APRENDER y ENSEÑAR Aprender a enseñar para Enseñar a aprender

Aunque puedan sonar bonitas, expresiones poéticas como: Me enseñaban las piedras, los ríos, las nubes, su perro le enseñó el sentido de la amistad, todo lo que hay a tu alrededor te enseña, verdaderamente no son correctas. Es muy posible que yo, si lo deseo y estoy en las condiciones adecuadas, pueda aprender observando las piedras, los ríos, las nubes. Es muy probable que tú, si lo deseas y te dispones a ello, puedas aprender cuidando y jugando con tu perro y descubras dentro de ti sentimientos muy parecidos a la amistad. Desde luego, él, ella y todos podemos aprender prestando atención y reflexionando sobre lo que acontece a nuestro alrededor. En todo caso somos él, ella, tú y yo los que aprendemos. Y podemos aprender mirando las piedras y sin mirarlas, jugando con nuestro perro y sin tener perro con el que jugar, observando lo que acontece y sin que nada especial acontezca.

Para aprender es necesario: poder, querer y saber.

Aunque la igualdad de todos los seres humanos ante la Ley sea la máxima aspiración democrática, que sin duda estará muy bien cuando sea reconocida en cuanto a derechos sociales, en el desarrollo individual hay muchas diferencias entre los seres humanos. El desarrollo óseo-muscular, neurológico y sensorial es específico en cada individuo. O sea, que no todos "pueden" lo mismo. Hay personas dotadas para los deportes, otras para la música, otras para la danza, algunas para la escritura y otras para la declamación. Algunas personas son capaces de leer y comprender muchas materias, otras son capaces de desarmar y volver a recomponer cualquier aparato, otras pueden hacer con su cuerpo verdaderas proezas. Para aprender es necesario poder comprender, relacionar, interpretar, extrapolar, generalizar, y ser capaz de llevar a cabo otras funciones.

Una persona puede negarse a aprender en un momento determinado o con una técnica específica. Un alumno que está siendo observado puede, por ejemplo, mover los ojos como si leyera y no leer. Incluso si se siente obligado a leer en voz alta, puede hacerlo al tiempo que se niega a comprender. Si tiene que presentarse a un examen y aprobar pero no quiere aprender, puede grabar los conceptos y nociones estudiados en una capa superficial de su memoria y volcarlos en el examen para no recordarlos más. Es decir, si alguien no quiere aprender, no aprende. Si un alumno no quiere aprender, no aprenderá ni con el mejor de los profesores. Del mismo modo, si alguien tiene interés en aprender, buscará los medios, el tiempo y las ayudas necesarias y aprenderá. Si un alumno quiere aprender, aprenderá con el mejor de los profesores, con el peor de los profesores y hasta sin ningún profesor.

A veces las personas pueden y quieren aprender, pero no saben aprender. Esta asignatura debería estar en todos los planes de estudio, pero n es así, la mayoría aprendemos con mucho esfuerzo y poco rendimiento. Y tenemos la impresión de que no nos gusta estudiar. Y, sin embargo, hay técnicas y métodos para estudiar y para aprender que facilitan grandemente el rendimiento y por tanto aumentan la satisfacción en el estudio. Para aprender hay que saber estudiar. Seguramente el mejor regalo que pueden hacer los padres a sus hijos es facilitarles el acceso a unas buenas técnicas y hábitos de aprendizaje. Seguramente la mejor labor docente que pueden hacer los profesores es compartir con sus alumnos técnicas y procedimientos de estudio. Y hasta de preparación de exámenes.

Todos aprendemos. Es más, todos aprendemos constantemente. Algunas personas creen que pueden elegir entre aprender y no aprender; otras ya hemos comprendido que la única elección posible es entre aprender por las buenas y aprender por la malas. Cuando nos resistimos a aprender, y más aún cuando nos empecinamos en no aprender, lo que la vida nos está enseñando, acabamos sufriendo y aprendiendo con dolor. Así que mejor prestemos atención a lo que la Vida demanda de nosotros en cada momento y vivamos cada experiencia como una oportunidad para aprender un nuevo conocimiento, actitud o habilidad, que nos enriquecerá como personas y nos ayudará a ser más capaces y más felices.

Todos aprendemos, pero no todos enseñamos. Para enseñar hay que poder, querer y saber enseñar.

Para enseñar hay que poder enseñar. Recuerdo que tuve un profesor durante el bachillerato que tenía una voz tan "oscura" que apenas resultaba inteligible. Algún problema en la garganta y las cuerdas vocales le obligaban a estar constantemente comiendo pastillas juanolas o caramelos para aclararse un poco la voz, y aún así, él lo reconocía, resultaba difícil comprender sus explicaciones. Sabía mucho de su materia pero tenía serias dificultades vocales para impartirla.

Para enseñar es necesario querer enseñar, tener la intención de enseñar. Así que lo más probable es que piedras, ríos, nubes, perros, gatos, ni pretendan enseñar nada, ni sepan que existe alguien que quiere aprender. Enseñar es una intención que creemos especifica de los seres humanos. Claro que no todos los seres humanos tienen la intención de enseñar.

Y ni siquiera todos aquellos que pretenden enseñar lo consiguen. Ya lo dice el adagio: Nadie puede enseñar lo que no sabe. Para enseñar es necesario saber enseñar. Además de saber Matemáticas, Ebanistería, Fontanería, Psicología, según sea la materia de su especialidad, ha de saber enseñar lo que quiere enseñar. O sea, que para poder enseñar es necesario que aprendamos a enseñar. Así que el objetivo de los formadores y profesores es Aprender a enseñar para Enseñar a aprender.

La Formación es un ámbito profesional en el que viven, conviven y a veces sólo mal viven, verdaderos expertos junto a reproductores de la simulación, funcionarios de plena dedicación junto a trabajadores temporales, profesionales con formación junto a maestros de la improvisación, seres automotivados por su vocación de servicio y otros movidos por su necesidad más básica de supervivencia. Sin duda cada uno está haciendo su labor lo mejor que puede con la formación y recursos de que dispone.

Tampoco es que cuando alguien aprende a enseñar ya sabe enseñar cualquier materia a todos los alumnos posibles en todo tiempo y en todo lugar. Cada ser humano es único, todos los alumnos y todos los formadores son diferentes, y la realidad es siempre cambiante. Seguramente nunca terminaremos de aprender a aprender, seguramente nunca terminaremos de aprender a enseñar; de ahí el planteamiento de la Formación Continua y Permanente. La evolución de la sociedad en general y del mercado laboral en particular exigen nuevos aprendizajes, nuevas tecnologías que reclaman frecuentemente nuevas metodologías, y nuevas competencias profesionales de los formadores.

A veces la formación se decanta fuertemente hacia lo intelectual, como la formación académica, llena sin duda de materias y saberes importantes, y en ocasiones lejanos de la realidad cotidiana del mundo del trabajo. Otras veces la formación se limita a una trasmisión de saberes concretos, trucos del oficio, válidos para un entorno pequeño en el espacio y breve en el tiempo. Si quieres ser un buen profesional: No aprendas solamente los trucos del oficio, aprende el oficio.

El oficio de “enseñar a enseñar” es propio del Formador de Formadores. El formador no sabe todas las respuestas, ni siquiera conoce todas las preguntas. Porque en alguna medida todos somos corresponsables de la realidad que creamos y del mundo en que vivimos, la Formación sólo merece este nombre si ayuda a sacar lo mejor de cada individuo, profesores y alumnos, con el expreso deseo de compartir experiencia y aprendizaje, para el beneficio mutuo personal y de la sociedad en general.