente nuestra capacidad de alimentar y curar a humanos y animales. Así que, al reflexionar sobre las dificultades que conlleva el uso experimental de animales, es necesario tener en cuenta también las consecuencias negativas y hasta oscurantistas del abandono de esa práctica. Dependemos crecientemente de la ciencia para atender nuestras necesidades y el abandono de la ciencia tendría consecuencias no menos terribles, en términos demográficos o sociales, que los usos inadecuados que se pueda dar a sus logros.  La propia comunidad científica, además, ha tomado conciencia de las responsabilidades de su accionar y de los impactos que él tiene sobre la vida, aceptando la cada vez más compleja, a menudo virulenta y ardua discusión pública de estos asuntos. Los temas relacionados con la EA conllevan problemas éticos que deben ser enfrentados, discutidos, que no tienen soluciones sencillas, que irán cambiando con el paso del tiempo y serán más importantes en el soglo que comienza porque los avances de la biología que en los próximos años. Una forma de acercarse al problema es la formulación de reglamentaciones o códigos de conducta. Se debe aplicar la propuesta de las 3 R lo más rigurosamente posibleEn este sentido la ordenanza de la Udelar, la formación del personal a través de cursos, y la formación de comisiones de ética son herramientas importantes que hay que desarrollar Y los cientificos no pueden dejar de participar. .El uso de animales en la investigación y enseñanza, es aceptable solamente si contribuye en forma efectiva a la mejor comprensión de principios biológicos fundamentales o al desarrollo de conocimientos que, razonablemente, podemos esperar que beneficien a los seres humanos o a los animales. .Los animales deben usarse únicamente cuando el investigador haya buscado sin éxito alternativas aceptables. .El intercambio continuo de conocimientos, la revisión cuidadosa de la literatura científica y la adhesión a los principios de los "Tres R" de Russell-Burch (Reemplazo, Reducción Refinamiento), son condiciones previas necesarias. .Los investigadores que usan animales deben emplear con ellos los métodos más humanitarios posibles, hacer que el número usado sea el menor posible y que sólo sea requerida la especie apropiada para poder obtener una información válida. Dependemos crecientemente de la ciencia para atender nuestras necesidades y el abandono de la ciencia tendría consecuencias no menos terribles, en términos demográficos o sociales, que los usos inadecuados que se pueda dar a sus logros. La propia comunidad científica, además, ha tomado conciencia de las responsabilidades de su accionar y de los impactos que él tiene sobre la vida, aceptando la cada vez más compleja, a menudo virulenta y ardua discusión pública de estos asuntos. Los temas relacionados con la EA conllevan problemas éticos que deben ser enfrentados, discutidos, que no tienen soluciones sencillas, que irán cambiando con el paso del tiempo y serán más importantes en el siglo que comienza porque los avances de la biología tienden a ser cada vez más impactantes. Una forma de acercarse al problema es la formulación de reglamentaciones o códigos de conducta.Las disposiciones elaboradas y aprobadas por los organismos de gobierno de las instituciones educativas o de investigación, a menudo llamadas reglas o acuerdos deontológicos, no deberían exonerar a los científicos de una continua reflexión personal (y colectiva) sobre las consecuencias de sus procedimientos experimentales sobre los animales que se emplean, así como tampoco los liberan de pensar sobre las consecuencias posibles de sus eventuales hallazgos o inventos (positivas y perjudiciales). Tampoco los científicos podemos excusarnos con “la obediencia debida”. Ellos son una posible alternativa para tratar de compatibilizar las posiciones. Una amplia participación social, con activa intervención de los investigadores en biología, en la discusión de estos temas, en la formulación de las reglamentaciones y en el control de su aplicación es un medio para hallar soluciones consensuadas, sujetas a discusión y por tanto revisables, pero quizá con amplia aceptación, a los conflictos que inevitablemente origina la experimentación con seres vivos. Esas reglamentaciones y los textos legales que las formulen podrían partir de las siguientes bases que, espero, sean consensuadas por la mayoría: Se debe aplicar la propuesta de las 3 R (reemplazo, reducción y refinamiento) lo más rigurosamente posible. En este sentido la ordenanza de la Udelar, la formación del personal a través de cursos, y la formación de comisiones de ética son herramientas importantes, que hay que desarrollar Y los científicos no pueden dejar de participar. La propuesta trasunta la confianza en la capacidad de hallar soluciones a las dificultades nuevas o permanentes que implica la relación de los hombres con su entorno, apoyándonos en la propia ciencia (técnicas estadísticas más potentes, nuevas tecnologías disponibles, mejores diseños experimentales, invención de modelos no animales, aplicación de los recursos informáticos y de programación, etc.) y sus tradiciones (difusión internacional de la información científica, juicio de pares, vínculos entre las comunidades científicas de diversos países que se dedican a una misma especialidad, etc.). Más que intentar dar satisfacción a “derechos” animales (porque el término implica, en general, un legítimo reclamo en el marco de las culturas que los humanos elaboramos y está íntimamente relacionado a responsabilidades concomitantes, por lo que su extensión al resto del reino animal es discutible y problemática) intenta ocuparse de su bienestar, como una responsabilidad humana asumida hacia otros seres vivos (por piedad, por respeto, por principios fundados en argumentos racionales o por otros motivos). En biología y experimentación animal, la formulación de principios que rijan la conducta de los investigadores, la redacción de reglamentos y convenios internacionales, ha sido un intento de hacer frente al problema. Aunque tardíamente, también la Universidad de la República ha avanzado en esa dirección, formulando una ordenanza de experimentación animal que consideraremos en la clase práctica. La discusión del caso del uso de negros pobres en la investigación médica sobre el efecto de la sífilis, que ya consideraron en el curso o lo harán en breve, es un ejemplo relativamente reciente (por supuesto, hay muchísimos otros y de todos los rincones del mundo), que podremos discutir después, de la insensibilidad moral de numerosos científicos y profesionales, quizá amparados, entre otros argumentos justificativos, en la anuencia de las autoridades médicas al experimento, que duró décadas. Creo que debe alarmarnos, porque quienes participaron de eso ni carecían de educación, ni de inteligencia, ni de permisos de las más altas jerarquías médicas y políticas, ni de conciencia del efecto de lo que se estaba haciendo o dejando de hacer sobre la salud y vida de los individuos. De algún modo, creo que puede ayudarnos a entender que todos estamos implicados, que en cualquier momento podemos vernos en una situación similar a esa y que no podemos eludir la responsabilidad personal amparándonos en reglamentos y permisos.  Muy por el contrario, puede ser necesario modificar las reglas, porque la conciencia moral (personal o colectiva) entiende que una práctica se ha transformado en indefendible. Para esto, seguramente se necesitará previamente de mucha “desobediencia debida” a la letra de las disposiciones.

