Conducta Sexual Adolescente

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Transcripción de la presentación:

Conducta Sexual Adolescente Dr. Ricardo Fuentealba Herrera Psiquiatra Infanto Juvenil Magister en Salud Pública

CRISIS NORMATIVA “Nuevas Formas de Moralidad en los y las Jóvenes Chilenos. Estudio exploratorio sobre configuraciones valóricas emergentes en jóvenes estudiantes de Santiago”. Marín, T. Última Década, v.16 n.28, 2008:143-165.

Se postula la incapacidad de un modelo de sociedad histórica de establecer normas morales claras, que se correspondan con principios éticos determinados

La desnormativización de la vida social en la época contemporánea está dejando a nuestras juventudes con un problema de crisis de sentido.

El repliegue de las instituciones tradicionales que otorgaban significación implica una progresiva individualización de los proyectos de vida, que se manifiesta como un sentimiento de permanente búsqueda. Las juventudes viven en una situación de «intemperie moral», en donde ya nadie les garantiza que sus comportamientos estén en lo correcto en un sentido claro y único.

Frente a ello, una solución posible corresponde a la emergencia de una configuración valórica en torno a la noción de autocuidado. Esta involucra la formación de una cautela reflexiva, que permite la protección de la propia subjetividad en un mundo donde las normas están relativizadas, evitando consecuencias no deseadas y sorteando, provisoriamente, el problema de la demanda por sentido.

han ido perdiendo relevancia las viejas representaciones político-ideológicas en la conformación del proyecto de vida. Atrás quedan las motivaciones de carácter colectivo —el sentido comunitario— para dar lugar a crecientes procesos de individualización.

Esto significa que las decisiones acerca de la vida están siendo cada vez más sustentadas en valores eminentemente personales, fenómeno que aparece con especial fuerza en las nuevas generaciones. Presionan en esa dirección la globalización, la tolerancia, la aceptación de la diversidad, la valoración de la autonomía.

No obstante, aún cuando los valores y símbolos con que se orientaba tradicionalmente la vida se hacen cada vez más difusos, tampoco se instala con propiedad una nueva orientación valórica compartida. Los y las jóvenes de hoy tienen una débil identificación con la política y también con la religión, pero todavía no aparecen nuevos referentes que contribuyan al otorgamiento de sentido en el curso de sus vidas.

Las juventudes se ven, así, obligadas a enfrentar el problema de la incertidumbre llevando a cabo sus construcciones autobiográficas a partir de convicciones propias, con materiales dispersos y cooperaciones muchas veces inestables.

la instalación del proyecto de vida aparece como un aspecto central para la generación de identidad juvenil. Éste no hay que entenderlo sólo como las particulares metas en la vida, pues tiene mucha importancia también el recorrido a seguir para lograrlas.

Ello implica un presente que se vive intensa y profundamente para construir el futuro. De esta forma, los y las jóvenes —como sujetos— se van empoderando de su nuevo lugar como actores sociales relevantes, exigiendo ser considerados como personas valiosas y con aportes a entregar. (Duarte et al)

Sin embargo, su renovada posición sociocultural implica también que en ellos sean muy patentes los problemas de la desinstitucionalización de la vida social. ¿Qué hacer con la libertad? Este problema se manifiesta en dos ámbitos especialmente relevantes: el carrete y la sexualidad.

CARRETE

El carrete aparece como una de las prácticas más representativas y extendidas en las juventudes chilenas desde los 90, un ámbito transversal de sociabilidad y una de sus prácticas/espacios más valorados. Se constituye como un escenario cultural que atraviesa en general la vivencia de ser joven en Chile. (Matus, 2004)

Como espacio ritual, el carrete se construye como lugar de transgresión del orden de la vida cotidiana y puesta entre paréntesis de la norma. Se conforma como un espacio lúdico con códigos no coercitivos, que le dan a los y las jóvenes la posibilidad de aceptarlos o no. Es, además, el lugar donde pueden procesar y elaborar los problemas relacionados con sus propias condiciones de vida.

Permite construir significados y vínculos colectivos en un ámbito donde las reglas son establecidas por ellos y ellas, y no por los adultos. Posibilita, así, la reproducción de sus propios mundos de vida.

En este sentido, interesa recalcar al carrete como espacio de importantes aprendizajes sociales, que permiten a las juventudes explorar sus propios límites en torno a sexualidad, consumo de alcohol y drogas, y vínculos intersubjetivos. Es decir, el carrete es experiencia autoeducativa…

SEXUALIDAD

Por su parte, la sexualidad juvenil también sufre importantes transformaciones. La prioridad otorgada al desarrollo personal y la conformación de proyectos individuales se expresa en una postergación del establecimiento de una pareja estable, así como en una mayor apertura en el plano sexual.

En la actualidad el ideal de pareja se ha transformado, favoreciendo el desarrollo autónomo de los dos implicados. La búsqueda del éxito y la realización de los proyectos de vida se ven poco compatibles con la elección de una pareja estable, y más acorde a una necesidad de mayor experimentación en materia afectiva, lo que tiene como resultado una flexibilización de los vínculos amorosos.

Las instituciones e ideologías que se manejaban en las generaciones anteriores, hoy no sirven para interpretar las experiencias de sexualidad juvenil. Por un lado, hacen crisis las formas habituales de pareja, ya no sólo el matrimonio, sino incluso el «pololeo», dando paso a la ocasionalidad como la manera cotidiana de vivir la sexualidad («ponceo»).

