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El confesor, además de absolver o no absolver, queda con una obligación muy grave, que es lo que se llama el “sigilo sacramental”. Es la obligación.

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Presentación del tema: "El confesor, además de absolver o no absolver, queda con una obligación muy grave, que es lo que se llama el “sigilo sacramental”. Es la obligación."— Transcripción de la presentación:

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3 El confesor, además de absolver o no absolver, queda con una obligación muy grave, que es lo que se llama el “sigilo sacramental”. Es la obligación muy estricta de guardar bajo secreto absoluto las cosas que el penitente declaró en la confesión en orden a la absolución sacramental. Así que es una seguridad y una tranquilidad muy grande para el penitente.

4 Cuando un penitente debe confesar algo muy delicado puede pensar: ¿Qué pensará de mi el sacerdote? Y quizá hasta piensa: ¿Y si un día se le ocurre decírselo a mi esposa…? Pues no tengas miedo, porque nunca se ha oído que algún sacerdote haya descubierto algo así. Es una obligación gravísima para el sacerdote. De ahí que haya una gran tranquilidad.

5 Esta obligación podríamos verla en primer lugar por derecho natural, luego por derecho divino y finalmente por el derecho de la Iglesia. Primeramente es un cuasi contrato establecido entre el confesor y el penitente. El que se confiesa los pecados lo hace a condición de que no lo diga a nadie.

6 Jesucristo constituyó el sacramento a forma de juicio; y en un juicio el juez está obligado a guardar silencio en muchas cosas. Pues mucho más en este juicio divino, sobre todo porque la Iglesia así lo ha determinado. Es decir, que además de ser por derecho natural y por derecho divino, la Iglesia lo ha establecido de una manera taxativa. Verdaderamente no se puede declarar absolutamente nada de lo hablado en la confesión, por lo menos en cuanto materia de confesión.

7 Hay ejemplos muy curiosos, alguno en sentido hipotético: Si un sacerdote o confesor sabe por la confesión que le van a matar o que le han echado veneno en las vinajeras, no por eso puede huir ni dejar de tomar el vino y el agua de las vinajeras. Claro que puede exhortar al penitente que le dejase usar esa noticia para huir o cambiar las vinajeras. Estas cosas no suelen pasar.

8 Intentó el sacerdote disuadirle, pero el otro lo repetía como secreto de confesión. El sacerdote se fue a dormir como de ordinario, esperando que todo aquello volaría. No pasó nada. El sacerdote creía que el penitente se habría arrepentido. Por la mañana le dijo aquel hombre en el confesonario que no pensaba hacer ningún daño, sino sólo comprobar por experiencia si iba a guardar el sigilo. Cuentan que una vez uno fue a confesarse y le dijo al sacerdote que a las 12 de aquella noche volaría la casa del sacerdote con dinamita.

9 El sacerdote no puede actuar según lo haya oído en la confesión; pero sí puede actuar si ha oído lo mismo fuera de la confesión. Ejemplo: Un criado de un sacerdote se confesó que robaba de la despensa. Creía el criado que el sacerdote cerraría la despensa con llave, pero seguía abierta. Un día el criado se emborrachó y contó en alta voz lo de su confesión y lo de la llave. Entonces el sacerdote sí cerró con llave.

10 El sacerdote está obligado a guardar este secreto o sigilo por varias razones. Una es la reverencia que se debe al sacramento y a las relaciones del hombre para con Dios. Otra razón es la justicia, pues el penitente tiene derecho a su propia fama. Así que no hay nada, ni la vida propia ni de la nación, por lo que haya que descubrir un secreto de confesión.

11 Pero pudiera ser. Pero revelar el secreto sería una catástrofe espiritual mayor, pues muchos se alejarían de la confesión por el miedo de que quizá un día, estando vivo o muerto, se pudiera descubrir su pecado. Claro que es muy raro que por revelar un secreto de confesión se pueda evitar una gran catástrofe, como una guerra.

