INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Esclarecer a los participantes sobre cuál debe ser el comportamiento del hombre en el mundo, y cómo podemos convivir con los placeres y tentaciones terrestres, sin dejarnos envolver por ellos.
El hombre en el mundo 10. Un sentimiento de piedad debe en todo momento animar el corazón de los que se reúnen bajo el amparo del Señor e imploran la asistencia de los Espíritus buenos. Purificad, pues, vuestros corazones. No permitáis que en él se aloje ningún pensamiento mundano o fútil. Elevad vuestro espíritu hacia aquellos a quienes convocáis, a fin de que, al encontrar en vosotros las disposiciones necesarias, puedan esparcir en abundancia la semilla que debe germinar en vuestros corazones y producir en ellos frutos de caridad y de justicia. Sin embargo, no creáis que exhortándoos sin cesar a la oración y a la evocación mental, os comprometemos a que llevéis una vida mística, que os coloque al margen de las leyes de la sociedad donde estáis condenados a vivir. De ninguna manera; vivid con los hombres de vuestra época, como deben vivir los hombres. Renunciad a las necesidades, aun a las frivolidades cotidianas; pero hacedlo con un sentimiento de pureza que pueda santificarlas.
Estáis llamados a tomar contacto con almas de diversa índole, de caracteres opuestos: no choquéis con ninguno de aquellos con quienes os encontréis. Sed alegres, sed felices; pero que vuestra alegría sea la que proviene de una conciencia recta, y que vuestra felicidad sea la del heredero del Cielo que cuenta los días que faltan para que tome posesión de su herencia. La virtud no consiste en revestirse de un aspecto lúgubre y severo, ni en rechazar los placeres que vuestra condición humana os permite. Basta con que dediquéis todos los actos de vuestra vida al Creador, que os ha dado esa vida. Basta con que, cuando empecéis o acabéis una obra, elevéis vuestro pensamiento a ese Creador y le pidáis, en un impulso del alma, ya sea su protección para alcanzar el éxito, o su bendición por la obra concluida. Sea lo que fuere que hagáis, remontaos al origen de todas las cosas. Nunca hagáis nada sin que el recuerdo de Dios venga a purificar y santificar vuestros actos. La perfección reside por completo, como lo ha dicho Cristo, en la práctica de la caridad absoluta. No obstante,
los deberes de la caridad se extienden a todas las posiciones sociales, desde la más pequeña hasta la más grande. El hombre que viviese aislado no tendría cómo practicar la caridad. Solamente en contacto con sus semejantes, en las luchas más penosas, encuentra él la ocasión de llevarla a cabo. Así pues, aquel que se aísla, se priva voluntariamente del más poderoso medio de perfeccionarse. Si no tiene que pensar más que en sí mismo, su vida es la de un egoísta. (Véase el Capítulo V, § 26.) No imaginéis, por consiguiente, que para vivir en comunicación constante con nosotros, para vivir bajo el amparo de Dios, sea preciso que os mortifiquéis con el cilicio y os cubráis de cenizas. No y otra vez no. Sed felices de acuerdo con las necesidades de la humanidad. Pero que en vuestra felicidad nunca entre un pensamiento o un acto que pueda ofender al Señor o hacer que se empañe el rostro de los que os aman y dirigen. Dios es amor y bendice a los que aman santamente. (Un Espíritu protector. Burdeos, 1863.)
1.- ¿Cuál debe ser nuestro comportamiento en una reunión en nombre de Jesús?
R: Basado en la humildad, respeto y sin ningún sentimiento inferior en el corazón. “Un sentimiento de piedad, debe siempre animar el corazón de los que se reúnen bajo la mirada del Señor, e imploran la asistencia de los buenos espíritus”.
2.- ¿Los buenos espíritus atienden nuestras súplicas?
R: Sí, desde que sean hechas con humildad y sinceridad, y cuando perciben en nosotros el propósito de mejorarnos interiormente, y también cuando ven en nosotros las necesarias disposiciones para ese menester. Jamás, entre tanto, para satisfacer futilidades. La providencia divina jamás deja de atender nuestras súplicas, desde que partan de un corazón sincero y predispuesto a evolucionar y purificarse.
3.- ¿Debemos vivir siempre en oración?
R: La unión con el Creador es siempre necesaria y saludable R: La unión con el Creador es siempre necesaria y saludable. Con todo, esa unión no significa vivir una vida mística, que nos aísle de la sociedad en que vivimos. Por el contrario, cuanto más nos empeñamos en el campo de la fraternidad y convivencia edificante con el prójimo, más unidos estaremos a Dios. El trabajo útil es una oración. Dios quiere que pensemos en Él, pero cumpliendo nuestros deberes en el mundo, viviendo como deben vivir los hombres de nuestra época.
