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NICOLÁS MAQUIAVELO [Niccolò Machiavelli]

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Presentación del tema: "NICOLÁS MAQUIAVELO [Niccolò Machiavelli]"— Transcripción de la presentación:

1 NICOLÁS MAQUIAVELO [Niccolò Machiavelli]

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3 Obras Discurso sobre la corte de Pisa, 1499
Relación del modo de tratar a los pueblos de la Valdiquiana rebelada, 1502 Descripción del modo en que el duque Valentino mató a Vitellozzo Vitelli, Oliverotto de Fermo, el señor Págolo y el duque de Gravina Orsini, 1502 Discurso sobre la provisión del dinero, 1502 Primer decenal (poema), 1506

4 Obras Retrato de la corte de Alemania, 1508-1512 Segundo decenal, 1509
Retrato de la corte de Francia, 1510 Discurso sobre el ordenamiento de las armas en Florencia, 1512

5 Obras Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 3 volúmenes, (Publicados en 1531) El Príncipe, 1513 (Publicado en 1532) El asno de oro (poema), 1516

6 Obras La Mandrágora, comedia en prosa de cinco actos, con prólogo en verso, 1518 Del Arte de la Guerra, 1519 Sumario de la corte de la ciudad de Lucca, 1520 Vida de Castruccio Castracani de Lucca, 1524 Clizia, comedia en prosa, 1525 Historias Florentinas, 8 libros,

7 El Príncipe De las diferentes clases de principados que existen y de cómo se conquistan De los principados hereditarios De los principados mixtos De los motivos por los que el reino de Darío conquistado por Alejandro no se rebeló contra los sucesores tras su muerte De cómo conviene gobernar las ciudades o los principados que antes de ser conquistados se regían por sus propias leyes De los principados nuevos que se conquistan con armas y virtud propia

8 El Príncipe De los principados nuevos que se conquistan con las tropas y con la fortuna ajenas De los que llegaron al principado mediante delitos Del principado civil De cómo han de valorarse todas las fuerzas de los principados De los principados eclesiásticos De los ejércitos auxiliares, mixtos y propios De los tipos de ejércitos y de los soldados mercenarios De los soldados auxiliares, mixtos y propios

9 El Príncipe De las obligaciones de un príncipe respecto de su ejército
De los motivos por los que los hombres y, especialmente, los príncipes son loados o censurados De la generosidad y de la moderación De la crueldad y de la compasión y si es mejor ser amado que temido o viceversa De qué modo deben los príncipes mantener la palabra De cómo hay que evitar el desprecio y el odio De la utilidad o inutilidad de las fortalezas y otras muchas cosas que los príncipes hacen a menudo

10 El Príncipe De cómo un príncipe debe obrar para tener prestigio
De los consejeros de los príncipes De cómo conviene huir de los aduladores Del motivo por el que los príncipes de Italia perdieron sus estados Del poder de la fortuna en las cosas humanas y de como enfrentarse a ella Exhortación a que alguien se ponga al frente de Italia, la libere y la vengue de los bárbaros Investigación y elaboración: Eduardo Durán

11 Aspectos esenciales de su pensamiento
La fortuna. Es el propio Maquiavelo el que dice en el primer párrafo de la Vida de Castruccio Castracani de Lucca: “Parece [ ... ] cosa maravillosa que casi todos o la mayoría de los que en este mundo han realizado grandes empresas, sobresaliendo entre sus contemporáneos, tengan nacimiento y origen oscuro, procurándose con toda clase de trabajos lo que les negó la fortuna; porque casi todos, o fueron expuestos a las fieras, o tuvieron padres tan humildes que, por avergonzarse de ellos, presumieron ser hijos de Júpiter o de cualquier otro dios [...] Presumo que la fortuna desea mostrar así ser ella y no la sabiduría la que hace los grandes hombres, empezando a probar su poder cuando la sabiduría nada influye, y es por tanto preciso reconocer que de aquélla depende todo".

12 La forma casi pagana de la fortuna, de medieval y renacentista memoria, institucionalizada por Boecio en Del consuelo de la filosofía, aparece de modo constante y esencial en Maquiavelo, pero también en continua oscilación de matices y acaso de indefiniciones, que permiten identificarla, una vez con el azar, con un designio oculto que puede tener la fuerza de los fenómenos naturales, otra vez con los límites, los férreos límites de la realidad efectual, es decir, aquello que ya previamente se opone a la acción individual. Debe entenderse, por lo tanto, que dicha fortuna puede ser adversa o amiga, y cuando es adversa suele presentarse como fatalidad o muerte, detrás de las cuales, en última instancia, también está Dios.

