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Publicada porCarmelo Pablo Camacho Quintana Modificado hace 8 años
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Moritz Schlick Y La otra cara de la luna
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Breve Biografía El 14 de abril de 1882 nace en Berlín Moritz Schlick, el hombre que pasó a la historia como quien logró reunir en torno a sí al grupo de Filósofos y científicos conocido como el Círculo de Viena. Schlick inició sus estudios en el campo de la física asistiendo a las universidades de Heidelberg, Lausana y Berlín, en donde se doctoró en filosofía, en 1904, con una tesis sobre la física de la luz, bajo la dirección de Max Planck. Posteriormente fue profesor en la Universidad de Kiel y, desde 1922 hasta su muerte, en la de Viena, en donde ocupó la cátedra de filosofía de las Ciencias Inductivas, que en 1895 se creara para Ernst Mach. En ella se sucedieron Ludwig Boltzmann, Adolf Stöhr y Moritz Schlick, todos ellos con una impronta común: el deseo de liberar a la ciencia empírica de la influencia intoxicante de la metafísica, junto con la consiguiente ilusión por el rigor y la claridad para la ciencia y para la filosofía. Schlick era fiel seguidor en este punto del aforismo de Wittgenstein, en su Tractatus, 4.116, según el cual, "todo aquello que puede ser expresado, puede ser expresado claramente".
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Tenía una personalidad compleja. Poseía un talento analítico y una capacidad intuitiva para descubrir las falsedades metafísicas encerradas en determinados problemas de la filosofía fuera de lo común. Ello moldeó su obra y produjo los frutos que podemos contemplar acercándonos a ella. Pero, a la vez, Schlick era lo que podríamos denominar un poeta, un ser abierto al corazón del universo, capaz de decir que escuchando un concierto o contemplando un paisaje parecía como si de pronto se le abrieran las puertas del infinito. En su Lebensweisheit (Sabiduría de la vida) confesaba que el rasgo fundamental de su vida venía marcado por la máxima de san Agustín: "Ama y haz lo que quieras", concentrando aquí no sólo el valor del amor como móvil vital, sino el de la libertad derivada de él y la actividad lúdica en que se convierte con ambos la existencia. Este es también, quizá sorprendentemente, el defensor y propulsor del positivismo lógico, el que a veces se lamentaba de ser solamente un filósofo y que una vez dijera que en el fondo todos éramos unos poetas frustrados. Moritz Schlick murió el 22 de junio de 1936, a los 54 años de edad, abatido por el disparo de un antiguo discípulo afectado de manía persecutoria, en las puertas de la Universidad de Viena, dejando gran cantidad de material inacabado. Dos años más tarde, el Círculo se disolvió por completo, aunque sus múltiples influencias perduran hasta nuestros días.
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El círculo de Viena. Como características del grupo se podría destacar su posición antimetafísica, su análisis del lenguaje, el recurso a la lógica y su defensa de los métodos de las ciencias naturales y de las matemáticas. Las raíces de estas posiciones se encuentran fundamentalmente en el empirismo de Hume y Locke, el positivismo de Comte y el empirocriticismo de Mach, que basan toda fuente de conocimiento en la experiencia. Esto significa que rechazaban todo tipo de conocimiento apriorístico (anterior a la experiencia) y cualquier proposición que no pudiera ser confrontada por la experiencia. Para determinar qué enunciados podían ser aceptados como científicos propusieron el principio de demarcación o de verificabilidad. Este principio expone que un enunciado será considerado científico solo si puede ser constatado por hechos verificables, de aquí se deduce que solo pueden asumirse como verdaderos los enunciados después de compararlos con hechos objetivos. El principio de demarcación eliminó cualquier tipo de pretensión de un conocimiento teológico o metafísico, incluso la ética fue considerada por ellos como un conjunto de enunciados acerca de emociones.
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El Circulo de Viena estaba formado por filosofos de la talla de Rudolf Carnap, Otto Neurath, Philipp Frank, A.J Ayer, Charles Morris…
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La otra cara de la Luna El problema de la verificación. En la primeras décadas del siglo XX todavía no existían los cohetes espaciales, por lo que era imposible saber qué escondía la cara no visible de la Luna. Entonces, ¿el científico no habría podido hablar hasta que alguien pusiese los pies en ella? No –responde Schilck- es suficiente determinar con exactitud las modalidades con las que en el futuro se podrán alcanzar visualmente los objetos ocultos. Este es el núcleo del famoso principio de Schilck. El astronomo puede enunciar la siguiente proposición: “En la otra cara de la Luna hay cráteres”, aunque ningún hombre haya estado desembarcado en ella. Basta que conozcas las modalidades con las que realizar un instrumentos capaza de averiguarlo. En la formula de Schlick, el significado de una proposición es el método de su verificación. ¿Qué significa la proposición que afirma que en la otra cara de la Luna existen cráteres? Significa únicamente que conozco el método de construcción de un cohete capaz de verificar si esos cráteres existen o no.
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La ciencia tradicional no daba importancia a proposiciones que afirma algo sobre la realidad que después resultan falso. Para Schlick no hay que entender significado como sinónimo de verdad, ya que no está dicho que una proposición falsa sea científicamente inútil. Para que una proposición tenga significado, hay que poder verificar si es verdadera o falsa. Pero !cuidado¡ no es necesario que esta posibilidad ya esté presente en ese momento. Basta con que los cálculos científicos no excluyan que pueda tener lugar en el futuro.
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