Lectio divina del Salmo dominical

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Transcripción de la presentación:

Lectio divina del Salmo dominical Domingo XXX del Tiempo Ordinario Año A: El doble mandamiento del amor. Ex 22,20-26: Si explotáis a viudas y huérfanos se encenderá mi ira contra vosotros. Sal 17,2-3a.3bc-4.47.51ab: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza. 1Ts 1,5c-10: Abandonásteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo. Mt 22,34-40: Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo.

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;  Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. 

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. 

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador. Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido.

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

Lectio Ahora leemos el salmo entero, despacio… 1 [Del maestro de coro. Del siervo de Yahvé, David, que dirigió a Yahvé las palabras de este cántico el día en que Yahvé lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.] 2 Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. 3 Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. 4 Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. 5 Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, 6 me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte. 7 En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo Él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos. 8 Entonces tembló y retembló la tierra, vacilaron los cimientos de los montes, sacudidos por su cólera;  9de su nariz se alzaba una humareda, de su boca un fuego voraz. y lanzaba carbones ardiendo. 10 Inclinó el cielo y bajó con nubarrones debajo de sus pies; 11 volaba a caballo de un querubín cerniéndose sobre las alas del viento, envuelto en un manto de oscuridad; 12 Como un toldo, lo rodeaban oscuro aguacero y nubes espesas; 13 al fulgor de su presencia, las nubes se deshicieron en granizo y centellas; 14 y el Señor tronaba desde el cielo, el Altísimo hacía oír su voz: 15 disparando sus saetas, los dispersaba, y sus continuos relámpagos los enloquecían. 16 El fondo del mar apareció, y se vieron los cimientos del orbe, cuando tú, Señor, lanzaste un bramido, con tu nariz resoplando de cólera. 17 Desde el cielo alargó la mano y me agarró, me sacó de las aguas caudalosas, 18 me libró de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo. 19 Me acosaban el día funesto, pero el Señor fue mi apoyo: 20 me sacó a un lugar espacioso, me libró porque me amaba.

21 El Señor retribuyó mi justicia, retribuyó la pureza de mis manos, 22 porque seguí los caminos del Señor y no me rebelé contra mi Dios; 23 porque tuve presentes sus mandamientos y no me aparté de sus preceptos; 24 le fui enteramente fiel, guardándome de toda culpa; 25 el Señor retribuyó mi justicia, la pureza de mis manos en su presencia. 26 Con el fiel, Tú eres fiel; con el íntegro, Tú eres íntegro; 27 con el sincero, Tú eres sincero; con el astuto, Tú eres sagaz. 28 Tú salvas al pueblo afligido y humillas los ojos soberbios. 29 Señor, Tú eres mi lámpara; Dios mío, Tú alumbras mis tinieblas. 30 Fiado en Ti, me meto en la refriega; fiado en mi Dios, asalto la muralla. 31 Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; Él es escudo para los que a él se acogen. 32 ¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? 33 Dios me ciñe de valor  y me enseña un camino perfecto; 34 Él me da pies de ciervo, y me coloca en las alturas; 35 Él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta. 36 Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo. 37 Ensanchaste el camino a mis pasos, y no flaquearon mis tobillos; 38 yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo, y no me volvía sin haberlo aniquilado: 39 los derroté, y no pudieron rehacerse, cayeron bajo mis pies. 40 Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían; 41 hiciste volver la espalda a mis enemigos, rechazaste a mis adversarios.

Si quieres escuchar el salmo en hebreo, pincha en este vínculo. 42 Pedían auxilio, pero nadie los salvaba; gritaban al Señor, pero no les respondía. 43 Los reduje a polvo, que arrebataba el viento; los pisoteaba como barro de las calles. 44 Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño fue mi vasallo. 45 Los extranjeros me adulaban,  me escuchaban y me obedecían. 46 Los extranjeros palidecían y salían temblando de sus baluartes. 47 Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: 48 el Dios que me dio el desquite y me sometió los pueblos; 49 que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel. 50 Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre: 51 tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido, de David y su linaje por siempre. Si quieres escuchar el salmo en hebreo, pincha en este vínculo.

Lectio ¿Qué lugar ocupa este salmo en el salterio? Según el P. Ramón Ribera, monje de Montserrat, y otros estudiosos, el orden de los salmos no se debe al azar sino que hay toda una estructura interna.

