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Publicada porMaría Mercedes Soto Paz Modificado hace 8 años
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HOY COMO AYER PODEMOS DECIR: Pero ante una amistad como la que nos da Jesús, no basta una respuesta general, sino una respuesta personal. Por eso hoy, al igual que a los apóstoles, se nos hace de nuevo la pregunta: ¿QUIÉN ES JESÚS PARA TÍ? Pedro, el creyente sencillo, generoso, bueno, y a la vez frágil, nos invita a una amistad profunda con Jesucristo. Pablo, el creyente arriesgado, comunicativo y a la vez con pies de barro, nos invita a la osadía de entregar la fe que nos funda. En la fiesta de San Pedro y San Pablo tenemos un doble modelo de ser testigos del Evangelio. Que Jesús se parece a Juan Bautista porque conocerlo implica reconciliación. Que se parece a Elías porque su acción es abrasadora. Que se parece a Jeremías porque su verdad delata toda mentira. Y se parece a otros profetas porque Él es la Palabra aguda del Padre.
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[ Comienza la oración ] En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas. Luego les preguntó: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le dijo entonces: Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Palabra Del Señor.
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[ Continúo ] Al final, rezo el Padrenuestro, saboreando cada palabra.
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Me sereno para esta cita con Dios. Me acomodo con una postura que implique todo mi ser. Al ritmo de la respiración doy lugar al silencio. ( Una y otra vez repito este ejercicio ) [ Continúo la oración ]
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[ Sigo adelante ] NOTA: La oración preparatoria me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mí. NOTA: Este paso merece hacerlo con esmero. Le dedico unos 10 minutos.
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[ Sigo adelante ] (Si me ayuda, puedo decir varias veces la petición)
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[ Y continúo la oración ] “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Confesar la fe en el Señor es reconocerlo como el Nazareno. Jesucristo es el hombre plenamente hombre y plenamente bueno que asume todo el pecado y todo el mal del mundo, por eso se nos revela como el Hijo de Dios vivo. Reconocer a Cristo es acercarse a todos los que padecen en esta tierra y atreverse a vivir como el Nazareno, experimentando la fe de la gente sencilla como lo vivió San Pedro.
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[ Y continúo la oración ] “Dichoso tú, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos” Confesar a Jesús el Cristo requiere la escucha atenta de Dios que habla al corazón de hombres y mujeres desde una amistad cultivada con sencillez. Escuchar a Dios, hace que el seguimiento de Cristo sea camino bienaventurado y camino atento a los signos de los tiempos.
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[ Y continúo la oración ] “Tú eres Piedra, y sobre ti edificaré mi Iglesia” El Señor, tal como lo hizo con Simón, convierte a cada seguidor suyo en piedra sobre la que edifica su Comunidad. Con su Espíritu, Cristo transforma las dificultades y las limitaciones en fortalezas, mostrándonos así el modo como opera la gracia divina. Todo cristiano es piedra sobre la que se edifica la Iglesia, cuando vive desde la generosidad, cuando se dispone a servir y cuando cultiva la fraternidad.
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[ Y continúo la oración ] “Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” Cristo Jesús, ha abierto para siempre el acceso a la Plenitud. El poder de atar y desatar es totalmente suyo, y lo ha comunicado a sus seguidores tan sólo para que el beneficio del acceso al Padre llegue a todos los rincones de la tierra. La Iglesia ata y desata en el poder del Padre, en la medida que consolida Comunidades diversas donde muchos hombres y mujeres se encuentran, fortalecen su fe, practican la misericordia y cultivan la esperanza.
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[ Comienza el Cierre de la oración ] Tarde te amé, Dios mío. Hermosura tan antigua y tan nueva; tarde te amé. Tú estabas dentro de mí y yo distraído fuera, y allí mismo te buscaba … Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo; y me alejaba y apartaba de Ti … Pero Tú me llamaste y diste tales voces a mi alma, que cedió a tus voces mi sordera. Brilló tanto tu luz y fue tan grande tu resplandor, que ahuyentó mi ceguedad. Hiciste que llegara hasta mí tu fragancia, y tomando aliento respiré con ella … Me diste a gustar tu dulzura, y ha excitado en mi alma el hambre y la sed viva. Señor, me tocaste y me encendí en deseos de abrazarme en tu paz. (S. Agustín – Confesiones X, 38)
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Para centrar la experiencia vivida en la Oración, respondo en forma sencilla las siguientes interrogantes: [ Termino con la oración siguiente ]
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