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C ántaro vacío Estando la noche en lo más vertical de su sombra subí de la fuente la cuesta con el cántaro vacío, que en la fuente no había agua y.

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4 C ántaro vacío Estando la noche en lo más vertical de su sombra subí de la fuente la cuesta con el cántaro vacío, que en la fuente no había agua y yo tiritaba de frío. En silencio caminaba cuesta arriba hacia la casa por donde asustan los búhos, y yo que a solas subía, meditativo cuesta arriba y recogido, primero por escapar del frío segundo por dialogar conmigo. El viento soplaba recio golpeándome la cara con más fuerza contra más alta se iba haciendo la cuesta, y yo con el cántaro vacío C ántaro vacío Estando la noche en lo más vertical de su sombra subí de la fuente la cuesta con el cántaro vacío, que en la fuente no había agua y yo tiritaba de frío. En silencio caminaba cuesta arriba hacia la casa por donde asustan los búhos, y yo que a solas subía, meditativo cuesta arriba y recogido, primero por escapar del frío segundo por dialogar conmigo. El viento soplaba recio golpeándome la cara con más fuerza contra más alta se iba haciendo la cuesta, y yo con el cántaro vacío odo aterido de frío, t odo aterido de frío, llena de dudas el alma a solas conmigo mismo. Llegando estaba a lo alto de la empinada cuesta cuando le dio por ulular al búho y yo que iba a solas conmigo mismo solté el cántaro del susto, que roto y esparcido quedó el pobre en el camino, menos mal que iba sin agua y yo aterido de frío con el cántaro vacío. Juan Manuel del Río odo aterido de frío, t odo aterido de frío, llena de dudas el alma a solas conmigo mismo. Llegando estaba a lo alto de la empinada cuesta cuando le dio por ulular al búho y yo que iba a solas conmigo mismo solté el cántaro del susto, que roto y esparcido quedó el pobre en el camino, menos mal que iba sin agua y yo aterido de frío con el cántaro vacío. Juan Manuel del Río

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6 L a fuente de junto al río Yo fui por agua a la fuente la fuente de junto al río con su fondo sol de arena cubierta de junco y hierba. Fui con cántaro de vidrio a buscar agua a la fuente tan cristalina y tan limpia y de pronto el cantarillo se enamoró de la arena se enamoró de la fuente y roto quedó en el agua tan cristalina y tan mansa. Me miro por dentro y fuera y me pregunto si soy el vidrio roto en la arena o añoranza y sed del agua que mana clara en la fuente la fuente de junto al río con su fondo sol de arena, hermana samaritana. Juan Manuel del Río L a fuente de junto al río Yo fui por agua a la fuente la fuente de junto al río con su fondo sol de arena cubierta de junco y hierba. Fui con cántaro de vidrio a buscar agua a la fuente tan cristalina y tan limpia y de pronto el cantarillo se enamoró de la arena se enamoró de la fuente y roto quedó en el agua tan cristalina y tan mansa. Me miro por dentro y fuera y me pregunto si soy el vidrio roto en la arena o añoranza y sed del agua que mana clara en la fuente la fuente de junto al río con su fondo sol de arena, hermana samaritana. Juan Manuel del Río

