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1º Lo negativo: qué nos quita. Nos quita todos los pecados: Primeramente el pecado original y luego todos los pecados actuales que se tengan. 2º Lo.

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3 1º Lo negativo: qué nos quita. Nos quita todos los pecados: Primeramente el pecado original y luego todos los pecados actuales que se tengan. 2º Lo positivo: Además de otros grandes dones, que iremos viendo, nos da primeramente la gracia, que nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia. ¿Qué recibimos por medio del bautismo? Podemos considerar dos partes:

4 Automático Señor y Padre nuestro que en el bautismo

5 nos haces hijos tuyos y miembros de la Iglesia,

6 queremos caminar llevando entre las manos el fuego de la fe,

7 ofreciendo a la gente la flor de la esperanza,

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9 testigos de tu Reino,

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11 Y lo primero que expresamos es que nos quita el pecado original. Esto es difícil de explicar. Hay discusiones de lo que verdaderamente puede consistir; pero sí es algo que está en el fundamento de todo ser humano, por la unión que hay con toda la humanidad. Luego ya viene la tradición, por lo que dice la Escritura sobre los primeros seres humanos. Comenzando con lo negativo, decimos que nos quita todos los pecados.

12 Adán y Eva podrían ser como un símbolo del daño que hay en la humanidad a través de toda su historia. Todo ello se va pegando a nosotros. Y por lo tanto uno nace con una atracción hacia el mal. Sin especificar demasiado, decimos que ese pecado original es lo primero que quita el bautismo. Todos tenemos ese pecado original menos la Stma. Virgen. Es una gracia especial; es el dogma de la Inmaculada Concepción.

13 El bautismo perdona también todos los pecados personales, cuando uno se bautiza de mayor. Para perdonarse estos pecados, es necesario arrepentirse de ellos. Es un dogma proclamado en el Concilio de Trento. Se perdonan también todas las penas merecidas por esos pecados. De modo que si uno muriese en el momento de haber sido bautizado iría derecho al cielo.

14 Podemos decir que se irían al cielo con lo justito para estar para siempre “en la puerta”. Hubo un tiempo en que unos herejes retrasaban el bautismo hasta el momento de morir para poder ir derechos al cielo. Además de que ello es muy peligroso por muchas circunstancias, se privarían de muchas otras gracias necesarias después del bautismo para fundamentar la fe.

15 Por el bautismo se perdonan todas las penas merecidas por esos pecados. La razón de esto es porque el bautismo es una regeneración. Esto significa que se requiere como una muerte total a la vida pasada para comenzar una vida nueva. Es muy diferente a una sanación, que es lo que pasa en el sacramento de la Confesión.

16 Cuando uno ha tenido una enfermedad, sobre todo si ha sido grave, suelen quedar restos o reliquias de esa enfermedad. Así pasa en el alma. Por eso viene la sanación con el sacramento de la confesión; pero cuando uno ha muerto y hay una verdadera resurrección, como será al fin de los tiempos, ya no hay nada de lo anterior. Es una nueva vida. Esto es lo que hace el bautismo.

17 Pero ya decimos que la gracia es la vida de Dios. Es el pasar del estar separado de Dios al estado de amistad. Es el mejor regalo que nunca podremos recibir. Por eso el día del bautismo es el día que más y mejor recibimos: la vida divina. Esa nueva vida consiste en renacer, como decía Jesucristo, a la gracia santificante. Algún día veremos más en detalle sobre la gracia.

18 Y porque es un regalo que se recibe, es por lo que en la Iglesia católica los niños pueden bautizarse. Hay personas de otras religiones que hablan mal de la Iglesia católica por el bautismo de los niños. Arguyen de que para bautizarse uno debe decidir si quiere o no. Dicen que a nadie se le debe obligar a pertenecer a una religión u otra. Pero no se trata de obligar o pertenecer. Se trata de dar y recibir algo grandioso.

19 Si a un niño recién nacido se le da una cantidad de dinero muy grande, los padres estarán muy contentos y el niño, cuando sea mayor, exultará de gozo por la suerte que tuvo al nacer de poder recibir esa cantidad de dinero muy grande. Supongo que no comparare- mos las gracias inmensas que da el bautismo con una cantidad de dinero por muy grande que sea.

20 Hay muchas cosas que los padres dan a sus niños pequeños sin que ellos lo pidan, y muchas veces rechazándolo: Comenzando por la patria, la familia, el apellido, a veces el nombre, que luego ni le gustará a su hijo; las medicinas si las necesita, el alimento, etc. etc. – Lo que hace falta es que le enseñemos luego al niño la maravilla que ha recibido con el bautismo.

21 Es hermoso el ejemplo de san Luis, rey de Francia. Cuando volvía del bautismo algún hijo suyo, le daba un beso muy especial. Y le decía: “Antes eras sólo hijo mío; ahora eres también hijo de Dios”. Y el beso era muy especial, diferente, porque al mismo tiempo que besaba al hijo era como si besase a Dios. Estaba haciendo un acto de amor, porque en su hijo estaba más presente Dios.

22 Por eso con razón decimos, cuando hablamos del bautismo o de lo que el bautismo ha hecho en una persona, que no es un cambio pequeño, sino que es una nueva vida, es pertenecer a la familia de Dios.

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31 San Pablo nos dice, especialmente en la carta a los romanos, que el bautizado es una nueva creación, es hijo adoptivo de Dios, ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina, miembro de Cristo, coheredero con Él y templo del Espíritu Santo. Pertenecemos a Cristo, porque hemos sido incorporados a Cristo en su vida y en su muerte, como dice san Pablo en Col 2,12.

