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NUEVA SOCIEDAD 2020 2050 REAPRENDER A COMUNICARNOS REAPRENDER A VER TRANSICIÓN ENERGÉTICA y ECONÓMICA GLOBAL NUEVA GOBERNANZA GLOBAL GENERACIÓN CAMBIO.

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Presentación del tema: "NUEVA SOCIEDAD 2020 2050 REAPRENDER A COMUNICARNOS REAPRENDER A VER TRANSICIÓN ENERGÉTICA y ECONÓMICA GLOBAL NUEVA GOBERNANZA GLOBAL GENERACIÓN CAMBIO."— Transcripción de la presentación:

1 NUEVA SOCIEDAD 2020 2050 REAPRENDER A COMUNICARNOS REAPRENDER A VER TRANSICIÓN ENERGÉTICA y ECONÓMICA GLOBAL NUEVA GOBERNANZA GLOBAL GENERACIÓN CAMBIO CLIMÁTICO ADAPTACIÓN Grupos de trabajos

2 Objetivo: Cada grupo de trabajo deberá construir un conjunto de ideas que contribuyan a la construcción de una nueva sociedad – más sostenible y con menos emisiones de carbono- entre 2020 y 2050. Cada grupo trabajará estas ideas desde el marco del saber escogido. Metodología de presentación de los trabajos: Los trabajos se presentarán en dos formatos: Una hoja individual elaborada por cada miembro de cada grupo, que contendrá sus aportes a la reflexión grupal. Un resumen de la reflexión grupal, que podrá ser elaborado en hojas, cartulinas, videos, vínculos electrónicos o fotografías Notas: La nota de cada estudiante corresponde a la evaluación de sus aportes tanto en estos dos formatos como en las discusiones en clase. También se tendrá en cuenta la asistencia a todas las clases. La primera nota corresponde a una elaboración general de las ideas, la segunda al desarrollo de un mayor nivel de detalles, y la tercera a la propuesta consolidada de cada grupo y de cada estudiante. Los trabajos se evaluarán de acuerdo con los siguientes criterios: Originalidad de las ideas Pertinencia Creatividad y sentido estético de las presentaciones Referencias bibliográficas Sentido crítico sobre los textos sugeridos (fotocopias entregadas y textos contenidos en esta presentación que corresponden al libro El Grito de Manuel Guzmán Hennessey). Fechas: Primer corte: jueves 5 de septiembre

3 REDES REAPRENDER A COMUNICARNOS

4 La educaci ó n para la nueva sociedad que requieren las nuevas generaciones debe pensarse no como una simple enmienda program á tica en los curr í culos educativos sino como una revoluci ó n estructural y transdisciplinar profunda. Que remueva y modifique los cimientos conceptuales de todo el sistema educativo actual y tenga la posibilidad de incidir en la transformaci ó n de la sociedad del futuro. El primer punto de esta revoluci ó n es reconocer, analizar y divulgar la verdad sobre la crisis. Con los datos de la ciencia y las previsiones que se derivan de sus proyecciones hacia el periodo 2020 2050. Esto indica que el eje de este sistema educativo es la comunicaci ó n, y por lo tanto el uso masivo de los medios (radio, televisi ó n, Internet IP, redes sociales, prensa escrita, prensa Internet, mensajes de texto) resulta de especial importancia. Pensar en una revoluci ó n de la cultura nos remite necesariamente a los referentes hist ó ricos de las otras revoluciones que ha habido en la cultura: la revoluci ó n agr í cola del neol í tico, la revoluci ó n cultural del renacimiento y la revoluci ó n industrial de los siglos XIX y XX. Sobre la primera y la ú ltima de las mencionadas nos recuerda William D. Ruckelshaus (1932) que fueron revoluciones graduales, espont á neas y en gran medida inconscientes. Sobre la revoluci ó n del renacimiento ahondar é m á s adelante para plantear la necesidad, a mi juicio, de pasar del humanismo antropoc é ntrico a una especie de humanismo sist é mico que contribuya a rectificar la actual din á mica evolutiva de la cultura. La revoluci ó n educativa para una nueva sociedad, a diferencia de las grandes revoluciones de la cultura precedentes, deber á ser gradual pero urgente, deliberada, planificada y plenamente consciente de sus alcances, obst á culos y peligros. Debe involucrar en su dise ñ o la mejor previsi ó n de la ciencia y la t é cnica, la mejor visi ó n humanista y la mejor acci ó n pol í tica, tanto en los planos nacionales como en los internacionales. La revoluci ó n educativa para la nueva sociedad deber í a proponerse contribuir, por lo menos, a las siguientes cinco cosas: Volver a mirar el mundo. Restablecer los sistemas naturales de comunicaci ó n y relacionamiento entre los seres humanos (aprovechando la tecnolog í a y el auge de las redes). Acelerar la fusi ó n entre la ciencia y el arte como modo de recuperar la unidad sist é mica de un mundo escindido. Dise ñ ar un sistema educativo global y espec í fico para la construcci ó n de una nueva sociedad. Recuperar el humanismo como eje de la sociedad (o si se quiere: acelerar el paso entre el humanismo antropoc é ntrico que preconiz ó el renacimiento hacia un modo de humanismo sist é mico que reclama la actual crisis de la civilizaci ó n).

5 Los artistas siempre han tenido la posibilidad de ver antes que los demás lo que puede suceder. El arte posee una condición clarividente que el positivismo lógico se encargó de menospreciar con denodado afán. No es menor la cuota de responsabilidad que le corresponde a este menosprecio sobre la crisis que hoy vivimos. Muchos pintores, poetas, narradores y dramaturgos anunciaron esta catástrofe. Nadie les hizo caso. Uno de ellos, F. Hö lderlin (1770-1843) reclamaba, cuando apenas se insinuaban las sombras de lo que se nos ven í a, que las cosas deb í an cambiar a fondo. É l pudo verlo antes que otros hacia la mitad del siglo XIX, poco antes de que las m á quinas de la revoluci ó n industrial empezaran a demandar combustibles f ó siles a tutipl é n. Hö lderlin escribi ó : ¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra entre ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los templos, ¡que cambie todo en todas partes! [1] [1] [1] La novela Hiperi ó n o el eremita en Grecia del escritor alem á n Friedrich H ö lderlin (1770-1843) fue publicada en 1797-1799.