9 TIPOS DE REGULACIONES VIGENTES
Normativas de Organizaciones Académicas Leyes nacionales No fue hasta el siglo XX cuando se comenzó a tener real conciencia del problema. En etapas más recientes de la posguerra tenemos una propuesta original formulada en Inglaterra, por Russell (zoologo)y Burch (microbiólogo) acerca de que la EA se ajustase a la regla de las 3R (1959). Reemplazo (por métodos in vitro o técnicas alternativas), Reducción de nº de animales (mejorar los diseños de experimentos, utilizar diseños estadisticos que limiten el nº de animales) y Refinamiento (refinar los procesos experimentales de modo que causen menos sufrimiento: anestesia, procedimentos indoloros, etc). La discusión condujo a que se formularan legislaciones o códigos de conducta. Desde la década de los 60 en Europa y EEUU. Ej Legislación sobre experimentación animal en Reino Unido, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Unión Europea (desde la década de los 60 y hasta la actualidad). Los principios rectores, de aplicación internacional, los formularon Russell y Burch a fines de la década de los 50 y se conocen como “las 3 R”: reemplazo, reducción y refinamiento.  En breves palabras, se trata de usar, con los métodos más humanitarios existentes, el menor número posible de animales para obtener información científicamente válida. Y eso siempre que no sea posible contar con procedimientos experimentales alternativos y a partir de presuponer que los investigadores conocen la literatura científica (pública y sin restricciones u ocultamientos) en su campo, de modo que no repitan innecesariamente lo ya hecho.  La propuesta trasunta la confianza en la capacidad de hallar soluciones a las dificultades nuevas o permanentes que implica la relación de los hombres con su entorno, apoyándonos en la propia ciencia (técnicas estadísticas más potentes, nuevas tecnologías disponibles, mejores diseños experimentales, invención de modelos no animales, aplicación de los recursos informáticos y de programación, etc.) y sus tradiciones (difusión internacional de la información científica, juicio de pares, vínculos entre las comunidades científicas de diversos países que se dedican a una misma especialidad, etc.).  En Uruguay el proceso ha sido muy lento. Recién ahora hay una ordenanza universitaria (Ordenanza sobre uso de animales en experimentación, docencia e investigación universitaria), lo que seguramente es una debilidad del conjunto de investigadores que no actuó con mayor antelación ante un tema que debe ser preocupación de todos y que si no se actúa se corre el riesgo que quienes no tienen particular formación o actúan obedeciendo a otros intereses o grupos de presión legislen, lo que puede provocar daños irreparables a la investigación científica.

