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III.- MARCO DOCTRINAL 1.- EL PADRE QUE ENVíA A SU HIJO CON UNA MISIÓN: EVANGELIZAR PARA FORMAR DISCÍPULOS MISIONEROS «A Dios nadie le ha visto jamás: El.

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2 III.- MARCO DOCTRINAL 1.- EL PADRE QUE ENVíA A SU HIJO CON UNA MISIÓN: EVANGELIZAR PARA FORMAR DISCÍPULOS MISIONEROS «A Dios nadie le ha visto jamás: El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18). Con este texto de la Sagrada Escritura inicia el Papa Benedicto XVI la tercera parte de su Exhortación post-sinodal Verbum Domini en el que precisamente desarrollará el tema de la Misión de la Iglesia: Anunciar la Palabra de Dios en el Mundo (136). El punto de partida y la categoría fundamental de la doctrina cristiana sobre Dios es el concepto de la misión que significa envío, y que se inició con el envío de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y posteriormente el envío de la Tercera Persona (n. 139).

3 2.- EL HIJO CUMPLE CON LA MISIÓN DADA POR EL PADRE
Jesús de Nazaret, el Hijo Eterno del Padre, dedicó todas sus fuerzas a predicar la llegada del “Reino de Dios”. Durante su vida pública, toda su actividad estuvo destinada a proclamar la llegada del Reino y la necesidad de un cambio personal profundo para estar dispuesto a acogerlo. San Mateo lo ha resumido al comienzo de su Evangelio: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4, ) (n. 142). El Reino se manifiesta en la Persona del mismo Cristo, Hijo del hombre, que vino a servir y a dar su vida para redención de muchos, teniendo una opción preferencial por el marginado (n. 146). La llegada de este Reino, es una nueva realidad que ya está brotando, no es posible definirla. Al referirse a ella, Jesús se sirve de parábolas que presentan la paradoja del Reino como: Una realidad ya presente, pero oculta, pequeña, insignificante y de poca apariencia (Mt13)(n. 149)

4 3.- EL ESPíRITU SANTO, PRINCIPAL IMPULSOR DE LA MISIÓN DADA POR EL PADRE
En la plenitud de los tiempos inaugurada en la encarnación, tenemos que considerar un segundo envío, o misión, en la Tercera Persona de la Santísima Trinidad (n. 151). En la Sagrada Escritura se nos refiere el envío del Espíritu Santo de parte del Padre (Gal 4,6; Jn 14,16.26) pero también es referido como enviado por el Hijo (Lc 24,48; Jn 15,26) (DA 149). El envío del Espíritu Santo mediante la inhabitación en los corazones de los fieles (1Cor 3,16; 6,19; Rom 5,5; 8,11) es invisible pero no inverificable (n. 152). El Espíritu Santo, para darle continuidad a la misión del Hijo, remitirá a los gestos y palabras del Señor Jesús y les dará inteligencia de los mismos (Jn 14,26); les dará fuerza para afrontar al mundo en nombre de Jesús, para descubrir el sentido de su muerte y para dar testimonio del misterio divino que se realizó en este acontecimiento escandaloso: la condenación del pecado, la derrota de Satán y el triunfo de la justicia de Dios (Jn 16,8-11) (n. 157).

5 4.- EL ESPÍRITU SANTO CONTINÚA LA MISIÓN DE JESUCRISTO A TRAVÉS DE LA IGLESIA
La Iglesia efectivamente le ha dado continuidad a la obra de la Evangelización gracias a la acción del Espíritu Santo. (n. 158) “Sin el Espíritu Santo Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia es una simple organización, la autoridad es una dominación, la misión es una propaganda, el culto es una evocación y el obrar del cristiano es una moral de los esclavos”. “Pero en Él, el cosmos se levanta y gime en la infancia del Reino, Cristo ha resucitado, el Evangelio aparece como potencia de vida, la  Iglesia como comunión Trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el hacer  humano es algo divino”. Lo que hace y constituye como Iglesia en Pentecostés a todos aquéllos que "estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos quedaron llenos del Espíritu Santo" (Hch 2,4). (n. 159)

