El diseño de interacción es la disciplina encargada de definir cómo se utilizan los productos y servicios interactivos. Su objetivo es asegurar que los usuarios consiguen realizar, de la manera más sencilla y gratificante posible, las tareas para las que se ha creado el producto. Normalmente, entendemos por productos interactivos cosas como: aplicaciones de smartphone (apps), páginas web, programas informáticos, videojuegos… Es decir, software. El diseño de interacción, sin embargo, se aplica también a objetos que usan un ordenador para funcionar. Algunos ejemplos podrían ser: el cuadro de mandos de nuestro coche, un radio despertador digital, el mando a distancia del televisor, un microondas…
El diseñador de interacción trabaja para definir cómo tiene que funcionar el producto para que sea útil y usable. Para conseguirlo, debe diseñar el producto desde el punto de vista del usuario, no desde el punto de vista técnico ni artístico. El diseñador de interacción debe interiorizar y entender los objetivos, tareas, necesidades y deseos que los usuarios tienen cuando están usando el producto. Se trata de diseñar una secuencia de uso que encaje con cómo piensa la persona, independientemente de cómo está trabajando internamente el ordenador que hace funcionar el producto.
El diseño de interacción es quién debe asumir la responsabilidad de diseñar productos pensando en las necesidades de la persona que los usará. Para que sea usado, un producto tiene que ser práctico, pero al mismo tiempo, sencillo y agradable de usar.