TEORÍA DEL ETIQUETADO Etiqueta: Palabra, frase u opinión que se refiere al comportamiento y/o “forma de ser” de una persona. Puede actuar como castigo. Implica un juicio de valor negativo sobre la conducta del sujeto. Y por tanto produce los efectos negativos del castigo. La teoría del etiquetado sostiene que cuando se juzga el comportamiento de una persona mediante una etiqueta, ésta es asumida por el sujeto para explicar y justificar su propio comportamiento. Esto provoca lo que se conoce como “profecía autocumplida”, que consiste en que el individuo desarrolla los comportamientos que le llevarán a confirmar la etiqueta. Además deteriora la relación y provoca consecuencias indeseables para un buen ejercicio de la labor educativa.

El proceso inverso es posible, se puede quitar una etiqueta y reetiquetar positivamente a un sujeto. Miguel Costa y Ernesto López (1991) describieron algunos de los riesgos e inconvenientes de la utilización de las etiquetas:   1.      Por su ambigüedad terminológica, no proporcionan información útil sobre el comportamiento y la personalidad. 2.      Por esta misma causa, se prestan a multitud de interpretaciones, incluso contrapuestas, y dificultan los acuerdos y decisiones. 3.      Constituyen generalizaciones que se adscriben a la totalidad personal y en esa medida ensombrecen comportamientos competentes que desmienten la etiqueta.

Se presentan como explicaciones causales del comportamiento, pero en realidad son explicaciones ficticias y circulares, que no dan información de cuáles son los factores que determinan el comportamiento y que puedan ser cambiados. “Se comporta así porque es hiperactivo”, “¿y cómo sabe usted que es hiperactivo?”, “sé que es un hiperactivo porque se comporta así”. Los comportamientos a los que se refieren las etiquetas reciben una gran atención social, y esto a veces se convierte en un poderoso incentivo para el sujeto. Los comportamientos que contradicen la etiqueta reciben menos atención e incentivo social, lo cual contribuye junto con otros factores a que se hagan menos frecuentes. Delimitan y restringen el campo de las alternativas de comportamiento disponibles, limitando el acceso a aquellas que no están definidas por la etiqueta.

Entrenan a quienes las emplean en la búsqueda afanosa de los déficit y errores más que en el rastreo de habilidades, competencia y recursos en los niños y jóvenes o en la comunidad.       Quienes las emplean y quienes las reciben suelen atribuir la causa de los comportamientos inapropiados a la etiqueta. Esto da lugar a la “profecía autocumplida” y a la perpetuación de la etiqueta. Determina en los etiquetados y etiquetadores indefensión, fatalismo y desresponsabilización. “Es así, qué le vamos a hacer”, “hay cosas que no pueden cambiar”. Subestima la raíz ecológica del comportamiento y de la personalidad y lo presenta como algo “de la cabeza” y además inamovible”.