Realidad, fundamentos y desafíos

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Transcripción de la presentación:

Realidad, fundamentos y desafíos ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNION MISIONERA Realidad, fundamentos y desafíos

¿Por qué hablar de comunión y misión? Introducción ¿Por qué hablar de comunión y misión?

La realidad de nuestra comunión eclesial

¿comprenden lo que es la comunión eclesial, sobre qué se fundamenta?

la reflexión teológica nos ayudará a valorar y profundizar la vivencia de la comunión, pues si es sólo una vivencia sumergida en la dimensión afectiva, puede irse con el cambio de los afectos o los gustos del momento. Y la comunión es mucho más que eso.

La vocación a la comunión está en la misma naturaleza humana: hemos sido creados para vivir en una profunda relación de encuentro entre todos nosotros.

La Iglesia construye la comunión diariamente desde la experiencia y el ejercicio constante de ella. La unidad es tarea de todos los días. Las diversas realidades y nuevas culturas que emergen en la sociedad no siempre contribuyen al fortalecimiento del sentido comunitario; más bien, muchas tendencias llevan a posturas individualistas y sectarias. Y esto también afecta a la comunidad creyente que, inserta en la realidad del mundo, experimenta los mismos conflictos y desafíos.

La espiritualidad como motor de la vida cristiana, requiere con urgencia ser reflexionada desde la experiencia del encuentro y seguimiento de Jesucristo en el hoy de la historia

la comunión se construye desde la experiencia de la configuración de la persona y la comunidad en la vida de Cristo, antes que desde la planificación o el discurso teórico.

Al observar estas primeras comunidades cristianas, siguiendo los consejos de San Pablo, se puede apreciar que sus principales dificultades radican en la incapacidad de muchos de sus miembros en “configurarse” a los criterios de Cristo. Siguen arraigados a la condición del hombre viejo, el que actúa desde el egoísmo y el olvido del prójimo.

La Iglesia como cuerpo de Cristo y sus sarmientos, requiere estar unida de manera consciente a Cristo, la viña, pues de otra forma, las ramas se secan, dejando de dar los frutos que la Iglesia está llamada a dar como “signo e instrumento de la salvación en medio del mundo”.

Fundamentos para la comunión

Una aproximación bíblica

Los discípulos se confirman unos a otros en el seguimiento de Jesucristo. Por ello, alejarse de la comunidad, implica el debilitamiento de la fe, la desesperanza e incluso la incredulidad. Esta es la experiencia de los discípulos de Emaús y de Tomás

Los discípulos se confirman unos a otros en el seguimiento de Jesucristo. Por ello, alejarse de la comunidad, implica el debilitamiento de la fe, la desesperanza e incluso la incredulidad. Esta es la experiencia de los discípulos de Emaús y de Tomás

La economía de la salvación implica la pareja humana, el clan familiar, la tribu. Dios cuando se muestra como “goel” rescata siempre en relación a la individualidad de la persona, pero que está en relación a otros.

El pueblo es el modo social, que estructurado en normas e instituciones se constituye en la nación y el reino, donde Dios es su centro y soberano.

Sólo en la unión personal y comunitaria con Dios se establece la verdadera relación de “vínculo o alianza” que establece la relación de mutua entrega del uno en el otro.

La encarnación del Verbo de Dios, Jesucristo, constituye el modo del total acercamiento de Dios al hombre para sostener el propio y total acercamiento del hombre a Él.

La comunidad de fe los discípulos de Jesús no estará ajena a las experiencias destructivas del vínculo de comunión, pues la fe no desconoce la naturaleza humana marcada por las consecuencias del pecado.

La diversidad de los discípulos constituye por sí misma una fuerza centrífuga, que exigirá la formulación clara y fundante de la fuerza centrípeta que es Cristo, el Maestro y Señor. La reunión de los discípulos requerirá de la consciencia creciente que están reunidos y sostenidos en el ´vínculo comunitario por su presencia y centralidad entre ellos.