6 Cuando el desaf í o consiste en repensar todo el sistema educativo, como lo escribe Z. Bauman, entonces la estrategia consiste en otorgar poder, decirles a los j ó venes que los asiste el derecho leg í timo de la defensa de la vida, que antes de todos los derechos civiles, las m á s de las veces conculcados de origen por las endebles estructuras de la justicia, est á el derecho a la vida, a la seguridad en el futuro, al disfrute de un territorio verdaderamente feliz. Si la educaci ó n no nos sirve para liberarnos de las trampas de la econom í a entonces no estamos haciendo educaci ó n para la libertad, y quiz á s el m á s leg í timo fin que tiene la educaci ó n en el siglo XXI es el de formar ciudadanos globales libres, capaces de transformar el mundo desde lo m á s leg í timo y lib é rrimo de sus sue ñ os. Ni siquiera estamos ya en la etapa de la educaci ó n para el consumo, sugiere Bauman, sino que estamos entrando en un periodo del consumismo donde lo que define la perversa satisfacci ó n del consumo no es la tenencia o acumulaci ó n de cosas sino el fugaz disfrute de esas cosas, que se tiran antes de que hayan adquirido mayor í a de edad, como suced í a cuando las cosas ten í an la facultad de volverse viejas. Nussbaum invita a que recuperemos nuestra capacidad de desarrollar un pensamiento cr í tico, y se ñ ala que esto no es actualmente estimulado por el modelo educativo de la renta; pide que seamos capaces de trascender las lealtades nacionalistas para aspirar a entender los problemas internacionales como ciudadanos del mundo y con ello imaginar con compasi ó n las dificultades del pr ó jimo. ¿ Por qu é las universidades y los estados prefieren estimular la educaci ó n para la t é cnica y no la educaci ó n en artes y humanidades? Porque saben que de lo primero se derivan individuos funcionales al sistema imperante y de lo segundo pensadores cr í ticos que cuestionar á n las dobles morales del crecimiento y el desarrollo. Tienen miedo de que haya m á s individuos cuestionando el sistema, capaces de ver primero, ver entero y ver profundo. Pero no solo son las universidades y los estados quienes siguen estimulando la educaci ó n para la renta, como si ninguna crisis hubiese en el horizonte que amerite la formaci ó n de un pensamiento creativo a gran escala. Tambi é n los padres alimentan la vieja idea de que si sus hijos optan por las artes y las humanidades no encontrar á n buenos trabajos en la vida que les garanticen el é xito econ ó mico. Y se averg ü enzan de ello, mientras que si optan por las ingenier í as o las econom í as alentar á n sus decisiones, sin importar que con ello se conviertan en piezas funcionales de un engranaje econ ó mico cada vez m á s suicida. Rabindranath Tagore, un pedagogo indio que nació en 1917 decía que al hacer uso de las posesiones materiales el hombre debía tener cuidado de protegerse frente a sus tiranías, pues si su debilidad lo empequeñece hasta poder ajustarse al tamaño de su disfraz exterior, empezará un proceso de suicidio gradual por encogimiento del alma. Alma, he ahí otra palabra de uso caduco que es necesario actualizar, no en su sentido religioso sino en su acepción más humana y esencial: espíritu, lo que nos hace humanos de verdad, para poder conmovernos, para poder crear y ser únicos, para poder soñar y disoñar.

7 El desaf í o que nos sugiere Rifkin es el de hacer acopio colectivo de todo este arsenal ancestral para transformarlo en una especie de conciencia biosf é rica global que sea capaz de cohesionarnos como especie y nos permita gatillar la acci ó n colectiva contra el cambio clim á tico. ¿ Qu é es lo que compartimos hoy todos los seres humanos? Se pregunta. La biosfera, o si se quiere, la atm ó sfera, y es all í donde est á la amenaza y lo que puede, seg ú n Lovelock, movilizar la reacci ó n tribal de la humanidad. El racionalismo que impera desde el positivismo debilit ó esta conciencia biosf é rica, pues nos hizo confiar y depender excesivamente de los dictados de la ciencia y la t é cnica. De ah í el materialismo que domin ó nuestro desarrollo cultural durante los siglos XIX y XX, y que engendr ó la pata m á s perversa del monstruo se ñ alado por S á bato: el individualismo que adquiere su mayor refinamiento en el capitalismo salvaje del siglo XX, y en las a ú n m á s refinadas formas neoliberales del siglo XXI. Seg ú n la idea de las revoluciones rizom á ticas descrita por G. Deleuze (1925-1995), la educaci ó n para una sociedad verdaderamente sostenible a la cual me referir é m á s adelante tiene su basamento filos ó fico fundamental en esta posibilidad de contribuir a consolidar una nueva conciencia biosf é rica de red, que potencie la acci ó n colectiva y acelere el cambio de paradigma hacia la concepci ó n de una nueva noci ó n del progreso. La generaci ó n del cambio clim á tico se expresa ya en una nueva conciencia relacional de red que no conoci ó la generaci ó n precedente; ello facilitar á la comprensi ó n de la complejidad inherente a todos los sistemas que necesitan ser intervenidos para el cambio global. La conciencia relacional de red es la semilla de la conciencia biosf é rica global. Y ello ser á, muy probablemente, la gran misi ó n colectiva de la generaci ó n del cambio clim á tico, en el periodo 2020 2050.

8 Los individuos del siglo XX esperaban que la cultura les proporcionara un marco referencial para una mejor comprensi ó n del mundo; era para ello que se hac í an cultos los hombres y las mujeres, para poder interactuar de una manera m á s competitiva con el entorno incierto que le ofrec í an sus actividades profesionales, familiares y humanas. Las personas, de alguna manera, se nutr í an de informaci ó n, ciencia y cultura para encontrar herramientas que les permitieran ganar certeza sobre lo que les pod í a pasar en sus futuros. Quer í an predecir porque consideraban importante controlar sus destinos. La pol í tica y la econom í a del siglo XX se desarrollan sobre la base de que son ciencias predictivas, y de que pueden ayudar a los seres humanos agrupados en grupos sociales a saber de antemano lo que les puede ocurrir. De los cient í ficos sociales, y muy especialmente de los economistas, pol í ticos y soci ó logos se espera que nos digan como moderar los conflictos é tnicos, c ó mo convertir a los pa í ses en v í as de desarrollo en democracias pr ó speras y participativas, c ó mo optimizar el comercio internacional y generar efectos de excedentes sobre las econom í as del subdesarrollo; se esperaba todo ello de ellos y algo m á s. Pero los cient í ficos sociales no nos dieron a tiempo las respuestas que est á bamos reclamando; la sociedad entr ó en crisis y busc ó apresuradamente en las religiones, los misticismos, la charlataner í a de la nueva era y las f ó rmulas de ciertos gur ú s, las soluciones m á gicas que les impon í a el pragmatismo, la necesidad de solucionar el problema inmediato o la crisis de coyuntura. Perdimos de vista que las ciencias de la cultura son a ú n m á s dif í ciles y complejas que las ciencias de la naturaleza, hasta el punto de que son estas, las ciencias sociales y humanas las que deber í an haberse llamado duras, en lugar de la qu í mica, la f í sica y la biolog í a. La cultura evolucion ó hac í a formas menos predictivas que acabaron por admitir la contingencia y la imposibilidad de su propio supuesto cient í fico de apoyar una predicci ó n precisa sobre el porvenir. El triple entrelazamiento evolutivo que vengo mencionando nos conduce a la posibilidad de un nuevo ser humano, distinto en su esencia perceptiva cultural de cuantos le precedieron en la historia. Distinto en su equipaje sin á ptico para mirar y entender el mundo. Desprovisto para siempre de innecesarios y excluyentes especialismos, y dotado de una poderosa m á quina cerebral para mirar y concebir -siempre en conjunto- el desarrollo de la ciencia, el arte y la cultura, todo a un mismo tiempo como quien dirige la interpretaci ó n de una bella sinfon í a en una orquesta filarm ó nica, entidad cual la que m á s, de indiscutible complejidad arm ó nica y belleza trascendentes. Este nuevo ser humano, resultado de la tr í ptica evoluci ó n, exhibe ahora una fundamental categor í a que la ciencia positiva aboli ó por m á s de doscientos a ñ os: la intuici ó n, o si se quiere, el esp í ritu.

