El Árbol Verde (VIII estación del Viacrucis)
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos … porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?” (Lc. 23, 28-31)
El árbol verde, lozano y frondoso, es hoy árbol seco, convertido en poema de Resurrección y Vida sobre el Calvario.
Lo arrancó de cuajo, lo tumbó impotente, sobre el asfalto, la turba insolente, y el amor lo fue arrastrando hasta subir la cumbre.
Yace ahora sin flor, sin fruto, sin nada, en quietud silente, muerto sobre un sepulcro, sin hojas, sin piel, desnudo, al ventalle y sombra de los olivos, sin nada, mudo igual que un rezo hacia dentro, el árbol frondoso, el árbol verde.
Sobre el calvario, a orillas del pueblo, lejos del templo, exangüe quedó el árbol verde, arañado como un poema escrito en aroma de amor y sangre.
Calló el calvario, tendido quedó el árbol verde, sin flor, sin nada, sin piel, sin fruto, desnudo, aguardando al alba del olivar aromado, para resucitar el primero de entre los muertos, mi Cristo amado, convertido en poema de amor y vida que se lee al relente del alba del Huerto santo de los Olivos.
El árbol verde, lozano y frondoso, es hoy árbol seco, convertido en poema de Resurrección y Vida sobre el Calvario. Lo arrancó de cuajo, lo tumbó impotente, sobre el asfalto, la turba insolente, y el amor lo fue arrastrando hasta subir la cumbre. Yace ahora sin flor, sin fruto, sin nada, en quietud silente, muerto sobre un sepulcro, sin hojas, sin piel, desnudo, al ventalle y sombra de los olivos, sin nada, mudo igual que un rezo hacia dentro, el árbol frondoso, el árbol verde. Sobre el calvario, a orillas del pueblo, lejos del templo, exangüe quedó el árbol verde, arañado como un poema escrito en aroma de amor y sangre. Calló el calvario, tendido quedó el árbol verde, sin flor, sin nada, sin piel, sin fruto, desnudo, aguardando al alba del olivar aromado, para resucitar el primero de entre los muertos, mi Cristo amado, convertido en poema de Amor y Vida que se lee al relente del alba del Huerto santo de los Olivos. Juan Manuel del Río