13 El problema del hombre ante ella es el saber acomodarse a sus variaciones pero, al final de cuentas, también es conveniente a su .respecto la violencia y no la pasividad, "porque la fortuna es mujer, y si se quiere tenerla sumisa, resulta necesario castigarla y golpearla". Por otro lado, Maquiavelo dice en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio: "los hombres pueden tejer sus tramas y no romperlas" y "no conociendo su fin y recorriendo aquélla por caminos atravesados y siempre desconocidos, siempre tiene esperanzas". Pero, como agregaba en carta a Soderini 19 del año 1513: "como los hombres tienen primero la vista corta y después no pueden mandar a la naturaleza, de ello sigue que la fortuna varía y manda a los hombres, y los mantiene bajo su yugo".

14 En definitiva, parece justa al respecto la aseveración que hace José Luis Romero al identificar en Maquiavelo fortuna con verdad efectual de las cosas, es decir "la realidad en cuanto situación de hecho inicial", "que expresa también el complejo de la realidad tomada estáticamente en cada momento, en cuanto este objetivo no es deformado por nuestra opinión, sino presentado en su realidad esencial". Pero también la fortuna implica todas las cosas "que determinan los cambios históricos no sometidos al control deliberado y racional de los hombres".

15 La virtud. Ya Leone Battista Alberti había escrito que la fortuna nada puede contra el hombre, esbozando el principio del hombre como factor de la historia humana: en él, la imagen de la fortuna como furiosa naturaleza aparece prácticamente invertida, en cuanto no puede arrastrar al hombre que confía en sus propias fuerzas y se abre paso como el narrador en el mar. También Poggio Bracciolini y Pico della Mirandola defendieron el papel decisivo del individuo. Por su lado, Maquiavelo deja una puerta abierta al respecto, ya cuando en El príncipe dice que “la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero […] también ella incluso nos deja gobernar a nosotros la otra mitad, o casi la otra mitad”. Ésa es nada menos que la virtud, opuesta a fortuna y al mismo tiempo complementaria.

16 Pero la virtud de que habla Maquiavelo no es la virtud positiva o moralizante, sino un con­cepto complejo, que significa también impulso y, al final de cuentas, la voluntad de alcanzar el poder, constituida de tal modo en la primera condición del gobernante. Mezcla de prudencia, astucia y habilidad, en el Renacimiento la virtud significaba la quintaesencia de las condiciones masculinas, con el agregado de inteligencia, genio y capacidad artística. Y desde ya que ninguno de estos componentes coincide con el más común dado a la palabra hoy en día, opuesto a vicio.

17 Por lo contrario, y siguiendo otra vez a José Luis Romero, la virtud es en Maquiavelo "la capacidad de acción razonada del hombre", que "una vez desencadenada, se encuentra en colisión con la realidad, naciendo de este juego una relación que, al medir la calidad histórica de la acción, determina [su] eficiencia y las posibilidades de transformación de la realidad, fin hacia el cual se dirige". De todos modos, y dentro de un tono general de prescindencia de todo carácter "moral" en el vocablo, con "fortuna" de igual modo encontramos en distintos momentos de su obra diversidad y fluctuación de criterios.

18 Una vez, la virtud habilita al individuo a prever o preparar los hechos, otra vez al atesoramiento de los recursos de la propia naturaleza o si no a confirmar la energía de su decisión. Hasta que, en su punto extremo de colisión con la realidad, se vuelve astucia y aun fraude o violencia. Por ejemplo, en las Historias florentinas se lee, en un pasaje fundamental:

19 "Si observan el modo de proceder de los hombres, verán que cuantos llegaron a tener grandes riquezas o gran poder, se valieron para ello del fraude o de la violencia, y lo que por la fuerza o el engaño usurparon, para disfrazar la brutalidad de la conquista, con falsos títulos lo conservan. Los que por falta de prudencia o sobra de necesidad no emplean estos medios, se hunden para siempre en la servidumbre y la pobreza, porque los siervos fieles siempre son siervos y los hombres buenos siempre son pobres. Sólo se sacude el yugo de la servidumbre con la perfidia y la audacia, y el de la pobreza con la rapiña y el fraude [ ... ]

20 Se debe, pues, emplear la fuerza cuando la ocasión es propicia, y la fortuna no puede ofrecérnosla mejor [ ... ] Cuando la necesidad aprieta, la audacia se llama prudencia [ ... ] Ustedes están viendo los preparativos de los adversarios. Prevengamos sus designios. Del primero que empuñe las armas será, sin duda, la victoria, con ruina del enemigo y exaltación propia. Para muchos de nosotros será la gloria, y para todos la seguridad".

