Universidad Veracruzana Facultad de Historia

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Transcripción de la presentación:

Universidad Veracruzana Facultad de Historia HISTORIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA Unidad III Versión Junio 2015 Mtro. Raúl Romero Ramírez

Las corrientes historiográficas de fines del siglo XX y principios del XXI 1.- Historia y Vida Cotidiana e Historia de la Vida Privada 2.- Microhistoria e Historia Regional 3.- Historia Oral 4.- Nueva Narrativa Histórica 5.- Historia de las Ideas y del Pensamiento 6.- Historia Intelectual

Nueva Narrativa Histórica La narración en la Disciplina Histórica ha estado condenada severamente desde tiempo de los positivistas, quienes rechazaron al romanticismo y a la novela histórica, debido a sus características de narración, propias del «relato literario» adscrito a la Literatura y ajeno a la Historia Científica. Sin embargo, Paul Veyne con su ensayo epistemológico Cómo se escribe la historia (1970), impulsó la idea de que la historia no sería solo una «cuantificación de los hechos», sino aspiraría a ser un "relato verídico«; por lo que tal expresión lo convirtió en uno de los primeros llamados neonarrativistas. Para escribir Historia, desde fines del siglo XIX, los Positivistas, los Funcionalistas, los Marxistas, los Estructuralistas y en el siglo XX, al menos las dos primeras generaciones de la Escuela de los Annales funcionalismo-estructural, negaron rotundamente un vínculo epistémico entre la Literatura y la Historia, por considerar a la primera «fantástica, inventada o irreal», pero con el El Tractatus logico-philosophicus (1923) de Wittgenstein, que explica que la realidad (Wirklichkeit) será la totalidad de los hechos posibles, los que se dan (realmente) y los que no se dan (imaginariamente), se abrió la posibilidad de que si la Historia es un relato verdadero, contenía tanto lo real como lo imaginario.

Fue así como se pontencializó la idea de que la Historia era fundamentalmente un relato que se contaba con un fin, lo que ya Russell había dicho en su Teoría de las descripciones, donde afirmaba cómo utilizamos el lenguaje, como un discurso, y para el caso de la Historia, como un discurso civil, donde lo ético entraba en función y resultaba un metarrelato. La metanarrativa será, por tanto, desde una perspectiva de la Teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, una historia más allá de la historia, que es capaz de abarcar otros "pequeños relatos" en su interior, dentro de esquemas abarcadores, totalizadores, trascendentes o universalizadores. Según el planteamiento crítico de la metanarrativa propuesto por Lyotard los metarrelatos son asumidos como discursos totalizantes y multiabarcadores, en los que se asume la comprensión de hechos de carácter científico, histórico y social de forma absolutista, pretendiendo dar respuesta y solución a toda contingencia. En el análisis de Lyotard sobre la condición postmoderna ha sido criticado por ser internamente inconsistente de acuerdo a pensadores como Alex Callinicos y Jürgen Habermas, quienes argumentan que la descripción de Lyotard del mundo postmoderno como contenedor de una "incredulidad hacia la metanarrativas" puede ser visto como una narrativa por sí mismo.

Sin embargo, la formulación de Wittgenstein con respecto a que la realidad es la totalidad de los hechos posibles, los que se dan (realmente) y los que no se dan (imaginariamente) y el planteamiento crítico de la metanarrativa propuesto por Lyotard, ha dado por resultado una seria e interesante reflexión sobre la forma de escribir historia como relato, la intención narrativa que lleva a cabo el historiador, y el fin de tal relato-narración. Así fue entonces que la monografía del profesor emérito en la Universidad de California y profesor de literatura comparada en la Universidad de Stanford, el historiador estadounidense Hayden White (1938-?) denominada Metahistoria (1973), de verdad movió los cimientos de la disciplina histórica. White estudió las maneras en que se ha pensado la historia, según él, en un sentido que él denominó «progresista», pero atendiendo sobre todo a las formas del conocimiento histórico, que se realizan en el aspecto discursivo de los escritos. Su tesis más importante es que es imposible distinguir entre un relato histórico y un relato de ficción, sobre todo si se pretende que los primeros hacen referencia a hechos reales mientras que lo segundos hacen referencia a hechos ficticios.

