Domingo 30º del TO / C - 27 de Octubre Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano…”
“¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” Lc 18, 10-14
se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. Para escuchar correctamente el mensaje de la parábola, hemos de tener en cuenta que Jesús no la cuenta para criticar a los sectores fariseos, sino para sacudir la conciencia de “algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. Entre estos nos encontramos, ciertamente, no pocos católicos de nuestros días.
El evangelio no condena al fariseo sino el fariseísmo. Y no por la piedad y rectitud moral, sino por hacer depender la búsqueda de Dios del cumplimiento exacto de la Ley.
Los publicanos son alabados no por las injusticias que a veces cometen, sino por su capacidad para reconocerse necesitados de perdón.
A todos los hombres nos gusta «subir» y siempre las religiones han visto a Dios en lo alto.
Pero Jesús renunciando a su categoría de Dios, descendió y pasó por uno de tantos.
“Todo el que se enaltece será humillado, será enaltecido” El pasaje termina con un proverbio que recuerda el cántico de María: “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”
humildes -anawin-
humillados
humildes
humilladas
humildes
Señor Jesús, y muerte de cruz”. siendo de condición divina, tú te humillaste “haciéndote obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. Nosotros queremos tener tus mismos sentimientos y vivir una Fe que nos haga semejantes a ti. Amén.
Dios acepta a quien confía en Él