21 Pero es en Del arte de la guerra donde Maquiavelo insiste varias veces sobre el engaño y la violencia -y no debe llamarnos la atención. Así, en el libro V hay gran cantidad de referencias o consejos al respecto dirigidos a los jefes militares, casi siempre inspirados en ejemplos históricos, y el libro VI es, a partir de cierto momento y en labios de Fabrizio, una larga enumeración de consideraciones sobre to­da clase de artimañas y ardides, que van desde el valerse de la maldad ajena, "comunicando cosas que no se van a hacer y callando lo que se va a realizar", hasta el culminante ejemplo de Tamiris contra Ciro y de Tiberio Graco contra los íberos:

22 "Muchos derrotaron al enemigo ofreciéndole la posibilidad de comer y beber en demasía, tras fingir que tenían miedo, y dejar su campamento lleno de vino y víveres; cuando el enemigo se había atiborrado de ambas cosas, lo atacaron derrotándolo". Y en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio llega a decir: "Se pasa de pequeña a gran fortuna más bien por el fraude que por la fuerza".

23 Y: "No creo que se encuentre un solo ejemplo en que la fuerza sola haya bastado para alcanzar ese rango [elevado]: pero el artificio y el fraude lo han logrado muchas veces, como verá quien claramente haya leído la vida de Filipo de Macedonia, la del siciliano Agátocles y muchos otros que, de ínfima o mediana posición, llegaron, con el correr del tiempo, a ser reyes".

24 La ocasión. ¿Pero cuál es el dato necesario al justo matrimonio de fortuna y virtud? Ese dato es la ocasión, el rostro que la fortuna ofrece a la virtud humana para que ésta muerda a la realidad. Podríamos decir que se trata de la situación histórica en sí y, en el límite del propio azar "positivo", favorable, en consonancia con la virtud. Y los casos más corpóreos de aprovechamiento de la ocasión son, para Maquiavelo, César Borgia y el papa Giulio II, con su "proceder impetuoso".

25 En el caso de César, Maquiavelo se encargó de indicar puntualmente la felicidad de su acción, encarnada en variedad de ocasiones, a través de cartas e informes relativos a sus legaciones ante él, donde también hace el elogio de la prudencia y la astucia del "condottiere", hasta que ya la fortuna le diera vuelta la cara, llevándolo a la ruina. Y ese elogio se basa en dos palabras, "celeridad" y "acierto", a las que se oponen, en el comienzo de la caída, las palabras "tardanza" y "apuro", siempre ligadas a la fortuna.

26 Finalmente, Maquiavelo lo trata de modo brutal, diciendo que "todos aquí se ríen de su infortunio" (carta del 20 de noviembre de 1503), y también: "y parece que este duque va resbalando poco a poco hacia el abismo" (carta del 3 de diciembre de 1503). Y la profecía se cumpliría al poco tiempo, cuando César cayó en batalla en Navarra después de sufrir olvido, prisiones y destierro.

27 El bien y el mal. Pero virtud, fortuna y ocasión se re­lacionan con el problema del bien y el mal, en cuanto éste abarca también el problema del fin y de los medios. Aun en este complejo de ideas Maquiavelo va y viene, en una continua acomodación a la realidad efectual, y sin que ello implique necesariamente contradecirse a sí mismo.

28 Por ejemplo, en las Historias florentinas, dice: "Suelen los pueblos muchas veces, por las variaciones que sufren, pasar del orden al de­sorden, y después del desorden al orden; porque no siendo natural en las cosas humanas detenerse en punto fijo, cuando llegan a suma perfección, no pudiendo mejorarla, degeneran; y de igual suerte acontece que cuando, por los desórdenes, llegan a suma bajeza, siendo imposible que desciendan más, por necesidad mejoran. Así, pues, del bien se desciende al mal".

29 De este modo, el bien resulta identificado con el orden y el mal con el desorden, pero no exterior y unilateralmente, sino por una mutua y natural sucesión en razón de un agotamiento y una saturación intrínsecas. Además, si el mal y el bien se complementan, en determinado momento se ex­cluyen, por ascenso o por descenso.