La comunión de los discípulos de Jesús es por tanto, el fruto de una experiencia vinculante con el Maestro: sólo él es el camino, la verdad y la vida de la Iglesia, y en él reconocen su cabeza y el orden que se da por su Palabra.

la comunión es una cuestión que está inserta en el mismo acontecimiento de la fe y en la pedagogía divina, que nos salva personal y comunitariamente a la vez, y que es eco de nuestra más profunda naturaleza.

El encuentro como experiencia

En los encuentros de Jesús podemos destacar dos grandes formas: por una parte, la actitud propositiva de Jesús, y por otra, su actitud receptiva ante la actitud propositiva de otro

El encuentro, lo descubrimos anclado sobre otra categoría: la experiencia, muy presente en la realidad de las nuevas formas de conocimiento del mundo contemporáneo, y que resulta de fundamental importancia para la evangelización, transmisión y penetración de la fe, pues también es muy propia del ser humano.

“Es necesario que los cristianos experimenten que no siguen a un personaje de la historia pasada, sino a Cristo vivo, presente en el hoy y el ahora de sus vidas” Benedicto XVI Discurso inaugural Aparecida, 2007

En la vinculación para la comunión, la experiencia de acoger es absolutamente necesaria para la integración, la vida e identidad común. En los modos modernos de vivir, estos conceptos tienden a ser comprendidos de manera no existencial, sino de forma pragmática.

Por la experiencia de acoger, las personas se sumergen en un verdadero y profundo diálogo, porque no es posible permanecer en el otro existencialmente sin establecer el contacto de intercambio, que nos permite expresarnos en la frecuencia del ser.

El encuentro requiere de la necesaria actitud de acogida. Pero bien sabemos que, las relaciones profundas, requieren de un surco hondo en la tierra de la existencia.

El fundamento en el amor de caridad

¿Qué nos lleva a un acercamiento de tanta profundidad existencial, que implica un movimiento y apertura de toda nuestra vida? ¿Qué nos puede mover a ello?

“la comunión (koinoía) encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da, para hacer de todos nosotros un solo corazón y una sola alma” Juan Pablo II Novo millenio ineunte, 42

“Si verdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo, queridos hermanos y hermanas, nuestra programación pastoral se inspirará en el «mandamiento nuevo que él nos dio: que como yo os he amado, así améis también vosotros unos a los otros»”

AMOR “se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes” Benedicto XVI Deus caritas est, 2

Santo Tomás afirmó que la caridad como virtud sobrenatural constituye una relación de amistad de Dios con el hombre.

El interés por la reflexión teológica y filosófica sobre el amor como experiencia transformante de la persona fue decayendo después del renacimiento, colocando su atención progresivamente en una espiritualidad que se fue arrimando a las concepciones de la ilustración y con una creciente influencia de la moral kantiana.

También el amor en sus formas más altas de amar (amistad, ágape), por influencia de la psicología, biología, evolucionismo, se ha llegado a comprender como simple modos de “altruismo” o impulsos bioquímicos complejos, pero que tienen un principio del determinismo biológico

C.S. Lewis, escribió en 1960 el ensayo “Los cuatro amores” en el que comprende que las diversas expresiones del amor humano: erótico: “´Ερος”, afecto “Στoργη” y amistad: “Φιλíα” tienen su sustento y plenificación en la forma más alta de amar: el amor de caridad “Αγαπη”.

Benedicto XVI: Dos grandes formas de amar: El amor ascendente (eros y filia) que desde la filosofía griega constituye una forma de éxtasis que tiende a lo divino y permanente, pero que requiere “disciplina” y “purificación” para entregar al hombre, “no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser”

La segunda forma de amar: El amor descendente Que viene a plenificar la primera es la experiencia de la donación, ágape; y como tal este es un amor que lleva a “ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumergirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún lo busca”

La realidad corpóreo espiritual del ser humano, es la base para el amor es una experiencia dada en la persona tanto en el alma como en la corporeidad. En esa unidad de cuerpo y espíritu que proclama el cristianismo el amor en plenitud es posible.