10 Primera Ley Nacional Inglaterra 1876 Cruelty to Animals Act

11 Primera Ley Latinoamericana
Brasil 2008 Ley No

12

13 Uruguay: Ley Oct. 2009: Promulgada en Parlamento Nov. 2010: Constitución CNEA

14 Organización de la Ley 18611 Capítulo I: Disposiciones Preliminares
Capítulo II: Comisión Nacional Experimentación Animal CNEA Capítulo III: Comisiones de Etica en el Uso de Animales CEUAs Capítulo IV: Condiciones de Cría y Uso de Animales Capítulo V: Penalidades Capítulo VI: Disposiciones Transitorias

15 Comisión Nacional Experimentación Animal
Integración: Representantes de MEC, MGAP, MSP, MVOTMA, UdelaR, ANII, AUCyTAL, SMV, SUB, Cámara Industria, Sociedades Protectoras Animales Competencias: Formular normativas y garantizar su cumplimiento Implementar el sistema nacional acreditaciones personales Registro de instituciones involucradas Registro de procedimientos utilizados Aplicar sanciones

16 Comisiones de Etica en el Uso de Animales
Cada institución deberá constituir una CEUA Integración: Un médico veterinario, un docente o investigador, un representante de la sociedad civil (al menos) Competencias: Cumplir y hacer cumplir disposiciones a nivel institucional Asesorar a la institución sobre procedimientos de experimentación Registro y aprobación de procedimientos de experimentación institucionales que se elevarán a la CNEA anualmente Registro del personal acreditado por la CNEA en institución Ordenar detención de actividades vinculadas al uso de animales cuando se constaten incumplimientos

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18 Organización Sistema CNEA CEUA CHEA USUARIO
Acreditación-Registro Instituciones Acreditación-Registro Protocolos CNEA CEUA USUARIO Capacitación-Acreditación-Registro Usuarios CHEA

19 Reflexiones De lo informal a lo formal
Del ámbito universitario al nacional Logros: organización interna CNEA Decreto Reglamentario Registro Instituciones Sistema Nacional Acreditaciones Personales Reconocimiento, Visión, Misión Inserción regional e internacional

20 Reflexiones De lo informal a lo formal
Del ámbito universitario al nacional Desafíos: Sistema de Fiscalización SUSTENTABILIDAD

