“Caminar” sin compañía, es pesado “Caminar” sin compañía, es pesado. “Crecer” sin un sentido, resulta frío para la vida. “Construir” sin un proyecto, es insensato.
El sentido de la vida sólo lo podemos encontrar a través de otra persona. Deseamos crecer, realizarnos como personas, desarrollar nuestras capacidades. Pero esto tiene sentido cuando nos proponemos hacerlo para alguien.
La persona por quien queremos vivir, es la persona a quien amamos La persona por quien queremos vivir, es la persona a quien amamos. “Amar” da luz y calor al camino de la vida. La vida sin amor queda vacía.
DIOS mismo, que es “AMOR”, así se mueve. Juan de la Cruz pone en boca suya esta frase: “Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti” (L 3,6). Tú eres el gusto y la alegría del Señor (Mc 1,9), y a semejanza de él, nuestro corazón ha sido creado para amar, y para ser para los demás.
D I O S Creó al hombre para pasearse con él en el paraíso. Lo hizo niño para levantarle en sus brazos de Padre, aguardándolo a que crezca y se convierta en adulto.
D I O S le enseña a esperar, a ser paciente en el sufrimiento, para que aprenda a valorar la vida, la tierra, el alimento, los bienes. Esperando, el hombre recibe; recibiendo, descubre que es amado; sintiéndose amado, aprende a amar; amando, corresponde al Amor primero, que está necesitado de amor.
La historia del hombre es como la historia de la niña de Ezequiel; compadecida por Dios, alimentada, formada, embellecida por él, para ser desposada. La humanidad, la Iglesia, son su prometida. La historia es un escenario de amor donde Dios se da a su amada, en la Noche. La Noche es tiempo de entrega, pero también de búsqueda, de duda, de ser sorprendida… y poseída. La Historia es testigo del “niño” y de su necesidad; de la “novia” y sus ansias del Amado. Las “bodas” son anuncio del Reino (Jn 2, 1-11).