Realizar procesos de formación litúrgica con celebraciones kerigmáticas bien preparadas, didácticas, vivenciales y de participación activa para que se proyecten en la vida diaria.
Rescatar el valor y el sentido “sagrado” de todo el culto litúrgico y los actos de piedad, tanto en expresiones como en ardor, a través de una formación sistemática donde participen sacerdotes, miembros apostólicos y fieles en general.
Necesitamos reforzar la formación desde lo diocesano (Sínodo sobre Sacramentos) siguiendo en lo decanal, para aterrizar en talleres parroquiales. Dicha formación debe ser, sistemática, progresiva y permanente incluyendo el kerigma.
La formación permanente en el significado de los signos litúrgicos para que todos comprendamos y vivamos en misterio que celebramos.