21 Las reglamentaciones no deben exonerar a los científicos de una continua reflexión sobre las consecuencias de los procedimientos sobre los animales Las reglamentaciones deben ser modificables si se entiende que una práctica es indefendible, mediante la discusión con otros miembros de la sociedad. Deberían extenderse a otras especies de animales y a otras prácticas humanas que usan animales. Las disposiciones elaboradas y aprobadas por los organismos de gobierno de las instituciones educativas o de investigación, a menudo llamadas reglas o acuerdos deontológicos, no deberían exonerar a los científicos de una continua reflexión personal (y colectiva) sobre las consecuencias de sus procedimientos experimentales sobre los animales que se emplean, así como tampoco los liberan de pensar sobre las consecuencias posibles de sus eventuales hallazgos o inventos (positivas y perjudiciales). Para eso es necesaria mucha “desobediencia debida Tampoco los científicos podemos excusarnos con “la obediencia debida”.  En efecto, como en toda colectividad o corporación unida por intereses y prácticas compartidos, se corre siempre el riesgo de caer en un estado de autosatisfacción generalizado (hostil o sordo a objeciones que provengan de afuera) que apague la sensibilidad de cada uno ante los dilemas morales de cada experimento, de cada intervención, de cada situación. Y creer que todo eso ya está resuelto por la aplicación mecánica de las reglas escritas o la autorización de los cuerpos internos de ética de la experimentación (o similares).   Algunos objetores de la experimentación animal -- como quizá ya sepan, no solo provienen estos de entre aquellos que tienen una formación filosófica que los hace pacíficos partidarios de la discusión y análisis lógico de las argumentaciones, sino que también hay entre ellos activistas violentos, que amenazaron laboratorios e investigadores, o los destruyeron y agredieron -- han señalado, y es una observación pertinente, que estos reglamentos, que disponen cómo deben hacerse los procedimientos experimentales, quiénes los autorizan, cuántos formularios han de presentarse para obtener autorización o para documentar lo hecho, cómo han de alojarse, cuidarse, alimentarse, etc. los animales, pueden, en muchos casos, disminuir el número de animales que se emplean, mejorar sus condiciones generales de alojamiento, vida y muerte, pero no resuelven ni disuelven los dilemas éticos de la experimentación animal. En cambio, pueden sí aliviar la conciencia de muchos administradores e investigadores, que entienden que así está todo lo que se puede hacer hecho y eluden reflexionar y cuestionarse, de ahí en más, acerca de la instrumentalización de otras vidas en nombre de la ciencia.  La discusión del caso del uso de negros pobres en la investigación médica del efecto de la sífilis, que ya consideraron en el curso o lo harán en breve, es un ejemplo relativamente reciente (por supuesto, hay muchísimos otros y de todos los rincones del mundo), que podremos discutir después, de la insensibilidad moral de numerosos científicos y profesionales, quizá amparados, entre otros argumentos justificativos, en la anuencia de las autoridades médicas al experimento, que duró décadas. Creo que debe alarmarnos, porque quienes participaron de eso ni carecían de educación, ni de inteligencia, ni de permisos de las más altas jerarquías médicas y políticas, ni de conciencia del efecto de lo que se estaba haciendo o dejando de hacer sobre la salud y vida de los individuos. De algún modo, creo que puede ayudarnos a entender que todos estamos implicados, que en cualquier momento podemos vernos en una situación similar a esa y que no podemos eludir la responsabilidad personal amparándonos en reglamentos y permisos. Muy por el contrario, puede ser necesario modificar las reglas, porque la conciencia moral (personal o colectiva) entienda que una práctica se ha transformado en indefendible. Para esto, seguramente se necesitará previamente de mucha “desobediencia debida” a la letra de las disposiciones. En la década de 1930, el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira, combatiendo el pesimismo en tiempos difíciles, sostenía un “optimismo de valor” que afirmaba el progreso moral de la humanidad, en última instancia porque “en la aventura humana cada vez se agregan más ideales” y cada vez es mayor el número de hombres que los tienen. La conciente revisión del trato que se da a los animales, para considerar sus “derechos” o las obligaciones morales nuestras a su respecto es un ideal más que se agrega y que comparte un número creciente de personas. Como en tanto otros casos, no tenemos soluciones completamente satisfactorias para estos problemas, que nos enfrentan a conflictos de ideales, de valores, de aspiraciones. Algún autor, discutiendo los planteos de los objetores de la experimentación animal y, más ampliamente, de los partidarios de la llamada “liberación” animal, observa que los suyos son planteos desconocidos por la mayoría de los hombres en la larga etapa histórica en que estos vivieron en diario y directo contacto, para asegurar la supervivencia, con la producción agrícola y ganadera, sus ritmos, exigencias, condiciones, es decir durante el largo pasado rural de la historia humana. En cambio, se difunden y arraigan en la época contemporánea, al mismo tiempo que la urbanización de las sociedades humanas y el consiguiente apartamiento de la gran mayoría de los hombres de todo contacto con, y conocimiento vivencial acerca de, la producción directa de alimentos de origen animal. Quizá sea ese distanciamiento, que apartó a la mayoría de la experiencia de fenómenos biológicos e imposiciones de sobrevivencia en que antes estábamos casi todos inmersos, el que posibilitó la formulación y creciente aceptación del ideal de protección animal. Otros científicos han señalado que el cuestionamiento virulento de la experimentación en animales, adoptado por tantas personas en la actualidad, solo puede explicarse a partir del enorme éxito que la medicina tuvo, en el pasado siglo, gracias a la experimentación en animales: la erradicación de la mayoría de las enfermedades infecciosas, gracias a los antibióticos, y otros adelantos médicos que han disminuido los efectos mortíferos, aterradores, de otras enfermedades, por ejemplo las cardíacas y el cáncer, permitiendo una vida con buena salud para un número mucho mayor de seres humanos que en el pasado. Damos todos esos prodigiosos y dificultosos logros por dados, sin pensar que solo fueron posibles tras un lento, prolongado proceso de investigación que, en lo sustancial, se hizo en animales. La mayoría de los seres humanos tenemos escaso o nulo conocimiento de los procedimientos que llevaron al éxito y de las exigencias del método científico que lo posibilitó. De cualquier manera, el esfuerzo por aliviar o suprimir maltratos que denotan, por ejemplo, los códigos o reglamentos de experimentación animal de las colectividades científicas, incluso el de nuestra Universidad, la simpatía que ahora sentimos por otros seres vivos, pueden ser vistas como un ejemplo más, muy actual, del sentido progresivo de la inquietud moral humana. El conocimiento de los animales, de su biología, su conducta, su sufrimiento es, por una parte, autoconocimiento (somos una parte del reino animal), por otra, una base firma para elaborar actitudes más racionales y comprensivas a su respecto. Así la ciencia, la actitud que ella conlleva, podría ser la mejor herramienta con que contamos para asistirnos en la realización, seguramente nunca plena, de nuevos ideales.

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