9 Kurt Tramdedach, 1943, Dinamarca Re aprender a VER

10 La crisis actual del cambio clim á tico, ú ltimo factor desencadenante de la crisis global, es el resultado de un fen ó meno emergente de la cultura humana, relacionado con su dificultad para ver y a ú n m á s para prever la evoluci ó n de escenarios altamente complejos (Guzm á n Hennessey, 2009). El modelo de racionalidad ú nico que adoptamos (y sacralizamos) nos impidi ó ver m á s all á de sus escasos l í mites, principalmente debido a que es un modelo mental simple, y el fen ó meno clim á tico, y la crisis del cambio global que lo subsume, surgen como los m á s complejos de todos los problemas contempor á neos. El modelo de racionalidad ú nico nos hizo casi ciegos. O, como sostiene Antonio Elizalde, incun ó en nuestra cultura una especie de ceguera cognitiva que hoy nos tiene en el borde de un abismo, sin que nos hayamos percatado del peligro. Elizalde ha escrito que la soluci ó n de esta crisis no est á en el plano pol í tico, tecnol ó gico, econ ó mico ni ambiental sino en el plano de nuestras creencias. Y el presidente del Uruguay, Jos é Mujica, ha dicho que lo que debemos cambiar es nuestro modo de vivir. La humanidad avanza ciega hacia un peligro in é dito, sobre el cual no ten í a planificaci ó n ni previsi ó n posibles, por lo tanto carece de control sobre sus propios pasos. Y aunque es cierto que algunos advirtieron del peligro de la acumulaci ó n incontrolada de di ó xido de carbono en la atm ó sfera, casi desde comienzos del avance industrial, a principios del siglo XX (S. Arrhenius, 1859- 1927), no lo es menos que el modelo mental del progreso que por aquellos a ñ os ten í a la fuerza de un dogma indestructible, consider ó improbable que, en el evento de que fueran ciertas las advertencias de Arrhenius sobre el factor de calentamiento derivado del di ó xido de carbono (que sin duda lo eran), ese mismo modelo industrial y tecnol ó gico avanzado, pudiera declararse incapaz de solucionar los efectos del problema. A nadie se le habr í a ocurrido, en aquellos tiempos de fren é tico industrialismo, detener el impulso de las m á quinas, o pensar, por un momento, en las consecuencias de aquel modelo de progreso. La eficacia productiva que entonces se empezaba a considerar como el motor de aquel progreso no era dada a parar para pensar, pues otro modelo en ciernes marcaba la pauta de los mercados aun incipientes de la gran econom í a: el de la competencia.

11 Tan fuerte es aun este paradigma competitivo, que algunos l í deres del mundo como Barack Obama lo repiten (2013) como lecci ó n incontrovertible de lo que antes se llam ó La riqueza y el progreso de las naciones. Al presidente de los Estados Unidos de Am é rica no se le movi ó un m ú sculo de su rostro cuando dijo: El sendero que conduce a los recursos de energ í a sostenible ser á largo y a veces dif í cil. Pero debemos estar a la cabeza, pues Estados Unidos no puede resistirse a esta transici ó n. No podemos ceder a otras naciones las tecnolog í as que pondr á n en marcha nuevos empleos y nuevas industrias, debemos adue ñ arnos de la promesa que ofrecen dichas tecnolog í as. As í es como mantendremos nuestra vitalidad econ ó mica y nuestro tesoro nacional: nuestros bosques y v í as fluviales, nuestros terrenos cultivados y cumbres nevadas. As í es como preservaremos nuestro planeta, que Dios nos ha encomendado cuidar No dijo que los Estados Unidos liderar í an una iniciativa mundial para cambiar las energ í as f ó siles por otras m á s sostenibles, dijo que ellos deber í an adue ñ arse de las promesas que hoy ofrecen esas tecnolog í as. Es decir: nuevas industrias, nuevos negocios, verdes por supuesto. Al remarcar que a ú n en la b ú squeda de las soluciones globales contra el cambio clim á tico prima la competencia sobre la solidaridad internacional el presidente no hizo otra cosa que ser fiel a la tradici ó n neocl á sica de la econom í a. Por supuesto que ignor ó que la actual crisis del clima, para la cual llam ó a una responsabilidad colectiva y generacional ( Seguiremos respondiendo a la amenaza del cambio clim á tico sabiendo que, si no actuamos, traicionar í amos a nuestros hijos y a las generaciones futuras ) se produjo como consecuencia de una falla sist é mica en nuestro proceder colectivo (falla de mercado o coeteris paribus) relacionada con la construcci ó n de la idea de progreso que gui ó el desarrollo y crecimiento de las grandes ciudades y en general de toda la civilizaci ó n entre los siglos XIX y XX (Guzm á n Hennessey, 2009). Olvid ó tambi é n que la evoluci ó n de esta crisis clim á tica va siendo ya la de una crisis global que incluye la econ ó mica, la cual analiz ó de manera aislada como si lo econ ó mico fuera una rueda suelta del aparato global del desarrollo [1]. [1] [1] La alusi ó n del presidente Obama sobre la crisis econ ó mica de los Estados Unidos mereci ó aplausos en este mismo discurso, cuando dijo que ya se estaba acabando. Como un mago que saca conejos de su chistera intent ó el imposible conjuro a punta de su efectista ret ó rica.

