Visión general de Aristóteles

Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C) va a intentar dar solución a los tres principales problemas de la época antigua: la realidad, el conocimiento y el ser humano en su doble dimensión ética y política. Sus soluciones suponen en cierta medida una síntesis de las soluciones anteriores, pero, en igual medida, adoptan una nueva perspectiva original.

Respecto a la realidad, el estagirita vuelve su mirada a la raíz del problema, el planteamiento ontológico de Parménides. Se da cuenta de que desde entonces el ser se ha entendido de dos formas que, a su parecer, son igualmente erróneas: o bien se entiende el ser de un modo unívoco, tal y como lo hicieron el propio Parménides, Sócrates y Platón, relegando el cambio y la multiplicidad al rango de apariencia irreal; o bien se entiende como algo equívoco, tal y como lo entendieron los sofistas, avocándonos a posturas relativistas o escépticas. Para él, el ser es un concepto análogo: se predica y se nos presenta con múltiples sentidos distintos que no se confunden, pero que tienen algo en común.

Este planteamiento le lleva a articular su solución a este problema en torno a dos grandes ejes relacionados entre sí: Los modos en que se nos presenta y se predica el ser son 10, las categorías, de los que el modo fundamental es el de sustancia. Junto al no ser absoluto (no es ni puede llegar a ser) podemos hablar de un no ser relativo o ser en potencia (no es, pero sí que puede llegar a ser) que es la clave en la comprensión del cambio.

Para Aristóteles el modo primario en que se nos presentan las sustancias es el de las entidades concretas (sustancia primera o “prote ousia”) que, salvo en el caso del motor inmóvil que es forma pura o acto puro, son hylemórficas: materia estructurada en una forma. Nuestro entendimiento es capaz de abstraer la forma sustancial de estas entidades y este modo derivado constituye lo que denominamos sustancia segunda (que coincidiría con las esencias socráticas y las ideas platónicas, aunque sin existencia separada de las cosas).

Por otra parte, la materia como tal, en su sentido primario, es algo indeterminado por lo que se identifica con la potencia, mientras que la forma determina lo que algo es y se identifica con el acto. De este modo, se entiende lo físico como algo que, en tanto es material, cambia. Sin embargo, este cambio lo podemos entender y estudiar porque en todo cambio hay algo que permanece y porque obedece a una serie de principios accesibles a la razón, las causas del cambio (material, formal, eficiente y final) y se define como el paso de la potencia al acto.

Por último habría que decir, respecto a este primer problema, que este planteamiento le va a llevar a afirmar por un lado la necesidad de un primer motor inmóvil que, como acto puro, es la tendencia o finalidad de todo ser (teleología); y, por otro lado, a desarrollar su teoría física que consiste en un modelo geocéntrico, que distingue un mundo sublunar y otro supralunar, que se mantendrá durante 10 siglos en su versión ptolemaica.

Para Aristóteles el conocimiento comienza en la facultad cognoscitiva sensible que compartimos con otros animales y que nos proporciona un conocimiento sensitivo: mediante los sentidos externos (vista, oído, tacto, olfato y gusto) y los sentidos internos (sentido común, imaginación, memoria y estimativa) captamos las formas accidentales de las sustancias y constituimos la experiencia. Este conocimiento es un conocimiento de lo concreto y no es un conocimiento científico que, al igual que en Sócrates y Platón, se entiende como conocimiento de lo universal y necesario. Dicho conocimiento lo obtenemos mediante la facultad cognoscitiva intelectual: el entendimiento lleva a cabo una abstracción (“aphairesis”) que nos permite captar los principios y formas sustanciales.

Para conseguir este conocimiento científico, frente a los métodos anteriores tales como el erístico, el mayéutico y el dialéctico, propone un método demostrativo que le va a llevar al desarrollo de la lógica silogística, uno de los mayores legados de su filosofía. También mencionar, aunque sea fugazmente, que dentro del conocimiento intelectual o racional va a distinguir cinco modos distintos: arte o “tékne”, prudencia o “phrónesis”, la ciencia o “episteme”, la inteligencia o “nous” y la sabiduría o “sophía”. Los dos primeros versan sobre lo universal, pero no necesario y los tres últimos sobre lo universal y necesario.

Se puede considerar que Aristóteles es el primero en elaborar una ciencia biológica y desde esta perspectiva entiende al ser humano como uno entre otros seres vivos. Los seres vivos se distinguen de los seres inertes en que tienen un principio vital o alma que les da vida. En consonancia con su hylemorfismo considera que este principio es inseparable del cuerpo ya que constituyen una sustancia. Distingue tres tipos de almas con distintas funciones: vegetativa con las funciones de nutrición, crecimiento y reproducción; sensitiva que a las funciones anteriores añade las de locomoción, sensación y apetito; y racional que además de las funciones anteriores posee voluntad y entendimiento

Esta concepción del ser humano da paso a una ética eudemónica en la que se entiende que la felicidad, como fin último, consistirá en hacer aquello que nos es propio y por ello se entiende lo que nos diferencia de otros seres vivos: voluntad y entendimiento. Como el resto de seres vivos el hombre tiene que hacer frente a una serie de necesidades y apetitos, pero a diferencia de los otros seres vivos ha de afrontarlos mediante la prudencia. Ésta consiste en que la voluntad imponga unos hábitos de vida saludables que dicta la razón: el término medio entre dos vicios, el exceso y el defecto. En esto consistirán lo que denomina las virtudes éticas. Además tiene unas necesidades intelectivas por las que busca el conocimiento. Aquí se imponen otro tipo de virtudes, las dianoéticas, que no están regidas por el término medio porque no hay exceso y que se refieren a los cinco tipos de conocimiento intelectivo, cuyo máximo exponente es la sabiduría

Finalmente, respecto a la política, tiene una concepción teleológica en la que la “polis” es la tendencia o finalidad natural del ser humano, lo que se muestra en dos hechos: el hombre posee la palabra que expresa lo moral y ésta carece de sentido sin la comunidad; el hombre aislado no es autosuficiente y sólo en la polis podrá llevar una vida buena y feliz (contemplación teorética). Aunque en este sentido la polis tiene una anterioridad ontológica a otras agrupaciones humanas, es posterior desde un punto de vista temporal ya que el hombre primero forma la casa familiar, luego la unión de varias familias origina la aldea y la conjunción de varias aldeas la polis. Se concibe el bien común como la finalidad del Estado y en este sentido distingue tres formas correctas de gobierno: monarquía, aristocracia y república. Cuando estas formas de gobierno degeneran en busca de intereses particulares dan lugar a la tiranía, la oligarquía y la democracia. Defiende que el mejor Estado es en el que gobierna una amplia clase media