12 Así que no se puede descubrir el secreto de confesión ni aunque el penitente haya muerto, porque sigue teniendo derecho a su fama después de muerto. Esto da una gran tranquilidad para el momento de confesarse. Sabemos que es como encontrarnos con el Señor. Así que vayamos con confianza ante el Señor reconociendo nuestra culpa.

13 Vengo ante ti, mi Señor, Automático

14 recono- ciendo mi culpa.

15 con la fe puesta en tu amor,

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18 y te ofrezco mi miseria,

19 despojado de mis cosas,

20 quiero llenarme de Ti.

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23 Hazme dócil a tu voz,

24 trans- forma mi vida entera.

25 Hazme dócil a tu voz,

26 transforma mi vida entera. Hacer CLICK

27 Así que el confesor no puede manifestar nada de lo dicho en la confesión. A veces un sacerdote dice, de él o porque lo ha oído: “Hubo una vez un penitente que…” Se trataría de un caso del cual sería completamente imposible saber ni investigar en dónde y cuándo. Y sobre todo que se cuenta para el bien espiritual de quien lo escucha, no para detrimento del penitente.

28 Es como si un esposo celoso quiere saber del sacerdote lo que la esposa le ha confesado. Y al no decírselo, le mata. Hay una novela famosa, puesta para el cine, “una víctima del secreto de la confesión”, basada en algo real. Ha habido sacerdotes y santos que han muerto como víctimas del secreto de la confesión.

29 Confesaba a la reina de Praga y el rey tenía celos de si andaba con algunos. Le exigió al santo que le tenía que revelar la confesión de la reina. Primero se lo dijo con promesas, luego con amenazas. Después de grandes tormentos, le arrojaron al río y murió. Después de bastantes años vieron que tenía la lengua incorrupta, como se conserva todavía, como un testimonio del secreto guardado. Quizá el caso más famoso es el de san Juan Nepomuceno, por el año 700 o poco más.

30 Dicen los técnicos en esta materia que un sacerdote hasta podría jurar que no sabe nada, porque no lo sabe como hombre, aunque lo sabe como ministro de Dios. El hecho es que no puede decir nada si no es con la autorización expresa del propio penitente. Yo creo que esta autorización sería para una cosa buena laudatoria, no para algo difamatorio.

31 Un ejemplo: Cuentan que en el año 1852 el maestro de capilla de un párroco mató a un hombre con el cuchillo del párroco. Lo escondió en la iglesia y se confesó con el párroco. Después fue a la policía a acusar al párroco, quien, al no declarar nada, fue condenado a la cárcel de Siberia. A los 20 años el culpable declaró todo. Fueron a Siberia a por el párroco, pero había muerto. Otro mártir del secreto.

32 Un criado o sacristán de un sacerdote mató a una persona y se confesó con ese sacerdote, en quien recayó la culpa del asesinato. Fue llevado a la cárcel y lo pasó muy mal durante mucho tiempo. Al final el sacristán declaró todo y el párroco salió de la cárcel en plan triunfante. En otros casos acaba bien (humanamente, porque divinamente siempre acaba bien).

33 No sólo el sacerdote o confesor debe guardar secreto. Ya dijimos sobre el intérprete, si la confesión se ha realizado de esa manera. Debe guardar pleno silencio. Y lo mismo cualquiera que se entere de algo por casualidad. A veces el penitente o el sacerdote hablan algo alto y otra persona se ha acercado demasiado. Si llega a escuchar algo, debe guardarlo como sigilo sacramental.

34 Debe romperlo y deshacerse de él, como si no hubiera visto nada. – Así que cuando vamos a confesarnos, vayamos con confianza y por muy extraña que sea la vida, pidamos perdón al Señor con paz y con alegría. Lo mismo pasa si uno se encuentra un papel de un penitente que se le ha caído sin querer.

35 Automático

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38 con Aquel que ha hecho mi ser para amar.

39 Y yo en mi porte vil jamás aprenderé

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41 que sólo el hombre humilde puede permanecer

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44 perdóname, Señor, no lo pensé.

