Nietzsche: el superhombre, la voluntad de poder, el eterno retorno.

El superhombre La expresión Dios ha muerto  es una metáfora que representa la muerte del platonismo: de la verdad absoluta, de las ideas inmutables, de todo lo suprasensible. Ante la muerte de Dios caben dos posiciones: la del nihilismo negativo o pasivo (el hombre sin valores, sin objetivos, movido solo por sus mezquinos intereses materiales) o la del nihilismo positivo o activo (un nuevo hombre que exprese los valores de la vida frente a los de una razón impotente: el superhombre) El superhombre ha de ser el nuevo dios terrenal, el creador de nuevos valores intramundanos, de valores fundamentados exclusivamente en la vida. Para llegar al superhombre son necesarias tres transformaciones del espíritu (Así hablo Zaratustra): el espíritu se convierte en camello, que representa la moral de los esclavos, de los cristianos que se resignan y humillan amando incluso a los que los desprecian. El segundo estadio es la conversión del espíritu camello en león: quiere ser libre y conquistar la libertad, destruye los antiguos valores, se siente dueño de su vida y destino. La tercera gran transformación es la del león en niño inocente, metáfora del comienzo de nuevos valores, de un espíritu libre que se adueña del mundo y lo transforma con su voluntad de poder: el niño libre es el superhombre que representaría la vuelta a la moral de los señores.

La voluntad de poder El vacío que deja la muerte de Dios ha de llenarlo la voluntad de poder del superhombre. La voluntad de poder es la voluntad de creación de nuevos valores, es la voluntad de dominio, es la propia vida que impone su ley. La voluntad de poder se opone a la voluntad de igualdad y es, antes que voluntad de poder político, voluntad de crear nuevos valores. La igualdad empobrece la vida, la desigualdad, la enriquece. Los predicadores de la igualdad son como las tarántulas, están llenos de veneno, veneno que quiere suprimir toda moral noble, superior. La voluntad de igualdad es el intento de reducir lo que es original y excepcional a ordinario y mediocre. Nietzsche polemiza contra la identificación de igualdad con justicia, identificación bien viva en la Revolución Francesa, en las propuestas socialistas y comunistas, en todas las democracias y en lo mismo cristianismo.

El eterno retorno Nietzsche toma la idea de eterno retorno de la mitología y del pensamiento presocrático. Puede interpretarse de dos maneras: en un sentido cosmológico y ético. En un sentido cosmológico significa que el mundo, eterno e infinito a la vez, es cíclico. La teleología, la finalidad del mundo es una ficción (Platón, Aristóteles, el cristianismo). Lo auténticamente valioso es el instante, la vida de cada momento: “¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra, y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.” En un sentido ético, el eterno retorno acaba transformándose en un valor, en una nueva moral: es el camino para afirmar la vida, es la expresión de la voluntad de poder que ignora el pasado y no le tiene miedo al futuro. El eterno retorno sería el rechazo de todo pesimismo. El eterno retorno nos garantiza que hay sólo una realidad (la presente) y que esta vida vale por sí misma y no es un tránsito hacia “otro” mundo, sea en un sentido religioso (el cielo cristiano) o político (como la utopía comunista). El eterno retorno es el eje de una nueva moral: “Puedes hacer lo que quieras, pero lo que hagas has de quererlo de verdad”