30 Ese sube y baja, esa circularidad, constituyen una típica expresión de la crisis de los valores humanos, una dialéctica que, por otro lado, encontra­ría en la época una importante concreción artística en la obra de Matteo Bandello, que registró por primera vez en la no­vela "la acción delictuosa, la experiencia criminal, la muerte y el suicidio como neurosis inexplicable".

31 Por otro lado, en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelo dice que los hombres son capaces "sólo excepcionalmente de ser del todo malos o del todo buenos". Pero también dice: "Y rara vez la fortuna proporciona un bien o un mal sin acompañarlo de otro bien o mal", "los hombres son más inclinados al mal que al bien".

32 Para José Luis Romero, y éste nos parece un juicio realmente comprensivo de la relación bien-mal en la obra de Maquiavelo, aquí, "más que una maldad constitutiva, el hombre parece poseer una tendencia a obrar según impulsos egoístas, en beneficio propio y en perjuicio ajeno, tendencia que sólo se doblega ante la coacción moral", porque "el hombre-masa […] hace el bien cuando se siente coaccionado a ello y el mal cada vez que tiene ocasión".

33 Pero, en última instancia, y ya en el terreno específico del príncipe, una y otra posibilidades admiten que él actúe con independencia de toda moral o, en realidad, que la moral del príncipe es la política en sí, despojada de toda utopía ajena al proceder político, es decir, la conquista del poder y su conservación. Por otro lado, tal determinación es una sola con el tronco central del pensamiento y la praxis renacentistas, tendientes a la autonomía de cada actividad y disciplinas humanas, y también a la nueva categorización de las pasiones y los sentimientos, presente tanto en los filósofos, como en pintores y escultores, poetas, narradores y dramaturgos." Y, fatalmente, dicha autonomía y dicha recategorización debían tocar otra cuestión: la religión.

34 La religión. En el propio Del arte de la guerra, Maquiavelo hace coincidir la religión con el engaño, al hacerle decir a Fabrizio que, en la antigüedad a los soldados, "si cometían una falta se los amenazaba no sólo con todos los males que se podían esperar de los hombres, sino también con los que Dios les podía enviar. Ese recurso y otras costumbres religiosas facilitaron mucho sus empresas a los generales de la antigüedad, y lo mismo seguiría ocurriendo hoy si la religión se temiese o respetase".

35 Es decir que, para Maquiavelo, en sus tiempos, la religión ya no era temida o respetada -y señalemos que aquí utiliza la misma dupla de términos que rigen para el príncipe. La religión, en realidad, es "necesaria", pero la Iglesia romana ha actuado de modo tal que "nosotros los italianos", "con la Iglesia y con los curas", "tenemos [...] esta primera deuda, la de habernos convertido en sin religión y malvados; pero tenemos también otra mayor, que es la segunda causa de nuestra ruina, y es que la iglesia ha tenido y tiene dividida esta provincia"." Como vemos, el juicio adverso es fundamentalmente político, juicio compartido por Guicciardini y por Véttori.

36 Este aspecto de la cuestión ya había aparecido en Maquiavelo desde sus comienzos, ante la "aventura" del dominico Girolamo Savonarola que, como se ha dicho anteriormente, instauró una dictadura moralizante en Florencia, entre los años 1494 y 1498, coincidente con la juventud del pensador y con sus primeras reflexiones de autor (carta del 4 de marzo de 1498). Allí, Maquiavelo atribuye a Savonarola un claro propósito de ambición y engaño, rechazando con toda evidencia el papel reformador de la Iglesia, y la posibilidad de que ella "usurpara" lo que es propio de la política.

37 Pero, desde ya, tal posición no significa cuestionar la necesidad de la religión, "que sirve para comandar los ejércitos, para dar ánimos a la plebe, para tener a los hombres tranquilos, para hacer humillar a los reyes". Maquiavelo no se pregunta sobre la religión en sí, y se mantiene apartado de toda discusión teológica: lo que le interesa es el papel instrumental de la religión en la política. Así, otra vez en los Discursos, insiste:

38 "Los príncipes y las repúblicas que quieran mantener a sus gobiernos libres de toda corrupción deberán ante todo conservar religioso el estado, acogiendo y acreditando todo lo que pueda favorecer a la religión" . Y el mismo texto dice también que la actitud de la curia romana ha acarreado "infinitos inconvenientes e infinitos desórdenes, porque así como donde hay religión se presupone todo el bien, así donde ella falta se presupone lo contrario". Necesidad de la religión, entonces, para la propia estabilidad del poder político y la unidad de la nación.

