26 domingo –B-
Los preceptos del Señor son rectos; Salmo 18 Los preceptos del Señor son rectos; dan alegría al corazón. La ley del Señor es perfecta: es descanso para el alma; el mandato del Señor es firme: hace sabio al ignorante.
Los preceptos del Señor son rectos; dan alegría al corazón. El temor del Señor es puro: estable para siempre; los juicios del Señor son verdad: todos justos por igual.
Los preceptos del Señor son rectos; dan alegría al corazón. Por eso tu siervo está atento a ellos, y los guarda asiduamente. Con todo, ¿quién conoce sus propios errores?. Purifícame tú de las faltas ocultas.
Los preceptos del Señor son rectos; dan alegría al corazón. Guarda también a tu siervo del orgullo, ¡qué jamás me domine!. Entonces seré irreprochable e inocente del gran pecado.
Tu Palabra, Señor, es la Verdad, conságranos en la verdad. (Jn 17,17) Jerusalén. Ciudad Vieja. Puerta de Damasco
Explanada del Templo de Jerusalén 38 Juan le dijo: –Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo. 39 Jesús replicó: –No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. 41 Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. 42 Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. 43 Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue.45 Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. 47 Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, 48 donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue Mc 9,38-43.45.47-48 Explanada del Templo de Jerusalén