En cierto sentido podríamos decir que el centro es el sagrario. Pero el sagrario puede estar en el templo o en un oratorio o capilla aparte. Por eso.

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Transcripción de la presentación:

En cierto sentido podríamos decir que el centro es el sagrario. Pero el sagrario puede estar en el templo o en un oratorio o capilla aparte. Por eso el centro de la celebración siempre es el altar, donde se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales. El centro del templo es sobre todo el altar. Es el símbolo de la presencia de Jesús.

La palabra altar proviene de “lugar alto”. Por lo tanto el altar debe estar puesto de modo que se vea lo mejor posible desde todas las partes del templo.

Antiguamente había templos donde, porque se estimulaba mucho el sentido de oración, sobre todo del grupo de personas que allí mismo celebraban la liturgia de las horas, se ponía más encerrado o menos a la vista. Mucho más sucedía en Oriente donde el altar se cerraba para el momento principal de la misa, con el fin de indicar mejor el respeto hacia el Sacramento.

En nuestros templos actuales prevalece la idea de que sea bien visible desde donde más se pueda del templo. Y simbolizando la presencia de Dios, viviremos mejor el hecho de que Dios nos espera en el altar. Vaya- mos por lo tanto a Él.

Automático

vamos todos hasta Él,

llevemos nuestra sonrisa,

la inquietud, nuestra hambre y nuestra sed. Hacer CLICK

Como el altar es el lugar más venerable del templo, cuando este se consagra o se “dedica” a Dios, la consagración del altar constituye la parte central de la ceremonia.

Durante la liturgia, en la misa, el altar es objeto de gran veneración. Sobre todo, cuando llega el celebrante (y concelebrantes), besan el altar. Es un signo de adoración y de amor. Es el saludo y despedida a Jesús, a quien representa el altar. Por lo cual el beso debe llevar el amor que pondríamos en Jesús.

Siempre el altar era algo consagrado y necesario para la celebración de la misa, de modo que cuando había que ir a celebrar a un sitio extraño, era necesario llevar un altar portátil. Por lo menos la piedra principal.

Esta piedra principal se llamaba el ara, donde había metidas algunas reliquias de mártires. Simbolizaba la unión que debemos tener con la iglesia triunfante en el cielo en ese momento más solemne del sacrificio sobre el altar. Hoy ya no se obliga a tener reliquias, al menos en templos pequeños.

La idea de celebrar sobre reliquias de mártires comenzó cuando, por las circunstancias, había que celebrar la misa en las catacumbas, de modo que se procuraba celebrar sobre la tumba de algún mártir. Hoy, cuando el altar es una gran piedra, se coloca solemnemente en algún lugar de ella la reliquia de algún santo.

Se le rodea el altar incensando a la llegada y en el ofertorio. Es expresión de dignidad del altar y amor hacia Cristo allí representado. Otro signo de veneración al altar es la incensación que se realiza en las misas solemnes.

Hubo mucho tiempo en que el altar parecía formar parte del retablo. Pero es muy diferente. Precisamente la palabra retablo viene de “detrás del altar”. Es una especie de catequesis popular para mejor entender los misterios de nuestra fe.

Por lo que hemos ido viendo sobre el altar, en la actualidad, la Iglesia quiere que en el templo haya un solo altar (así fue al principio), como referencia al único Redentor, Jesucristo, y a la única Eucaristía. Ha habido varios siglos en que en un templo había varios altares. En la práctica se debía sobre todo a que abundaban los sacerdotes y no se permitía concelebrar.

La imagen de Dios como "roca salvadora" recorre toda la Biblia. Ella es símbolo de la firmeza inconmovible de la fidelidad de Dios a su alianza. Cristo, además, es señalado como la "piedra angular", la piedra principal del edificio que es la Iglesia. Este único altar la Iglesia prefiere que sea de piedra, como una "roca".

Jesús instituyó la eucaristía en medio de una "cena" y quiso entregarse como alimento en el pan y el vino. Por eso el altar se reviste con mantel para significar mejor el lugar de la unión y la reunión de los invitados a la "cena del Señor", que nos convoca como hermanos. El altar semeja una mesa. Es la mesa de la comida y bebida espiritual.

Automático

Alrededor de tu mesa venimos a recordar.

que tu palabra es camino, tu cuerpo fraternidad,

que tu pala- bra es cami- no,

Hemos venido a tu mesa a renovar el misterio de tu amor,

con nuestras manos manchadas

arrepentidos buscamos tu perdón.

Juntos y a veces sin vernos celebramos tu presencia sin sentir

que se interrumpe el camino si no vamos como hermanos hacia Ti.

que tu palabra es camino, tu cuerpo fraternidad,

Hacer CLICK

En un templo, además del altar, hay otros lugares u objetos importantes. El principal es el “Sagrario” o tabernáculo. Hubo tiempos primitivos en que no había, pues el Santísimo Sacramento, para poder llevar a los enfermos, se guardaba en lugar oculto. Pero comenzó a ponerse para poder ser adorado Jesús sacramentado de una manera más solemne y colectiva.

En muchos templos hay una capilla especial donde está el sagrario. Pero en otras muchísimas el sagrario es el punto principal del templo. Puede estar en el centro, como parte integrante del retablo o tener otro lugar muy digno cerca del altar. Algunas veces, pocas, en el mismo altar.

En la catedral es una cátedra especial para el obispo. En los demás templos es el lugar desde donde, en ciertos momentos, se preside la asamblea y siempre tiene un simbolismo de quien preside en nombre de Cristo. Además del altar y el sagrario, en el templo está la sede para el presidente de la asamblea.