La invitación de Jesús en la cena pascual a sus discípulos: “permanezcan mi amor” implica introducir a los discípulos en la radicalidad del amor ágape, pues sólo en la experiencia del amor de donación, será posible la entrega de ellos al modo de su Maestro. En definitiva esta es la auténtica cristificación o configuración de ellos al Maestro.

La experiencia del amor ágape es el modo del amor de Dios y la forma de la Iglesia. Los discípulos necesitan ser educados en este amor, pero esta educación sólo es posible en la medida que ellos mismos experimenten el amor del Maestro por ellos.

La medida del amor de los discípulos es el mismo Maestro que los ha amado “dilexit eos in finem”, hasta el extremo.

El reconocimiento del discípulo no se hace sino en base a la experiencia verificable de su propio amor.

Es este un lugar donde se nos demanda el ejercicio de amar, pero en las coordenadas no de cualquier forma de amor, sino en la radicalidad del amor ágape. En otras palabras, la comunión de la Iglesia no es posible sin el ejercicio de esta forma de amor que exige la radicalidad de los discípulos.

“Permanezcan en mi amor” implica una actitud permanente de todos los miembros de la Iglesia en un amor oblativo.

Los intentos de buscar construir la comunión obviando, directa o indirectamente la exigencia del amor del Maestro, nos han llevado muchas veces a construir comprensiones reduccionistas de la Iglesia.

La imposición de estilos, su consideración como los “modelos salvadores” para la misma Iglesia, han contribuido más bien, al anti testimonio, a la des-comunión y a la incomunicación.

La radicalidad del amor brota del diálogo de amistad donde el Señor instruye a sus hijos. El permanecer exige un “encuentro permanente” abierto a la escucha de lo que Dios nos quiera decir.

El modelo del amor se establece en la relación del amor del Padre con el Hijo: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor”

La comunión implica una actitud de permanente donación y el estar entrando a cada momento en el misterio mismo de la Cruz, porque sin cruz no hay radicalidad del amor ni de la comunión.

¿Cuáles son los modos urgentes de vivir hoy la comunión, los que nos exigen renuncias de nosotros mismos, como los lugares, personas y circunstancias donde somos invitados a amar no con formalidad, sino con radicalidad?

Características y desafíos Hacia una renovación de la comunión: Características y desafíos

Una comunión establecida en Cristo

El desafío para todos nosotros en profundizar en el modo cómo establecemos nuestras relaciones en la Iglesia, pues si bien son legítimas experiencias de vinculación en las formas de amor ascendente, estas pueden ser destructoras de la misma comunidad la generar “parcelas o grupos” cuando no están orientadas y vinculadas al amor ágape.

Una comunión que brota de la contemplación

Dios se hace reconocer en estas realidades humanas; e invita a los discípulos a hacer la contemplación su rostro allí. ¿Cómo contemplar a Dios en la carne? ¿cómo acercarse al prójimo cuando los afectos y los sentidos no me refieren a Dios?

Una comunión en la participación

Se nos desafía a tener una postura positiva y confiada, que reconoce en todos los miembros de la Iglesia su dignidad y responsabilidad, como su aporte que todos pueden realizar al bien de la misma comunión.

Una comunión en dimensión misionera

¿Cómo fortalecemos el testimonio creíble de nuestros vínculos de comunión en Cristo? ¿Hoy, qué nos ayuda, y qué nos aleja de esta misión?

¿Qué nos falta para ser auténticos espacios de diálogo, casas de acogida y lugares de paz en medio de tiempos convulsionados a nuestra Iglesia, tanto en su dimensión universal como particular? ¿Qué nos impide estar en los espacios donde está la gente para generar los lugares concretos de comunión y acogida?

Una comunión vivida y alimentada por la Eucaristía

Eucaristía ¿contribuye al crecimiento de una consciencia en la donación del discípulo al modo del Maestro para construir la comunión? ¿Es expresión del vínculo de la caridad de Cristo en la relación fraterna y acogedora de Cristo cabeza?

Conclusión