Comprendiendo el desierto de todos los días … Un desierto es un tipo de paisaje o región que recibe pocas precipitaciones. Aproximadamente un tercio de la superficie terrestre es desierto. Los paisajes desérticos tienen algunas características en común. El suelo del desierto está compuesto a menudo de arena, y puede haber dunas. Terreno rocoso es típico, y refleja el bajo grado de desarrollo del suelo, y la poca y alejada vegetación. En la actualidad la desertificación quita espacios naturales a la humanidad. Esto muy unido a la tala, la quema y la mano dañina de los hombres al destruir y no preservar la vegetación. Soñar con desierto se dice que es una pérdida y mala racha. Alguien esté hablando mal de uno. Además, de la soledad, la infertilidad y la desesperación. Sin dejar a un lado, que para los místicos es el camino que deben seguir para conseguir la gracia. Desierto, en el término geográfico, es un lugar despoblado, árido, solo, inhabitado, caracterizado por la escasez de vegetación y la falta de agua. En el desierto no hay respuesta al grito de auxilio
Es el lugar donde transcurre el ayuno, considerado como desasimiento y soledad exterior e interior, para llevar, al que en él se interna, a la uníón con Dios. Textos bíblicos para fundamentar esto: los cuarenta días de Moisés sin comer ni beber en la montaña del Sinaí para recibir la Ley (Ex 24, 12-18; 34) y los cuarenta días de Elías (1 Re 19,3-8). El desierto es una época de oración intensa. Es el lugar del sufrimiento purificador y de la reflexión. Los cuarenta días de Moisés son el rehacer un camino de fidelidad que el pueblo no supo andar, así como los de Cristo lo son para la prueba que el Espíritu Santo permitía al tentador (Mt 4, 1). El desierto es la geografía concreta, el espacio y el tiempo de la unión con Dios. Por eso Oseas (Os 2, 16-17) lo propone como el lugar propicio para captar su mensaje espiritual, al igual que lo hace la Iglesia con sus hijos en los tiempos fuertes de Cuaresma y Adviento. Nosotros rechazamos esos espacios de silencio y soledad por miedo a encontrarnos con nosotros y con Dios. Miedo al comprobar que estamos muy lejos del plan de Dios De ahí que nos haga falta mucho coraje de los humildes, de los que no tienen miedo de volver a empezar... Para nosotros los cristianos “Desierto”
Ahora bien, para este Adviento qué … Evangelio Marcos 1, 1-8 Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo (Hijo de Dios). En el libro del profeta Isaías estaba escrito: «Ya estoy para enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.» Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel que tenía colgada de la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre. Juan proclamaba este mensaje: «Detrás de mí viene uno con más poder que yo. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera arrodillándome ante él.» Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo” Para Juan el Bautista: Para Juan el Bautista: desierto lugar para predicar y anunciar la llegada del Mesías. Para Isaias:. Para Isaias: lugar para tapar huecos y enderezar los caminos. Pero para los dos: Pero para los dos: lugar común donde actúa Dios para salvar y llegar a cada uno de nosotros.
De este desierto … Tan inhóspito, tan cruel donde cualquiera, hasta el más pintado y veterano explorador, se puede perder. Donde las huellas se borran casi de inmediato y donde los gritos de auxilio no son escuchados por nadie, a la vez, que los espejismos y desgarres internos por la falta de agua y compañía, casi enloquecen a los pocos caminantes que se atrevan a recorrerlo. De este desierto, que hoy tanto Isaías en su capítulo 40 y Juan el Bautista, bien descrito por Marcos 1, viene a dar pie para hablar de otro desierto más fuerte y casi más mortal. El desierto de la interioridad del hombre. Desierto de cada uno. Desierto de cada uno. El hombre actual vive sumergido en el ruido. Pues necesita distracción para no darse cuenta de la carrera loca a la cual corre en su propia destrucción. Pareciera que la maquinaria de sonidos escandalosos, atronadores y que hipnotizan sepultan la creatividad, el silencio y la reflexión de buena parte de la humanidad. Pues, otra buena parte hacen las drogas, el alcohol, la división, los enfrentamientos … Es como un mundo raro donde el más raro es el hombre, ya que el lo crea y lo alimenta. Estamos en el tiempo del televisor que se agarra a todo y a todos. El tiempo de los audífonos que lo separan de la realidad y lo sumergen en el volumen inevitable del mayor ruido. El tiempo donde el celular – el móvil es la mejor triunfo de la existencia humana …
¿Qué hacer? Valorar el silencio como lugar para encontrarme con mi propia realidad. No para sufrir, sino para transformarla en esperanza y alegría. No tenerle miedo al desierto, pues en el, encontramos la grandeza del valor de la soledad y de la majestuosidad de la vida regalo de Dios. Aceptar que estamos de paso por esta vida. Donde se hace una tienda provisional y por muchos anhelos y sueños que se tengan, siempre habrá un final de camino. Comprender que sólo por la fe seremos capaces de comprender la experiencia del desierto, que en definitiva es el signo del creyente. Saber que en ese desierto no estamos solos. Estamos en las manos de Dios. Dios nos llevará a la tierra prometida, aquella llamada Canaán. Que aquí se hace Iglesia de la promesa y del cumplimiento. Saber oír la voz que clama en el desierto para susurrarnos que llega el Salvador y hay que enderezar los caminos y aligerar los pasos. Abrir los ojos para ver que esa promesa de acompañamiento y bendición de Dios tiene que ser alimentada por el pan de la eucaristía. La Comunión es viático que alimenta y fortalece.
Nunca olvidar que esa soledad, que tanto nos mata, es la fuente de toda la sabiduría. Allí nos valoramos y conocemos a Dios. Aprender a usar los ojos, los oídos y la lengua para que mañana no tengamos que vivir siempre arrepentidos de no haberlos sabido usar. Ir comprendiendo, de una vez por todas, que la soledad, producto del desierto, nos hace más hombres en la prudencia, templanza y caridad, más servidores de la verdad y personas de un profundo arrepentimiento. “Dad gracias a Dios, porque es bueno, porque su amor es eterno" (Sal 106).. Vivo en el desierto de la incomprensión. Vivo en el desierto de la soledad familiar Y todo producto de mi aridez En la oración y cultivo de la fe. Desierto para la vida y para entender el silencio. Padre Marcelo