Li- tur- gia 2 Veíamos que el Credo o las verdades de la fe no son sólo para creerlas, sino para vivirlas y para celebrarlas. Las celebramos en la liturgia.

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Transcripción de la presentación:

Li- tur- gia 2

Veíamos que el Credo o las verdades de la fe no son sólo para creerlas, sino para vivirlas y para celebrarlas. Las celebramos en la liturgia. La liturgia es obra de la Santísima Trinidad: El Padre es fuente y fin de la liturgia, el Hijo está presente como cabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo nos va dando vida y con sus dones y frutos va ayudando para que la liturgia sea una bendición.

La liturgia es una bendición del hombre hacia Dios; pero sobre todo es una bendición de Dios hacia nosotros. Bendición es una palabra que viene de “decir bien” Cada una de las tres divinas personas tiene su propia función en la liturgia.

San Pablo, comenzando la carta a los efesios, dice: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos…” Aquí se presenta la gran liturgia de toda la creación del mundo. Nosotros debemos ser portadores de la alabanza de Dios Padre por medio de Cristo con la ayuda del Espíritu Santo.

En pequeño, la Iglesia recoge la alabanza que toda la creación debe dar a Dios. Y lo puede hacer porque en ella está Cristo Jesús. La alabanza a Dios, o bendición, comenzó desde el principio y será hasta la consumación de los siglos. Pero hay momentos especiales, de que nos habla la Sagrada Escritura.

Uno de esos momentos fue la alianza de Dios con Noé con quien Dios promete su bendición y promete la fecundidad, a pesar de la maldad existente en gran parte de la humanidad.

Uno especial fue Abrahán. Dios promete su bendición a los descendientes de Abrahán, que constituirían el pueblo de Dios. Éstos deberían ser signo de bendición para toda la humanidad, cosa que cumplieron a medias o menos de a medias. Esta bendición de Dios se va recordando por medio de diversos emisarios de Dios.

Estas bendiciones van mostrándose a través de diversos acontecimientos: con Moisés y la salida de Egipto, la Pascua, la tierra prometida, la elección de David, la presencia de Dios en el templo. Entre todo el pueblo quedaba un “resto” como signo patente de la bendición de Dios.

Esta bendición de Dios se mostraría de una manera muy especial por medio de Jesucristo y se continuaría en la Iglesia por medio de la liturgia, ya que siempre en medio permanece Cristo resucitado.

A tantas bendiciones de Dios Padre, la Iglesia responde con otra bendición, pequeña y limitada, pero grandiosa por la presencia de Jesucristo y la ayuda del Espíritu Santo. Por eso la liturgia es en primer lugar alabanza: una alabanza que ahora es limitada en el tiempo, pero que durará por los siglos de los siglos.

Bendito es el Señor por los siglos de los siglos. Automático

Tuyos son, Señor, cielo, tierra y cuanto se creó,

la grandeza y el poder. Bendito es el Señor.

Porque tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra.

En tu mano está el poder. Eres Dios del universo.

la grandeza y el poder. Bendito es el Señor. Hacer CLICK Hacer CLICK

Nuestra alabanza a Dios es, y debe ser al mismo tiempo, acción de gracias y ofrecimiento de nosotros mismos; pero siempre debe ser “por Cristo, con Él y en Él”, como lo decimos en un momento importante de la misa. Jesús instituyó los sacramentos para comunicarnos su gracia y así puedan ser signos de la principal bendición entre Dios y el hombre.

Cristo Jesús era en su vida mortal un sacramento viviente. Los sacramentos, como veremos, tienen una parte visible, palabras y acciones, y otra invisible, la gracia. También en Jesús estaba la parte visible, su humani- dad, y la parte invisi- ble, su divinidad.

Tiene una parte visible: Personas, ritos, actos, etc.; Pero tiene otra parte invisible: la presencia de Cristo Jesús, la gracia que circula en el Cuerpo Místico, y especialmente por medio de los sacramentos. También la Iglesia es un sacramento viviente.

En la liturgia Cristo realiza y hace presente su Misterio Pascual: la obra redentora del pasado se hace ahora presente en un rito determinado. Y así la comunidad que da culto a Dios, al cumplir este rito sagrado, entra en participación con el hecho redentor y adquiere su propia salvación.

Toda la eficacia de la liturgia proviene de los actos salvíficos realizados por Cristo durante su vida terrestre. Así desde los sacramentos, en el sentido estricto de la palabra, hasta las celebraciones que con la santificación del tiempo llevan a través de la creación entera el reflejo del Misterio Pascual. Toda acción litúrgica es acción de Cristo presente en la Iglesia.

Está presente porque en los sacramentos Cristo realiza la obra de la gracia. Está como prolongando su santa humanidad. Con su muerte triunfó sobre las potencias del mundo. Pero al mismo tiempo está ausente porque celebramos el hecho de que está sentado a la derecha del Padre, de donde vendrá a juzgar a vivos y muertos. En la liturgia consideramos a Cristo al mismo tiempo presente y ausente.

