Barroco Siglo XVII
La Meninas. Velázquez La Meninas. Velázquez
Vieja friendo huevos, Velázquez
Don Sebastián de Mora, Velázquez Don Sebastián de Morra, Velázquez Don Sebastián de Mora, Velázquez
En este cuadro Velázquez sigue con su interpretación irónica de las divinidades mitológicas, representando aquí a un Dios de la guerra, Marte, totalmente desmitificado. En este cuadro Velázquez sigue con su interpretación irónica de las divinidades mitológicas, representando aquí a un Dios de la guerra, Marte, totalmente desmitificado.
El rapto de las hijas de Leucipo. Rubens
Retrato de Luís de Góngora
Juan Valdés Leal Juan Valdés Leal
Juan Valdés Leal Juan Valdés Leal
Niño espulgándose. Murillo
Niños comiendo Melón. Murillo
El bodegón del cardo. José Sánchez Cotán
Éxtasis de Santa Teresa. Bernini
Baldaquino de San Pedro. Bernini
Apolo y Dafne. Bernini Apolo y Dafne. Bernini
Bernini Bernini
Salzillo. San Antón. Salzillo. San Antón.
La muerte de Cristo yacente. Gregorio Fernández, madera.
Catedral de Cádiz. Catedral de Cádiz.
Catedral de Murcia Catedral de Murcia
Iglesia de San Carlos de las cuatro fuentes. Borromini
Palacio arzobispal de Sevilla
Hospicio de San Fernando. Madrid
Ayuntamiento de Madrid. Juan Gómez de Mora
Convento de San Esteban. Salamanca
LUÍS DE GÓNGORA Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano; y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o vïola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
FRANCISCO DE QUEVEDO Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un pez espada muy barbado. Érase un reloj de sol mal encarado, érase un alquitara pensativa, érase un elefante boca aariba, era Ovidio Nasón mas narizado. Érase un espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto, las doce tribus de narices era. Érase un naricísimo infinito, muchísima nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Anás fuera delito.