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EL VIAJE DE PANECILLO El Viaje de Panecillo No sé si es verdad o lo soñé, el caso es que cuando lo recuerdo se me pone la miga de punta y la corteza.

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2 EL VIAJE DE PANECILLO

3 El Viaje de Panecillo No sé si es verdad o lo soñé, el caso es que cuando lo recuerdo se me pone la miga de punta y la corteza se me arruga, ¡En fin!. Lo cierto es que mi historia no es única, eso, me han dicho, pero no por ello deja de ser fascinante. Nací como nacen todos, una fría madrugada de un día cualquiera, entre una paredes calientes y rodeado de cientos de hermanos y hermanas; blancos, negros, morenos.... Recuerdo que nada más nacer, me colocaron sobre una gran mesa y espolvorearon mi cuerpo hasta enfriar mi piel. Al amanecer, con el primer canto del gallo, una extraña nave se acercó hasta el hospital Sus luces naranjas parpadeaban frenéticamente, mientras otras de color rojo indicaban el lugar de embarque. De pronto una inmensa puerta se abrió y apareció un extraño ser con dos enormes tentáculos que se aproximaba hasta nosotros. Sin mediar palabras nos cogió y nos introdujo en una extraña y profunda cueva recubierta de paredes blancas.

4 - ¡OH no!,.- pensé – este es el fin. Mis hermanos y hermanas se agolpaban dentro de aquel extraño lugar y al igual que a mí, les temblaba la miga en su interior. _¿Dónde vamos?.- Preguntó Don Pannegro.- -No lo sé.- contestó Don Panblanco -Yo quiedo salir de aquí gimoteaba Panecillo De repente, desde lo más profundo de aquella singular cueva, se escuchó la risa grave de un extraño ser que se ocultaba tras la negrura - ¡Ja,Ja,Ja,Ja.! Pobres ignorantes, dentro de poco seréis destruido y sufriréis las peores torturas que se puedan imaginar. - ¿Quién anda ahí?. ¿qué significa todo eso que estas contando?.- replicó Don Pannegro- - Soy yo, Panduro, y os digo que tarde o temprano seréis destruido como lo fueron los demás. Sólo los elegidos sobreviviremos a tan terribles sufrimientos. -y ¿cómo llegaste hasta aquí?.- Preguntó Don Panblanco

5 -¡Lo olvidaron!.- contestó apresuradamente Don Pannegro,.- No hay peor vida que ser un olvidado - ¡Pues yo quiedo ser como él, así no sufriré.- gritó Panecillo No pretendas ser como él.- le recriminó Don Pannegro.- Su vida no ha servido para nada, a nadie ha servido su existencia, no ha tenido utilidad alguna. Nadie lo ha recubierto de mermelada o de queso tierno, ni lo han calentado cuando estaba frío, ni lo han invitado a ningún banquete Su piel dorada y crujiente se ha convertido en un caparazón, nadie lo quiere, nadie lo acaricia y todos, absolutamente todos, lo repudian. Por eso está aquí olvidad y escondido entre las sombras de esta cueva

6 -Tú en cambio.- Prosiguió Pannegro.- tendrás una vida estupenda; Te espera una mesa limpia, cubierta de mantel blanco y reluciente. Vivirás rodeado de cubiertos plateados y al lado de una humeante taza de leche. Las mermeladas se acercarán y te cubrirán de besos y notarás como tu cuerpo flotará en un mar de leche y cacao. Serás el ser más feliz de nuestro planeta. - ¡Tienes razón!- contestó Panduro, entre llantos y sollozos y dejándose ver ante los demás.- Yo no sirvo para nada, ni los gusanos me quieren. Acabaré en un cubo de basura maloliente rodeado de desperdicios. Mi piel que antaño fura y resistente a los humanos acabará por ser pasto de del moho y la podredumbre. Mi vida habrá sido un fracaso y desapareceré sin haber sido útil a nadie. Soy un pan duro!.- repetía, mientras se ocultaba nuevamente en las sombras de aquella cueva de papel

