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Publicada porFrancisco Luna Rivas Modificado hace 8 años
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Meditación sobre el Meditación sobre elEvangelio del próximo Domingo
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Meditación sobre el Meditación sobre elEvangelio del próximo Domingo 27 de Octubre de 2013
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30º DOMINGO DURANTE EL AÑO El Señor valora más la forma de relacionarnos con los hermanos que las prácticas religiosas
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Evangelio: Lucas 18, 9-14
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Refiriéndose a algunos Refiriéndose a algunos que se tenían por justos
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y despreciaban y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
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Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano.
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El fariseo, El fariseo, de pie, oraba así:
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«Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres,
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que son ladrones, injustos y adúlteros;
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ni tampoco como ese publicano.
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Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
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En cambio el publicano, manteniéndose a distancia,
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no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo,
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sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
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«¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
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Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado,
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pero no el primero.
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Porque todo el que se eleva será humillado
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y el que se humilla será elevado». Palabra del Señor
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A nadie le gustaría que lo llamasen “fariseo”…
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pero ¡cuánta semejanza en la actitud de este personaje con la de muchos de nosotros!
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El supuesto “justo” no recibe la bendición del Señor
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porque Él no valora tanto las prácticas religiosas (ayunar, dar el diezmo)
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como la forma de relacionarnos unos con otros
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Este fariseo -como tantos católicos- estaba entre los devotos
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que, por eso, «se tenían por justos y despreciaban a los demás»
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Muchas veces nuestra oración y nuestras actitudes hacia Dios, quiérase o no; conscientemente o no…
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también se desarrollan como una negociación con Él
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(“yo cumplo: voy a Misa, rezo el rosario, pago el 1%... ahora cúmpleme tú”)
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porque Él no nos debe nada sin comprender que no “merecemos” nada
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Por el contrario, si somos honestos, tendremos conciencia, como el publicano, de que necesitamos su piedad
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porque nos hemos alejado demasiado habitualmente de los caminos solidarios y fraternos a los que Él nos convoca
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Descubriremos, entonces, que quien se humilla sinceramente de esta forma
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puede ser elevado a la felicidad
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de quienes están más cercanos al querer del Señor
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gozándose de haber logrado superar el agobiante espíritu de competencia
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que lleva a compararse permanentemente con otros
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y reemplazarlo por el aliviador sentido de fraternidad
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que implica aceptar a los demás como son, para poder ser aceptados de la misma manera por ellos.
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Que, reconociendo tu misericordia, Señor, aprendamos a ser misericordiosos con los demás a nuestra vez. Así sea.
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