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8 C arta de invierno Perdida en el buzón del tiempo pasará la noche fría, ésta, mi carta escrita en el pergamino gris del invierno. (Que de noche la escribí, de noche, sin más luz que la escasa luz de los recuerdos alumbrados al resplandor de los faroles apagados de mis lágrimas huidas). Por timbre postal le he puesto la mitad de mis recuerdos garabateados a bolígrafo en negro, la otra mitad son sentimientos que aún merodean por dentro. Cualquiera que me haya visto deambular en solitario las calles postales de la noche C arta de invierno Perdida en el buzón del tiempo pasará la noche fría, ésta, mi carta escrita en el pergamino gris del invierno. (Que de noche la escribí, de noche, sin más luz que la escasa luz de los recuerdos alumbrados al resplandor de los faroles apagados de mis lágrimas huidas). Por timbre postal le he puesto la mitad de mis recuerdos garabateados a bolígrafo en negro, la otra mitad son sentimientos que aún merodean por dentro. Cualquiera que me haya visto deambular en solitario las calles postales de la noche seguramente habrá dicho: ¡ay qué ver cómo le hieren los recuerdos! Y yo de inmediato, alzando la voz gritaré: ¡mentira! no me hieren los recuerdos que viajan en esta noche de invierno al abrigo de mi sobre vacío, me hiere que nadie leerá la carta antes de que el 2012 se haya ido, y con él mis sentimientos, que por no llevar dirección ni remitente, dormirán junto a mis pies descalzos sobre el frío aterido y blanco de la nieve, sin saber si en el 2013 sucederá otra vez lo mismo. Juan Manuel del Río seguramente habrá dicho: ¡ay qué ver cómo le hieren los recuerdos! Y yo de inmediato, alzando la voz gritaré: ¡mentira! no me hieren los recuerdos que viajan en esta noche de invierno al abrigo de mi sobre vacío, me hiere que nadie leerá la carta antes de que el 2012 se haya ido, y con él mis sentimientos, que por no llevar dirección ni remitente, dormirán junto a mis pies descalzos sobre el frío aterido y blanco de la nieve, sin saber si en el 2013 sucederá otra vez lo mismo. Juan Manuel del Río

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10 rujal interior T rujal interior Permíteme, Señor, asomarme al pretil viejo del tiempo, y que decir yo te diga mis cuitas en forma de plegaria candorosa, y que hundir hunda mis raíces, igual que el olivo frondoso de la vida, en el desierto, la estepa, o el huerto, del sueño, la quimera, la ilusión, la fantasía. Que aún tengo el sabor de tu palabra en mi boca, y hombre me sé, aprendiz de niño, que juega en las ramas umbrosas del árbol de la vida, con la inocencia, la alegría o la tristeza de los días iguales. Taladrada tengo el alma del paisaje de tus olivos en flor, y atisbar quiero de luz el universo estremecido de mi trujal interior donde destilarse pueda, gota a gota, el aceite nuevo de la paz, mientras intuyo, presiento y siento, amorosamente, rujal interior T rujal interior Permíteme, Señor, asomarme al pretil viejo del tiempo, y que decir yo te diga mis cuitas en forma de plegaria candorosa, y que hundir hunda mis raíces, igual que el olivo frondoso de la vida, en el desierto, la estepa, o el huerto, del sueño, la quimera, la ilusión, la fantasía. Que aún tengo el sabor de tu palabra en mi boca, y hombre me sé, aprendiz de niño, que juega en las ramas umbrosas del árbol de la vida, con la inocencia, la alegría o la tristeza de los días iguales. Taladrada tengo el alma del paisaje de tus olivos en flor, y atisbar quiero de luz el universo estremecido de mi trujal interior donde destilarse pueda, gota a gota, el aceite nuevo de la paz, mientras intuyo, presiento y siento, amorosamente, t u presencia envolvente. Padre, te digo, con la ternura del adámico barro de mi ser recién horneado en el cuenco infinito de tus manos que amasaron de amor, sabiamente, las galaxias para vestir de relente el misterio de la noche eterna y fantástica del tiempo. Raíz de olivo en figura de hombre me sueño, para recorrer, peregrino sin rumbo, igual que un profeta que no llevara ni sandalias, ni cayado, ni voz, ni palabra, ni nada, el desierto; y envuelto de pronto me veo en el palpitante aleteo de tu mágica voz que va creando a retazos la luz, el cosmos, la vida, para que esta savia de mi viejo árbol, olivo reseco, reverbere por las venas tránsfugas del pensamiento, de la fe, y de la esperanza, t u presencia envolvente. Padre, te digo, con la ternura del adámico barro de mi ser recién horneado en el cuenco infinito de tus manos que amasaron de amor, sabiamente, las galaxias para vestir de relente el misterio de la noche eterna y fantástica del tiempo. Raíz de olivo en figura de hombre me sueño, para recorrer, peregrino sin rumbo, igual que un profeta que no llevara ni sandalias, ni cayado, ni voz, ni palabra, ni nada, el desierto; y envuelto de pronto me veo en el palpitante aleteo de tu mágica voz que va creando a retazos la luz, el cosmos, la vida, para que esta savia de mi viejo árbol, olivo reseco, reverbere por las venas tránsfugas del pensamiento, de la fe, y de la esperanza,