7 Aquella extraña nave de luces naranjas, rojas y blancas, se paró. De nuevo, el ser extraño se acercó hasta nosotros y uno a uno nos fue sacando de aquellas tinieblas para colocarnos en tercer piso de una estantería de madera. Cuando creyó que ya no quedaba nadie más en aquel lugar, el extraño ser se encontró con Panduro. Lo tocó, lo olió y con él en sus manos, encaminó sus pasos hasta un cercano cubo de goma negra. Antes de caer, Panduro nos miró con su codo derecho y con un gesto de resignación, se deslizó por entre los tentáculos de aquel humano para perderse en las profundidades negras del maloliente cubo. Instintivamente, Don Panblanco, tapó los ojos de panecillos, mientras un trozo de su miga rodaba codo abajo.

8 Desde aquella majestuosa atalaya, que era la estantería, pude percibir un mundo de colores y olores: A mi derecha, dos estanterías, más abajo y protegidos por una urna de cristal, los presumidos dulces y las engreídas tartas, nos miraban burlonamente. Don Merengue se acercaba a Doña Tarta de Fresa y le susurraba al oído. No acierto a saber si hablaban de nosotros o si, simplemente hablaban amigablemente. ¡Se les veían felices! A lo lejos, tres o cuatro calles de aquella extraña ciudad, tintineaban los botes de refrescos, y sus líquidos esfervesentes corrían por sus tripas de cristal. Más allá, las mermeladas de fresa, de frambuesa, albaricoque y de cereza. Formaban una bellísima comparsa de colores. Así una calle tras otra, una estantería tras otra, los alimentos, que así supongo que nos llamaban, a juzgar por un enorme cartel que presidía la entrada a aquel barrio, esperábamos el momento de ser útiles. Por un momento me volví en busca de mis recuerdos y me encontré a Don Panduro, sólo, triste y, abandonado en aquel agujero negro.

9 El sol ya brillaba tras los cristales y cientos de pisadas iban y venían. Seres extraños que caminaban sobre dos patas y a lo que se les oía gritar. -Me pone medio kilo de esas. ¿A cómo están hoy? -A 2,20 el kilo -Pues póngame dos kilos que espero visita.. -¡Cuánto tiempo sin verte!.- Se oía una voz más próxima. -¡No me hables!, he estado tan mala que ni al médico he podido ir.- contestaba la otra voz. -¡Pues ya es estar mala!.- replicaba la primera. Y así un y otra voz, inundaban el aire de palabras, de sonidos ininteligibles, de risas y algún que otro estrepitoso ¡ ¡¡¡Bruuuuuuuummmmm!!! de estantería al caer. Aquellos bípedos seres se acercaban hasta nosotros, y estirando sus largos tentáculos, enfundados en guantes de plástico, nos acariciaba, nos hacía cosquillas, nos olían y ¡POR FIN!, nos escogían o nos rechazaban. En aquella ocasión, los elegidos fuimos Panecillo y yo.

10 Atrás quedaron Don Pannegro, y Don Panblanco, Merengue, Tarta de Fresa y los refrescos. Doña Magdalena se acercó al balcón de su estante, y agitando su traje de papel, nos decía adiós, mientras la mermelada de fresa nos guiñaba un ojo al pasar junto a ella. Viajamos un rato entre lechugas, papas, dos zanahorias y dos extraños objetos metálicos, fríos y duros en los que se veían dibujados unos extraños animales con aletas. Panecillo se había colocado entre las lechugas y a mí me tocó compartir el viaje con la zanahorias. - Buenos días Señoras zanahorias.- saludé educadamente.- - ¡Buenos días caballero.- respondieron las dos a coro y con voz de pito mal afinado. - ¡Qué! ¿De paseo?.- pregunté estúpidamente. - No, estamos de paso, - ¿de paso?.- pregunté extrañado - ¡Si!, ¡de paso!,. De paso entre el súper y el caldero.- contestaron igualmente a coro. Aquella última respuesta me dejó algo aturdido y confuso, no entendí el mensaje y decidí no seguir con la conversación.