Sin embargo, esto deja a la sexualidad juvenil con un problema de validación. La pareja sigue siendo el contexto ideal para la sexualidad deseada, sin embargo, las formas conocidas de ésta ya no convencen a las nuevas generaciones, que no temen a experiencias que no comporten un proyecto de pareja.

Actualmente, la sexualidad ya no se regula, por lo menos totalmente, ni por el amor ni por la conquista, así como también se aleja de las instituciones tradicionales, incluso las más recientes. Esto significa que cae el nexo social de la sexualidad, quedando «desconectada de la subjetividad que la experimenta» (Canales, 1994)

Si no está la legitimación que puede otorgar un sentimiento ¿cuáles son ahora los motivos que cubren el deseo y la experiencia del placer? Podría entenderse que el sexo ya no esté al servicio ni de un proyecto ni de un sentimiento, con lo que se transforma en un transgresor que no conoce sus límites.

Hoy la discusión podría trasladarse desde las relaciones sexuales pre-matrimoniales y la legitimidad de la pareja sexual única, hacia las motivaciones profundas que existen para embarcarse en una relación sexual.

Si no tenemos nuevas interpretaciones que hagan de la vivencia sexual una experiencia «normal», se generan situaciones de miedo, inseguridad y duda, pues la «verdad» ya no aparece tan patente. No se conforma un nuevo discurso sobre la sexualidad que reemplace al tradicional, por lo que domina la ambivalencia.

La ocasionalidad se transforma en el paradigma complicado de la nueva sexualidad. El pololeo ciertamente aún existe, pero la experiencia límite se va trasladando cada vez más hacia una nueva frontera, el sexo fuera de la pareja estable.

¿CUAL ES EL LIMITE?

El tema es que la cuestión ya no está referida a un patrón de buena sexualidad. No se busca una nueva moral que revele los límites por norma, sino que se desarrolla más bien una distinción ético-práctica: «respóndete a ti mismo» o también «cuídate».

La formulación juvenil respecto de aquello podría verbalizarse en un «saber lo que estás haciendo». No habiendo nada que conocer (o nada que observar, en su sentido normativo), pareciera que el sujeto regresa a conocerse a sí mismo: «si nadie te orienta, oriéntate a ti mismo»

Se desarrolla entonces una doble tendencia frente a la crisis normativa: el reviente, donde el sentimiento se niega o no existe, se valoriza el exceso y la disipación, Y la reflexión indagatoria, en que el sujeto juvenil tiende a hacerse cargo de la ausencia de la norma y busca construir por sí mismo nuevos límites, al no encontrar respuestas legítimas en el mundo adulto.

¿QUÉ HACEN REALMENTE LOS ADOLESCENTES EN SU INTIMIDAD?

Según las estadísticas, no hay grandes cambios en la edad de inicio de las relaciones sexuales, reconocidas en las encuestas: El promedio de la edad de inicio entre los años 1994 y 2000 se mantuvo relativamente estable, 17,8 años en mujeres y 16,2 años en hombres. Chile: Situación de la Salud y los Derechos Sexuales y Reproductivos. Instituto Chileno de Medicina Reproductiva (Icmer) y Corporación de Salud y Políticas Sociales (Corsaps). 2003.

Sí habría un cambio significativo en la “maduración social” de la sexualidad adolescente. Es decir el y la joven tienen precozmente, no solo acceso a todo tipo de información, sino un verdadero bombardeo de estímulos relacionados o directamente dirigidos a su sexualidad.

Se la muestra a ésta como una fuente de placer sin consecuencias, deseable por sí misma, desligada de toda emoción, como un producto de consumo por excelencia, capaz de lograr la venta de otros productos por su sola asociación mediática con ellos.

El contenido del discurso juvenil (y casi infantil) en torno a la sexualidad puede ser de una crudeza que impacta al mundo adulto (No te conviene leer su correo). El adulto DESCONOCE lo que los jóvenes están haciendo, conversando, experimentando. Ni siquiera cuando los escucha o intenta leer sus indescifrables correos logra entender de que se trata, si es cierto o no.

Peor aún, como si casi fuera una forma de ocultarnos la realidad, cuando finalmente un padre atribulado logra descifrar el texto del email (“Me encanta el sexo anal, pero el oral es cul. Me comí a tres en el carrete del viernes…”) Puede ser que el contenido corresponda a un lenguaje fanfarrón, orientado a lograr prestigio y aceptación entre sus pares, no realmente a experiencias vividas (Ojalá sea tu caso).

El ponceo existe. Y dicen que también el sobajeo. Las tribus urbanas son reales, y también su forma de tener sexo, en despoblado y sin tener consideración de nosotros, los que no estamos en ninguna y los vemos por la tele. Muchos de ellos están más cerca del exceso, el reviente, de la renuncia en la embriaguez de la chela y el pito, al cuidado de su cuerpo y su integridad.

También existen los ñoños, y son muchos, seguro que también tiene su sexualidad, también lo hacen. Finalmente también existen mis héroes: los jóvenes que exploran la diversidad infinita de alternativas de contacto afectivo, de su sensualidad, a través del carrete, de la plaza, de las casas solas por las tardes, sin adultos (son tan trabajadores y exitosos).

Exploran e improvisan haciéndose cargo de ellos mismos, reinventando el cuidado de sus cuerpos, de su intimidad, de sus sentimientos. Son, a mi entender, los mismos que en este tiempo de cambio profundo, sin precedentes, vuelven al terruño, es decir a la fuente primitiva de confianza, intimidad y seguridad: la familia.

Crear la nueva normalidad de la sexualidad , lo cotidiano de la época que se inicia, la pareja y la familia del futuro