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“El gato del carpintero” Miguel-A. 175 seg. (El Rescate)

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Presentación del tema: "“El gato del carpintero” Miguel-A. 175 seg. (El Rescate)"— Transcripción de la presentación:

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2 “El gato del carpintero” Miguel-A. 175 seg. (El Rescate)

3 Érase un gato, muy gato, que entró a prestar servicio en una carpintería como vigilante para evitar los graves daños producidos por roedores en el almacén de madera. En los primeros días trabajando en su nuevo destino, mientras se paseaba ufano por el taller, el felino maullaba, y maullaba, en un intento por tener amedrentados a los ratones.

4 Aquello de maullar parecía un trabajo muy efectivo, pues los roedores dejaron de salir de sus refugios a plena luz del día. El carpintero estaba satisfecho con el trabajo del gato, y le premiaba con caricias, restregándole la mano por el lomo. El animal respondía dejándose querer, irguiendo la cola, y lanzando unos maullidos de agradecimiento.

5 Sin embargo, el carpintero no tardó en darse cuenta de que aquella apreciación suya de éxito era insuficiente: Aquello del gato no pasaba de ser un trabajo fachada sin las consecuencias deseadas. Era cierto que ya no veía pasearse a los ratones. Pero, en cambio, podía apreciar las mismas roeduras en sus tablas del almacén de la carpintería: Evidentemente los ratones sólo habían cambiado de costumbres, y ahora salían de sus escondrijos durante la noche. Por lo cual, el carpintero fue cambiando sus caricias al gato por miradas de desprecio.

6 Esto, hizo meditar al gato, y llegar a la conclusión de que la táctica de maullar constantemente para amedrentar a los ratones era nefasta. Para poder cazar, por el contrario, se necesitaba darles un poco de confianza. Era un círculo vicioso: A más confianza de las presas, más facilidades para cazar, pero luego, la misma caza de un roedor incidía en la desconfianza del vecino. Pero aquí, haciendo equilibrio, entraba en juego la sabia naturaleza, dando a cada uno, tanto a presas como a captores, fe en sí mismos y en sus propias dotes.

7 "¿Pero a quién se le ocurre", pensó el gato, "romper el equilibrio de la sabia naturaleza, y mantener a los ratones asustados con mis maullidos?. ¡Si al menos ladrara! Puesto que todo el mundo sabe que perros y gatos son enemigos a muerte, si ladrara, los ratones pensarían que si en la carpintería existe un perro, no puede existir un gato".

8 Como lo pensó, lo hizo: El gato se puso a ladrar intermitentemente. Los ratones cayeron en aquella tendenciosa trampa, e hicieron una fiesta y, con el alcalde a la cabeza, salieron a celebrarlo al exterior. De dos saltos y un zarpazo, el felino atrapó al alcalde de los roedores.

9 - ¡Gato hijoputa y tramposo! -reprochó el alcalde ante las fauces del gato- ¿Por qué ladras?. - En estos tiempos que corren -respondió el gato-, quien no sepa al menos dos idiomas, va de puto culo, y hasta se muere de hambre.

10 Moraleja: “¡No pierdas el tiempo! ¡Ponte a estudiar! Y recuerda: ¡Al menos dos idiomas!”.


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