ESCULTURA BARROCA EN ITALIA

ACTIVIDAD DE INICIO Un recorrido virtual por una galería virtual con las obras más importantes del siglo XVII europeo https://www.youtube.com/watch?v=jtv38YIzpy8

Durante el Barroco la escultura tiene un gran desarrollo, tanto en bulto redondo como en relieve, independiente o al servicio de otras artes. -La escultura barroca hizo su aparición en Roma en los primeros años del siglo XVII. Muchas veces aparece subordinada a la arquitectura, en hileras horizontales de estatuas para rematar la parte superior de algunos edificios, bien como decoración (escudos, trofeos, cartelas) en exteriores o interiores. -La escultura barroca atrapa al espectador y lo hace partícipe de la acción, está inspirada en la realidad, pero con una intención escenográfica. Se caracteriza también por las actitudes teatrales, con composiciones diagonales y helicoidales, la tensión dramática, la perfección técnica y el pleno dominio de las técnicas y materiales (mármol o bronce).

-Se rompe el equilibrio renacentista y predomina la asimetría -Se rompe el equilibrio renacentista y predomina la asimetría. El movimiento, que busca la apariencia de lo cambiante, culmina a veces en el inestable equilibrio de la línea serpentinata y la captación del cuerpo humano que se agita en espiral, en un intento de plasmar el momento concreto. -Los ropajes de los personajes, agitados por el movimiento del cuerpo, provocan plegados que permiten un juego de luz y sombras. Las diferentes texturas, la alternancia de volúmenes y vacíos y, en general, la exaltación de los valores plásticos buscan poner de manifiesto los sentimientos de los personajes representados. -Los relieves poseen ambientación; en ellos aparece el paisaje con un valor pictórico inspirado en la naturaleza.

-La escultura religiosa representa escenas de martirio, éxtasis místicos y alegorías sobre el triunfo de la fe católica. Este siglo aparecen además nuevas iconografías, como la Inmaculada y los nuevos santos canonizados por la Iglesia católica. -En plazas y fuentes se realiza una escultura de carácter mitológico y alegórico, llena de contenido y símbolos al servicio del poder político.

En Italia, podemos afirmar que también en el resto de Europa, el artista más importante fue Gianlorenzo Bernini. Este artista se convirtió en el protagonista del barroco efectista y teatral, al servicio de la Contrarreforma. Con una técnica extraordinaria y un gran naturalismo, abarcó una temática muy variada, desde la religión a la mitología, pasando por la escultura funeraria, o desde la ornamentación en espacios públicos a retratos de personajes poderosos. Podemos destacar sus grupos escultóricos (los llamados Grupos borghesianos, por ser encargos del cardenal Borghese) en los que aparecen obras mitológicas, como Eneas, el Rapto de Proserpina o Apolo y Dafne, en las que ya comienza a aparecer la intensidad dramática y la captación del movimiento instantáneo que generan juegos de luces y sombras.

El rapto de Proserpina

Grupo de Eneas, Anquises y Ascanio

Apolo y Dafne Fuentes iconográficas: “Metamorfosis de Ovidio” Perfección técnica Tratamiento de las superficies: contraste entre la suavidad de las carnes y la rugosidad del árbol Dinamismo, movimiento Composición diagonal ascendente Conquista total del espacio Líneas abiertas Belleza ideal Expresión de la psicología de los personajes

En el David (1623-1624, Galería Borghese de Roma) rompe con la concepción renacentista del tema, que ya habían ejecutado Donatello o Miguel Ángel. En este caso, Bernini elige el momento en el que el personaje arroja la piedra, con el cuerpo retorcido, los pies anclados en la roca y la tensión reflejada en el rostro, de manera especial en los labios. La intensa torsión reflejada en el cuerpo hace que la escultura posea numerosos puntos de vista.

Es en su madurez cuando las obras de Bernini alcanzan una mayor complejidad y dinamismo, y ello ocurre con obras como Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni (1671-1674, en la iglesia de San Francisco a Ripa, de Roma) y, sobre todo, con el Éxtasis de Santa Teresa.

Éxtasis de Santa Teresa Se trata de un grupo escultórico formado por la figura de Santa Teresa, que se encuentra en posición inestable y un ángel con un dardo dorado en la mano; apoyadas ambas en una nube. El grupo está realizado en mármol blanco, hay un evidente virtuosismo técnico, que apreciamos, por ejemplo en las texturas. La composición es muy dinámica, ajustándose a una línea diagonal. Las formas se abren en todas direcciones, se exageran los gestos, y los ropajes, de quebrados pliegues, se mueven, en un tratamiento de ausencia de peso, de paños flotantes. El rostro de la santa, con ojos desfallecidos y la boca semiabierta, presenta un fuerte contraste con la vitalidad y energía del ángel.

La luz juega un papel fundamental, pues entra por una ventana –de cristal amarillo de la capilla– escondida detrás del frontón, como una luz celestial que ilumina la escena y acentúa los efectos de claroscuro en las ropas de la santa. El tema se basa en un episodio descrito por la santa española (que se encuentra en los escritos dirigidos a su confesor y recogidos en el libro Vida.), cuando en un arrebato de amor místico sintió cómo un ángel le traspasaba el pecho con un dardo. Desde el Concilio de Trento se habían multiplicado las canonizaciones y los artistas se vieron obligados a crear nuevas iconografías (como San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier). La obra fue encargada en 1646 por la familia Cornaro; la santa había sido canonizada en 1622. Este grupo escultórico fue creado por Bernini para la capilla de los Cornaro, en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma. A ambos lados, los miembros de la familia Cornaro asisten a la escena, borrándose así el límite entre el mundo terrenal y el celestial.

Bernini es autor también de grupos funerarios, como las tumbas de los papas Urbano VIII y Alejandro VII en San Pedro del Vaticano. En la tumba del papa Urbano VIII, que posee una estructura piramidal, se representa al Pontífice sedente y en actitud de bendecir en la parte superior, mientras que en la parte inferior las alegorías de la Justicia y la Caridad flanquean el sepulcro.

La tumba de Alejandro VII, situada sobre una puerta, se compone de un grupo escultórico de un carácter dramático y teatral, con el papa en actitud orante y humilde, despojado de la tiara; debajo de él se disponen cuatro figuras (Prudencia, Justicia, Caridad y Verdad) mientras la muerte descorre unos cortinajes para mostrar un reloj de arena, símbolo de la fugacidad de la vida.

Por último, y más relacionadas con su labor de arquitecto papal, realiza una serie de fuentes para embellecer plazas públicas romanas. Entre ellas, la Fuente de la Barcaza, (en la Piazza di Spagna, al pie de la escalinata de la iglesia de Trinità dei Monte), la del Tritón (en Piazza Barberini) o la de los Cuatro Ríos. Esta última se encuentra en la Piazza Navonna, frente a la iglesia de Santa Inés de Borromini y representa cuatro ríos de distintos continentes, encarnados cada uno de ellos por un gigante: Nilo, Ganges, Danubio y Río de la Plata, que simbolizan el carácter apostólico de la Iglesia; sobre ellos se levanta un obelisco coronado por una paloma, símbolo de la familia de Inocencio X Pamphili y del Espíritu Santo.