Para White, forma y contenido están unidos, como lo son los usos de los filósofos y de los historiadores; pues el «realismo histórico» característico de los historiadores decimonónicos, no es más que una forma particular de poética. Para comprender mejor a White, hay que recordar que esa imposibilidad de distinguir entre un relato histórico y un relato ficción tiene que ver con los estudios en el campo de la Ética de Russell, quien ya había explicado la importancia significativa de la Ética con el discurso civil y cómo se usa el lenguaje para ello; así como la aportación de Wittgenstein en su teoría de la figuración y de la verdad, haciendo de la realidad (Wirklichkeit) la totalidad de los hechos posibles, aún de los que se dan (históricos) y los que no se dan (ficción). A propósito White afirmó en 1978: «Ha habido una resistencia a considerar las narraciones históricas como lo que manifiestamente son: ficciones verbales cuyos contenidos son tan inventados como descubiertos, y cuyas formas tienen más en común con sus formas análogas en la literatura que con sus formas análogas en las ciencias». Así, al identificar la forma de la narración histórica con la Literatura, White postuló decididamente por una mayor convergencia disciplinar entre la Historia y la Crítica Literaria para la interpretación de los textos históricos.

White explica que existen tres formas de conceptualización básicas (el autor no distingue entre explicación y comprensión), que él lo llama estilos historiográficos: Las tramas literarias: Los discursos de los clásicos (Michelet, Ranke, Tocqueville...) se han servido de las tradicionales tramas literarias a la hora de explicar cómo ocurrieron los acontecimientos. Se consideró al protagonista un héroe frente a las contingencias, una víctima del contexto o incluso un perdedor total, acompañando entonces el relato con moralinas. Las formas de argumentación: es el nivel que se usa para explicar el significado de los acontecimientos, son los argumentos formales: hay mecanicistas (Marx, que busca leyes generales), hay organicistas (Ranke, que encuentra totalidades espirituales detrás de los individuos históricos) y los hay contextualistas (Michelet, que buscaría identificar los rasgos distintivos de los sujetos históricos). El modo en que los autores utilizan la historia para conocer el presente, es decir, las ideologías o explicación por implicación ideológica: Anarquistas, radicales, conservadores y liberales.

Además, aunque no lo recogía explícitamente, la hipótesis de White cuestionaba, a nivel real, la posibilidad de acceso al pasado; el historiador no alcanzaría el conocimiento del pasado a través de su narración, sino que simplemente lo re-actualizaría. La tesis tenía como consecuencia que no habría otro procedimiento para recuperar el pasado que la construcción de un relato: la disciplina histórica se identificaba con la narración y se desvinculaba, por tanto, de los modelos científicos que los paradigmas de postguerra (estructuralismo, marxismo y cuantitativismo) habían pretendido aplicar a la historia. Las consecuencias teóricas y prácticas de esta revolución epistemológica fueron tres: 1) En primer lugar, lo que el modernista británico Lawrence Stone llamó, a finales de los años setenta en su artículo «El resurgimiento de la narrativa en la historia» (1979), un resurgimiento para la historiografía. Así, los historiadores más prestigiosos se lanzaron a la construcción de obras históricas rompiendo la tradición de las grandes monografías estructuralistas y marxistas y apostando decididamente por la narración.

Los ejemplos más característicos llegaron del ámbito de la descripción de la vida cotidiana, primero en 1975, sobre el pueblecito pirenaico de Montaillou, por parte de Emmanuel Le Roy Ladurie (Montaillou Aldea Occitana de 1294 a 1324); el segundo en 1982, sobre el inverosímil pero documentado relato del campesino Martin Guerre (El regreso de Martín Guerre, 1982) de la historiadora norteamericana Natalie Z. Davis, y el tercero del ámbito de la microhistoria, en 1999, la narración del proceso inquisitorial del molinero Menocchio por parte del historiador italiano Carlo Ginzburg (El queso y los gusanos). 2) La segunda de las consecuencias fue la mayor atención que los historiadores dedicaron a los campos fronterizos de la historia con la reflexión hermenéutica por parte de Michel De Certeau, La escritura de la historia (1975) y la crítica literaria y la neohermeneútica de Paul Ricœur Relato: historia y ficción, (1994). Certeau frecuentemente quiso dar explicaciones sobre la historia y su historiografía, por lo que fue un apasionado de la epistemología. De este modo debatió muchos postulados de las ciencias sociales y humanas, generando obras controversiales como La escritura de la historia (1975) e Historia y psicoanálisis, entre ciencia y ficción (1987), en donde se relaciona íntimamente a la idea de una historia neonarrativa, y hace un balance favorable acerca de que la Historia es una narración y por ello esta mas cercana a la Literatura.

