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Publicada porLaura Caballero Domínguez Modificado hace 8 años
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“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10)
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Respuesta audaz a los nuevos desafíos Seguimiento a Jesús como auténticas discípulas Generar vida y esperanza en todos los ámbitos de la realidad Dejarnos “tocar” por la Palabra y la realidad Un nuevo rostro de minoridad y plenitud en las Hntas. Necesidad de recuperar el Amor primero y la escucha a Dios Revitalización creativa de las comunidades Corresponsabilidad en la formación permanente
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Desde su experiencia de Dios Desde su consagración Desde la fraternidad Desde la animación En la cotidianidad En la animación vocacional En la misión En la administración transparente de los bienes
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“Sin Mí no pueden hacer nada” (Jn 15,5) Experiencia de Dios
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Nos llama a: Recobrar el Amor primero, centrando nuestra vida en Jesús y teniéndolo como el Absoluto de nuestras vidas, porque si no superamos el activismo que nos agobia y si no hay vida espiritual auténtica, sin Jesús y su Evangelio, moriríamos de sed o ahogadas por falta de alma.
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Vivir nuestra consagración de una manera más radical, según el espíritu de nuestros Fundadores, para ofrecer al mundo lo que el Señor nos pide en su Palabra: “practicar la justicia, amar con ternura y caminar humildemente con nuestro Dios” (Mi 6,8).
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Miren cómo se aman, decían de los primeros cristianos.
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Solicitar a Dios constantemente el don de saber crear comunidades fraternas, acogedoras y misericordiosas, porque sólo por nuestro esfuerzo es imposible. Si así lo hacemos seremos testigos capaces de contagiar a las nuevas generaciones de la audacia que implica el seguimiento de Jesús y nutrir, animar y sostener la vivencia gozosa de la vocación de cada hermana.
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Ofrecer un servicio de animación en nuestras comunidades en el que se garantice una mejor organización, la vida en el Espíritu, la comunión entre hermanas y el anuncio de la Buena Noticia de Jesús a nuestra gente.
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“Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10,37b)
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Escuchar el clamor de la realidad herida para recrear el carisma recibido, y como comunidad hacernos presentes, sin miedo, en favor de los más pobres, haciéndonos hermanas de ellos y sintiendo compasivamente sus carencias, dolores y necesidades, con el fin de que ellos, los humildes, sean enaltecidos.
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Valorar y apreciar el don de la vocación recibida, de manera que este don se comparta con nuestras jóvenes y otras personas, y nos lancemos con amor y gozo a acompañarlos en su proceso de discernimiento vocacional.
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Sensibilización y animación vocacional AD INTRA, como primer paso en la pastoral vocacional. Retomar con responsabilidad nuestro proceso de crecimiento personal y comunitario, asumiendo con mayor firmeza nuestra formación permanente.
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Asumir creativamente nuestra cotidianidad, de manera que la rutina no nos haga perder el brillo y la frescura de un Dios que amorosamente nos acompaña día a día.
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Reorganizar nuestra misión con sentido de comunión, teniendo presente que desde los orígenes, el Espíritu inspiró la misión compartida con los Laicos y actualmente, desde una espiritualidad renovada, queremos compartir la misión con ellos y con otros consagrados. Este proceso implica en nosotras transitar el sendero de la humildad, el despojo y la solidaridad para pasar a una nueva manera de vivir el carisma dentro de la Iglesia.
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Compartir desde nuestra pobreza y aunar esfuerzos para ir a otros espacios geográficos pobres, y para acompañarnos mejor en esta etapa de desprendimiento, de resurrección y esperanza para nuestra familia.
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Es urgente una conversi ó n que nos impulse al desprendimiento y a confiar en la Divina Providencia, para vivir en libertad interior, austeridad, solidaridad y transparencia en el uso de los bienes y recursos.
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Acoger con cariño, humildad, sencillez, espíritu de fe… estos Acuerdos que son un don que nos regala el Señor para reavivar nuestra consagración. Leerlos, rumiarlos, hacerlos propios, orarlos, amarlos… tienen un mensaje para ti… Estudiarlos en comunidad, sacarles provecho, compartirlos, orarlos… Por lo menos una vez al mes, hacer lectura orante de algún texto, línea generadora de vida, desafío, carta promulgatoria de la M. Teresa, mensaje final…
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Tomarlos como punto de partida fundamental en la elaboración del Proyecto comunitario. Fortalecer el proyecto personal con aquellas líneas que ofrecen los Acuerdos con el fin de ir asimilándolos e interiorizándolos. Tomar conciencia de que, sólo así, serán fuente de vida espiritual, crecimiento personal, comunitario y congregacional. Finalmente, son un libro de oración, meditación y compromiso personal.
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Que la Virgen de Lourdes, San Jos é, nuestros Fundadores y la Hermanas que nos han precedido, intercedan por nosotras para que seamos mujeres de esperanza y demos vida en abundancia.
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