45 Perdóname, Señor, perdóname;

46 Hacer CLICK

47 Se dice que en cierto lugar se anunció que cierto sacerdote iba a dar una conferencia para descubrir muchos secretos de confesión. Hicieron propaganda y el teatro se llenó. En el momento en que iba a comenzar, se hundió la escalerilla del teatro, hubo algunos muertos y bastantes heridos. Con lo que se acabó la conferencia. Ha habido sacerdotes que han renegado de la religión católica. No se conocen casos en que se hayan revelado secretos de la confesión.

48 Por lo tanto volvemos a recordar la tranquilidad con que nos debemos confesar. La recompensa por guardar el secreto será grande en el cielo. Pero a veces se experimenta aquí en la tierra. Parece como que Dios tuviera una providencia especial para que no se rompa deliberada- mente dicho secreto.

49 Un ejemplo: Se cuenta que en una guerra entre Polonia y Rusia, hace mucho tiempo, cayó prisionero en poder de los rusos uno de los principales jefes polacos. Fue condenado a muerte; pero pidió un sacerdote y se confesó. Luego el zar de Rusia llamó al sacerdote y le dijo que por el bien de la patria debía declarar lo que le dijo el polaco en confesión. El sacerdote: “el secreto es inviolable” – “Tal vez mis armas os harán hablar” – Pues no, majestad, la muerte sellará mis labios para siempre”. Entonces el rey, dando un puñetazo dijo: “Voy a redactar la sentencia con mi propia mano”. Poco después le entregaron al sacerdote esta sentencia: “Yo, Pablo I, zar de todas las rusias, nombro al abad (N) consejero imperial por su fortaleza en guardar el secreto que su conciencia le manda callar”.

50 Es cosa muy diferente. En general debe callar por un secreto natural; pero no es pecado comentar lo que le ha dicho el confesor. Claro que si es en contra de la fama, estaría mal. Otra cosa es si ello sirve para el bien. Pero mejor es no hablar de lo sucedido en la confesión. ¿El penitente tiene también que callar sobre lo que le ha dicho el sacerdote en la confesión? Otra cuestión:

51 Y esto es para no espantar a nadie. Porque si uno oye que están hablando de lo sucedido en la confesión, además de que ya es algo mal visto, es fácil que alguno se alejaría algo más. A no ser que sea alguna cosa muy buena o agradable.

52 Terminando de explicar el sacramento de la Penitencia recordamos que, cuando uno se va a confesar, es como tratar a Cristo. El sacerdote allí es como si fuese otra persona. Por eso luego no puede hablar de lo dicho allí ni con el mismo penitente, ni aprovecharse de lo oído para algún asunto ni querer averiguar cosas referentes a lo escuchado en confesión.

53 El pecador cuanto más reconoce la misericordia de Dios, va entrando en su santidad y justicia. “Confesar” no es sólo confesar los pecados sino confesar la gloria de Dios. El sacramento de la penitencia es para glorificación de Dios y para salvación del hombre de una manera directa. Dios revela en este sacramento su gloria, su santidad, su amor y justicia.

54 En la confesión no se trata sólo de una relación particular de la persona con Dios sino de una incorporación a la Iglesia. En los tiempos antiguos prevalecía la idea de esta incorporación a la Iglesia. Por eso la acusación era pública y públicas eran las penitencias. Pero para algunos esto era como una barrera que les impedía acercarse a Dios.

55 Y que le podamos decir perdón al Señor, sabiendo que Él nos da la alegría en ese perdón. Por eso la Iglesia como madre fue simplificando el acto, dejando la participación de todos especialmente por medio de la oración. Lo importante es que vayamos hacia Dios y que por medio de este sacramento encontremos la alegría y la paz íntima.

56 Perdóname, Señor, y podré alegrarme. Automático

57 Perdóname, Señor, perdóname.

58 Tu que siempre estás dispuesto

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60 y muchas veces te ofendí.

61 Perdóname, Señor, y podré alegrarme.

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63 AMÉN


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