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Credo 4 Creo en Jesucristo, Nuestro Señor.

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Presentación del tema: "Credo 4 Creo en Jesucristo, Nuestro Señor."— Transcripción de la presentación:

1 Credo 4 Creo en Jesucristo, Nuestro Señor

2 En el Antiguo Testamento se le llamaba a Dios, Yahvé
En el Antiguo Testamento se le llamaba a Dios, Yahvé. Este nombre, al traducirlo al griego, era "Kyrios", que significa"Señor". Como a Jesús le pertenece el mismo honor, alabanza, gloria y poder que a Dios Padre, ya desde el principio del cristianismo, a Jesús le llamaban “Señor”.

3 En la práctica civil señor de verdad sólo se le llamaba al emperador, porque en realidad se hacía pasar por un dios.

4 A causa de esta confesión de Cristo como Señor, los primeros cristianos entraron en conflicto con el Imperio y con el culto al Emperador. En las persecuciones que sufrieron los cristianos de los primeros siglos, fueron muchos los mártires que murieron confesando a Cristo como Señor, como único Señor, negándose a pronunciar “César es el Señor”».

5 El negar el señorío al emperador y aceptarlo para Jesucristo era motivo de muerte; pero los cristianos seguían clamando que: Jesús es el Señor

6 Jesús es Señor Automático

7 Jesús es Señor

8 Je-sús es Señor

9 Jesús es Señor

10 Jesús es Señor

11 Jesús es Señor Hacer CLICK

12 El título de Señor es propio de Dios, porque sólo él es el Señor en el sentido más pleno y verdadero del término. Dentro de la Trinidad: el Padre es Señor, el Espíritu Santo es Señor, pero, el Hijo es la persona dentro de la Trinidad de quien más especialmente proclamamos que es “Señor”.

13 El profeta Isaías, anunció que el Mesías sería también la persona extraordinaria sobre la cual recaería el señorío: “Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro...” (Is 9,5). También el profeta Zacarías acerca de la extensión de su señorío profetizó: “su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra” (Za 9,10). 

14 Y los ángeles de Dios el día del nacimiento del Salvador y Señor proclamaron con gozo a los pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es el Cristo, Señor” (Lc 2,11), hablándonos ya de cómo el Mesías esperado tenía también el título divino de “Señor”.

15 El mismo Jesucristo no negó, sino que aprobó y reconoció expresamente ser el Señor delante de sus discípulos. Además así parece que muchas veces le llamaban sus discípulos: “Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien porque lo soy” (Jn 13,13). Otro ejemplo evidente lo tenemos en las palabras del mismo Señor recogidas por el evangelista Mateo: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos…” (Mt 7,21), reconociendo que él es efectivamente el Señor.

16 Realizando los milagros, mostraba ser señor de la naturaleza: del viento, del mar, de las enfermedades. Jesús revela su soberanía divina mediante su poder sobre la naturaleza, sobre los demonios, sobre el pecado y sobre la muerte, y sobre todo con su Resurrección.

17 Impulsado por el Espíritu Santo, el apóstol san Pedro se dirige a miles de judíos y habitantes de Jerusalén, proclamando con gran valentía: “Sepa con certeza toda la casa de Israel, que Dios ha constituido SEÑOR y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hch 2,36). Decir esto significaba jugarse la vida.

18 Escribe san Pablo: “Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia” (Col 1,15-17).

19 Así pues, en la Biblia aparece cómo unos años después de la muerte de Jesús, se le llama “Señor” con todas las consecuencias. Dice san Pablo que los príncipes de este siglo, si hubieran conocido la sabiduría divina, “nunca hubieran crucificado al señor de la gloria”(I Cor 2.8).

20 Las primeras confesiones de fe atribuyen a Jesús el título divino de Señor:
"Ante Jesús, Resucitado y Exaltado, doblan su rodilla en adoración y le proclaman Señor todos los seres (Fil 2, 9-11). “Nadie que ponga su confianza en el Señor, quedará decepcionado”. “Todo el que invoque el nombre del Señor, se salvará" (Rom 10,13)

21 La oración cristiana, desde el principio, está marcada por el título "Señor", ya sea en la invitación a la oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor“. Era importante la exclamación llena de confianza y de esperanza: "Maranatha" : el Señor viene o ven, Señor.

22 Cuando la Biblia afirma que Jesucristo es Señor, está diciendo que es el amo, el dueño de todo cuanto existe. Todo es suyo y además nadie se lo puede arrebatar. Él es quien ostenta todo el dominio y ejerce su autoridad de modo absoluto. Nadie hay por encima de él. Todo lo que quiere lo hace. Él es el “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19,16).