32 Y comenta el papa Benedicto XVI: “El Bautismo, es un encuentro personal con Cristo que conforma toda la vida del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleva a alcanzar la talla adulta de Cristo” (Benedicto XVI).

33 Estas son reflexiones que nos podemos ir haciendo los que fuimos bautizados. Y debemos preguntarnos si en realidad vamos muriendo a la vida vieja, a la vida de pecado, para vivir en Cristo, para incorporarnos verdaderamente en la muerte y resurrección de Cristo.

34 El bautizado comienza a pertenecer a una familia que es comunidad, la familia de Dios, la Santísima Trinidad. Por eso somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Somos morada de la Santísima Trinidad. Por eso dijo Jesús, refiriéndose sobre todo al bautizado, de que aquel que le ama: “vendremos a él y haremos morada en él”.

35 No sólo recibimos la gracia, que es la vida de Dios, sino que al venir Dios a nuestra alma, la embellece con las virtudes y con los dones del Espíritu Santo. Así va creciendo la gracia en el alma. Claro que para que las virtudes y los dones del Espíritu Santo fructifiquen, debemos aceptarlos. Todos son dones de Dios, pero al mismo tiempo quiere que sean mérito nuestro.

36 Por el bautismo somos miembros los unos de los otros. Y pertenecemos a la misma sociedad, porque, como decía san Pablo: “Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”. Y también: “Llegamos a ser como piedras vivas en la Iglesia de Dios para edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo”. Y no sólo el bautismo nos une con Dios, sino que nos incorpora a la Iglesia, Cuerpo de Cristo.

37 Por el hecho de que somos miembros de la Iglesia, ya no nos pertenecemos a nosotros, sino a Cristo para vivir plenamente obedientes y dóciles a las normas de la Iglesia, aunque hay que entender lo de que todos somos Iglesia. En este sentido tenemos derechos y deberes. Los derechos serían; ser alimentados con la palabra y sostenidos con otros auxilios espirituales; pero también deberes, porque estamos vinculados a los demás.

38 Dijimos en los sacramentos en general que hay tres sacramentos que imprimen carácter: Bautismo, Confirmación y Orden sacerdotal o diaconal. Es como un sello especial en el alma. Es como una cierta potencia espiritual ordenada a las cosas pertenecientes al culto divino. Otro don que el bautismo nos da es el carácter sacramental.

39 El carácter sacramental, como es un sello especial que nos asimila a Cristo o nos configura más con Él, no se puede repetir. Esos tres no se pueden repetir porque nos configura con Cristo sacerdote para las funciones de culto, para dar culto a Dios entre nosotros y representar en cierto sentido a toda la humanidad.

40 Nos dice san Pedro en su primera carta (2,9): “Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa”. Es decir, que todos debemos sentirnos como sacerdotes en el sentido de participar en el culto grandioso de Dios.

41 Hay que distinguir el sacerdocio de todos los bautizados del sacerdocio más representativo para el cual se necesita recibir otro sacramento, el del Orden. El sacerdocio de todos los fieles es una especie de ser sacerdotal en cuanto que es una verdadera consagración del ser que distingue al bautizado del que no lo es. Este sello especial lo ven los ángeles. Un día lo veremos en el cielo y ahora lo vemos sólo por la fe.

42 El sacerdocio de todos los bautizados es también una especie de poder sacerdotal en el sentido de mediación. El cristiano bautizado participa activamente en la misa ofreciendo el sacrificio por medio del sacerdote ordenado. En algún momento hace de instrumento de la gracia, como cuando un bautizado recibe (y da) el sacramento del matrimonio.

43 Y nos relaciona con la Iglesia, porque nos incorpora a Cristo, ya que al imprimir este carácter hace a los fieles semejantes y conformes a Cristo. También nos relaciona con la Iglesia porque todos llevamos el mismo sello. Pasa como con los soldados de un rey que tuvieran la misma marca: se conocen y se defienden. El problema del sello cristiano es que es invisible. El carácter sacramental de por sí exige y defiende la gracia.

44 Hay otras realidades del poder conocer que uno es cristiano: Jesús lo dijo. Es el amor, la caridad. El problema es que muchos bautizados no lo tienen y hay otros no bautizados que pueden tener mucho amor o bastante caridad. Este sello de la configuración con Cristo lo veremos en el cielo.

45 “Vosotros seréis un pueblo de sacerdotes, una nación santa”. Quería decir sobre todo que el pueblo tenía que cumplir con un servicio especial a Dios, al ser el único entre todos los pueblos que cumplía la ley. Y luego, que a través de ellos otros muchos pueblos podrían conocer a Dios y darle gracias por toda la creación; y a través de ellos ordenar el culto a Dios. Ya en el Ant. Testamento, cuando Dios escogió su pueblo, el pueblo de Israel, les dijo:

46 En varios otros lugares se hace referencia a este carácter. Y cómo aquellos ancianos que estaban como realizando este culto a Dios, decían: “Digno eres de recibir el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado…” (Ap 5,9). Tienen un poder sacerdotal por su configuración con Cristo. En el Apocalipsis se atribuye este carácter real y sacramental a los redimidos por la sangre de Cristo.

47 Nosotros, como bautizados, debemos dar continuas gracias a Dios, porque está dentro de nosotros. Todo el misterio de la Santísima Trinidad mora en nosotros. Exultante de gozo, como bautizado, puedo exclamar: Yo tengo dentro de mi todo el cielo.

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49 Yo tengo dentro de mi todo el cielo.

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51 me diste aliento de vida.

52 Mi cuerpo humilde, que es barro, se hace imagen divina.

53 Mi cuerpo humilde, que es barro, se hace imagen divina.

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55 Yo tengo dentro de mi todo el cielo.

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57 Que como María, podamos estar siempre con Jesús. AMÉN


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