6 5.- EL ESPÍRITU SUSCITA DISCÍPULOS MISIONEROS EN LA IGLESIA NACIENTE
En la acción del Espíritu después de Pentecostés se hallan los mismos rasgos observados ya en la persona de Jesús, pero ahora efectuados por la Iglesia naciente. Por una parte, prodigios y gestos excepcionales: hombres inspirados (Hch 2,4.5.11), enfermos curados y posesos liberados (Hch 3,7; 5, ), heroica intrepidez de los discípulos (Hch 4,13.31; 5,20; 10,20), se repite la Oración de Jesús (Hch 7,59s; 21,14), se perpetúa en la Fracción del Pan la Acción de Gracias de Jesús y se mantiene entre los hermanos la unidad (Hch 2,42; 4,42) (DA, n. 150). Por otra parte, estas maravillas testimonian que es posible la conversión, que se perdonan los pecados, que ha llegado la hora en la que, en la Iglesia, Dios ha derramado plenamente su Espíritu (Hch 2,38; 3,26; 4,12; 5,32; 10,43) (n. 168).

7 “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). “Acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Y el Señor agregaba al grupo a los que se iban salvando” (Hch 2,46-47). “La multitud de los creyentes tenía un sólo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común. No había entre ellos algún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas, lo ponían al pie de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch 4,32-35).

8 5.1.- EN LA ACCIÓN PROFÉTICA
Ante todo está la fidelidad a la doctrina enseñada por los apóstoles, que es la misma del Señor Jesús, el cual les había encargado: “Vayan y hagan discípulos enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt 20,19-20). Así ha de ser la Iglesia de todos los tiempos. En ella no hay más que un solo Maestro, que es el Señor Jesús. No existen más doctrina ni verdades que las confiadas por el Señor Jesucristo a su Iglesia (n. 176) El Papa Benedicto XVI ha recordado que la Iglesia es “Maestra de la Escucha y Casa de la Palabra” (n. 177).

9 5.2.- EN LA ACCIÓN LITÚRGICA
Un lugar destacadísimo y primario en la vida de la primera comunidad cristiana lo constituía la “Fracción del Pan”, es decir, la celebración de la Sagrada Eucaristía. La "fracción del pan" se impuso además como la actualización cristiana de la fiesta pascual judía en una clave eucarística (n. 179). La oración ocupaba también un lugar muy destacado, en vínculo con la Eucaristía e independiente de ella, y hasta en el Templo de Jerusalén. Al parecer los creyentes tenían oraciones propias (Hch 2,46; 3,1; 5,12.21), aparte de las que hacían inicialmente como judeocristianos en el Templo judío (n. 181).

10 5.3.- EN LA ACCIÓN CARITATIVA
Un punto destacado en la primitiva comunidad es el de la caridad entre todos sus miembros. Un amor espiritual que suscita una de las afirmaciones más bellas que se pueden decir sobre la Iglesia: “tenían un sólo corazón y una sola alma” (Hch 4,32) (DA, n. 159). Pero se trata de un amor efectivo, no teórico ni sólo afectivo, porque todos se volcaban sobre los que tenían necesidad. Efectivamente esta dimensión de la vida cristiana dará origen a la institución de los diáconos (Hch 6,1-7) (n. 182). La comunidad de bienes es confirmada por San Pablo al hablar de la colecta a favor de los pobres de Jerusalén (Rom 15,26; Gál 2,10; 1Cor 16,1-3), y es vista como una característica de la ética cristiana, que condena la riqueza y ensalza la pobreza (Lc 1,53; 6,24; Mc 10,23; 2Cor 8,9; Sant 5,1) (n. 183).

