LA METODOLOGÍA DE JESÚS: EL ENCUENTRO Tema 4 LA METODOLOGÍA DE JESÚS: EL ENCUENTRO

Objetivo específico Aprender a los pies de Jesús su método: el encuentro cercano y misericordioso”.

Canto: “HAZME UN INSTRUMENTO DE TU PAZ”. Hazme un instrumento de tu paz; donde haya odio lleve yo tu amor, donde haya injuria tu perdón Señor, donde haya duda fe en ti. Maestro ayúdame a nunca buscar el ser consolado sino consolar ser entendido sino entender ser amado sino yo amar. que lleve tu esperanza por doquier, donde haya oscuridad lleve tu luz, donde haya pena tu gozo Señor. Maestro ayúdame a nunca buscar… Hazme un instrumento de tu paz; es perdonando que nos das perdón, es dando a todos como Tú nos das, muriendo es que volvemos a nacer.

Oración inicial Amigo Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas. Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te cansas de escucharme; jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo. Gracias Jesús por estar siempre a mi lado. Amén.

I. VER CON LOS OJOS DEL PADRE

Al escuchar las palabras del Papa Francisco que nos recuerda que “el verdadero poder es el servicio”, nos remiten a uno de los textos bíblicos esenciales del cristianismo, Mt 25, 34-40: “Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me hospedaron. Estuve desnudo y me vistieron, enfermo o encarcelado y fueron a verme… en verdad les digo que cuando lo hicieron con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicieron”. Este texto nos permite ver y descubrir que el camino que quiere Dios para sus hijos, y así lo hace Jesús, es ir al encuentro del hermano necesitado.

La fraternidad o la unión entre los seres humanos no es sólo una mutua correspondencia de amigos, sino que es una preocupación por crear condiciones fraternas con todos, no sólo con los que nos quieren y tratan bien. El amor no debe ser sólo una idea abstracta, sino debe manifestarse en obras concretas: Dar de comer, vestir, visitar al enfermo, entre otras.

II. JUZGAR CON LOS CRITERIOS DEL HIJO

Jesús nos muestra un itinerario para ir al encuentro del hermano necesitado. Nos lo presenta como un método posible y necesario para todo aquél que quiera seguirlo: Si queremos conocer y servir al hermano es preciso salir a su encuentro para verlo con ojos de misericordia y escuchar su tristeza o desaliento. Reflexionemos sólo dos pasajes bíblicos, de muchos que hay, que nos sirven como ejemplo para conocer el método de Jesús:

“El encuentro de Jesús y Zaqueo” Lc 19, 1-10 Entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad. En esto un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Para verlo se adelantó corriendo y se subió a una higuera, porque tenía que pasar por allí. Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa”. Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver aquello murmuraban todos: “¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!” Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero se lo restituiré cuatro veces”. Jesús le contestó: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también él es hijo de Abrahán”. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo. Palabra de Dios.

Jesús mira con ojos de misericordia al pecador y provoca un encuentro de salvación. Jesús no sólo acepta las invitaciones de los “pecadores” e impuros (Lc 5, 29; 15, 1) sino que Él mismo se hace invitar por ellos. A Zaqueo, que era considerado un “pecador e impuro” (según los criterios de escribas y fariseos), Jesús le dice que se hospedará con él.

El encuentro con Jesús debe transformarnos; no podemos seguir siendo los mismos. La conversión, de manera especial en este tiempo de Cuaresma, debe implicar un cambio no sólo de pensamiento sino sobre todo de actitudes. A Zaqueo el encuentro con Jesús y su conversión le afecta su posición económica, pero ya no le importa porque consigue dos cosas que le asemejan a Dios: justicia y generosidad. Y sólo así podrá hacerse de un tesoro que valga ante Dios.

III. ACTUAR BAJO EL IMPULSO DEL ESPÍRITU SANTO

“Debemos tener un corazón capaz de amoldarse a cualquier persona, capaz de amar a quienes no tienen ninguna razón para ser amados; sólo así tendrá sentido nuestra vida” (Santo Cura de Ars). Es urgente salir al encuentro del hermano con los brazos abiertos del Crucificado que nos reconcilia en el amor. Su Santidad San Juan Pablo II, nos invita a tener la disponibilidad de dejarse absorber por el otro, que se concreta en la compasión y en la escucha atenta y misericordiosa (PDV 22).

ORACIÓN FINAL Madre Inmaculada queremos agradecerte el cuidado constante con que acompañas nuestro camino, el camino de las familias, de las parroquias, de las comunidades religiosas; el camino de aquéllos que todos los días pasan por la ciudad para ir al trabajo; de los enfermos, de los ancianos, de todos los pobres, de tantas personas que emigran desde tierras de guerra y hambre. ¡Oh Madre, ayúdanos a desarrollar los “anticuerpos” contra algunos virus de nuestros tiempos: la indiferencia, la mala educación cívica que desprecia el bien común, el miedo al diferente y al extranjero, el conformismo, la resignación a la degradación ambiental y ética! Ayúdanos a rechazar estos y otros virus con los anticuerpos que provienen del Evangelio.

ORACIÓN FINAL Concédenos también a nosotros fijar la mirada en tus manos abiertas que dejan caer las gracias del Señor, y despojarnos de toda arrogancia orgullosa, para reconocernos como verdaderamente somos: pequeños y pobres pecadores, pero siempre hijos tuyos. Y así poner nuestra mano en la tuya para dejarnos conducir a Jesús, nuestro Hermano y Salvador, y al Padre Celestial, que nunca se cansa de esperarnos ni de perdonarnos cuando regresamos a Él. ¡Gracias, oh Madre, porque siempre nos escuchas! Amén Papa Francisco en la Plaza de España, en Roma