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El Sacramento de la Eucaristía
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Es el sacrificio mismo del cuerpo y de la
sangre del Señor Jesús. Lo instituyó para perpetuar en los siglos el sacrificio de la cruz. Confió a la Iglesia el memorial de su muerte y resurrección. Signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual. Prenda de la vida eterna.
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Jesucristo instituyó la Eucaristía el jueves
santo. La noche en que fue entregado. En la última cena con los Apóstoles.
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Reunido con sus apóstoles
en el Cenáculo, Jesús tomó en sus manos el pan, lo partió y se los dío diciendo: “Tomad y comed todos de Él, porque esto es mi cuer- po que será entregado por vosotros”
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Después tomó en sus manos el caliz
con el vino y les dijo: “Tomad y bebed todos de Él, porque este es el caliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto es conme- moración mía”.
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La Eucaristía es fuente y culmen de
toda la vida cristiana. Contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Comunión en la vida diaria y unidad del Pueblo de Dios. Nos unimos a la Liturgia del Cielo. Anticipamos la vida eterna.
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Eucaristía Santa Misa Fracción del pan Cena del Señor Memorial de Celebración La Pasión, Eucarística. Muerte y Re. sureción de Santos mis- Nuestro Señor terios. Santísimo Sacra- Santo Sacrificio mento del altar. Sagrada comunión
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En la Antigua Alianza fue
anunciada por la cena pascual. Celebrada cada año por los judíos como recuerdo de la salida liberadora de Egipto. Jesús la anunció en sus enseñanzas. La instituyó en la Última Cena. La Iglesia la celebra siempre, en especial el domingo, día de la resurrección del Señor.
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La celebración eucarística
se celebra en dos grandes momentos: La Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística
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El ministro de la celebración
Eucarística es el sacerdote. Obispo o presbítero. Válidamente ordenado. Actúa en la persona de Cristo Cabeza. Y en nombre de la Iglesia.
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Los elementos esenciales
y necesarios para celebrar la Eucaristía son: el vino y el pan.
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Hace presente y actual el
sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre. El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la Eucaristía son un mismo sacrificio.
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El sacrificio de la Cruz y el
sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio. Idéntica víctima y oferente. Es distinto el modo de ofre- cerse: cruento en la Cruz, incruento en la Eucaristía.
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En la Eucaristía el sacrificio de Cristo se hace también sa- crificio de los miem- bros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo. Se ofrece por todos los fieles: vivos y di- funtos.
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En reparación de los pecados de to- dos los hombres. Para obtener de Dios beneficios espirituales y temporales. La Iglesia del Cielo está unida a la ofren- da de Cristo.
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Jesucristo está presente
en la Eucaristía de modo único e incomparable. De modo verdadero, real y substancial. Con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Dios y hombre bajo las especies de pan y vino.
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Transubstanciación signi-
fica la conversión del pan en el Cuerpo de Cristo. Y del vino en su Sangre. Se opera en la Plegaria Eucarística. Mediante la eficacia de la Palabra de Dios y de la acción del Espíritu Santo.
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La fracción del pan no divide a Cristo:
Él está presente todo e íntegro en cada especie eucarística y en cada una de sus partes.
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La presencia eucarística continúa
mientras subsistan las especies eucarísticas.
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Se le debe rendir el culto de latría. Adoración reservada a Dios. Tanto durante la celebración eucarística como fuera de ella. La Iglesia conserva con la mayor diligen- cia las hostias consagradas.
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Las lleva a los enfermos y a otras personas
incapacitadas de participar en la Santa Misa. Las presenta a la solemne adoración de los fieles. Las lleva en pro- cesión. Invita a su fre – cuente visita y adoración.
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Porque Cristo nos en- trega su Cuerpo y su Sangre. Porque realiza sacra- mentalmente su Pascua. Se nos ofrece como comida y bebida. Nos une con Él y entre nosotros en su sacrificio.
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El altar es el símbolo de
Cristo mismo. Víctima sacrificial. Altar- sacrificio de la cruz. Alimento celestial que se nos da a nosotros. Altar-mesa eucarística.
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Los fieles tienen obligación de a- sistir a la Santa Misa todos los domingos y días de precepto. La Iglesia recomienda que se asista también en los demás días.
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La Iglesia recomienda a
los fieles que participan de la Santa Misa recibir también la comunión. Establece la obligación de hacerlo al menos en Pascua.
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Para recibir la Sagrada Co-
munión se debe estar plena- mente incorporado a la Igle- sia Católica. Hallarse en gracia de Dios. Espíritu de recogimiento y oración. Observancia del ayuno prescrito. Actitud corporal respetuosa.
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Acrecienta nuestra unión con Cristo y su Iglesia. Renueva la vida de la gracia. Nos fortalece en la Caridad. Nos perdona los pecados veniales. Nos preserva de los pecados mortales para el futuro.
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A los miembros de las Igle-
sias Orientales, que no es- tán en plena comunión con la Iglesia Católica. Siempre que éstos lo solici- ten y tengan las debidas disposiciones. A los miembros de otras comunidades e- clesiales, ante grave necesidad y si és- tos lo piden.
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Es prenda de ls gloria futura. Nos colma de gracia y bendición del cielo. Nos fortalece en la peregrinación de nuestra vida terrena. Nos hace desear la vida eterna, uniéndo- nos a Cristo, sentado a la derecha del Padre y de sus santos.
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Presentación en POWER-POINT
realizada por Violeta Vázquez para
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