Hacerle y conservarle digno significa dignificar la misma palabra de Dios. Podemos recordar cuando, venidos los israelitas del destierro, hicieron un templete especial en la plaza para leer la palabra de Dios. Otro lugar, que debe tener su dignidad, es el ambón, desde donde se lee la palabra de Dios.

Entre las cosas que nos pueden ayudar para la celebración del culto cristiano, para la liturgia, están las imágenes sagradas. No hablamos ahora de si se deben tener imágenes o no, o de lo que dice la Biblia. De esto se tratará en el primer mandamiento. Tratamos de si ayuda o no el tener imágenes para el culto.

Por de pronto hay una ley o norma en la Iglesia de que, para decir la misa, debe haber una cruz con la imagen de Cristo. Puede estar sobre el altar o junto al altar o sobre la pared, de modo que se pueda mirar.

La norma es para que lo pueda mirar el celebrante. Esto de estar en la pared, cuando el celebrante estaba de espaldas al pueblo, era fácil. Ahora es más complicado. Por lo menos debe estar de modo que pueda ser visto por los fieles.

En un principio era la cruz procesional. En las misas solemnes se llevaba la cruz al comienzo de la procesión de entrada. Siempre la cruz con la figura de Cristo. Y se dejaba junto al altar como signo de triunfo. Al ponerse junto al altar sirve para ser vista por el celebrante y los fieles.

En cuanto a las imágenes que pueden presidir o acompañar el acto de culto, se deben evitar dos ideas opuestas: 1) Que no sea un cúmulo de imágenes que distraiga la atención hacia lo más importante, que es la verdadera devoción eucarística. 2) Que no prevalezca el que por sistema se excluyan todas las imágenes.

En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura no podía de ningún modo ser representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios... con el rostro descubierto contemplamos la gloria del Señor. A este respecto es bueno recordar lo que nos dice san Juan Damasceno (Entre el siglo 7º y 8º)

Lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen. Decía también el santo contra los iconoclastas:

Para expresar brevemente nuestra profesión de fe, conservamos todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no escritas, que nos han sido transmitidas sin alteración. Una de ellas es la representación pictórica de las imágenes, que está de acuerdo con la predicación de la historia evangélica, creyendo que, verdaderamente y no en apariencia, el Dios Verbo se hizo carne, lo cual es tan útil y provechoso, porque las cosas que se esclarecen mutuamente tienen sin duda una significación recíproca (Cc. de Nicea II, año 787: COD 111).

Todos los signos de la celebración litúrgica hacen referencia a Cristo: también las imágenes sagradas de la Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en efecto, a Cristo que es glorificado en ellos. Manifiestan "la nube de testigos" (Hb 12,1) que continúan participando en la salvación del mundo y a los que estamos unidos, sobre todo en la celebración sacramental.

La verdadera imagen es la imagen de Cristo, que puede ser la imagen de Cristo en la cruz. Pero puede ser resucitado. O una mezcla de Cristo en la cruz y resucitado. Antes de Jesucristo no se podría hacer una imagen de Dios; pero desde que Dios se hizo hombre visible, ya se le puede representar de diversas maneras.

Por eso hay muchas imágenes de Jesucristo. Pero también hay imágenes de la Virgen María y de los santos. Son especialmente para devociones particulares. En la liturgia, si son varias, pueden distraer.

A través de estas imágenes podemos pensar mejor que el hombre está creado "a imagen de Dios", finalmente transfigurado "a su semejanza", quien se revela a nuestra fe, e incluso los ángeles, recapitulados también en Cristo:

El concilio 2º de Nicea, año 787, tuvo que salir al paso de una secta, que era un peligro para la Iglesia. Eran los que se llamaban “iconoclastas”, que significa “destructores de imágenes”. Y por eso tuvo que declarar el valor de las imágenes para nuestra vida espiritual. Todo ello siguiendo las tradiciones escritas o no escritas de la Iglesia.

Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica (pues reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella), definimos con toda exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en las casas y en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre de Dios, de los santos ángeles y de todos los santos y justos (Cc. de Nicea II: DS 600). Decía así:

Esta es una razón importante, como decía s. Juan Damasceno: "La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios" (S. Juan Damasceno, imag. 127).

Ella, doctora de la Iglesia, hablará o escribirá contra algunos demasiado espiritualistas que rechazan la ayuda que supone para nuestro camino hacia Dios el disponer de hermosas y fervorosas imágenes. Santa Teresa de Jesús tuvo una conversión hacia la perfección, dejando vanidades materiales, a la vista de una imagen de Cristo crucificado.

La contemplación de las sagradas imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al canto de los himnos litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la celebración para que el misterio celebrado se grabe en la memoria del corazón y se exprese luego en la vida nueva de los fieles.

En el uso de las imágenes para el culto debe haber mucha racionalidad. Es difícil guardar el equilibrio: Alguna es muy conveniente, muchas perjudican. Lo importante es que las que haya nos puedan llevar a Dios: por una conveniente belleza, pero sobre todo por ese “algo” difícil de expresar que parece transparentar el bien y la paz de Dios.

Cristo es la imagen de Dios. Muchas veces necesitamos esa imagen plástica, que la percibamos por nuestros sentidos, para que nos ayude a encontrar mejor lo invisible.

Cristo es la imagen de Dios, la estrella que orienta mi vida. Automático

Cristo es el Hijo de Dios, Mesías de amor y justicia.

A su lado sentí sus palabras, a su lado amé la verdad,

a su lado me siento invitado, tendré su amistad.

a su lado traemos la paz;

a su lado seremos hermanos, podremos cantar.

Cristo es camino y verdad.

Cristo es la imagen de Dios, la estrella que orienta mi vida.

Cristo es el Hijo de Dios, Mesías de amor y justicia.

Que María, estando con Jesús, nos lleve hacia Él. AMÉN