LA CIUDAD MUSULMANA. GRANADA “ E so son las ciudades; escenario de la historia, la grande, la pequeña, la local, la nacional, la universal; los hombres vienen de muy diversas partes, de aldeas, de villorrios distantes; los acontecimientos se fraguan en el difuso mundo, pero siempre la ciudad es punto de convergencia, lugar de la acción, donde todos los procesos se comprimen, se esquematizan y aceleran.” En muchos de los barrios y arrabales la población se agrupaba de acuerdo con sus oficios, como es el ejemplo del barrio de los halconeros (al-Bayyazin) en Granada.

La ciudad es el archivo de la Historia y para comprender la ciudad es necesario conocer su historia. Granada es un amalgama de distintas épocas, de distintas culturas, siendo la árabe la más identificativa de esta ciudad. En las ciudades islámicas predomina la fuerza instintiva, biológica, ciega, que se impone sobre las estructuras racionales que habían dejado los demás pueblos sobre los que se asentaron. En las ciudades musulmanas faltan el ágora, los locales para las asambleas, los circos, los estadios… y todos aquellos elementos urbanos funcionales de manifestación social (lo único que los árabes mantuvieron fueron las termas, aunque más modestas y estrictamente dedicadas al baño).

A cambio de todo esto, el elemento primordial de la cultura árabe es la puerta, que además de tener un valor simbólico, también tiene un valor funcional. Eran auténticos elementos arquitectónicos que solían componerse en recodo para guardar mejor la intimidad. “La puerta es como el gigantesco vestíbulo de la ciudad, dónde se recibe al visitante” Y es junto a las puertas dónde se establecen los zocos y mercados, lugares de relación social y de intercambio. Zonas bulliciosas, multicolor, de tránsito y ruidosas. Puerta Carmen de la Media Luna Puerta De Los Siete Suelos Puerta Del Vino Puerta De Armas Puerta Elvira

El carácter privado y hermético de la ciudad le otorga una sensación de “secreto”. La ciudad islámica es una ciudad secreta. La calle, que es el rostro de la ciudad, dónde se muestran las casas de los pobres y de los ricos, no existe. La calle no es trazada, es el residuo del espacio que dejan las casas. No son calles propiamente dichas, no son un elemento importante en el trazado de la ciudad ya que la ciudad islámica se construye de dentro (casas) a fuera (calle) al contrario que en la ciudad clásica. Por este motivo existen gran cantidad de callejones sin salida, los llamados adarves. Estos adarves no tienen continuación, no tienen un interés propiamente público (de hecho se cerraban de noche para proteger a los vecinos, ya que era una calle privada que permitía el acceso a las casas). Los musulmanes lograron sustraer gran parte del espacio público y convertirlo en privado. De este modo se pueden diferenciar dos tipos de calles en la ciudad musulmana. Unas calles silenciosas, flanqueadas por casas de techos bajos, zigzagueantes y recogidas, y otras calles mucho mas visitadas, llenas de gente, aquellas calles dónde se establecen los intercambios y dónde se dan cita multitud de personas de todo tipo.

A parte de estos adarves también podemos encontrar calles de tránsito, aquellas calles que nos permiten ir de un lugar a otro y que son tan necesarias para el funcionamiento de una ciudad. El trazado de estas calles es quebrado, perdiendo su continuidad creando recodos y laberintos indescifrables. Así consiguen dotarle una mayor intimidad hasta al espacio más público. En este recogimiento e intimidad influye muy mucho el carácter igualitario de su religión. Para los musulmanes es una ofensa exhibir toda su riqueza ya que, lo que hoy tienen, mañana pueden perderlo. Dios es el único que puede otorgar la riqueza, y esto es lo que le dota ese carácter de fragilidad. Por lo tanto la opulencia sólo se muestra en el interior de la casa, en los muros de los patios, resguardados de las miradas. Patios que se convierten en elementos fundamentales para las casas musulmanas como lugar de desahogo