11 iento así llenarse mis ojos de luz S iento así llenarse mis ojos de luz en la desnuda inmaterialidad de tu regazo; y vuelvo a ser el niño, recién amanecido en tus brazos de Padre, llamado a pastorear de inocencia el rastrojo de estrellas de tu firmamento infinito, donde pacen la Osa Mayor y la Osa Menor, al abrigo del silencio de los siglos, mientras yo, desde este mi frágil ser agradecido, —apenas susurro y silencio es mi voz—, sólo atino a decirte, y te digo, con la ternura de un hijo: ¡Padre, Padre...! Juan Manuel del Río iento así llenarse mis ojos de luz S iento así llenarse mis ojos de luz en la desnuda inmaterialidad de tu regazo; y vuelvo a ser el niño, recién amanecido en tus brazos de Padre, llamado a pastorear de inocencia el rastrojo de estrellas de tu firmamento infinito, donde pacen la Osa Mayor y la Osa Menor, al abrigo del silencio de los siglos, mientras yo, desde este mi frágil ser agradecido, —apenas susurro y silencio es mi voz—, sólo atino a decirte, y te digo, con la ternura de un hijo: ¡Padre, Padre...! Juan Manuel del Río

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13 ios singular D ios singular Óyeme, Dios, mi Dios: me dicen que eres un Dios singular, que tus manos son inmensas y sin embargo, que no tienes manos; porque tus manos son las nuestras, que tus ojos están copiosos de luz, y no obstante, sólo ves por los ojos de tus hijos; que tu voz ha llenado de música el universo y a cambio, callas para que podamos oír el latir inmenso de tu corazón de Padre que no cabe en el universo, estallado de amor, expandiéndose en la dimensión irreversible de lo eterno; que eres Padre, y por lo mismo comprendes la soledad del abatido del huérfano y del pobre, ios singular D ios singular Óyeme, Dios, mi Dios: me dicen que eres un Dios singular, que tus manos son inmensas y sin embargo, que no tienes manos; porque tus manos son las nuestras, que tus ojos están copiosos de luz, y no obstante, sólo ves por los ojos de tus hijos; que tu voz ha llenado de música el universo y a cambio, callas para que podamos oír el latir inmenso de tu corazón de Padre que no cabe en el universo, estallado de amor, expandiéndose en la dimensión irreversible de lo eterno; que eres Padre, y por lo mismo comprendes la soledad del abatido del huérfano y del pobre, porque ellos son tus manos, tus ojos, y el corazón, repartido en cada uno de tus hijos. Cómo no quererte, Dios, ¡ Cómo no quererte, Dios, mi Dios tan singular, si siendo eterno estás hecho de amor a la medida frágil del barro de nuestra pequeñez quebradiza de hombres y mujeres que lloran, sufren y aman sabiéndose seguros en tu regazo amoroso de Padre, que ha donado sus ojos, sus manos, y su corazón inmenso a sus hijos, hasta hacerlos, por humanos, tan divinos! Juan Manuel del Río porque ellos son tus manos, tus ojos, y el corazón, repartido en cada uno de tus hijos. Cómo no quererte, Dios, ¡ Cómo no quererte, Dios, mi Dios tan singular, si siendo eterno estás hecho de amor a la medida frágil del barro de nuestra pequeñez quebradiza de hombres y mujeres que lloran, sufren y aman sabiéndose seguros en tu regazo amoroso de Padre, que ha donado sus ojos, sus manos, y su corazón inmenso a sus hijos, hasta hacerlos, por humanos, tan divinos! Juan Manuel del Río

