El valor cristiano de la vida ordinaria

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Transcripción de la presentación:

El valor cristiano de la vida ordinaria La santidad en la vida ordinaria, según las enseñanzas de san Josemaría escrivá

1. Valor cristiano de la vida ordinaria “Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino” “Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cristianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más diversos lugares del mundo (Homilía sobre la Navidad, Es Cristo que pasa, n. 14)

1. Valor cristiano de la vida ordinaria Aunque en la vida haya acontecimientos llamativos, sucesos en una u otra medida extraordinarios, la realidad es que la existencia cotidiana está formada por el sucederse de días llenos, de ordinario, de sucesos menudos y con frecuencia muy parecidos a los de jornadas anteriores. Y todos esos sucesos tienen valor ante Dios. Dios no es un ser lejano, que se limita a crear el mundo y a dotarlo de leyes, sino que es un Dios cercano, cuyas “delicias están entre los hijos de los hombres” (Pr 8), que ama a sus criaturas una a una, y que lleva su amor hasta el extremo de hacerse hombre, compartiendo, en Cristo Jesús, nuestro modo de vivir, en lo pequeño y en lo grande.

1. Valor cristiano de la vida ordinaria La luz de la fe manifiesta, en suma, que todos los hechos y situaciones que integran la existencia constituyen otras tantas llamadas que Dios dirige para que el hombre entre en relación con Él, se abra al cumplimiento de la voluntad divina y se disponga al servicio de los demás hombres, con actitud de confianza en Dios y de entrega. “Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir” (Homilía en el campus de la Universidad de Navarra).

1. Valor cristiano de la vida ordinaria El cristiano en su vida ordinaria puede y debe: a) tratar a Dios, saberse en su presencia, solicitar su ayuda, responder al amor divino con el propio, también en lo que puede parecer irrelevante, porque todo lo nuestro interesa a nuestro Padre Dios. “¿No se vende un par de pajarillos por un as? Pues bien, ni uno solo de ellos caerá en tierra sin que lo permita vuestro Padre. (...) No tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos” (Mt 10, 29-31).

1. Valor cristiano de la vida ordinaria El cristiano en su vida ordinaria puede y debe: b) contribuir mediante el desempeño de las propias ocupaciones y tareas al progreso de la sociedad humana y a la realización del gran designio divino de la salvación, en la media en que esas tareas, vividas con amor, en cumplimiento de la voluntad divina y acogiendo con docilidad las inspiraciones del Espíritu Santo, se unen al ofrecimiento que Cristo hizo de su propia vida y participan en consecuencia de su eficacia redentora;

1. Valor cristiano de la vida ordinaria El cristiano en su vida ordinaria puede y debe: c) participar mediante el ejemplo de una vida ordinaria y coherente, y el testimonio de una palabra sencilla y oportuna, en la misión que incumbe a la Iglesia entera de extender a lo largo de los siglos el mensaje del Evangelio hasta atraer hacia Cristo, y en Cristo hacia Dios Padre, a toda la humanidad.

2. Vida ordinaria y trabajo La existencia ordinaria está formada por una amplia diversidad de realidades y tareas: trabajo, descanso, juego, cultura, vida familiar, relaciones sociales y de amistad, actividades económicas y políticas, salud, enfermedad, tristezas, alegrías... Estas realidades están presentes de una u otra forma, en cada concreta existencia, a cuya fisonomía contribuyen, aunque no todas tengan la misma importancia. De entre ellas, cabe destacar una que reviste manifestaciones muy diversas, pero que siempre se da en la vida de todo hombre y de toda mujer: el trabajo.

2. Vida ordinaria y trabajo “Bendijo Dios [a Adán y a Eva] y les dijo: Sed fecundos, y multiplicaos, y llenad al tierra y sometedla: dominad en los peces del mar, en la aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra” (Gen 1, 28). La historia humana pone de manifiesto la constante presencia del trabajo y su desarrollo mediante la progresiva utilización de una amplia variedad de instrumentos que han ido facilitando el dominio sobre la materia.

2. Vida ordinaria y trabajo “El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su domino sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 47.

2. Vida ordinaria y trabajo “Para un cristiano, esas perspectivas se alargan y se amplían. Porque el trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios [...]. Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora”. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 47.

2. Vida ordinaria y trabajo “Vuestra vocación humana es parte, y parte importante de vuestra vocación divina”. Por tanto, el trabajo, que ocupa en la tierra los días de todos los hombres, confirmando su personalidad, y que es para cada uno la manera peculiar de estar en el mundo, no es ajeno a los planes de Dios. De ahí que la vocación cristiana lleva a realizar el trabajo y todas las ocupaciones cotidianas por amor a Dios y con espíritu de servicio a los demás hombres. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 46 y Conversaciones, nn. 10 y 27.