12 Ahora bien, ¿ C ó mo fue que llegamos hasta aqu í ? ¿ En qu é consisti ó realmente esa acci ó n humana que fue capaz de llevarnos hasta el peligro de nuestra propia extinci ó n? ¿ Qu é resortes movieron ese modo de actuar? ¿ En qu é puntos se conecta esta crisis clim á tica con la crisis 2050 que apenas empieza? Entre los muchos que podr í an se ñ alarse invito a pensar en los siguientes: Haber perdido de vista la noci ó n de totalidad sist é mica, intr í nseca en todos los sistemas vivos, y tambi é n en los sistemas sociales y humanos. Como consecuencia de esta falla en el modo de visi ó n, la civilizaci ó n del siglo XX no vio el avance del cambio clim á tico, al tiempo que tanto la academia, como los gobiernos y los empresarios se dedicaron a estimular al un í sono la prevalencia de las visiones parciales sobre los an á lisis totalizadores de la realidad, equivocando el diagn ó stico sobre el origen del problema y condenando con ello a las nuevas generaciones a un futuro cada vez m á s inviable. No haber podido organizar una sociedad mundial justa y equitativa (entre pa í ses, hombres y mujeres, j ó venes y viejos, culturas y medio ambiente, ciudades y campos). Entre pa í ses excluimos a los m á s pobres, entre los g é neros a las mujeres, entre las generaciones a los m á s j ó venes y entre las culturas, el ambiente, el arte y la ciencia, optamos por la econom í a como ciencia gobernante, en desmedro de las culturas, el ambiente, el arte y la ciencia. Y entre las ciudades y los campos es evidente que excluimos a los campos. Como consecuencia de lo anterior, al sobrevenir el fen ó meno clim á tico global llevaron la peor parte los pa í ses pobres, las mujeres, los ni ñ os, las culturas ancestrales, y el medio ambiente. Haber confiado exclusivamente en la ciencia y la tecnolog í a, desde ñ ando otras á reas del conocimiento, como las artes y las humanidades [1]. [1] Lo que hoy se comprueba es que ni la ciencia ni la tecnolog í a tienen la posibilidad de encontrar la soluci ó n al problema del clima. Tampoco la econom í a erigida como ciencia gobernante. Mucho menos la pol í tica. Es necesario volver a mirar el desarrollo del mundo desde la perspectiva de toda la especie humana, recuperando aquellos modos del conocimiento que el positivismo aboli ó durante el siglo XX. Resulta indispensable empezar a construir entre todos los hombres y mujeres, y entre todas las culturas una nueva mirada que revise y rectifique las relaciones entre la cultura y la naturaleza, y que sea capaz de fundar una nueva cultura. He aqu í el gran desaf í o que deber í a incluir la educaci ó n para una sociedad sostenible. Estas son algunas de las materias (o los temas) cuyo an á lisis deber í a volverse obligatorio en todos los centros de ense ñ anza: La revisi ó n del modelo mental que nos trajo hasta la crisis. La revisi ó n de los modelos de desarrollo que fracasaron como promesa de sociedades justas y equitativas La revisi ó n del desarrollo sostenible como receta fallida de rectificaci ó n del modelo insostenible La mirada integradora de todas las artes y ciencias, que sea capaz de hacer la gran sincresis de una cultura que necesita reinventarse para sobrevivir. La revisi ó n del papel que cumple la sociedad civil (especialmente los m á s pobres, los m á s vulnerables, los m á s j ó venes) en el dise ñ o de nuestro com ú n destino colectivo. [1] [1] Esto escribe Ernesto S á bato: Qu é desdichado el hombre que solo cuenta con la raz ó n. [1]

13 La crisis que hoy nos amenaza empez ó mucho antes de que conoci é ramos los efectos del cambio clim á tico. Y desde entonces defini ó sus perfiles como una crisis de la sensatez humana, y no simplemente de la manera como decidimos organizar nuestras relaciones con la naturaleza. Una crisis de la l ó gica de nuestro pensamiento colectivo ligado al progreso, y no simplemente de la codicia de unas sociedades con relaci ó n a otras. La ciencia que llev ó y a ú n lleva el estandarte de esta insensatez es la econom í a, dislate que viene desde el siglo XIX. La econom í a llamada neocl á sica aprovech ó el impulso de la revoluci ó n industrial para erigirse como la ciencia dominante de esta manera equ í voca de entender el progreso y el crecimiento. M á s tarde, el catecismo neoliberal de la globalizaci ó n preconiz ó su doctrina con eficiencia tal que pudo superar los intentos homogeneizantes de todas las religiones y se convirti ó en poco tiempo en la m á s exitosa de ellas, incluyendo tanto a las m á s proselitistas como a las m á s fan á ticas. La doctrina neoliberal fue capaz, inclusive, de aglutinar en sus filas doctrinas pol í ticas contrapuestas y culturas diversas. Hac í a mediados del siglo XX algunos advirtieron que no pod í amos seguir desarrollando nuestros criterios de crecimiento y progreso materiales sobre la base de que viv í amos en un planeta infinito. No obstante, esto no fue suficiente para que todos entendi é ramos la muy sencilla verdad de que el nuestro era un planeta finito, y que por lo tanto el desarrollo y el crecimiento per se eran insostenibles por naturaleza. La mayor parte de quienes tuvieron responsabilidades relacionadas con el desarrollo mantuvieron la idea err ó nea de la infinitud; y aplicaron una econom í a de sistema cerrado como si esta ciencia no actuara por dentro del sistema de la bi ó sfera de la cual es tan s ó lo un sub sistema (Max Neef, 1986). Cuando afloraron los problemas ambientales globales empezamos a caer en cuenta del error, pero en lugar de corregirlo nos dedicamos a minimizar la gravedad de los problemas. Lo primero que hicimos fue proclamar que de ser cierto que la problem á tica global del medio ambiente representaba alguna amenaza para los sistemas naturales, tambi é n lo era que no hab í a problemas sobre la Tierra que no pudiesen ser solucionados por el poderoso binomio de la econom í a y la tecnolog í a [1]. Modosamente hicimos los primeros estudios y bautizamos a esta crisis como La crisis ambiental global. Reaccionamos como civilizaci ó n como nunca antes lo hab í amos hecho, y convocamos la m á s grande (e ins ó lita) cumbre de l í deres del mundo en R í o de Janeiro (1992) [2]. [1] [2] Pero equivocamos la respuesta global: el desarrollo sostenible. Un esquema eufem í stico de crecimiento que no toca las estructuras conceptuales de la econom í a neocl á sica. [1] [1] Francis Fukuyama en ¨El Fin de la Historia¨ se refiere al logro hist ó rico de haber alcanzado un conocimiento seguro, que le permitir á a la civilizaci ó n en adelante gestionar los problemas humanos y administrar los recursos sociales con la misma eficacia con la cual alcanzo el cenit de la tecnolog í a. [2] [2] http://www.un.org/spanish/esa/sustdev/documents/docs_unced.htmhttp://www.un.org/spanish/esa/sustdev/documents/docs_unced.htm

