MARIA ES TAMBIEN MADRE NUESTRA

Juan la presenta en su evangelio al pie de la cruz, para mostrarnos como Ella es una mujer fuerte que se sobrepone al dolor, para enseñarnos a superar el sufrimiento y el miedo q la muerte, porque Ella, llena de fe, nos invita a esperar gozosamente el día de la Resurrección. El gesto de María de permanecer hasta el final, junto a su Hijo, nos hace sentir que, como Madre de Jesús, sabe perdonar y como Madre nuestra sabe amarnos, porque a pesar de nuestra maldad intercede por nosotros se queda para siempre a nuestro lado. Ella, al aceptar ser la Madre del discípulo, acepta ser la Madre de todos los seres humanos. Nosotros, como el discípulo, estamos llamados a recibirla en nuestra casa, para que sea para siempre nuestra Madre y compañera de camino.

MARÍA Y LA EUCARISTIA

En la Encíclica ecclesia de Eucharistia, aparece la relación entre María y la Eucaristia articulada sobre todo en torno a la consideración de María como Madre y modelo de la Iglesia: “Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristia, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. Ante todo, su fe y amor, en la anunciación y en la visitación a Isabel, donde María es realmente tabernáculo vivo de Cristo; en el Calvario. Una fe y un amor que como en el Magníficat se desbordan en alabazas y en acción de gracias. El hecho de considerar a la Señora Santa María, como modelo de fe Eucarística, nos lleva necesariamente a contemplarla al pie de la Cruz de su hijo, ya que el sacrificio del calvario. En realidad, como escribe Juan Pablo II,”María con toda su vida junto a Cristo y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía, Cuando llevo al niño Jesús al templo de Jerusalén ”para presentarle al Señor”. Maria nos invita a imitar, también nosotros cada día, esa preparación que hizo de Ella al sacrificio de Cristo. Sólo con la fe, imitamos la fe de María, Mujer Eucarística, es posible vivir todas las dificultades, los gozos y las alegrías de cada día.

MARIA ES DISCIPULA Y MISIONERA

María dio testimonio de lo que es ser fiel discípula de Jesús. Recordemos aquel día que dijeron a Jesús: >, y el responde: >. Por esto, María es doblemente Madre, porque no sólo tuvo a Jesús en sus entrañas y lo educó, sino que lo escuchó y lo siguió hasta el Calvario. María siempre atenta a su hijo, aprendió de Él a amar intensamente, y a seguirlo según sus exigencias. Fue la mujer pobre que vivió a plenitud las bienaventuranzas, que supo consolar y dar su vida en el servicio como misión, para todos sus hijos.

NUESTRO AMOR A MARIA

María ha estado y estará siempre en nuestra vida cristiana y en el corazón de cada creyente. Nuestro amor por ella es tan grande que su imagen no solo la encontramos en los templos, sino también en nuestros hogares, en los automóviles y en algunos casos, hasta en la carretera. A la virgen María la veneramos. María por ser una criatura como nosotros, no puede ser adorada como Dios. Ella al ser Madre de Dios Hijo, fue dotada por el Padre Dios de gracias especiales; por tal motivo, se le conoce como la LLENA DE GRACIA. Por estas virtudes, María merece nuestra admiración y devoción; y como cristianos católicos la veneramos y horramos a través de la oración, especialmente con el Santo Rosario

MARIA INTERCEDE POR NOSOTROS Si en nuestras necesidades acudimos a Ella, como en las bodas de Caná, intercede por nosotros y hace que su Hijo nos conceda aquello que necesitamos. Ella es quien puede abrir nuestro corazón al Evangelio y permitir que penetre, para que la vida demos frutos abundantes. Aunque su peregrinar físico entre nosotros culminó con el día de su Asunción a los Cielos para el encuentro definitivo con su Hijo, Ella permanece viva en la Iglesia desde el día de Pentecostés y continúa acompañándonos y reuniéndonos en comunidad de discípulos en torno al Espíritu Santo, esperndo la venida gloriosa de Jesús. Por eso, con María, digamos juntos: “Ven pronto, Señor Jesús”.