3) Y finalmente, la tercera, la invasión en la disciplina histórica de buena parte de las teorías postmodernas asociadas al giro lingüístico, (Wittgenstein) el giro cultural (Frederic Jameson), el post-estructuralismo (desde Claude Lévi-Strauss y Jacques Lacan, hasta Michel Foucault, Roland Barthes, Jacques Derrida y Gilles Deleuze) y el deconstruccionismo (Heidegger y Jacques Derrida). Al giro lingüístico se le conoce como la agrupación de los aportes de diferentes autores y corrientes que coincidieron en señalar que el lenguaje no es un mero medio entre el sujeto y la realidad, ni tampoco un vehículo transparente o elemento accesorio para reflejar las representaciones del pensamiento, sino que posee una entidad propia que impone sus límites, y determina en cierta manera, tanto al pensamiento como a la realidad. El giro cultural se le conoce como la construcción que se hace a partir de un marxismo metodológico que estudia las relaciones entre el desarrollo del capitalismo y la producción cultural estableciéndose una estrecha relación entre economía y cultura, con una conexión causal entre el arte y las circunstancias en las que se produce la creación y la recepción. Entonces, se observa una mutación de las formas de expresión culturales y mediáticas, así como de sus bases tecnológicas en el progresivo proceso de globalización.

El post-estructuralismo se le reconoce como la corriente crítica de autores estructuralistas sobre el propio estructuralismo en las ciencias humanas, particularmente en la antropología, la historia, la crítica literaria, la filosofía y el psicoanálisis. El deconstruccionismo se le conoce a la operación realizada por el filósofo estructuralista Jaques Derrida basada en el estudio del método implícito en los análisis del pensador Martin Heidegger, fundamentalmente en sus análisis etimológicos de la historia de la filosofía, y consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en sí ha de darse, son históricos, relativos y sometidos a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora (identificación entre dos términos) y la metonimia (poner un nuevo nombre).

Para finalizar respecto a la Nueva Narrativa Histórica de White, hay que señalar que su visión es profundamente textualista y pone en cuestión todos los supuestos del oficio del historiador: el sentido del progreso de la historiografía, de la metodología, de la teoría, modelos, etc., Sin embargo el autor ha declarado que no hay que sacar su obra de contexto, que fue escrita para el siglo XIX, y no para el siglo XX. Con respecto a Paul Ricœur, éste autor nos proporciona una nueva forma de ver la Hermenéutica, es decir, una nueva manera de interpretar de textos en la Historia y no solo en teología, filología y crítica literaria, como se venía haciendo. Paul Ricœur en su obra Essais d’herméneutique, (1969) supera en su aporte a las corrientes de Dilthey y de Heiddegger, y propone una «hermenéutica de la distancia», lo que hace que surja una interpretación es el hecho de que haya una distancia entre el emisor y el receptor.

De esta hermenéutica propuesta por Ricœur surge una teoría cuyo paradigma es el texto, es decir, todo discurso fijado por la escritura. Al mismo tiempo este discurso sufre, una vez emitido, un desarraigamiento de la intención del autor y cobra independencia con respecto a él. El texto ahora se encuentra desligado del emisor, y es una realidad metamorfoseada en la cual el lector, al tomar la obra, se introduce. Pero esta misma realidad metamorfoseada propone un «yo», un «Dasein», que debe ser extraído por el lector en la tarea hermenéutica. Para Ricoeur interpretar es extraer el ser-en-el-mundo que se halla en el texto. De esta manera se propone estudiar el problema de la «apropiación del texto», es decir, de la aplicación del significado del texto a la vida del lector. Así, la reelaboración del texto por parte del lector es uno de los ejes de la teoría de Paul Ricoeur.

Paul Ricœur (1913-2005) fue un filósofo y antropólogo francés conocido por su intento de combinar la descripción fenomenológica con la interpretación hermenéutica. Durante la Segunda Guerra Mundial fue prisonero de guerra durante cinco años, ahí leyó a Karl Jaspers, quien habría de tener gran influencia sobre él. Inició también una traducción de las Ideas de Edmund Husserl. Tras la guerra Ricœur obtuvo una plaza en la Universidad de Estrasburgo (1948-1956), donde publicó prolíficamente. En 1950 recibió el doctorado presentando dos tesis (como es costumbre en Francia): una tesis 'menor' (tesina) que era una traducción y comentarios de las Ideas de Husserl (por primera vez en francés), y una tesis 'mayor‘ (tesis) que posteriormente se publicaría como Le Volontaire et l'Involontaire. Como fruto de sus trabajos académicos, Ricœur se ganó una reputación de experto en fenomenología, convirtiéndose en tremendamente popular en la Francia de los años de la posguerra. En 1956 Ricœur consiguió la cátedra de Filosofía General en la Sorbona. Este puesto marcó el ascenso de Ricœur como uno de los más prominentes filósofos de Francia. Durante esa época escribió Freud y Filosofía y El simbolismo del mal, que cimentaron su reputación.