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15 i he de hablarte... S i he de hablarte... Si he de hablarte, te hablaré, Señor, con mi música interior, la misma que brota en la fuente del bosque de mis sueños donde se filtra la luz increada de tu amor. Rama soy en el árbol de la vida, siendo Tú mi única Verdad, Señor. Evidencia desnuda de tu inmaterial presencia soy, ya lo ves, mi Dios. Nada ante ti se esconde, ni el pensamiento, ni el cosmos, ni la eternidad, ni el hombre, ni el tiempo, ni esta tierra animada que sustenta con amor la música interior del alma i he de hablarte... S i he de hablarte... Si he de hablarte, te hablaré, Señor, con mi música interior, la misma que brota en la fuente del bosque de mis sueños donde se filtra la luz increada de tu amor. Rama soy en el árbol de la vida, siendo Tú mi única Verdad, Señor. Evidencia desnuda de tu inmaterial presencia soy, ya lo ves, mi Dios. Nada ante ti se esconde, ni el pensamiento, ni el cosmos, ni la eternidad, ni el hombre, ni el tiempo, ni esta tierra animada que sustenta con amor la música interior del alma en el vaivén inconstante de la fe. ecesito tu habitada soledad N ecesito tu habitada soledad para hablarte quedamente con el murmullo del agua que mana limpia en la fuente, con el rumor verde de la espesura del bosque, con el canto alegre del jilguero que anida en la enramada, con el sudor rendido del peregrino al final del camino, con la oración agradecida del último de tus hijos. Padre, te digo, y te diré, Tú, que diste vida a mi ser, y ritmo para andar tus caminos a mis pies, olvida los renglones, tantas veces torcidos, de mi letra en el vaivén inconstante de la fe. ecesito tu habitada soledad N ecesito tu habitada soledad para hablarte quedamente con el murmullo del agua que mana limpia en la fuente, con el rumor verde de la espesura del bosque, con el canto alegre del jilguero que anida en la enramada, con el sudor rendido del peregrino al final del camino, con la oración agradecida del último de tus hijos. Padre, te digo, y te diré, Tú, que diste vida a mi ser, y ritmo para andar tus caminos a mis pies, olvida los renglones, tantas veces torcidos, de mi letra y ábreme de par en par tu puerta para que al llegar mi atardecer pueda entrar seguro a tu presencia, Juan Manuel del Río

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17 l árbol verde E l árbol verde El árbol verde, lozano y frondoso, está hoy seco, convertido en poema de muerte, Resurrección y Vida sobre el Calvario. Lo arrancó de cuajo, lo tumbó impotente, sobre el asfalto, la turba insolente, y el amor lo fue arrastrando hasta subir la cumbre. Yace ahora sin flor, sin fruto, sin nada, en quietud silente, muerto en un sepulcro, sin hojas, sin piel, desnudo, al ventalle y sombra de los olivos, sin nada, mudo, igual que un rezo hacia dentro, el árbol frondoso, el árbol verde. Sobre el calvario, fuera del pueblo, lejos del templo, exangüe quedó el árbol verde, arañada su corteza como un poema escrito en aroma de amor y sangre. l árbol verde E l árbol verde El árbol verde, lozano y frondoso, está hoy seco, convertido en poema de muerte, Resurrección y Vida sobre el Calvario. Lo arrancó de cuajo, lo tumbó impotente, sobre el asfalto, la turba insolente, y el amor lo fue arrastrando hasta subir la cumbre. Yace ahora sin flor, sin fruto, sin nada, en quietud silente, muerto en un sepulcro, sin hojas, sin piel, desnudo, al ventalle y sombra de los olivos, sin nada, mudo, igual que un rezo hacia dentro, el árbol frondoso, el árbol verde. Sobre el calvario, fuera del pueblo, lejos del templo, exangüe quedó el árbol verde, arañada su corteza como un poema escrito en aroma de amor y sangre. nmudeció el calvario, E nmudeció el calvario, muerto quedó el árbol verde, sin flor, sin nada, sin piel, sin fruto, desnudo, aguardando al alba del olivar, de aceite aromado, para resucitar el primero de entre los muertos que esperan la redención del Dios amado, el Cristo Santo de la Salvación, convertido en poema de Amor y Vida para ser leído en gloria al relente del alba del Huerto de los Olivos en el domingo alegre de Resurrección. Juan Manuel del Río nmudeció el calvario, E nmudeció el calvario, muerto quedó el árbol verde, sin flor, sin nada, sin piel, sin fruto, desnudo, aguardando al alba del olivar, de aceite aromado, para resucitar el primero de entre los muertos que esperan la redención del Dios amado, el Cristo Santo de la Salvación, convertido en poema de Amor y Vida para ser leído en gloria al relente del alba del Huerto de los Olivos en el domingo alegre de Resurrección. Juan Manuel del Río

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