LEER LOS DOS PÁRRAFOS SIGUIENTES Estáis llamados a tomar contacto con almas de diversa índole, de caracteres opuestos: no choquéis con ninguno de aquellos con quienes os encontréis. Sed alegres, sed felices; pero que vuestra alegría sea la que proviene de una conciencia recta, y que vuestra felicidad sea la del heredero del Cielo que cuenta los días que faltan para que tome posesión de su herencia. La virtud no consiste en revestirse de un aspecto lúgubre y severo, ni en rechazar los placeres que vuestra condición humana os permite. Basta con que dediquéis todos los actos de vuestra vida al Creador, que os ha dado esa vida. Basta con que, cuando empecéis o acabéis una obra, elevéis vuestro pensamiento a ese Creador y le pidáis, en un impulso del alma, ya sea su protección para alcanzar el éxito, o su bendición por la obra concluida. Sea lo que fuere que hagáis, remontaos al origen de todas las cosas. Nunca hagáis nada sin que el recuerdo de Dios venga a purificar y santificar vuestros actos.
4.- ¿Debemos evitar el contacto con las personas que no piensan como nosotros?
R: No. Debemos convivir pacíficamente con todos, colaborando con el bienestar común, viviendo el Evangelio sin exigir que los otros nos imiten. En el mundo, somos llamados a convivir con espíritus de naturalezas diferentes y caracteres opuestos que requieren de nosotros la comprensión, el respeto y la colaboración.
5.- ¿Podemos vivir en el mundo sin pertenecer a él, es decir, sin dejarnos envolver por los vicios, tentaciones y placeres mundanos?
R: Está claro que sí. Pero para eso, es necesario que estemos con el pensamiento sincero constantemente para el Creador que, así nos ayudará a tomar el camino seguro, en los momentos decisivos. Podemos vivir los placeres del mundo, pues nuestra condición humana nos lo permite. Lo que no debemos es abusar de los placeres y esclavizarnos a ellos. “La virtud no consiste en asumir severo y lúgubre aspecto, en repeler los placeres que vuestras condiciones humanas os permiten”.
LEER LOS DOS ÚLTIMOS PÁRRAFOS La perfección reside por completo, como lo ha dicho Cristo, en la práctica de la caridad absoluta. No obstante, los deberes de la caridad se extienden a todas las posiciones sociales, desde la más pequeña hasta la más grande. El hombre que viviese aislado no tendría cómo practicar la caridad. Solamente en contacto con sus semejantes, en las luchas más penosas, encuentra él la ocasión de llevarla a cabo. Así pues, aquel que se aísla, se priva voluntariamente del más poderoso medio de perfeccionarse. Si no tiene que pensar más que en sí mismo, su vida es la de un egoísta. (Véase el Capítulo V, § 26.) No imaginéis, por consiguiente, que para vivir en comunicación constante con nosotros, para vivir bajo el amparo de Dios, sea preciso que os mortifiquéis con el cilicio y os cubráis de cenizas. No y otra vez no. Sed felices de acuerdo con las necesidades de la humanidad. Pero que en vuestra felicidad nunca entre un pensamiento o un acto que pueda ofender al Señor o hacer que se empañe el rostro de los que os aman y dirigen. Dios es amor y bendice a los que aman santamente. (Un Espíritu protector. Burdeos, 1863.)
6.- ¿Dónde estaría entonces la perfección?
R: En la práctica de la caridad junto a nuestros semejantes, conforme las enseñanzas de Jesús. Huir del mundo a título de pureza, en la mayoría de las veces, es simple hipocresía, es egoísmo.
7.- ¿Por qué los deberes de la caridad alcanzan todas las posiciones sociales?
R: Porque únicamente en la práctica de la caridad está el camino que conduce a la perfección, meta que, inevitablemente, todos alcanzaremos un día. Es, por tanto, una obligación que nos alcanza a todos y no a un determinado grupo social solamente. Los deberes de la caridad alcanzan a todos, desde el menor hasta el mayor, porque el cristiano existe para servir, independientemente de la posición social que ocupe.
8.- ¿Sería meritorio que el hombre se aislase del mundo, bajo la alegación de no querer contagiarse con los vicios y placeres terrenales?
R: No, pues únicamente en el contacto con sus semejantes, en las luchas más arduas, es que el hombre encuentra la oportunidad de participar en la caridad. Mientras viva la vida del egoísta, él no progresará. “Aquél, pues, que se aísla se priva voluntariamente del más precioso medio de perfeccionarse”.
COMPLEMENTO PARA LA CLASE Capítulo 1 Factores de perturbación… La rutina La ansiedad Miedo Soledad Libertad
Los vicios, tentaciones y placeres del mundo no deben constituir un obstáculo para que vivamos bien con los hombres de nuestra época. Reportando siempre nuestros actos al Creador, tendremos el auxilio y la intuición necesarios en los momentos decisivos de nuestra vida. La convivencia con el semejante, es el medio que Dios nos concede para desarrollar en nosotros, el sentimiento de fraternidad y amor al prójimo.
No te apresures y tampoco te desanimes. ¿Sufres? Supera tu dolor con heroísmo, porque sólo a los vencedores se les entregará el premio que los espera. No te apresures y tampoco te desanimes. Supera tu dolor con heroísmo, busca alegría, y vive l sensación optimista de los que saben luchar hasta el final. Te darás cuenta, entonces, que tu vida se habrá convertido en un himno de agradecimiento al Padre del Amor. 106