En 1970 Ricœur se trasladó a la Universidad de Chicago donde permaneció hasta 1985. Gracias a este cambio Ricœur se familiarizó con la filosofía estadounidense y las ciencias sociales, convirtiéndose en uno de los pocos pensadores igualmente cómodos con el mundo intelectual de habla francesa, alemana e inglesa. Fue precursor de la corriente interpretativa de principios de la década de 1970. La hermenéutica, como la llamará después, será la gran tendencia de Ricouer, póstumo a su llegada a Francia. Será, luego, una gran influencia para autores como Clifford Geertz y J. Thomson. Junto a otros autores como Hans-Georg Gadamer promovieron una tensión en la filosofía que hasta hoy en día es tema de discusiones académicas. El resultado fueron dos de los más importantes y duraderos trabajos de Ricœur: La métaphore vive (1980) y su obra en tres volúmenes Temps et récit (Tiempo y narración, 1986) Partiendo de la discusión de la identidad narrativa, así como del continuado interés de Ricœur en el sí mismo, presentó las conferencias Gifford (the Gifford Lectures), que culminaron en el importante trabajo Soi-même comme un autre. (Sí mismo como otro, 1996).

Con Temps et récit Ricœur volvió a Francia como un intelectual estrella. Sus últimos trabajos se caracterizaron por una continua disección de las tradiciones intelectuales nacionales, y algunos de sus últimos escritos llamaron la atención del filósofo político americano John Rawls. Unas de sus principales obras son El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, en 3 volúmenes: I. Hermenéutica y psicoanálisis, II. Hermenéutica y estructuralismo, III. Introducción a la simbólica del mal (2003); Tiempo y narración: I, Configuración del tiempo en el relato histórico, II, Configuración del tiempo en el relato de ficción y III, El tiempo narrado, (1996) y Lo voluntario y lo involuntario, I. El proyecto y la motivación, II. Poder, necesidad y consentimiento (1986).

Algunas de las obras de Paul Ricoeur son: Relato: historia y ficción, (1994). Lo justo 2. Estudios, lecturas y ejercicios de ética aplicada, (2008) Caminos del reconocimiento, (2005) Sobre la traducción, (2005) La memoria, la historia y el olvido, (2004) Crítica y convicción, (2003) Del texto a la acción, (2001) La metáfora viva, (2001). La Coque, André y Ricoeur, Paul, Pensar la Biblia, ( 2001) De otro modo, (1999) Freud: una interpretación de la cultura, (1999) Historia y narratividad, (1999) La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido, (1999) Teoría de la Interpretación. Discurso y excedente de sentido, (1999) Autobiografía intelectual,(1997) Sí mismo como otro, (1996) Amor y Justicia, (1993) La función narrativa y el tiempo, (1992) Historia y Verdad, (1990) Fe y Filosofía. Problemas del lenguaje religioso, (1990) Ideología y Utopía, (1989) El Discurso de la Acción, (1988) Educación y política, (1984) Texto, testimonio y narración (recoge tres ensayos: “La hermenéutica del testimonio”, “La función narrativa y la experiencia humana del tiempo”, “Acontecimiento y sentido”), (1983) Corrientes de la Investigación en las Ciencias Sociales, (1982) Finitud y Culpabilidad: La simbólica del mal, (1982) y Finitud y Culpabilidad: El hombre lábil, (1982) La Metáfora Viva, (1980) El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, 3 volúmenes: I. Hermenéutica y psicoanálisis, II. Hermenéutica y estructuralismo, III. Introducción a la simbólica del mal, Asociación Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976 “Técnica y antitécnica en el psicoanálisis”; en Anales de la Universidad de Chile, Año 124, Nº 138, Santiago, 1966 “Hermenéutica de los símbolos y reflexión filosófica”; en Anales de la Universidad de Chile, Año 123, Nº 136, Santiago, 1965.