14 Antonio Elizalde exhorta a las nuevas generaciones a cultivar una é tica de la indignaci ó n como respuesta colectiva a la absurda inercia civilizatoria de una humanidad que no sab í a lo que hac í a (W. I. Thompson, 1938) y que, no sabiendo a ú n lo que hace, ni las consecuencias de lo que est á haciendo, se dedica a consumir desaforadamente cosas y al mismo tiempo a darse golpes de pecho con acuerdos como el de Kyoto, donde los gobiernos de los pa í ses ricos (y algunos menos ricos pero m á s poblados) negocian sus metas de reducci ó n de emisiones con id é ntico desparpajo y similar frialdad a los que exhibir í an si se tratara de negociar acuerdos fronterizos o asuntos inherentes al comercio internacional. Durante el siglo XX la sociedad del mundo anduvo ciega por el camino del progreso, y logr ó transformar al homo sapiens en una especie de homo hydrocarbonus. As í lo define el fil ó sofo franc é s Jacques Grinevald (1946), y se refiere no simplemente a la dependencia creciente y sostenida de los combustibles f ó siles, sino a la imprevisi ó n e inconsciencia con la que hemos manejado este recurso no renovable: una civilizaci ó n de alta energ í a y alta entrop í a. La imprevisi ó n es tambi é n una caracter í stica sobresaliente de la filosof í a dominante de esa misma civilizaci ó n, que curiosamente fundament ó en la ciencia positiva y en el paradigma del m é todo cient í fico su enfoque orientado hacia el progreso. No obstante, poco antes de que acabara el siglo XX, algunos visionarios pudieron ver lo que podr í a sucedernos, y lo advirtieron, pero nadie parec í a tener o í dos para escuchar. Langdon Winner (1944) fue uno de ellos; esto escribi ó en 1986: En una era en que el inagotable poder de la tecnolog í a cient í fica hace que todo sea posible, est á por ver d ó nde trazaremos la l í nea, d ó nde seremos capaces de decir: hay aqu í algunas posibilidades que la sensatez sugiere evitar. Estoy convencido de que cualquier filosof í a de la tecnolog í a que se precie de ese nombre alguna vez debe preguntar: ¿ c ó mo limitar la tecnolog í a de manera que se equipare con nuestro sentido de saber qui é nes somos y qu é clase de mundo queremos construir? [1]. [1] [1] Winner, Langdon. La ballena y el reactor. Barcelona: Gedisa; 1987, p. 13.

15 Necesitamos un nuevo modo de interpretar la realidad, ver y evaluar el mundo, las personas y sus procesos de una manera distinta de la convencional : Manfred Max Neef, Antonio Elizalde, Martin Hopenhayn Durante los ú ltimos a ñ os del siglo XX, y lo que va del siglo XXI, hemos aplicado, como civilizaci ó n y como cultura, un esquema equivocado de racionalidad para mirar, entender y enfrentar el problema ambiental y clim á tico del mundo. Una racionalidad simple y soberbia. No obstante, a pesar de que este esquema ha demostrado ya su fracaso hist ó rico no ha sido suficientemente revisado, abolido o revaluado. El fracaso del acuerdo entre naciones suscrito en Kyoto (1997) es tan solo la punta del iceberg de un fracaso hist ó rico de m á s profundas proporciones, que hunde sus ra í ces en un modelo mental fuertemente arraigado en la conciencia colectiva. El modelo mental del crecimiento per se, como principal soporte del progreso. Avanzada ya la segunda d é cada del siglo XXI, cuando hemos traspasado en muchos lugares del mundo los l í mites de recuperaci ó n de la biodiversidad, los ciclos del nitr ó geno y el carbono, el ozono estratosf é rico, la poluci ó n qu í mica, el cambio en los usos del suelo y la acidificaci ó n de los oc é anos, necesitamos, no solo un ejercicio de sensatez colectiva, sino tambi é n un ejercicio de humildad frente al reconocimiento de la transdisciplina como verdadera ciencia gobernante del conocimiento. Haber perdido la sensatez nos hizo soberbios, o perdimos la sensatez por habernos hecho soberbios. En ambos casos nos conviene cierta dosis de humildad. David Bohm (1917-1992) describi ó a la realidad como un entramado doble compuesto por fuerzas din á micas expl í citas e impl í citas, y se ñ al ó que aquello que vemos como expl í cito es tan solo la manifestaci ó n aparente de una verdad m á s compleja, que suele agazaparse en el entramado subyacente o impl í cito. Lo que actualmente percibimos como crisis clim á tica es tan solo lo expl í cito, en cuyo tejido invisible se esconden las ra í ces que lo determinan: un modo de entender nuestras relaciones con la naturaleza, un modo de administrar los recursos de la Tierra y de hacer el desarrollo. Un modo, en ú ltimas, de vivir. Es por esto que la crisis que hoy vivimos debe estudiarse como una crisis global, compuesta por factores econ ó micos, sociales, pol í ticos, ciudadanos, é ticos, ambientales y epistemol ó gicos, que es preciso identificar para resolver.

16 Cambiar la mirada simple que caracteriz ó al siglo XX esa posmodernidad sospechosa por una mirada compleja. He ah í la cuesti ó n. Volver a mirar el mundo implica: Aprender a mirar de manera compleja, lo cual a su vez implica desaprender a mirar simple. Mirar complejo es ver primero, ver entero, ver profundo. Identificar para favorecer las se ñ ales autoorganizativas en marcha. Incorporar modos de l ó gica borrosa en el an á lisis de la realidad, lo cual implica desaprender la l ó gica de los contrarios y optar por un modo de an á lisis que privilegie los matices sobre los t é rminos absolutos y excluyentes. Fue tambi é n Donella Meadows, en un ejercicio pedag ó gico orientado a ilustrar la trama compleja de los asuntos del ambiente, quien primero llam ó la atenci ó n sobre esta mirada compleja mediante un hermoso s í mil que mezcla el lenguaje con la aritm é tica pero acaba privilegiando el primero sobre la segunda, dando a entender quiz á s que esta es una de las conceptualizaciones necesarias de transformarse en el paradigma predominante: si piensas que por entender que uno y uno son dos, entiendes todo, est á s en un error, pues te falt ó entender y. El reconocimiento de que en realidad no miramos el mundo con la aritm é tica sino con el lenguaje nos puede llevar al privilegio de la cualificaci ó n de las cosas sobre su excesiva cuantificaci ó n. Esta advertencia bien podr í a aplicarse a la interpretaci ó n que hoy solemos darle tanto al cambio clim á tico como a la crisis 2050 que se avecina, sobre la cual, todo parece indicar que no hemos entendido casi nada. Nuestro modelo colectivo de an á lisis ha devenido en un sistema de opini ó n dado a la creencia de que la comprensi ó n de la realidad puede ser el resultado de procesar de una manera muy r á pida que uno y uno son exactamente dos. Si entendemos que la realidad, por el contrario, es m á s un asunto de lenguaje que de aritm é tica, mejor podr í amos definir la coyuntura cr í tica actual a partir del conectivo y que del excluyente o. Y en ning ú n caso del signo aritm é tico +. Tampoco en la nueva f í sica uno y uno son exactamente dos. Las cosas que nos ocurren nunca son esto o lo otro, ni esto m á s lo otro, sino esto y lo otro, al mismo tiempo. Tanto artistas como cient í ficos conocen de antiguo esta manera de sumar con el y.

