Presentado por: RODRIGO ALBERTO TELLO CORBACHO RODRIGO ALBERTO TELLO CORBACHO GABRIEL AMADEUS OCHOA CORTÉZ GABRIEL AMADEUS OCHOA CORTÉZ 3° “A”
Este capítulo 27, relata el viaje de Pablo a Roma, pasando por una tempestad y un naufragio. Aunque estaba encadenado, no tuvo miedo de proclamar el evangelio de Dios, tampoco de perder la vida. Mantuvo la fe en lo que el Señor le había anunciado que llegaría a Roma. (1-3) Pablo junto con otros presos fue entregado al cuidado de un centurión llamado Julio y se embarcaron con destino a Italia, para posteriormente llegar hasta la ciudad de Roma. Pablo aprovechó la oportunidad para enseñar el evangelio de esperanza a esta clase de hombres y liberarlos espiritualmente (der sus pecados y de su culpa) He 27, 1-44
(3) En el trayecto llegaron a Sidón (costa de Fenicia), donde Julio permitió a Pablo visitar a sus amigos. (4-6) Navegaron por la isla de Chipre, porque tenían al viento en contra. Atravesaron el mar frente a Cilicia y Panfilia, y llegaron a Mira, ciudad de Licia. Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y se embarcaron en ella. (7-13) Navegaron lentamente muchos días, rumbo a Creta. Los vientos contrarios causaban grandes dificultades y hacía peligrosa la navegación. Aquí Pablo dijo que era muy temerario continuar la travesía, que era probable perder la carga, la nave y hasta sus vidas, pero nadie le tomó importancia y continuaron el viaje; el capitán de la nave confiaba en sí mismo y en la sabiduría humana. Pablo, en cambio, confiaba en Dios.
(14) Tiempo después el barco estaba en medio un viento huracanado llamado Euroclidón. Sin darse cuenta, habían navegado directamente hacia el centro de la furiosa tempestad. (15-18) La nave era arrastrada, echaron al mar todo el cargamento para aligerar su peso y quedaron a la deriva, por muchos días, y ya habían perdido toda esperanza de salvarse. (19-20) Luego de catorce largos días de tempestades y de viaje sin rumbo, los tripulantes y pasajeros del barco creyeron que no escaparían con vida. Sin embargo, el Señor le había asegurado a Pablo que él llegaría a Roma.
(21-26) En medio de toda desesperanza, Pablo les pedía ánimo a toda la tripulación y presos que viajaban en el barco, porque un ángel del Señor le había dicho: “Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido la gracia de mantener con vida a todos los que navegan contigo”. (33-37) “Los invito a comer si quieren vivir, ya que ninguno perderá ni un pelo de su cabeza” Dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y se puso a comer. Eran en total 276 personas. (39-41) Cuando amaneció divisaron una bahía y decidieron dirigirse a la playa, sin embargo chocaron con un banco de arena y el barco quedó encallado. La parte trasera del barco (popa) era destrozada por las olas
(42) Entonces, los soldados pensaron en dar muerte a los presos, por temor a que alguno de ellos se escapara a nado. (43) Pero el centurión que quería salvar a Pablo, no lo permitió. Ordenó que los que sabían nadar se tiraran primero al agua y llegar a la orilla, los demás saldrían sobre tablas o restos de la nave. (44) Así todos llegaron sanos y salvos a tierra. Todos se salvaron como Dios lo había dicho. Habían llegado a la isla de Malta.
He 28, (1-2) Estando ya a salvo, supieron que la isla se llamaba Malta. Y los naturales los trataron bien; porque encendiendo un fuego, los recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. (3-4) Entonces, Pablo recogió algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: ¿Cómo es que este hombre se salvó de un naufragio para luego morir picado por una serpiente? Debe ser su mala suerte…
(5-6) Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. (7-10) En aquella isla vivía un hombre rico llamado Publio, quien los recibió y hospedó amablemente tres días. Da el hecho de que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería. Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Al ver este milagro, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados. En agradecimiento, los lugareños dieron a Pablo muchas atenciones y cuando zarparon, les cargaron de las cosas necesarias.
(11-15) Luego de 3 meses, se embarcaron en una nave alejandrina, llegaron a Siracusa y se quedaron tres días. De allí, llegaron a Regio; y otro día después, llegaron al segundo día a Pozzuoli. En Pozzuoli Pablo se encontró con sus hermanos de fe (a quienes les había escrito unas carta 3 años atrás), ellos lo recibieron muy bien; allí se quedó siete días; y luego fue a Roma. (16) Llegaron a Roma y el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodie. (17-20) Tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a quienes, les dijo: “Yo, hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; pero no encontrando culpa en mí me quisieron dejar libre, pero los judíos se opusieron. Entonces, me vi obligado a apelar a César. Es por eso que estoy aquí y deseo hablar con ustedes y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”
(21-22) Entonces ellos le dijeron: Nosotros no hemos recibido tus cartas, tampoco a nadie que haya venido a hablar bien o mal de ti, pero queríamos oír de ti lo que piensas; porque aquí y en otras partes se habla mal de Dios. (23-24) Fijaron una fecha y vinieron muchos a escucharlo. Pablo les hablaba del reino de Dios, de Jesús, de la ley de Moisés y de los profetas. Unos creían, otros no (Hechos 28:25-27) Y les recalcaba con estas esta palabras: “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: los que no sepan escuchar y ver con el corazón no entenderán, pero a los que oigan con los oídos y entiendan de corazón, y se conviertan, yo los sanaré.
(28-29) Luego decía: La salvación de Dios fue enviada para los gentiles; y ellos oirán. Luego de escucharlo, los judíos se iban comentando entre sí. (30-31) Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, con arresto domiciliario y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento. Mensaje final Ni las cadenas y todo el sufrimiento que padeció Pablo impidieron que cumpla la misión que Dios le encomendó. En la tempestad mantuvo la calma y animó a los demás. Pablo fue un servidor de Dios muy fuerte. Dedicó su vida a llevar el Evangelio tanto a judíos como a gentiles. Lo hizo con amor y misericordia, viviendo con dicha en lo mucho y en lo poco. Enseñó la humildad y la misericordia con los más necesitados. Así como Pablo imitó a Cristo, nosotros somos invitados a imitarle para traer la luz de Dios a este mundo. Amén.