39 El Estado. Dentro de la ruptura con la concepción religiosa de la política característica de la Edad Media, Maquiavelo, en estrecha y mutua implicación con sus principios en materia militar, propone la figura de un Estado no de modo taxativo, sino en relación a la Italia de entonces. En primer lugar, habla de dos formas de gobierno: la república y el principado, sin mencionar directamente a la monarquía, pero introduciendo siempre al príncipe como la base de la construcción estatal ideal," e insistiendo en el problema estrictamente político, es decir en la razón de estado y en el problema italiano."

40 Y aquí debe hacerse una aclaración pertinente sobre el sentido de la palabra “Estado" en Maquiavelo, tan distinto del que le damos actualmente, tal como sucede también con "nación" y "provincia". Utilizados todos ellos en distintos contextos, en el caso de “Estado", suele hacerlo equivalente a "gobierno", como poder político efectivo y autoridad de señorío, pero también en el sentido de "dominio", es decir "país" y "población". Pero en aquellos casos en que hoy usaríamos "estado", él utiliza "república" o, en algunos casos, "ciudad".

41 También Maquiavelo dice "provincia" cuando nosotros diríamos "nación", sin dejar de darle el significado de división administrativa, como era el caso de las provincias romanas, acentuando además el papel unificador de la lengua, las costumbres y las instituciones ("ordini"). Así, Maquiavelo "habla de una nación florentina, veneciana o lombarda, sobre todo cuando se quiere indicar a los hombres de una determinada ciudad que viven en el extranjero". Pero también son esencialmente Florencia y Venecia, con sus tradiciones poderosas, las que empiezan a perfilar la posibilidad de una patria común.

42 Y después de hechas estas salvedades, resulta necesario aclarar que la idealidad de estado propuesta por Maquiavelo se refería ante todo a la necesidad de superar la disgregación italiana, caracterizada así por el propio autor en las Historias florentinas: "inmediatamente después de la muerte de Lorenzo de Médicis, empezaron a nacer las malas semillas que, al poco tiempo, por no vivir quien sabía destruirlas, arruinaron y arruinan todavía a Italia":

43 A partir de esta triste comprobación, pueden encontrarse aquí y allá en la obra de Maquiavelo insinuaciones sobre la posible organización estatal, pero nunca -y ello demuestra el carácter prácticamente historicista de su pensamiento-, nunca un esquema acabado del futuro estado, alejándose entonces tanto de las construcciones imaginarias de los utopistas como del rígido establecimiento medieval de la monarquía.

44 Pero de todos modos, su defensa a ultranza del príncipe constituiría, acaso a su pesar, la base del futuro absolutismo. Así, Antonio Gramsci dice: "En Francia, Maquiavelo servía ya a la reacción, porque podía ser utilizado para justificar que se mantuviera perpetuamente el mundo en la cuna (según la expresión de Bertrando Spaventa)". y más adelante agrega Gramsci:

45 “Maquiavelo sirvió realmente a los estados absolutos para su formación, porque era la expresión de la 'filosofía de la época', europea más que italiana […] figura de transición entre el estado corporativo republicano y el estado monárquico absoluto. No sabe separarse de la república, pero comprende que sólo un monarca absoluto puede resolver los problemas de la época”.

46 Además, la finalidad consistía en el retorno a la antigua grandeza romana, la virtud originaria, frente a la reinante corrupción, virtud dada en la búsqueda del bien común, pero ya en el sentido de "fidelidad al estado jurídico, en oposición a los vínculos medievales de fidelidad personal o vasallaje". Una concepción naturalmente racional y burguesa del estado, que iría evolucionando hasta encontrar su culminación en Thomas Hobbes y su Leviatán.

47 La guerra. Pero el Estado es inimaginable para Maquiavelo sin la guerra. Ya lo dice en el proemio a Del arte de la guerra: "todo cuanto se establece en un momento para el bien común de los hombres, todas las instituciones que regulan la vida en el temor de Dios, y de la ley, serían vanas si no se dispusiera de mecanismos que las defendieran". Y, más adelante, hace mención a las "funestas opiniones que hacen odiosa la milicia y evitan el trato de quienes la ejercen, con lo que ya anticipa su polémica actitud contra los "condottieri" y la defensa de las milicias.