17 TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y ECONÓMICA GLOBAL

18 Para detener esta crisis contamos con un limitado margen de maniobra, si nos atenemos a las proyecciones que se desprenden del Cuarto Informe de Evaluaci ó n del IPCC y del Informe sobre vulnerabilidad clim á tica DARA publicado en 2012 [1]. No basta con proponer medidas de adaptaci ó n, ni mucho menos estrategias las m á s de las veces eufem í sticas de mitigaci ó n de emisiones de carbono por parte de las grandes econom í as. Es necesario anticiparse a los efectos que implicar í a el aumento de la temperatura promedio de la Tierra, m á s all á de los 2°C, mediante una estrategia global enfocada en la defensa de la vida, y especialmente de la vida humana. [1] Dicho en otras palabras: si partimos del entrelazamiento sist é mico de la vida sobre el Planeta que se concreta en la biosfera, y entendemos que nuestra ocupaci ó n global del territorio ha formado una especie de tecnosfera que hoy soporta el progreso de las sociedades, debemos admitir que este modelo de ocupaci ó n (la tecnosfera) ha logrado impactar la esfera de la vida, la biosfera, de manera grave. El motor del modelo de desarrollo y de la ocupaci ó n actual del territorio representa una esfera m á s compleja de í ndole cultural, un sistema conformado por el conocimiento y las creencias colectivas que soportan el actual modelo de progreso de las sociedades. A esta esfera llamar é la noosfera. Pues bien: el nuevo sistema emergente conformado por los efectos del cambio clim á tico y de la crisis ambiental, ha logrado ya, en los primeros diez a ñ os del siglo XXI, avanzar sobre la noosfera y anunciar la crisis que a ú n podemos detener: la crisis civilizatoria global o la crisis 2050, una crisis sobre el sistema del conocimiento colectivo, las creencias y la cultura que hemos logrado construir hasta ahora. [1] [1] http://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar4/syr/ar4_syr_sp.pdf, http://daraint.org/climate-vulnerability-monitor/climate-vulnerability-monitor-2012/report/http://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar4/syr/ar4_syr_sp.pdfhttp://daraint.org/climate-vulnerability-monitor/climate-vulnerability-monitor-2012/report/

19 En 1992, a instancias de Henry Kendall (1926), m á s de mil setecientos cient í ficos de todo el mundo, entre los cuales estaban m á s de la mitad de los galardonados hasta entonces con los premios Nobel de ciencias, firmaron lo que se conoci ó como el Manifiesto de los cient í ficos del mundo a la humanidad. All í se lee lo siguiente: Los seres humanos y el mundo natural se encuentran abocados a colisionar. Las actividades humanas est á n infligiendo da ñ os graves y muchas veces irreversibles al medio ambiente y a un gran n ú mero de recursos esenciales. Si no se frenan, muchas de nuestras pr á cticas cotidianas pondr á n en serio peligro el futuro que deseamos para las sociedades humanas y para la fauna y la flora, y alterar á n de tal manera el mundo vivo, que este puede tornarse incapaz de sustentar la vida tal y como la conocemos. Nosotros, los abajo firmantes, miembros destacados de la comunidad cient í fica mundial, advertimos aqu í a la humanidad de lo que nos espera. Es preciso un gran cambio de la gesti ó n de la Tierra y de la vida que alberga si deseamos evitar una enorme tragedia humana. ¿ Cu á l es el desaf í o? Mantener el incremento de la temperatura media global por debajo de 2ºC. b) Mantener la concentración de CO 2 por debajo de 350 partes por millón. c) Siguiendo el principio de precaución, prepararnos para el supuesto de que la temperatura aumente hasta 4ºC. ¿Qué hay que hacer? 1.Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en, al menos, el 90% para el 2050. 2.Reducir las emisiones nacionales de los países del Anexo I en el 100% antes del 2050. 3.Reducir la intensidad de aumento del consumo de energía en los países que están creciendo muy rápidamente, a fin de reducir la cantidad de energía por unidad de producto interno bruto (PIB). 4.Cambiar muy rápidamente la matriz energética del mundo incorporando cada vez más energías renovables.

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21 Ha llegado el momento, escribe Donella Meadows, de decir la verdad sobre este asunto: Los dirigentes del mundo no saben mejor que otros c ó mo hacer realidad una sociedad sostenible. La mayor í a de ellos ni siquiera saben que es necesario hacerlo [1]. [1] No obstante, a pesar de que no se vislumbra en el corto plazo c ó mo ser í a ese aparato operativo internacional capaz de generar la din á mica de un cambio global, conviene a todos una suerte de camino pragm á tico edificado sobre las verdades de la ciencia. Todo indica que el aparato operativo global para una respuesta emergente deber á construirse sobre la base de lo que mal que bien, hemos logrado construir hasta ahora. Esto es: El sistema de las Naciones Unidas La presencia de los gobiernos del mundo El desarrollo sostenible Las convenciones de las Naciones Unidas La ciencia, la tecnolog í a, el arte, las humanidades y la econom í a actuales La estrategia de actuaci ó n emergente global capaz de implementar una forma de gobernanza compleja sobre la crisis deber á disponer de una amplia caja de herramientas de incidencia de tipo global orientada a viabilizar y acelerar los procesos de cambio. Esta estrategia deber á tener, al menos dos componentes: Un proyecto educativo global espec í ficamente dise ñ ado para la construcci ó n de una sociedad verdaderamente sostenible Un conjunto de estrategias ciudadanas orientadas a estimular una mayor participación de la sociedad, especialmente de los más vulnerables y los más jóvenes, en los esquemas nacionales e internacionales de decisión sobre los asuntos del cambio climático, la crisis ambiental y la crisis global. [1] [1] Donella Meadows, Jorgen Randers, Dennis Meadows, Los l í mites del crecimiento 30 a ñ os despu é s, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2004, p 435.

