La Misión Continental en Argentina. Desafíos

A partir de la sanción de la ley sobre matrimonio igualitario se le presentan a la Iglesia algunos desafíos pastorales importantes, que en este último debate han quedado más expuestos saliendo a la luz.

El desafío más profundo está en el ámbito cultural, que es algo que excede la coyuntura y problemática argentina. La cultura en la que vivimos, en la que estamos insertos, en la que respiramos y moldeamos nuestro pensamiento, tiene sus propios mandamientos, que orientan, casi sin darnos cuenta, el modo de vivir y pensar. Estos mandatos se reflejan sobre todo a través de los medios de comunicación y de los constructores de pensamiento que han impuesto una opinión establecida que dice lo siguiente: como Dios no existe, la referencia para llegar a la verdad y alcanzar la plenitud es el mismo sujeto y en él, el criterio de verdad y de bien es lo que siento, lo que me lleva a mi propio bienestar.

De aquí surge, como consecuencia, una exigencia de esta cultura a la Iglesia y a los cristianos, en cuanto al rol que deben cumplir en la sociedad actual, que se construye desde la subjetividad y el relativismo (el centro para toda referencia es el mismo sujeto, y todo es relativo en orden a lo que siento o me da bienestar). Este rol permitido para la Iglesia se expresa en tres valoraciones:

La Iglesia para la cultura de hoy: 1. Valorada en orden a su tarea de promoción social 2. Ignorada en lo religioso 3. Criticada y ridiculizada en lo ético- moral

1. Valorada en orden a su tarea de promoción social Los reclamos por la distribución injusta de las riquezas y las advertencias por el crecimiento de la pobreza y exclusión, junto a todas las actividades solidarias y de promoción, son bien recibidas y valoradas. Se intenta dejar en claro que esta es la Iglesia verdadera: la que se ocupa de los pobres. Sin embargo a esta valoración se le pone frecuentemente un límite: que la Iglesia no se meta en política. No se acepta que la sociabilización del mandamiento del amor, indudablemente, toca ámbitos cada vez más extensos y llega a animar la implementación de políticas públicas necesarias para la contención social. Aquí sucede a veces, que los gobiernos de turno no quieren que la Iglesia les robe la bandera de compromiso con los pobres, por eso limitan o critican sus intervenciones a favor de los más pobres o causas de evidente injusticia.

2. Ignorada en lo religioso La relación del pueblo con Dios como Padre, la conciencia de ser sus hijos (lo que da una experiencia de dignidad profunda, especialmente en los pobres), la vinculación con la persona de Jesús, la Virgen María y los santos y la consecuente escala de valores que surge de aquí, como la solidaridad, la amistad, la cercanía con el que sufre, etc.; son considerados expresiones oscurantistas que deben evolucionar a criterios más racionales y científicos.

Queda todavía la consideración que la fe es el opio de los pueblos y debe evolucionar gracias a la luz de la razón. No se acepta que el corazón de nuestro pueblo tiene razones que la razón no conoce y que la fe es también camino de conocimiento. Las procesiones, las peregrinaciones a los Santuarios, a lo sumo se aceptan y alientan como expresiones culturales privadas que pueden favorecer el llamado turismo religioso, pero no como expresión de un estilo de vida que impregne la organización social y política de un pueblo o una nación.

3. Criticada y ridiculizada en lo ético- moral Si el sujeto y el bienestar, son los que marcan el modo que cada uno elige para vivir, la propuesta de un modelo moral objetivo en orden a la felicidad, que viene de Dios, se revela en Cristo (Hombre perfecto por ser Dios) y se expresa en la ley natural, no tienen cabida. Las calificaciones de medievales, regreso de la Inquisición, o totalitarios, mezclada con insultos y agravios a quienes pensamos de esta manera, son habituales y forman parte del mandato mediático sobre lo que a la Iglesia se le permite hacer en la cultura de hoy.

Hemos notado en este debate, que el criterio de la cultura actual, ha impregnado ya el modo de vivir la fe y el vínculo de pertenencia con la Iglesia. La idea de ser católico, pero no sentirme reflejado por la Iglesia, va avanzando, y de aquí surge como natural la expresión yo elijo cómo vivir la fe. Si, de acuerdo a la cultura de hoy, uno puede elegir cómo vivir su sexualidad, ¿por qué no va a poder elegir cómo vivir su cristianismo? Y si no hay ninguna norma objetiva y natural que uno deba respetar para definir la propia orientación sexual, ¿por qué debo aceptar que un Papa, los Obispos, o los sacerdotes digan qué se debe pensar?

Son muchos los católicos que se manifestaron de esta manera, entre ellos muchos agentes de pastoral y formadores de otros, además de sacerdotes o grupos sacerdotales que reclaman a la jerarquía actualizarse y modernizarse con el argumento que estas minorías son los nuevos excluidos que Jesús seguramente atendería. Visto esto, queda claro que el primer desafío para la Iglesia es el que se juega en esta ámbito cultural, y aquí es prioritario retomar los caminos pastorales de una evangelización de la cultura, donde cada uno, en especial los laicos, constructores de la historia y generadores de cultura con su vida cotidiana, van impregnando el entramado social con modos de vida y de pensamiento.

Nos queda, entonces, continuar con nuestra reflexión a partir de lo que venimos dialogando en nuestras últimas reuniones, y hacerlo en el marco de este contexto y desafío cultural. Confiando en María que nos ayudará a escuchar lo que quiere Jesús para la Iglesia en Argentina en este tiempo.