11 5.4.- EN LA ACCIÓN MISIONERA
Aunada a las tres dimensiones pastorales claramente percibidas en el actuar y en el vivir del cristianismo primitivo, hemos de notar que la Iglesia nació y se entendió misionera desde el principio, como lo comprueba la predicación de Felipe en Samaria (Hch 8,4-8), la acción apostólica de San Pedro con el Centurión Romano (Hch 10,44-48) y la misión de San Pablo y San Bernabé en Antioquia (Hch 13,2-11) (n. 185). Es igualmente notable la conducta valiente de los apóstoles en medio de la persecución. El pueblo respetaba a los discípulos, pero las autoridades judías no tardaron en promover las persecuciones (Hch 5,17-41). Sin embargo, los apóstoles se mostraron fieles seguidores del querido Maestro, que ya les había prevenido: “Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán” (Jn 15,20), por lo que la Misión se convirtió en la vida misma de la Iglesia (n. 186).

12 6.- LA VIRGEN MARÍA COMO MODELO DE DISCÍPULA-MISIONERA
La V. María es heredera de la esperanza de los justos de Israel y primera entre los discípulos de Jesús (n. 187) Aquella que es Madre de Jesús y Madre nuestra nos muestra en el Cántico del Magníficat que no se puede separar la verdad sobre el Dios que salva de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes. Este elemento ha hecho que el venerado Papa Juan Pablo II afirmara de ella: “María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad” (n. 188). En María encontramos inspiración para el seguimiento de Cristo. Porque el cristianismo no consiste en fórmulas, ideología y conceptos, sino que es, ante todo, don, presencia, experiencia y vida (n. 189). María es la perfecta seguidora de Jesús desde el anuncio del ángel hasta el pie de la cruz. La unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte (n. 193).

13 7.- EL MUNDO, COMO DESTINATARIO DE LA EVANGELIZACIÓN Y LA MISIÓN DE LA IGLESIA
La voluntad del Padre sobre la persona humana que ha sido conocida en el envío del Hijo y en el envío del Espíritu Santo, y que ha tenido un modelo muy especial en la persona de la Virgen María, se vincula estrechamente con la comunidad de la que el hombre forma parte. La comprensión adecuada de la doctrina cristiana necesitará que se tenga presente la dimensión social y comunitaria de la vocación humana unida al nacimiento del pueblo de Dios (n. 196). La Iglesia es servidora de la salvación no en abstracto o en sentido meramente espiritual, sino en el contexto de la historia y del mundo en que el hombre vive (n. 197). En la Misión de la Iglesia tendrá siempre un lugar especial el unir el anuncio con el testimonio (n. 199).

14 8.- EL EJERCICIO PASTORAL DE LA IGLESIA
El cumplimiento de la misión que ha recibido la Iglesia de Jesús en el Espíritu Santo y que tiene al mundo como destinatario está estrechamente relacionado con el ejercicio de la pastoral (n. 200). Se entiende por acción pastoral el cuidado que Dios, Buen Pastor, provee y efectúa en su solicitud a favor de su rebaño, y éstos se manifiestan hoy en día a través de aquéllos que instituidos como ministros por el Pastor de Pastores cuidan al rebaño de Jesús en la Iglesia (n. 201). De esta manera, mediante la acción pastoral, la Iglesia se convierte en un signo visible y efectivo de la presencia de Jesucristo en el mundo (n. 203) Estas tres vertientes (anunciar, celebrar y ejercer la caridad) son constitutivas de la acción pastoral que la Iglesia realiza y han sido conocidas como: Pastorales Catequética, Litúrgica y Social (n 204).

15 LA PASTORAL ORGÁNICA Por Pastoral entendemos todo el complejo conjunto de actividades que la Iglesia realiza para conseguir sus propios objetivos: Hacer presente y operante el Reino de Dios aquí en la tierra así como el dirigir la mirada y esperanzas de los que son de Cristo hacia su realización plena en la eternidad (n. 205). Entendemos por Pastoral Orgánica una acción organizada de todo el pueblo de Dios para realizar la misión de la Iglesia: la evangelización integral que se preocupa del conocimiento, celebración y vivencia de la fe cristiana; en la que se incluyen actitudes que nos liberan de todo aquello que afecta el proyecto de Dios, así como se vuelve promotora de toda la persona, de todas las personas y de las culturas; en situaciones históricas y sociales concretas que condicionan la comprensión y la realización del propósito salvífico de Dios (n. 206).