22 Hoy muchos analistas coinciden en se ñ alar, desde diversas disciplinas, que este colapso de la civilizaci ó n en su conjunto a ú n puede detenerse, si y s ó lo si aplicamos sobre sus elementos estructurantes las medidas rectificatorias adecuadas. Y s í y s ó lo s í, actuamos antes de pasar el punto de inflexi ó n, que puede estar cerca del a ñ o 2050. Es quiz á s debido a ello que Alexander King (1909-2007) alcanz ó a se ñ alar que la gravedad de esta crisis representa un desaf í o tan grande, peligroso y magn í fico como no ha habido otro en toda la historia humana. Que nos obliga a emprender cuanto antes un replanteamiento estrat é gico de dimensiones extraordinarias dirigido a modificar la manera c ó mo hemos enfrentado el problema hasta la fecha. Y que exige de nosotros el dise ñ o de una iniciativa verdaderamente planetaria, que no excluya los acuerdos entre pa í ses y la institucionalidad de las Naciones Unidas, pero que escuche e incorpore la voz de la sociedad civil, y en especial, la voz de los m á s vulnerables y los m á s j ó venes: las sociedades m á s amenazadas y la generaci ó n del cambio clim á tico. ¿ C ó mo deber í a ser esta iniciativa? ¿ Un nuevo protocolo entre naciones que sustituya o complemente el fallido esfuerzo de Kyoto? ¿ Un nuevo esquema de acuerdo planetario que adopte la forma de una gobernanza mundial del Clima? ¿ Una iniciativa global que complemente las convenciones ambientales y clim á ticas de las Naciones Unidas y las englobe en un conjunto de acciones eficaces de largo alcance, capaces de dise ñ ar, planificar e implementar una sociedad global verdaderamente sostenible? No lo sabemos. Pero es preciso encontrar cuanto antes el camino, y el se ñ alamiento de King parece dar a entender que esta es la primera vez, y quiz á s la ú ltima, que la humanidad en su conjunto se ve abocada a la urgencia de ponerse de acuerdo, m á s all á de intereses e ideolog í as, credos o geograf í as. El desaf í o que é l nombra como magn í fico al lado de los adjetivos grande y peligroso, es tal, debido a que tenemos la oportunidad de construir las bases de una nueva sociedad: m á s justa y humana, m á s equitativa y sostenible, m á s feliz.

23 ¿ Qu é cosas debemos hacer para construir entre todos esa nueva sociedad? Menos dependiente de los combustibles f ó siles, menos productora de emisiones de carbono, menos derrochadora de recursos y energ í as, menos suicida. A ú n no lo sabemos, pero tenemos algunas pistas. La primera es que hoy sabemos con certeza que el descomunal trabajo de so ñ ar, dise ñ ar (diso ñ ar) y construir esa nueva sociedad deber á ser liderado por la generaci ó n del cambio clim á tico, los j ó venes de hoy y de los d í as que vendr á n, quienes se han visto empujados compelidos a la necesidad de adaptarse a una problem á tica irreversible y por ende de dif í cil soluci ó n, que compromete el futuro de sus descendientes y escatima sus sue ñ os y esperanzas. Ellos deber á n reaccionar y sin duda lo har á n durante el periodo m á s agudo de la crisis. No podemos saber hoy con certeza cient í fica si ese periodo quedar á m á s cerca de 2020 o de 2050. Para que esta generaci ó n heredera del problema pueda actuar con celeridad y eficacia, y no repita las equivocaciones cometidas por las generaciones que les precedieron en el dise ñ o de las sociedades del mundo, se necesita un esfuerzo educativo global ¡ que debe empezar ya! tambi é n de extraordinarias proporciones. La segunda pista que hoy tenemos es que los cambios deben empezar por cuestionar la l ó gica actual de la econom í a y de los mercados, pues no ser á prolongando el pasado o el presente como podemos construir un futuro verdaderamente sostenible. Si as í lo hacemos fracasaremos, como sostiene E. Hobsbawn: Sabemos que m á s all á de la opaca nube de nuestra ignorancia y de la incertidumbre de los resultados las fuerzas hist ó ricas que han configurado el siglo siguen actuando. Vivimos en un mundo cautivo, desarraigado y transformado por el colosal proceso econ ó mico y tecno cient í fico del desarrollo del capitalismo que ha dominado los dos o tres siglos precedentes. Sabemos, o cuando menos resulta razonable suponer, que este proceso no se prolongar á ad infinitum. El futuro no s ó lo no puede ser una prolongaci ó n del pasado sino que hay s í ntomas externos e internos de que hemos alcanzado un punto de crisis hist ó rica [1]. [1] [1] E. Hobsbawn. Historia del siglo XX, Barcelona, Cr í tica, Grijalbo Mondadori, 1995, p 576.

24 La cara oculta de la crisis que hoy vivimos es la crisis de la educaci ó n. Su entramado subyace en las manifestaciones aparentes de las otras crisis, pero es necesario ir al fondo de esta realidad sutilmente entramada para revisar cabalmente lo que aqu í sucedi ó. As í lo sugiere Martha Nussbaum (1947) en su libro Sin fines de lucro cuando anota que se trata de una crisis silenciosa, que pasa pr á cticamente inadvertida como un c á ncer pero que puede llegar a ser mucho m á s perjudicial para el futuro de la democracia. A ú n estamos a tiempo para empezar a cambiar, pero no nos queda mucho tiempo. Solo un esfuerzo educativo global ser á capaz de salvarnos. Tocar la roca abrupta del misterio sugiere, en últimas, la posibilidad de incorporar a nuestra mirada colectiva otros campos del conocimiento que dejamos de lado por haber apostado con exclusividad al modelo de racionalidad único que hoy estalla en mil pedazos. Reconocer el fracaso de la economía de los mercados nos obliga a apartar nuestra mirada de la acumulación indiscriminada de bienes materiales como paradigma de un progreso equívoco. Hemos fracasado, nos advierte Hans Urs von Balthasar (1905-1988). La crisis clim á tica y ambiental que actualmente vivimos nos se ñ ala de bulto que ese modo de civilizaci ó n que admitimos como promesa del desarrollo no es viable, ni mucho menos sostenible.