11 Esta vez, el viaje fue más corto que el de la mañana. En apenas unos minutos, me vi envuelto en una servilleta de color rosa y puntillas blancas..- algo cursi.- pensé, y dentro de una cuna de mimbre que parecía haber sido hecha para mi talla. A mi lado, ¡Bueno!, sobre mí, colocaron a Panecillo y, aunque yo estaba algo incómodo, a él le pareció fenomenal ya que, una y otra vez, se deslizaba por mis codos hasta caer en la mesa. -¡Yupiiii!.- gritaba feliz mientras se volvía a subir a mi lomo.- ¡Ota vez!, ¡Ota vez!- seguía gritando El reloj de aquella habitación sonó ocho veces: ¡ Ding!, ¡Dong!, ¡ Ding!, ¡Dong!, ……...

12 Y la cafetera silbó de alegría. Por un momento pensé que Don Café me estaba tirando los tejos,pero enseguida comprendí que era a Doña Leche, que hervía emocionada al lado de él. En un tazón blanco y de una sola oreja, se casaron Don café y Doña Leche y su felicidad humeante, llenó aquella habitación -¡Que bonito!.- exclamó Panecillo- - ¡Sí!. ¡Muy bonito.- respondí. Se les veían felices, danzando dentro del tazón mientras doña Cucharilla, la Dama de Honor, tintineaba entre ellos y los unía para siempre jamás. Desde lo alto, le arrojaban terrones de azúcar a los recién casados y en vez de gritarle vivan los novios, le soplaban suavemente para no molestarles. ¡Qué divertido es todo eto.- gritaba Panecillo mientras se deslizaba nuevamente por mi corteza. ¿Cuándo nos llenan de mermelada.- preguntaba con impaciencia.- a mi me guta la de fambuesa, e tan bonita.- Fram-bue-sa., Panecillo. Frambuesa- le corregía. ¡Gueno! como se llame.

13 ¿ Cuándo comenzaré el Gran Viaje? - A mi la que me gustaba era la de fresa, con sus tropezones y todo, Siempre sentí predilección por las fresas..- soñaba en voz alta. - Aunque estaba convencido que no tendría tanta suerte. Seguro que me rellenarán de jamón, o me untarán de mandarina o mantequilla, que para el caso. Posiblemente me dejarían para el almuerzo y a lo pero para la merienda o la cena. Me estrujaba la miga pensando cuando podría inicial el fantástico viaje para el que estaba predestinado

14 ¡Que guapa etá Fambuesa! Aún no había terminado de exponer mis ideas sobre mi futuro cuando, hizo su aparición Doña Mermelada de Frambuesa y Limones. Majestuosa como siempre y con aires de grandeza que, por otra parte, se los tenía bien ganados, en definitiva, ¡Una Gran Dama!. Vestía para la ocasión un bellísimo traje de cristal transparente y filigranas del mismo material, que aún no dejando ver su interior, se mostraba insinuante a los ojos de los buenos comensales. Preciosamente tocada con un sombrero circular del que colgaba un pequeño pañuelo bordado con su nombre y rematado todo él, por un precioso lazo rojo. Cucharilla se apoyó en un borde de la taza para observarla, don Café y doña Leche dejaron de danzar, y pronto les nació la nata.

15 Como supuse, la mano que no hacía mucho nos acariciaba y nos hacía cosquilla, cogió a Panecillo. ¡Era el elegido!. ¡Que suerte tenía!- me repetía con cierta envidia. ¡Sana.. Lo recubrió con unos cuantos cabellos de Doña Mermelada de Frambuesa y Limones y, Don Café y Doña Leche le mojaron brevemente un de sus codos. Por un momento lo perdí de vista, me quedé embobado contemplando la singular belleza de Frambu, como decidí llamarla desde entonces, y ya no volvía a ver a Panecillo.

