La ciudad de Awasa es hoy día la capital de la región expresamente denominada “Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur”, a m de altitud, en el valle del Rifth y al pie del lago de su mismo nombre. Awasa es moderna y limpia para los baremos etíopes, y sirve de puerta a los viajeros que se internan en el conoci- miento de las tribus.

El nombre de esta región autónoma de km2 nos da una idea de su diver- sidad cultural. La población regional, más de dieciocho millones, representa 45 grupos étnicos de los que ninguno llega al 20 % de la población. La mayor parte de la región está en el área fronteriza del valle del Rift, Kenia y Sudán.

El río Omo da nombre a la región donde viven las tribus más significativas de Etiopía, y donde se concentran en mayor número de toda África. Tierra de nadie, aún perteneciendo políticamente a Etiopía, este territorio se “comparte” con Kenia y Sudán y el gobierno etíope exige el pasaporte a los turistas para vadear el río.

Los Karo. Son unos mil y viven en el banco este del Rio Omo. Solían tener muchísimo ganado, pero perdieron gran parte de él debido a enfermedades, y entonces volvieron a la agricultura. Muy unidos a los hamer, comparten con ellos la lengua, además de rebaños y comida. La voracidad de las abundantes termitas existentes en la región, les obligan a reconstruir sus viviendas varias veces al año. Decoran su cuerpo con tiza, a menudo imitando el moteado de las gallinas de guinea, y realizan másca- ras para la cara con tiza, hierro y diversos minerales. Las mujeres se hacen cicatrices en el pecho (escaras) para estar más guapas y apetecibles para el hombre. El hombre hace este tipo de ritual cuando ha matado a un enemigo o un animal peligroso. La cicatriz se hace con un cuchillo u hoja de afeitar y después es frotada con cenizas para hacerla más llamativa.

Los Karo son agricultores, y en sus poblados cabañas y graneros se mezclan.

Niña Karo. Se les taladra el labio inferior para ornamento.

El gusto por el acicalamiento

Muchachas Karo.

Niño Karo.

Según la costumbre, todos los niños a partir de los doce años tienen que dor- mir en el techo de la mora hasta que se casan, e inclusive los hombres casa- dos deben pasar allí parte de la noche. Las niñas y mujeres no pueden usarla. Adolescente Karo.

Los Konso son granjeros que consiguen sacar el máximo partido a las laderas duras y rocosas por medio de extensos bancales de roca. Joven Karo posando orgulloso con su Kalasnikov

Karo adulto con su vara y “almohada”.

Las sonrisas aparecen cuando se desvanecen los recelos.

Los Tsemai son un pequeño grupo étnico, con una población de unos integrantes, afincados en la zona de Weita. Son granjeros de subsistencia que practican los cultivos inundados como el maíz y el sorgo. También tienen ganado y son expertos apicultores. Tienen muchas similitudes políticas y espirituales con los Arbore, y también se casan con frecuencia y sin ningún problema con los Hamer, sus vecinos del oeste. Su sociedad está estructurada en torno al sistema de grupos generacionales. Cada generación obtiene el paso al siguiente nivel cada diez años, cuando tiene lugar la iniciación de una nueva generación de chicos de entre los 11 y 22 años. Adoran los colores vivos y la ornamentación con plumas y cadenetas.

Los Mursi son unos cinco mil, principalmente pastores que viven entre la estepa Tama en temporada de lluvias y las colinas Mursi al noreste del Omo Park en temporada seca. Tienen algunos cultivos en las zonas próximas al río Omo don- de la abundancia de mosca tse-tse hace imposible la supervivencia del ganado. También recolectan miel. Las mujeres llevan platos de arcilla en los labios. En su adolescencia, las mujeres solteras perforan su labio inferior y van expandien- do el agujero durante el periodo de un año aproximadamente. Después se inser- ta el disco de arcilla quemada que expande aun más el agujero, que a veces lle- ga a ser tan grande que el labio cuelga por debajo de la barbilla. El tamaño del plato determina la dote de la novia, un plato muy grande se llega a pagar con cincuenta cabezas de ganado. Algunas llegan a quitarse los dientes centrales para albergar platos más grandes. Anualmente, los jóvenes solteros Mursi sue- len participar en violentos torneos, en los que provistos de largas varas, donga, ponen a prueba su fuerza, su valor y su destreza, que tendrán como recompen- sa la admiración de las jóvenes casaderas y el prestigio para la comunidad de la región del país Mursi de donde provenga el vencedor.

Los Mursi son de muy difícil trato, y para entrar en sus territorios ha de hacerse acompañado por un ranger armado ante la posibilidad de altercados con ellos.

El Mursi pastorea siempre con su Kalasnikov al hombro, y, si puede, captura el ganado con que se cruce si no es de un amigo.

Las escarificaciones, la pintura corporal, la diadema, la pluma de avestruz, el lóbulo taladrado y los collares. El gusto por el adorno corporal está servido.

Jóvenes Mursi. A observar las escarificaciones en pechos y brazos, (escaras), efectuados mediante escisiones en la piel efectuadas con una cuchilla muy afila- da que se rellenan con ceniza, y los lóbulos de ambas jóvenes, una con aros de madera y la otra distendidos.

De su cuello pende un silbato para comunicarse. Su mano izquierda sujeta el donga.

Raparse el pelo y darle forma, hacerse las escarificaciones en los hombros, precisa el concurso de alguien. Hoy por ti y mañana por mí.

Las pinturas corporales se hacen en colaboración con un compañero.

¿Poseidón? ¿Zeus? ¿César?

Volaverunt

FIN FOTOGRAFÍAS: Teresa Rubio y m.g.c. tomadas en enero y febrero 2013