Lectio ¿Qué lugar ocupa este salmo en el salterio? Dentro del primer libro, los salmos 3-31 constituyen la 1ª Colección de David. David es el protagonista de estos salmos y todos traen su nombre en el título (aunque esto no quiere decir que los haya escrito él). Toda esta colección está organizada en 4 septenarios que corresponden a 14+14. Para los hebreos el nº 14 es el equivalente numérico de las letras de la palabra “David.” El Salmo 17 se encuentra justo en el medio de los cuatro septenarios. Se resalta así su importancia ya que resume el tema del conjunto: canta la victoria que Dios ha concedido al Rey David frente a sus enemigos. Él (Dios) es quien mantiene su lámpara encendida. Nuestro salmo se encuentra en la primera parte del salterio, dedicado a las súplicas a Dios, formada por los libros: 1º: salmos 1-40 2º: salmos 41-71 Y 3º: salmos 72-88 Salmo 17: salmo real

Lectio: ¿Qué dice el texto? Este salmo es una acción de gracias de un rey de Israel. Lo podemos estructurar en cinco partes: Invocación inicial (vv. 2-4): el salmista ama a Dios y lo expresa de forma sencilla y emotiva, expresándolo mediante el empleo repetido del posesivo en primera persona. Exposición del caso (vv. 5-7): narra la situación de peligro en que se hallaba: cómo gritó al señor y Él escuchó su voz. Teofanía (vv. 8-20): describe la respuesta del Señor de forma imponente. Es una de las mejores muestras del salterio. Reflexión-confesión (vv. 21-46). Himno final (vv. 47-51): himno triunfal a Dios, su Salvador. Por ser puesto el poema en labios de David, el salmo ha sido leído en clave mesiánica y puesto en boca de Cristo y también de los cristianos.

“Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza.” Mecditatio: Lo propio de este paso es meditar qué me dice a mi el texto. Esto es algo muy personal por ello aquí para ayudar a esta meditación relacionamos el salmo con las lecturas del domingo. “Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza.” Éste es el grito del pobre y abatido. Toda su esperanza está en el Señor porque de todo ha sido despojado. Aunque nuestros gritos sean de ira y de desesperación en el fondo es cuando el hombre, más clama su desvalimiento y necesidad de amor. ¿Sabemos reconocer este grito en nuestro interior y en el de nuestros hermanos?

“Yo te amo, Señor” Toda una declaración de amor a Dios que resume el sentir de las lecturas de hoy. ¿Y el hombre dónde queda? Desde que Cristo, Hijo de Dios, se ha hecho hombre son inseparables, ¡No olvidemos el Evangelio de hoy!

“Invoco al Dios de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.” Como los tesalonicenses, acojamos la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Este salmo está orado en un contexto guerrero, de batalla y, sin embargo, ¡cuántas expresiones de amor y confianza! Nuestra vida diaria no carece de lucha… ¡imitemos al salmista!

Oratio ¿Qué me hace decirle a Dios este salmo, la liturgia de este domingo? Te damos gracias, Señor, fortaleza nuestra, por tu amor siempre fiel. Haz que amemos a nuestros hermanos por amor tuyo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Contemplatio Miro y me dejo mirar… En esto los Padres de la Iglesia son maestros… Vino el Señor mismo, como doctor en caridad, rebosante de ella, compendiando, tanto la ley como los profetas, en los dos preceptos de la caridad. Recordad conmigo, hermanos, aquellos dos preceptos: hay que amar a Dios y al prójimo: a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser; y al prójimo como a sí mismo. He aquí lo que hay que pensar y meditar, lo que hay que mantener vivo en el pensamiento y en la acción, lo que hay que llevar hasta el fin. El amor de Dios es el primero en la jerarquía del precepto, pero el amor del prójimo es el primero en el rango de la acción. Pues el que te impuso este amor en dos preceptos no había de proponerte primero al prójimo y luego a Dios, sino al revés, a Dios primero y al prójimo después. Pero tú, que todavía no ves a Dios, amando al prójimo haces méritos para verlo. Y si me dices: «Señálame a quién he de amar», ¿qué otra cosa he de responderte sino lo que dice el mismo Juan: A Dios nadie lo ha visto jamás? Y para que no se te ocurra creerte totalmente ajeno a la visión de Dios: Dios —dice— es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios. Ama por tanto al prójimo, y trata de averiguar dentro de ti el origen de ese amor; en él verás, tal y como ahora te es posible, al mismo Dios. (San Agustín, Tratado 17 sobre el evangelio de san Juan 7-9)

Actio ¿Qué me hace vivir el Señor a partir de esta Palabra? Es el momento de la “obediencia de la Fe”… Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza.