La ética del discurso.

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Inmanuel Kant Trabajo realizado por: Andrea Sedeño y Sofía Ponce.
Transcripción de la presentación:

La ética del discurso

1. Una ética trascenental Nacida en Alemania a comienzos de los años setenta. Sus creadores, K. O. Apel y J. Habermas, entienden esa teoría como una adaptación o prolongación de la ética kantiana. Surge como decidido intento de oponerse al cientificismo dominante. De acuerdo con el ideal weberiano de la ciencia libre de valoraciones, la racionalidad es siempre técnica, instrumental, y todo juicio de valor, idiosincrático.

Lo mismo para el “racionalismo crítico” de Popper: dada la imposibilidad de justificar hasta el fin nuestras convicciones, los criterios de la acción ética y política dependen a última hora de una decisión de la voluntad que no es a su vez justificable racionalmente. El predominio de la razón instrumental, manipuladora, impide entender la interacción humana de otro modo que en términos de estrategias de poder que buscan el sometimiento del otro; el decisionismo popperiano surte un efecto paralizante al hacer inviable la crítica racional de las normas e instituciones sociales.

Precisamente a estas dos consecuencias negativas del cientificismo dominante se enfrenta la ética del discurso, que afirmará la posibilidad de una fundamentación estrictamente racional de un principio moral incondicionado y, apoyándose en él, revitalizará el ideal moderno de la progresiva emancipación del ser humano.

Para sacar adelante este proyecto, la ética del discurso se vale del método trascendental, que consiste en la identificación de las condiciones de posibilidad de algún hecho descrito. Tanto Habermans como Apel toman como punto de partida los actos de habla: la comunicación humana.

Los actos de habla En los actos de habla están implícitas estas cuatro “pretensiones de validez”: Inteligibilidad Sinceridad Verdad Corrección. Sin la aceptación tácita de estas pretensiones por parte de los interlocutores, la comunicación es imposible.

El discurso La comunicación humana presupone una “situación ideal de habla” (Habermas) o “comunidad ideal de comunicación” (Apel) en la que el consenso finalmente alcanzado por los interlocutores tras un diálogo abierto, desarrollado sin presión de tiempo y en condiciones de simetría, obedezca únicamente a la fuerza de los argumentos aducidos. A este tipo de diálogo orientado al logro de un consenso enteramente racional se le da el nombre técnico de “discurso”

Reformulación del principio kantiano de universalización El presupuesto contrafáctico de la situación ideal de habla permite transformar en clave dialógica el criterio kantiano de universalización que, reformulado de esta suerte, permitirá a la ética del discurso enunciar el principio supremo de la moralidad y servirá de criterio para enjuiciar cualquier consenso fáctico.

Habermas El principio kantiano de universalización es reformulado por Habermas en los siguientes términos: “Toda norma válida habrá de satisfacer la condición de que las consecuencias y efectos secundarios que se seguirían de su acatamiento universal para la satisfacción de los intereses de cada uno (previsiblemente) puedan resultar aceptados por todos los afectados (y preferidos a las consecuencias de las posibles alternativas conocidas)”.

Como el cumplimiento de esta condición sólo puede comprobarse mediante el discurso, de aquí se sigue el siguiente principio moral: “Sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso práctico”.

Apel Por su parte, Apel reformula el imperativo categórico kantiano en estos términos: “Obra solo según una máxima de la que puedas suponer en un experimento mental que las consecuencias y efectos secundarios que resultarán previsiblemente de su seguimiento universal para la satisfacción de los intereses de cada uno de los afectados, puedan ser aceptados sin coacción por todos los afectados en un discurso real; si pudiera ser llevado a cabo por todos los afectados”.

2. Comparación con la ética kantiana Ambas son “éticas de la razón”: la validez de las normas depende exclusivamente del peso de las razones aducidas. Validez universal: el discurso no se da por concluido en tanto no se alcance unanimidad entre los participantes. Reconoce el derecho de todo ser humano – basado en su dignidad y autonomía moral– a participar en igualdad de condiciones en la discusión sobre las normas por la que se ve afectado.

Formalismo: la ética del discurso no enuncia normas concretas, sino que remite a un procedimiento discursivo para su identificación. Ambas se ocupan del deber, única dimensión del fenómeno moral que juzgan universalizable, y renuncian en cambio a proponer una doctrina de la felicidad válida para todo hombre. Se adhiere al rechazo ilustrado de toda forma de dogmatismo o peternalismo.

Diferencias (con la ética kantiana) El uso monológico de la razón práctica es sustituido en la ética del discurso por un uso dialógico de esa facultad. Mientras el imperativo categórico kantiano representa un punto de vista impersonal que puede y debe ser asumido por cualquier persona a título individual, la ética del discurso sostiene que la razón humana es constitutivamente dialógica, interpersonal.

“Teoría consensual de la verdad”: Las teorías clásicas de la verdad como correspondencia presuponen la posibilidad del acceso cognoscitivo a la realidad. En el caso de los principios prácticos, sería el conocimiento filosófico de los “verdaderos intereses” del hombre lo que nos permitiría discernir su grado de verdad o validez.

Para la ética del discurso, la expresión “verdaderos intereses” no responde a un conocimiento privilegiado de una pretendida “naturaleza humana”, sino que oculta intereses ideológicos, manipuladores. Son los propios afectados por las normas quienes han de erigirse en únicos intérpretes legítimos de sus propios intereses.

Afirmar que una norma es válida, por tanto, equivale a sostener que todos los afectados por su entrada en vigor se mostrarían conformes con ella si tuvieran ocasión de participar en un discurso libre de coacción. La verdad práctica no se encuentra “allí fuera” (Rorty) a la espera de ser encontrada, sino que la construyen los hombres mediante el proceso discursivo.

Por último, la ética del discurso toma en consideración las consecuencias previsibles de la observancia de las normas cuya validez se discute, mientras que Kant proscribía, por su naturaleza empírica, este tipo de consideraciones a la hora de fundamentar el principio moral.