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Publicada porManuelita De Anda Modificado hace 10 años
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La roca sobre la que se construye la Nueva Comunidad es la fe en Jesús como Mesías Hijo de Dios vivo. Mateo 16, // XXI domingo Tiempo Ordinario-A- // 24 agosto 2008
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13De camino hacia la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
La escena sucede en Cesarea, tierra pagana situada a unos 30 kms. del lago de Genesaret. En un momento significativo de su misión, cuando acaba su estancia en Galilea y se dispone a subir a Jerusalén, Jesús plantea una doble pregunta a sus discípulos. En este contexto el pasaje tiene una doble función: reafirmar a Jesús en su misión y confirmar a los discípulos en el seguimiento. Mateo también quiere indicar el carácter universal de la misión de Jesús.
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-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre
-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 14Ellos le contestaron: -Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas. La respuesta de la gente lo asocia a algunos personajes conocidos del pasado y a Jesús lo ven en continuidad con ese pasado. No captan su originalidad. No descubren la novedad del Mesías.
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15Jesús les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Es la pregunta concreta, trascendental, personal y definitiva que Jesús me dirige a mí. ¿Es Jesús para mí una doctrina o una Persona que vive, me interpela y da sentido a mi vida? ¿Es mi Camino, mi Verdad y mi Vida? ¿Ordeno mi vida mirándole a Él?. ¿Mi código de vida son las Bienaventuranzas?. Yo ¿qué digo de Jesús?. ¿Quién es Él realmente para mí, para cualquier momento de mi vida?.
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16Simón Pedro respondió: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Pedro, como portador del grupo, responde con una profesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Siguiendo el ejemplo de Pedro hagamos la profesión de fe, no sólo con la boca, sino fundamentalmente con nuestra vida: que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, centro de nuestra vida y de la vida de la comunidad.
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17Jesús le dijo: -Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. 18Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del abismo no la hará perecer. La respuesta de Jesús contiene una bienaventuranza, una promesa y un encargo. Pedro es felicitado por proclamar su fe, algo que no es mérito propio, sino un don, una revelación del Padre. Es Jesús y su Espíritu quien pone los fundamentos de una nueva comunidad a la que nada ni nadie podrá vencer.
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19Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Pedro es señalado en la comunidad por su sencillez, su servicio, su fe y su amor, aunque alguna infundada interpretación lo entienda como jefe supremo y único. Frente a los fariseos que cierran la entrada del Reino, deberemos abrirlas y dedicarnos a desatar, acoger y liberar. Toda responsabilidad delegada sólo tiene sentido si expresa la voluntad del Señor, adaptando las nuevas necesidades y situaciones según la Palabra de Jesús.
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20Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Lo que convence no son las palabras, sino los hechos, la vida. Se trata de que, a nivel personal y comunitario, nuestro estilo de vida, nuestra actuación, nuestra manera de relacionarnos con las personas y con el mundo, nuestra organización y nuestras estructuras, hagan visible al Jesús del Evangelio.
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cuando contagiamos la Buena Noticia que él contagiaba.
El encuentro con Jesús no es fruto de la reflexión doctrinal. Sólo acontece en la adhesión interior y en el seguimiento fiel. Con Jesús nos empezamos a encontrar cuando comenzamos a confiar en Dios como confiaba él, cuando creemos en el amor como creía él, cuando nos acercamos a los que sufren como él se acercaba, cuando defendemos la vida como él, cuando miramos a las personas como él las miraba, cuando nos enfrentamos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó, cuando contagiamos la Buena Noticia que él contagiaba. Es difícil acercarse a Jesús y no quedar atraído por su persona. Jesús aporta un nuevo horizonte a la vida, una dimensión más profunda, una verdad más esencial. Su vida es una llamada a vivir la existencia desde la raíz última, que es un Dios que sólo quiere para sus hijos e hijas una vida más digna y dichosa. El contacto con él invita a desprenderse de posturas rutinarias y postizas; libera de engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestras vidas; introduce en nosotros algo tan decisivo como la alegría de vivir, la compasión por los últimos o el trabajo incansable por un mundo más justo. Jesús enseña a vivir con sencillez y dignidad, con sentido y esperanza. José Antonio Pagola. “Jesús. Aproximación histórica”
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