25 GENERACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO

26 Para detener la crisis global que hoy se cierne sobre la sociedad, y que podrá desarrollarse plenamente entre 2020 y 2050, invito a un grito fundamental de toda la especie humana. Un grito existencial que reclame por la vida. Invito a la generación del cambio climático a quienes hoy tienen veinte años o menos a gritar. A reclamar activa y fervorosamente sus derechos sobre el futuro. Los invito a pensar, a organizarse y a reclamar colectivamente por el derecho que les asiste de una vida digna y segura; por el derecho de construir y legar para sus hijos, sus nietos y los nietos de sus nietos, un territorio viable. Los invito a gritar, de manera organizada, sostenida y creciente, poniendo la voz en el periodo comprendido entre el año 2020 y el 2050. De acuerdo con los datos que hoy nos ofrece la ciencia, resulta muy probable concluir que será hacía 2050 cuando la actual crisis del cambio climático adquiera la dimensión forma de una crisis generalizada sobre todos los aspectos de la vida en sociedad. Ojala empiecen ya. La dirigencia actual del mundo les ha venido escamoteando, por años, la sencilla posibilidad de la vida y el futuro, por lo cual les asiste el derecho a reaccionar, individual y colectivamente. Como consecuencia del cambio climático global, y también de lo que algunos especialistas prefieren llamar el cambio global, la especie humana se verá afectada por sequías, hambrunas, desastres naturales, pérdida de cultivos, inundaciones, migraciones, desabastecimiento de agua dulce y nuevas enfermedades. Este proceso ya empezó, pero es muy probable que adopte las dimensiones de una crisis global durante el periodo 2020 2050. Debido al aumento de la temperatura promedio de la Tierra y de los efectos colaterales del fenómeno climático se afectará la esfera de la vida: la biosfera, y también la esfera del conocimiento: la noosfera. La crisis global es ya una amenaza contra la civilización y la cultura humanas. La civilización en su conjunto se preguntará, quizás por primera vez en toda su historia, sobre aquellas convicciones y creencias que guiaron su camino hacia el progreso. Durante este periodo crítico habremos de cuestionarnos, como civilización y como cultura, si aquella idea del progreso que construimos colectivamente, quizás desde el siglo XVIII, pero que logró consolidarse como paradigma durante el siglo XX, nos quedó bien inventada. Nos preguntaremos si ese era el camino correcto que podría conducirnos al disfrute de una felicidad colectiva.

27 Creo firmemente que los ú nicos seres humanos de nuestro tiempo que tienen la capacidad de reaccionar son aquellos que hoy est á n siendo formados en las universidades, y que por haber nacido casi al final del siglo XX, pertenecen a lo que en otro texto he llamado la generaci ó n del cambio clim á tico. A ellos les toc ó en suerte formarse en este periodo hist ó rico singular, en el cual est á amenazada la vida, hoy son j ó venes a ú n, pero tendr á n el control del mundo a partir del 2020, o un poco antes. Hasta 2050, o un poco despu é s. A ellos me dirijo. La gravedad de esta crisis global nos obliga, como civilizaci ó n y como cultura, al emprendimiento de una estrategia colectiva y urgente centrada en la vida. No me refiero al Planeta Tierra. Mucho menos a lo que de manera un tanto gen é rica se nombra con la expresi ó n salvar el medio ambiente. Hablo de aquello que, en un lenguaje ya en desuso (pero en mora de recuperaci ó n) sol í a nombrarse como la humanidad. Que hoy podr í amos definir como la comunidad de naciones del mundo, la sociedad global, o simplemente los hombres y mujeres del mundo que, amenazados como est á n por las diversas manifestaciones de las crisis, deciden reaccionar en defensa de la vida y emprender un camino de rectificaci ó n profunda del dise ñ o actual de las estructuras que soportan la econom í a y la sociedad. Me refiero a la vida en su conjunto, pues sobre ella se cierne la amenaza, pero muy especialmente a la vida humana. ¿ Y a cu á l crisis me refiero? A una crisis a ú n en formaci ó n, como ya hemos dicho, que avanza cada d í a como resultado de: Problemas globales no resueltos, como la inequidad global y los estados fallidos, la crisis ambiental global y la crisis del cambio clim á tico. Problemas emergentes que han empezado a exhibir las fracturas estructurales del modelo econ ó mico imperante. Estas fracturas se manifiestan a partir de un cuadro complejo de fen ó menos sectorizados, como la crisis mundial de alimentos, la crisis de las grandes econom í as, la crisis del modelo energ é tico de combustibles f ó siles, la crisis del cuerno del Á frica y la crisis de una generaci ó n sin esperanza que no alcanza a adaptarse a las nuevas incertidumbres ni a reaccionar frente a los c á nones y demandas que le impone el modelo de desarrollo imperante. El motor de todas estas crisis es el cambio clim á tico, cuya aceleraci ó n puede conducir a la humanidad antes del 2050 a una crisis humanitaria de proporciones tales, como no ha habido otra en toda la historia humana. Si esta crisis no es detenida a tiempo podemos avanzar hac í a una crisis mayor, que, adem á s de humanitaria ser í a una crisis civilizatoria. Un colapso de la civilizaci ó n en su conjunto, que pondr í a a prueba nuestra capacidad de reacci ó n global en virtud de una amenaza generalizada sobre la vida. Y tambi é n sobre la infraestructura econ ó mica y tecnol ó gica del actual modelo de progreso y crecimiento de las sociedades.

28 Escrib í como ap é ndice en la segunda edici ó n de aquel libro (La Generaci ó n del Cambio Clim á tico, Universidad del Rosario, 2010) unas sugerencias é ticas liberadoras a la generaci ó n del cambio clim á tico en las cuales consign é mi pensamiento sobre el papel que le asignaba a la respuesta global de los j ó venes, fundamentada en la necesidad de dise ñ ar un nuevo tipo de desarrollo y una nueva ideolog í a del progreso. Ese papel é tico liberador gatillar á el convencimiento colectivo de que se puede modificar y acelerar la din á mica, a mi juicio naciente y cuasi aut ó noma, de auto organizaci ó n en el sistema simb ó lico del cambio clim á tico. Los j ó venes deben saber que esto es posible, y deben saber interpretar que esta din á mica autoorganizativa de los sistemas implicados en el problema, se expresa a trav é s de ciertas tendencias en formaci ó n. Acelerar la velocidad de formaci ó n y consolidaci ó n de estas tendencias, y convertirlas en acciones y programas de largo plazo, es el papel de esa generaci ó n. Quienes hoy somos un poco mayores debemos asumir la responsabilidad de educarlos en el conocimiento del problema, y facilitarles las herramientas conceptuales y t é cnicas que les sean ú tiles para la adaptaci ó n y la mitigaci ó n del fen ó meno, pero, sobre todo, para emprender la transformaci ó n estructural de la sociedad, hacia un nuevo tipo de organizaci ó n civilizatoria. Me sorprendi ó conocer que Al Gore se atrevi ó a ir m á s lejos en su obra Nuestra elecci ó n, publicada en el 2010. El escribi ó : Podemos resolver la crisis clim á tica. Ser á dif í cil, pero si nos decidimos hacerlo, no tengo ninguna duda de que lo conseguiremos. Y refiri é ndose al papel de la generaci ó n del cambio clim á tico se ñ al ó : Debemos sentirnos dichosos porque quienes vivimos en esta é poca tenemos un raro privilegio, que solo han tenido unas pocas generaciones en la historia: la oportunidad de emprender una misi ó n hist ó rica, digna de nuestros m á s denodados esfuerzos. Es un honor vivir en una é poca en la que, lo que hagamos ahora, dar á forma para siempre al futuro de la humanidad [1]. [1] [1] Gore Al, 2010, Nuestra elecci ó n, Barcelona, p 15.


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