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Mantengamos la visión “Por lo cual, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” (Hech. 26: 19).
La visión del cielo Al comienzo, hubo una visión; después llegó la misión y siguieron las acciones. Las vidas de muchos grandes hombres y mujeres son a menudo el resultado de una visión inicial.
La visión del cielo John Ruskin escribió: “Por cada persona que sabe pensar, hay cientos que saben hablar, pero hay miles que saben pensar por cada una que puede ver”. Aquel que puede ver es el que tiene una visión.
Vidas edificadas sobre una visión Las vidas de Abraham, Moisés y Samuel fueron edificadas sobre su visión inicial, una visión del cielo. Nuestra iglesia comenzó con jóvenes muy humildes. Poseían y compartían una visión inspirada del papel de la iglesia y de su futuro.
Vidas edificadas sobre una visión Max Weber, el gran sociólogo alemán, afirmó que todas las organizaciones religiosas siguen más o menos la misma evolución: son proféticas al comienzo, siguen una visión, después se institucionalizan, y finalmente se vuelven burocráticas. La visión se congela o se evapora. Estamos donde estamos porque obedecemos la visión, y la defensa de la libertad religiosa requiere una visión.
Vidas edificadas sobre una visión Al igual que un faro, podemos estar en el lugar oportuno en el momento oportuno, pero tenemos que plantearnos una pregunta importante: “¿Sigue brillando la luz?” Para alcanzar la meta, para cumplir nuestro destino, necesitamos seguir nuestra visión.
Vidas edificadas sobre una visión Cada vez que una vocecita murmura dentro de nosotros, tratando de desanimarnos para que abandonemos nuestro puesto o no hagamos lo mejor que podemos para cumplir la misión, cada vez que nos quejamos de las cosas que no son perfectas y queremos renunciar, necesitamos recordar la respuesta de Pablo: “Por lo cual, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial”.