16 II La Digestión Perdí la noción del tiempo, me acurruqué en mi cuna de mimbre, me abrigué con la servilleta rosa terminada en puntilla y me dormí. En la retina de mis diminutos ojos, comenzó a proyectarse una historia muy extraña. Panecillo despareció pero a lo lejos oían sus felices carcajadas. Creí ver a Panecillo introducirse en un gigantesco parque de atracciones. Una inmensa puerta guardaba aquel lugar. Sus barrotes blancos se disponían en filas, como soldados en perfecta formación. Al frente de ellos, los incisivos y caninos, cortaban y desagarraban con suaves cosquilleos el cuerpo de panecillo mientras en la segunda línea, los molares se encargaban de triturarlos

17 La lengua clasificaba a los futuros visitantes en cuatro grupos diferentes: dulces, amargos, salados y ácidos. Por fin, antes de pasar, se les cubría con una extraña y viscosa sustancia a la que llamaban saliva. Un enorme agujero se abrió ante los ojos de Panecillo para luego dar paso a un gigantesco tobogán que parecía no tener fin. -¡Yupiiiiii!- gritaba Panecillo mientras se deslizaba esófago abajo que, se contraía y estiraba para hacerle más alegre el viaje. La primera atracción duró más bien poco.

18 -¡ Benos días Doña Leche! -¡ Benos días Don Café! A penas en unos segundos. Panecillo se encontraba nadando en un gran lago de aguas termales al que desembocaba un líquido ácido que descomponía el bolo en el que se había convertido. Los líquidos gástricos, realizaban su trabajo mientras las paredes de aquel extraño lago a los que los humanos llamaban estómago, se expandía y contraía al igual que un castillo de aire. Allí se encontró con Don Café y Doña Leche. También estaba la hija de ambos; Natita y los tres, compartían con Panecillo el subir y bajar de aquel gigantesco lago.- ¡Benos días! Doña Leche.- saludó cortésmente Panecillo.- ¡Benos días! Don Café-

19 - ¡Hola Natita. ¡.- - ¿ Cómo estas Panecillo?, ¡Qué alegría encontrarte aquí!.- respondieron al unísono. Nadaban de un lado a otro mientras conversaban alegremente y casi sin darse cuenta, se diluían lentamente entre el subir y el bajar. De pronto, una inmensa cueva se abrió ante los ojos incrédulos de Panecillo y la corriente le arrastraba hacia ella. -¡ Adioooooos Doña Leche!, ¡A dios Don Café!, ¡Hasta luego Natitaaaaaaaaaaaa!.- gritaba Panecillo mientras se adentraba en aquella cueva

20 ¡Qué razón tenía Don Pannegro! No hay nada como sentirse útil A dios, hasta otra aventura Era un inmenso y largo tobogán de seis o siete metros de largo por treinta centímetros de ancho. Al comienzo del recorrido, unas escobas barrían y recogían las sustancias que Panecillo llevaba en su interior. Mientras recorría el túnel, panecillo veía a los hidratos de carbono desprenderse de su cuerpo, como el hierro, las sales, las vitaminas y los minerales se abrazaban a las escobas, mientras él proseguía su camino por el tobogán intestinal. A medida que bajaba, más se descomponía Panecillo. Subía, bajaba, se sentía feliz, se le veía feliz.

21 ©José Manuel Curbelo A. 26 de noviembre de 2005 -¡¡Soy un ser afortunado!!.- gritaba panecillo, y su voz se repetía como el eco por todo el parque hasta salir por la puerta principal.- En el último tramo del recorrido Panecillo desapareció. Su última gota de agua había sido exprimida en el intestino grueso y con ella su últimos latido FIN


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