21. LA EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO

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Transcripción de la presentación:

21. LA EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO

1. La Santa Misa, verdadero Sacrificio Dios Nuestro Señor fue preparando, durante siglos, el momento el Sacrificio del Gólgota y la institución de su renovación. Se anunciaba simbólicamente en los sacrificios de la antigua ley y, sobre todo, en la inmolación del cordero pascual. Su ofrecimiento en toda la tierra lo anuncia así el profeta Malaquías: en todo lugar se ofrece a mi nombre un Sacrificio humeante y una ofrenda pura.

La Eucaristía es sacramento y sacrificio: "Eucaristía” significa acción de gracias, y designa el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor. La Eucaristía es un Sacrificio: "Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre, que es derramada por vosotros" (Lc 22,19-20; cfr.

La última Cena y el sacrificio del Calvario forman una unidad. En la última Cena, Nuestro Señor instituyó el sacramento por el que había de re-presentarse (=hacerse presente de nuevo) el Sacrificio de la Cruz. La última Cena fue la anticipación sacramental del sacrificio de la Cruz .

"Eucaristía" significa también la "celebración de la Eucaristía“: la celebración en la que Cristo se hace presente por la consagración y se ofrece por nosotros renovando el Sacrificio del Calvario. En la Eucaristía Cristo entrega el mismo cuerpo que ha entregado por nosotros en la Cruz, y la misma sangre que ha derramado por muchos en remisión de los pecados. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio

Esta celebración litúrgica se llama Santa Misa. La esencia del Sacrificio de la Misa es la Consagración del pan y del vino, que re-presentan de modo incruento el Sacrificio cruento de Cristo en la Cruz. Nadie puede quitar o añadir nada de lo que ha sido establecido por la Iglesia en la Liturgia de la Santa Misa.

La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros: Comprende la liturgia de la Palabra (hasta el Ofertorio), y la liturgia eucarística (a partir del Ofertorio). La Liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística constituyen un solo acto de culto».

La Santa Misa es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia. En el sentido de la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual.

Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz se realiza la obra de nuestra redención porque en la Cruz, Cristo se ofreció a sí mismo como víctima inmaculada a Dios Padre por el Espíritu Santo. Este sacrificio fue la realización de su perfecta obediencia a la voluntad del Padre: Cristo se hizo "obediente hasta la muerte y muerte de Cruz" (Philip 2,8).

Para esto había asumido nuestra naturaleza: para identificar la voluntad humana con la voluntad divina. NS. Jesucristo reparó con su obediencia la desobediencia de Adán, y ofreció una satisfacción perfecta por todos nuestros pecados. Lo que se realiza en la Santa Misa es el ofrecimiento de este mismo sacrificio, que se renueva en el altar, al hacerse Cristo presente en la Eucaristía .

El ministro del Sacrificio Eucarístico es el sacerdote, que actúa in nomine et in persona Christi. Para consagrar válidamente, debe tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia. El sacerdote, en la Santa Misa, no actúa como puede hacerlo el presidente de una asamblea humana, sino que representa a Cristo Cabeza de la Iglesia (in persona Christi Capitis).

2. Fines y frutos de la Santa Misa La Santa Misa tiene los mismos fines que el Sacrificio de la Cruz; estos son: latréutico (honrar y adorar a Dios); eucarístico (dar gracias a Dios); propiciatorio (desagraviar a Dios por nuestros pecados); impetratorio (pedir a Dios sus dones y sus gracias).

La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de Ella así como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo.

Participan de los frutos de la santa Misa, de manera diversa: toda la Iglesia; el sacerdote que celebra y los que, unidos con él, concurren a la celebración eucarística; los que, sin asistir a la Misa, se unen al sacerdote que celebra; y aquellos por quienes la Misa se aplica, que pueden ser vivos o difuntos.

El Santo Sacrificio del altar se puede aplicar por todos aquellos a quienes pueda aprovechar, vivos o difuntos. El estipendio es la limosna que se da al sacerdote que aplica la Misa por una intención. Al recibir el estipendio el sacerdote queda obligado a aplicar la Misa por esa intención.

3. La Santa Misa es acción de Cristo y de la Iglesia La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con Él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo.

La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda.

El cristiano pone en ejercicio su sacerdocio real ofreciendo a Dios todas sus obras en unión con Cristo en el altar; esta es una manifestación capital del "alma sacerdotal". La participación de los fieles consiste ante todo en unirse interiormente al Sacrificio de Cristo que el sacerdote ofrece en el altar.

No puede decirse en modo alguno que los fieles "concelebren" con el sacerdote, ya que sólo él actúa in persona Christi. Pero sí que concurren a la celebración del Sacrificio, por el sacerdocio común, recibido en el Bautismo.

Esta participación interior se ha de manifestar en la participación exterior: en la comunión (en estado de gracia), en las respuestas y en las oraciones que los fieles rezan con el sacerdote; en las posturas; y también, a veces, en la realización de algunos ritos, como la proclamación de las lecturas o la oración de los fieles.

Los fieles, al participar en el Sacrificio eucarístico, se ofrecen ellos mismos con Cristo. Todas nuestras acciones cobran valor redentor en la medida en que están unidas al Sacrificio de Cristo. Los fieles deben procurar que la Santa Misa sea de verdad centro y raíz de su vida interior, ordenando hacia ella todo su día; el trabajo y todas sus acciones.

Las Misas sin asistencia de pueblo tienen también carácter público y social. Sus efectos se extienden a todo lugar y tiempo. De ahí la gran conveniencia de que los sacerdotes celebren todos los días, aunque no asista físicamente ningún fiel.