Colegio de Lerma - Municipio de Bolívar (CAMPESINOS) Profesor Luis Gómez Un día de noviembre de 1988, cansados de matarse borrachos entre sí, los habitantes de Lerma se pusieron de acuerdo para tomar una singular decisión colectiva: dejar de tomar licor. Es más, cerraron para siempre todas las cantinas del pueblo, porque se dieron cuenta de que allí nacían todas sus desgracias. El profesor Luis Alberto Gómez, docente del Colegio Agrícola Alejandro Gómez Muñoz y uno de los que ha reconstruido esta historia, recuerda que para entonces el pueblo llegó a tener quince cantinas. “Casi todos los hombres estaban armados. Entonces en las cantinas se encontraban los que tenían problemas por la coca, y luego de unos tragos se armaban las balaceras donde siempre alguien terminaba muerto”. En el movimiento comunitario para cerrar las cantinas estaban los docentes de la escuela, los trabajadores del puesto de salud, el sacerdote, el encargado de Telecom de la época, los campesinos y las mujeres. Fueron éstas las que les exigieron a los cantineros el sellamiento de sus negocios. “Era más seguro que lo hicieran ellas que los hombres, porque se corría el riesgo de que hubiera riñas. En cambio a las mujeres no les iban a dar bala”, contó Amanda Meneses, quien lidera actualmente un grupo de mujeres en Lerma. Entonces, cuando a finales de los 80 el Gobierno Nacional intensificó su lucha contra el narcotráfico, la bonanza coquera se convirtió en un fantasma. El negocio se trasladó al Caquetá y al Putumayo, y en Lerma sólo quedaron tumbas, degradación y conflictos. “Fue cuando llamamos al profesor Walter Gaviria, uno de los pocos que había salido y logrado estudiar, y con él comenzamos el proceso”, anotó el profesor Luis Alberto Gómez.