23 Jesucristo es Señor de todo lo creado sin excepción
Jesucristo es Señor de todo lo creado sin excepción. Su señorío no tiene límites, ni en el tiempo ni en el espacio. Es Señor de toda la tierra, el suelo, el aire, el subsuelo…, pero también el Señor de todas las galaxias y estrellas, planetas, satélites, etc., todo lo que es conocido para el hombre y todo lo que todavía no hemos descubierto.

24 La palabra de Dios afirma el señorío de Cristo sobre los hombres: “Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo” (1 Pe 1,18-19). Al ser comprados por Cristo, él ha adquirido todos los derechos sobre nosotros y por tanto le pertenecemos. El es nuestro dueño y Señor. Somos suyos.

25 Aunque Jesucristo es el Señor de todas las cosas y aun de los seres humanos, reconocemos que una gran parte de la humanidad todavía no le está sometida. Esto es porque Dios ha dado a los seres humanos un gran don, que es la libertad. Y esa libertad muchas veces se usa mal sirviendo a otros “señores” en vez de servir al único Señor.

26 Lo único que tenemos propio es el pecado.
Del hecho de que Jesucristo sea el Señor del hombre se deduce que todo cuanto somos y tenemos es del Señor. Hay personas que se jactan de su inteligencia, de sus obras, o de sus riquezas, pero san Pablo nos recuerda, de parte de Dios: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿de qué gloriarte como si no lo hubieras recibido?” (1 Co 4,7). Lo único que tenemos propio es el pecado.

27 Por ejemplo: Hay muchas personas que creen ser dueños de sus cuerpos y dicen: “yo hago con mi cuerpo lo que quiero”, pero la palabra de Dios nos dice :“¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Co 6,19-20).  Por eso, decir que podemos hacer con el cuerpo lo que queramos es una necedad y propio de quien va contra la palabra de Dios.

28 No somos dueños de lo que creemos ser nuestro, sino que somos administradores.

29 Somos administra-dores de la tierra del Señor.
Automático

30 Somos administadores

31 de su amor.

32 de su amor. Hacer CLICK

33 Ser administradores de los dones que Dios nos da quiere decir que el Señor ha puesto todo bajo nuestro cuidado: los dones espirituales, el tiempo, los bienes materiales, las capacidades intelectuales, la familia, el propio cuerpo, y otros muchos aspectos y realidades. Somos administradores de todo lo que somos y tenemos.

34 “Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles” (1 Co 4,2). Un administrador fiel es leal a su Señor y antepone los intereses de su amo a los suyos. Más bien, en el Reino de Dios hay una identificación de intereses, porque el administrador verdaderamente fiel es aquel que no tiene otros intereses que los de su amo.

35 Un administrador fiel no pone condiciones a su Señor, y está dispuesto a hacer todo lo que su Señor quiere, porque sabe que el Señor quiere lo mejor, que es sabio y no se equivoca. Un administrador fiel ama a su Señor. La entrega es un concepto próximo al de fidelidad. Un administrador fiel es el que se entrega por entero a su Señor.

36 Nuestro Señor no quiere que nuestras vidas sean estériles.
Quiere que demos fruto. Un día, como Señor que es, vendrá a recoger los frutos, como nos dice en la parábola de los talentos o de las minas.

37 Dios nos ha hecho libres.
Por eso Jesús no quiere ser señor a la fuerza, sino que nosotros cooperemos. Eso será nuestra gloria y felicidad. Si Jesús es nuestro Señor, ¡Qué Señor más señor tenemos!

38 El cristiano no es sólo administrador de los dones de Dios, también es siervo de Cristo. Un buen cristiano debe ser buen administrador y también buen siervo de Cristo. Podríamos decir que vivir bajo el señorío de Cristo significa ser siervos de Cristo.

39 Ser siervo de Cristo es un verdadero privilegio que no es comparable con el trabajo o servicio que puede desempeñar un rey, presidente de gobierno o cualquier puesto de máxima autoridad en la tierra. Estos pueden cumplir su trabajo unidos a Cristo; pero el siervo de Cristo sirve al Rey de reyes y Señor de señores. No hay servicio comparable a éste.

40 Debemos tener conciencia y corazón de siervos.
San Pablo se presenta a los destinatarios de sus cartas como siervo de Cristo: “Pablo, siervo de Cristo Jesús” (Rm 1,1). ¡Eso es tener conciencia de la llamada del Señor y de la dignidad de esta vocación! Nos indica que san Pablo estaba pendiente de la voluntad del Señor desde la posición de humildad. Nadie es siervo de Cristo sólo por decirlo. Debe demostrarlo con su vida.

41 Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, no es un señor más, equiparable a los demás señores, o uno entre varios. Es el Señor, el único Señor. Hay muchas diferencias con otros “señores”.

42 El señorío de Jesús es totalmente diferente y opuesto al ejercido por los señores de este mundo.
Jesús viene a enseñar a la humanidad con su ejemplo quién es él y vemos en la Palabra revelada, el modo que tiene de manifestar su señorío sobre todas las cosas, entre ellas, sobre los hombres.