16 8.2.- LA RENOVACIÓN PASTORAL
La propuesta del Documento de Aparecida para nuestra Iglesia latinoamericana en orden a conservar la fidelidad a nuestro mismo ser como Iglesia es: hacer que toda la Iglesia sea discípula-misionera (DA 363) (n. 208). La V Conferencia en Aparecida ha hecho alusión al mal funcionamiento de la parroquia como institución inadecuada para nuestros tiempos de urbanización creciente y de secularización. Se nos invita para que comprendamos la necesidad de que la parroquia sea subdividida o sectorizada en comunidades menores (DA 372) de pequeños grupos con una mejor relación (n. 212). Resulta inaplazable la renovación de la parroquia, por medio de su “sectorización en unidades menores” y la constitución, dentro de los sectores, de “comunidades de familias” para fomentar la vida en comunidad y responder a sus problemas concretos (DA 384) (n. 213).

17 8.3.- LA PARROQUIA RENOVADA
El proyecto pastoral de la Renovación Parroquial en la arquidiócesis tiene como finalidad el que en un espíritu misionero renovado lleguemos a los más alejados y marginados de las comunidades (n. 214). En las parroquias, la Eucaristía debe convertirse en el centro del domingo para el bautizado (n. 216). Las parroquias son células del cuerpo eclesial diocesano; por tanto, deben estar unidas entre sí, con el presbiterio y con su cabeza, el Obispo, su Pastor. Es por ello, que un Plan de Pastoral Parroquial deberá concretizar el Plan de Pastoral Orgánica Diocesano y la respuesta a las exigencias propias de la comunidad (n. 218). Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la parroquia; o sea, el “misterio” mismo de la Iglesia presente y operante en ella (n. 219). La Palabra de Dios debe ser en la renovación parroquial no tan sólo el alma de la liturgia sino también el alma de toda la pastoral (n. 222).

18 9.- LA ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNIÓN.
La noción de Comunión es fundamental en la eclesiología del Vaticano II, ya que ilumina la definición de la Iglesia. La Iglesia se define “en Cristo como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 9) (n. 227). La Orient. Past. “Vivo en la Fe del Hijo de Dios” (p. 9) al referir el Compromiso con la Iglesia indica que debe ser un compromiso activo y no pasivo, y para ello recurre a imágenes de la eclesiología de comunión (n. 229): “El compromiso de un cristiano con la Iglesia es el mismo que el de un órgano con el cuerpo: su existencia cristiana no puede darse separado de ella. La Iglesia no es un equipo donde cada uno es sustituible por otro porque sólo importa su función. No, es un cuerpo, en el que Cristo es la cabeza (Ef 1,23); un cuerpo en el que actúa el Espíritu Santo, donde cada cristiano es insustituible y no por lo que hace, sino por lo que es: miembro de Cristo, hijo de Dios”. El sustento de la comunión en la Iglesia está en la misma comunión del Dios Uno y Trino (n. 230).

19 10.- LA ASAMBLEA ECLESIAL DIOCESANA 2010 Y EL NUEVO PLAN DE PASTORAL ORGÁNICA 2011-2015.
Buenos frutos del Plan de Pastoral Orgánica : nos ha ayudado para lograr una mayor conciencia de un trabajo más organizado y así implementar nuevas estructuras en la arquidiócesis, como por ejemplo: las Asambleas Diocesanas anuales, las Asambleas por Zonas Pastorales, Decanales y Parroquiales. Hoy hay más Parroquias que elaboran sus Programas anuales y hemos avanzado al tener resultados más concretos a través de las evaluaciones que se realizan sobre nuestro quehacer pastoral (235). Hoy en día y "en un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño, no hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante” (VD 2), por lo cual es necesario realizar una Pastoral de Conjunto bien Organizada que dé respuesta a la situación que vive nuestra patria y nuestra sociedad (n. 236).

20 De esta manera la Sexta Asamblea Eclesial Diocesana efectuada del 30 de Noviembre al 02 de Diciembre del 2010 se ubicó ante una realidad que exige de la Iglesia el prepararse, para dar una respuesta salvadora y liberadora ante estas corrientes que confunden y distraen al ser humano y que lo alejan de Dios (n. 237).


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