48 En cuanto a estas últimas, el propósito de Maquiavelo era en realidad absolutamente práctico, e implicaba un cierto retorno al pasado no tan inmediato de las comunas, pero iba dirigido hacia la creación de un ejército estable con funciones de combate. El hecho es que fue justamente en la práctica donde su teoría fracasaría, como lo demuestran los avatares de sus iniciativas florentinas.

49 En lo referente a los "condottieri" y a los ejércitos mercenarios, varias veces se ha insistido en dos presuntos errores de parte de Maquiavelo: 1) la identificación apresurada entre unos y otros; 2) el exceso de importancia dado a la utilización de tropas mercenarias en cuanto a la "ruina de Italia", presentada como el primer factor de dicha ruina.

50 Otro de los aspectos fundamentales de su pensamiento militar fue la necesidad de triunfo de la infantería, "reina de las batallas", que era naturalmente ajena a los hábitos de la alta nobleza feudal, y que se integraría en la profunda revolución técnica operante también sobre el Estado, proponiendo fatalmente la cuestión de los mercenarios.

51 Pero Maquiavelo también pensó en la caballería que, en el caso de su propia ciudad, debía ser organizada exclusivamente por los habitantes urbanos, mientras la infantería provendría de toda la comarca porque -y esto es realmente subrayable- "sin duda, es más fácil crear milicia a pie que a caballo, y es más fácil aprender a obedecer que a mandar", y "vuestra ciudad y vosotros tenéis que ser los que militen a caballo y comanden".

52 Recordaremos también aquí que, en la Vida de Castruccio Castracani de Lucca, Maquiavelo relata con pormenores la batalla de Serravalle, donde el "condottiere" derrotó a los florentinos. Pero la médula del asunto de la guerra está en su relación con la política, el estado y el príncipe, conceptos todos que se constituyen entre sí en íntima complicación.

53 De allí que la lectura de su libro Del arte de la guerra, que también es un tratado de teorización política, así como El príncipe lo es de teorización militar, resulta indispensable. Por algo, y de modo esclarecedor, se ha dicho que "su fe [de Maquiavelo] en las fuerzas populares aún sanas y la conciencia del pueblo como fundamento del estado se traducen, aun con todas las limitaciones contingentes, en la afirmación del ciudadano-soldado; y la elevación del ciudadano a soldado prepara también la del soldado a ciudadano, la eliminación de la antítesis entre hombre de guerra y hombre de paz".

54 Y, después, el mismo autor agrega: "Si el intento, fuera de las posibilidades humanas de una sola persona, de salvar a Italia con un renovado arte militar, fracasó, resta la nobleza y generosidad de su esfuerzo, la imperecedera afirmación de la relación entre guerra y política": Palabras que, sin duda, plantean un criterio distinto del que atribuye a Maquiavelo sólo el papel de estudioso del poder y de los gobernantes, y no de la relación con los gobernados.

55 Conclusión Naturalmente, los aspectos que acabamos de tratar no agotan en absoluto las posibilidades de abordaje de la obra de Maquiavelo. Nos limitaremos a señalar algunas de esas posibilidades, que bien podrían conformar otros apartados. Por ejemplo, ¿cuál es la concepción del pueblo que tiene Maquiavelo? ¿Es tan cierto que sólo expresaba el punto de vista de las clases dominantes? ¿Cómo puede conectarse su obra con los actuales conceptos de transición, de consenso o de democracia?

56 Por otro lado, también habría que referirse, desde el punto de vista de la expresión, a las articulaciones simbólicas de su pensamiento, y a los problemas que tácitamente plantea sobre las relaciones entre ideología y poesía. Como se ve, varias son las deudas de esta pequeña introducción con respecto a una lectura integral del autor que nos preocupa.

57 Pero la más importante, que seguramente requeriría casi una vida, y que lentamente parece ir siendo saldada por el trabajo capilar de tantos investigadores, argentinos, es el capítulo sobre la influencia de Maquiavelo en la vida política y cultural de nuestro país, con independencia de toda superficialidad malamente periodística y tratando de dejar de lado los pasionalismos del momento y los prejuicios ante el término "maquiavélico". Roberto Raschella. “Introducción” a Maquiavelo. El príncipe. Editorial Losada, Buenos Aires, 1998., pp


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