43 Jesucristo no ejerce su autoridad de manera despótica ni arbitraria: Él es el Señor bueno, que no viene a aprovecharse de nosotros sino que viene a darnos su vida: “Yo he venido para que tenga vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

44 Una de las diferencias más importantes entre los señores de este mundo y Cristo es que el Hijo de Dios, siendo verdadero hombre y verdadero Dios, y estando infinitamente por encima de cualquier hombre, es UN SEÑOR QUE SIRVE. ¿A qué amo o señor de este mundo se le ocurriría ponerse al servicio de sus inferiores?

45 En su “condición de siervo”, Cristo sirve primero y antes de nada al Padre, y por él, sirve a los hombres. En la siguiente frase se puede resumir el contenido de su misión en la tierra, misión de que era sabedor y manifestó a sus discípulos: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt, 20, 28).

46 Jesucristo es un Señor diferente en todo, porque en él se puede depositar toda la confianza, él nunca falla ni defrauda. Es un Señor al que vale la pena servir porque vive por la eternidad, es infinitamente sabio, justo, misericordioso, humilde y lleno de amor. El problema es que muchos no le conocen, porque si conociésemos al Señor, no dudaríamos que no hay mayor honor que servirle.

47 Se trata de un Señor único y diferente, porque actúa movido por su amor infinito.
Es ese amor el que le lleva hasta dar su vida por los demás, pasando por una vida de cruz, padecimientos, y muerte, para luego resucitar glorioso de entre los muertos.

48   Los señores de este mundo oprimen a quienes pueden: ”Los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder” (Mt 20,25). Cristo vino “no a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt, 20,28).

49 Jesús enseñó que el camino de sus discípulos y siervos no es el de la opresión al prójimo, sino el del servicio: “No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo” (Mt 20,25-27).

50    El siervo de Cristo sirve en un Cuerpo, no aisladamente.
La Iglesia, comunidad cristiana, es el lugar donde el siervo lleva a cabo su labor. En la comunidad, el trabajo de cada uno se complementa y entrelaza, construyendo un verdadero edificio espiritual.

51 El verdadero siervo del Señor lo es exclusivamente de él
El verdadero siervo del Señor lo es exclusivamente de él. Se trata de un servicio exclusivo, pues “nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Esto no significa que le esté prohibido actuar en los asuntos temporales, que deberá hacerlo; pero siempre bajo las directrices y estilo del Señor; nunca bajo la autoridad de la carne, del mundo o del diablo.

52 Los cristianos, pues, reconocen y confiesan que «para nosotros no hay más que un sólo Señor, Jesucristo (1Cor 8,6; Ef 4,5). Con la confesión de «Señor nuestro» excluyen, por tanto, toda servidumbre a los ídolos y señores de este mundo, viviendo la renuncia a ellos que hicieron en su bautismo y confesando el poder de Cristo sobre ellos (Rom 8,39; Filp 3,8).

53 El siervo de Cristo busca agradar por encima de todo a su Señor: “¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gal 1,10). En ocasiones el hecho de agradar a Dios agrada también a los hombres, pero en otras significará desagradar a algunos hombres.

54 El siervo de Cristo es movido por el amor a Dios y al prójimo
El siervo de Cristo es movido por el amor a Dios y al prójimo. Sin amor, el servicio es una actividad en la carne, pero no en el espíritu, porque el Espíritu y el amor son inseparables. Hacer un servicio sólo por obligación ni da gloria a Dios ni edifica al prójimo.

55 Jesús nos dice: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21). El verdadero discípulo no es el que llama a Jesús Señor, sino además, y por encima de todo, el que hace su voluntad. Hacer la voluntad del Padre o del Señor Jesús es lo mismo, porque la voluntad de ambos es idéntica en todo.

56 No se identifica a un discípulo de Cristo porque se llame a sí mismo cristiano, ni porque sepa mucho de la Biblia, ni porque tenga grandes sentimientos o emociones hacia el Señor, sino porque guarda su Palabra, es decir, porque hace su voluntad.

57 Escuchar la palabra de Dios y no cumplirla, se parece a la actitud del hombre que dice y no hace. El apóstol Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, nos dice: “Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (St 1,22).

58 Jesús es el Señor. Esta es una de las más importantes confesiones de fe cristiana. Y también es motivo de salvación. San Pablo resume el mensaje de la fe de este modo: "Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás" (Rm 10,9).

59 Todo nuestro afán debe ser que Jesús sea Señor de todo nuestro ser.
Por eso se lo entreguemos con mucho amor:

60 Tomad, Señor, y recibid Automático

61 toda mi libertad,

62 mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad,

63 todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, Señor.

64 A Vos lo torno. Todo es vuestro

65 Disponed de todo a vuestra voluntad.

66 Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.

67 Que María nos ayude a ofrecernos como ella siempre al Señor.
AMÉN


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