El centro del culto cristiano es la Pascua del Señor. En los primeros siglos del cristianismo era la única fiesta. Pascua significa Paso del Señor. Su presencia no es pasiva sino activa: Cristo está en los sacramentos o en la liturgia en general para socorrer y vencer en el sufrimiento, como en su primera venida.

Toda liturgia celebra el misterio pascual de Cristo. No sólo cada domingo y cada sacramento, sino todo acto litúrgico. Ahí está Cristo dándonos la permanencia de la fe en el acontecimiento transcendente de la cruz y la resurrección. Como Cristo fue enviado por el Padre, así Él envía a los apóstoles para renovar su Misterio por medio de la vida litúrgica.

Cristo está presente en su Iglesia, pero especialmente en los actos litúrgicos. Está presente en la misa, no sólo en la persona del ministro, ofreciéndose como entonces se ofreció en la cruz, sino sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está en los demás sacramentos, pues, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Y así en los demás sacramentos.

En la liturgia está también presente Cristo en la palabra, pues cuando alguien lee, es Cristo quien nos habla. Está presente Cristo cuando la Iglesia suplica y canta salmos. En la liturgia, oración de la Iglesia, se realiza plenamente lo que Él prometió: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio”.

Jesús, en la Última Cena, les prometió a los apóstoles esta presencia, que sería causa de gran alegría para los que quieran seguirle.

mas muy pronto estaré yo aquí. Automático

Los discípulos se hacen preguntas, no le entienden, ¿qué quieres decir?

Cristo sabe de su confusión, que entre ellos nunca entenderán

Les dirige la palabra y dice: "En verdad os digo, en verdad:

Vosotros lloraréis, el mundo cantará,

vosotros sufriréis tristezas y en gozo cambiarán.

Siempre junto a vosotros presente estaré,

por los siglos de los siglos, aquí reinaré". Hacer CLICK

El Espíritu Santo prepara la Iglesia para el encuentro con su Señor, manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea, hace presente y actualiza el Misterio de Cristo, y une a la Iglesia a la vida y la misión de Cristo. En la liturgia está también el Espíritu Santo conduciendo al pueblo de Dios para que por los sacramentos vivamos la vida de Cristo resucitado.

En primer lugar, el Espíritu Santo prepara a recibir a Cristo. Esta preparación está prefigurada en el Ant. Testamento. Por eso en la liturgia suele haber lecturas del Ant. Testamento, salmos, memoria de acontecimientos salvíficos. Todo eso tendrá pleno cumplimiento en el Misterio de Cristo. El Espíritu Santo nos da a entender, por todo ello, el poder llegar a la mayor vivencia cristiana.

La asamblea debe prepararse para el encuentro con el Señor, dentro de la liturgia. Esta preparación de los corazones es una obra común del Espíritu Santo y de la asamblea, y en particular de sus ministros.

La liturgia, además de celebración del encuentro con Dios, es por ello mismo ocasión para recibir gracias de Dios. Por ello es necesaria la preparación, obra especial del Espíritu Santo, si le dejamos actuar. Él tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre.

El Espíritu Santo va recordando a la asamblea litúrgica el sentido del acontecimiento de la salvación. Nos ayuda para que la palabra de Dios, que es anunciada, la podamos recibir y vivir, disponiendo el corazón y dándonos la inteligencia espiritual para poner en práctica lo que vamos contemplando. El Espíritu Santo es la memoria viva de la Iglesia.

Hay unas palabras tradicionales en la liturgia de la misa que recuerdan acciones del Espíritu Santo. Una es la “anánmesis”. Significa el recuerdo. El Espíritu Santo nos hace recordar las intervenciones salvíficas de Dios en la historia. De una manera especial nos recuerda la realidad de Cristo, hecho hombre por nosotros. Es explicitar lo que dijo Jesús: “Haced esto en memoria mía”.

El Espíritu Santo hace que esa memoria sea viva. Y despertando la memoria, suscita la acción de gracias y la alabanza. Por eso la liturgia no sólo recuerda los acontecimientos sino que los actualiza, los hace presentes. El Misterio Pascual de Cristo no se repite. Se celebra y se hace presente en cada celebración.

Otra palabra grandiosa es la “Epíclesis”. Es una invocación al Eterno Padre para que envíe el Espíritu Santo purificador de modo que esas ofrendas, que están allí, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Es una parte en la liturgia eucarística que no puede faltar. Aunque ahora haya diferentes cánones en la misa, esta invocación no puede faltar, como no puede faltar el Espíritu Santo.

Enviado por el Padre, que escucha esta invocación de la Iglesia, el Espíritu Santo apresura la venida del Reino y la consumación del misterio de la salvación. Para ello el Espíritu da vida a los que acogen la gracia y constituye para ellos ya desde ahora la esperanza viva de la gloria. Por eso nosotros terminamos pidiendo que venga el Espíritu Santo sobre noso- tros, principalmente cuando participemos en la liturgia.

Ven, Espíritu Santo Automático

Ven, Espíritu Santo.

Conviértenos y alégranos.

Visítanos, consuélanos.

Visítanos, consuélanos.

Confírmanos y sálvanos

Confírmanos y sálvanos

Ven, Espíritu Santo

Con María dispuesta siempre a la venida del Espíritu Santo. AMÉN