Universidad de Chile – Instituto de la Comunicación e Imagen Carrera de Cine y Televisión – TALLER INICIAL (2007) Intertextualidad: Las Meninas de Diego de Velázquez revisadas por la modernidad

Intertextualidad: todo texto propio refiere a otros textos ajenos, se compone a partir de la memoria y el olvido de otros textos

Las Meninas de Diego de Velázquez, pintadas a mediados del siglo XVII, es una de las pinturas más admiradas del Museo del Prado, en Madrid.

Las Meninas representa una escena de palacio donde participan la Infanta Isabel, sus amigas, su perro, funcionarios que las cuidan, la enana y el enano que las divierten, el pintor que los retrata, y Felipe IV y Mariana de Austria, reflejados en un espejo del fondo.

La habitación donde Velázquez sitúa la escena, ha sido identificada La habitación donde Velázquez sitúa la escena, ha sido identificada. Se ha localizado el sitio que ocupaban el pintor y sus modelos durante la pose.

Velázquez El perro de la Infanta

Angustias Sarmiento

Infanta Margarita

Isabel de Velasco

Mari Bárbola

Nicolás Pertusato

José de Nieto

Los reyes

Una obra de arte no deja de existir en el momento en que su autor la da por concluida, ni cuando su propietario la cuelga donde pueden admirarla. Un siglo y medio después de que Velázquez completara el cuadro, Francisco de Goya lo reproduce en un grabado del que se hacen muchas copias.

En 1957, tres siglos más tarde, Pablo Picasso pinta 36 versiones de la obra, no para copiarla, sino para analizarla temática y plásticamente, manifestando al mismo tiempo su enorme inventiva.

En una versión el pintor puede simplificar, esquematizar En una versión el pintor puede simplificar, esquematizar. La gran obra queda reducida a sus elementos mínimos. Lo serio se vuelve festivo.

En otra versión, Picasso conserva la composición, pero el color es remplazado por una grisalla.

La figura de la Infanta puede ser aislada del contexto y sometida a una geometrización que refiere al cubismo sintético de la primera mitad del siglo XX.

En otra versión, el color que aparecía contenido por la penumbra en la obra de Velázquez, en la de Picasso se libera y exalta, desapareciendo al mismo tiempo la profundidad, con las luces y sombras

Si la pintura original combina luces y sombras con una limitada paleta de colores que se articula en una gran variedad de matices, Picasso exalta la sombra y el color puros, áreas geométricas que se desligan de la obligación de representar la realidad.

La infanta, el perro, las asistentes, incluso la perspectiva del salón donde se encuentran las figuras, continúan simplificados y apartados del contexto, liberados del color original

Del cuadro de Velázquez quedan la composición, las figuras desvanecidas en la penumbra, pero sometidas a una geometría que Picasso no esconde.

En la modernidad se vuelve posible expresar el disgusto del pintor por el tema de su obra, un malhumor ya presente en Goya, que niega el parecido a las figuras o el color de los ropajes.

El recorte de un fragmento de la figura central y la grisalla que domina toda la representación, dificultan el reconocimiento de la obra original. Fuera quedan el peinado ostentoso, el vestido amarillo, la arquitectura que Velázquez organizó.

La escena se ha vuelto geométrica La escena se ha vuelto geométrica. Grandes líneas reúnen las figuras y destruyen su individualidad. Luces y sombras se extreman.

A través de las variantes, Picasso juega con el intertexto para demostrar sus lazos de parentesco con la tradición, al mismo tiempo que su independencia.

Para el artista moderno, la creatividad significa no estar obligado a imitar la tradición, ni simular que la ignora.

Cuando Salvador Dalí recurre a Las Meninas, elabora imágenes que deben sorprender. Cuando pinta a la Infanta, la acerca al bastidor y privilegia lo nacarado de la figura, mediante la perla que sustituye a la cabeza.

En otra pintura, Dalí conduce a la Infanta del interior al exterior, invirtiendo las luces y sombras: una figura que en el interior estaba iluminada, pasa a ser sombría en el exterior. Sigue en el centro, pero está amenazada por las siluetas ecuestres.

En otra pintura, Dalí aísla la figura del observador que desde el fondo enfrenta a las siluetas de la pareja real, e incluye una visión reducida del reflejo de los reyes en el espejo, como si lo próximo y lo distante se acercaran y confundieran.

En otra versión de Dalí, de la pintura célebre no queda nada más que un esquema de la arquitectura y la ubicación de las figuras, en una secuencia que depara varias ironías (la enana corresponde al número 1, la Infanta al 8).

Fernando Botero anamorfiza las figuras Fernando Botero anamorfiza las figuras. Si la tradición estilizaba a los modelos, dando predominio a lo vertical, Botero privilegia la horizontalidad, las formas redondeadas.

En la fotografía de John Peter Witkins, los elementos de la tradición se encuentran corruptos, el color desaparece, muestra lo oculto y decepcionante, agrega fragmentos de otros cuadros de Velázquez.

Tres siglos y medio después de haber sido pintada, la obra de Diego de Velázquez continúa despertando el interés de los observadores y estimulando la imaginación de los artistas.

Oscar Garaycochea, 2007